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La cocinita editorial. Analizamos «Ceremonia», un cuento de Ana Akamine

No es lo mismo editar que corregir, y este espacio propone demostrarlo. Aquí, a partir de algunos textos cortos e inéditos de ficción y no ficción, nos ejercitaremos en la identificación de vicios retóricos y argumentativos dentro de cada párrafo. Todos están invitados a participar con sus publicaciones.

Por Carlos Chávarry Valiente

La poeta peruana de ascendencia japonesa Ana Akamine Yamashiro —ganadora del VI Concurso Nacional de Poesía de Mujeres Scriptura 2017, y autora de Los árboles una vez fueron hombres (Carpe Diem, 2018) — nos envía este texto de ficción breve pero intenso. La versión original se puede encontrar aquí.

Ceremonia

Mis cabellos arden bajo el sol y gotas de sudor desbordan mi frente, se deslizan por el rostro, [y el] cuello hasta hundirse en mi pecho. Exhalo bocanadas de aire caliente que entume[n] mi piel, se expanden por el cuerpo como aura[s] del infierno. Pero no soy la única, ya hay varios desfallecidos por el calor.

El sacerdote sigue hablando desde su cómodo lugar. Indigna la falta de empatía. Donde vea hay filas de hombre y mujeres sudorosos con blusas y camisas humedecidas. Angurrientos de agua, se estremecen gozosos cuando [el] viento enfría o con alivio una nube difumina la luz solar. Las ropas se pegan al torso, y marca[n] con perfección sus sinuosidades, formas y colores. Entonces pienso que no hay momento más honesto que éste: el de demostrar su propio cuerpo con todas las imperfecciones que él posee. Y es que, vulnerados por el verano, cedemos dócilmente a nuestra suerte.

Debe ser para ellos, que están sentados y bajo sombra, una especie [de] masturbación. Como no tienen poder sobre sus míseras vidas[,] hacen la[s] de otro[s], subalterno[as], miserable[s,] para sentirse superiores. Armando una ceremonia para autonombrarse VIP y sentir por un momento que son una clase privilegiada, para que al final también tomen su bus regreso a casa como todos nosotros.

El comentario

Empecemos con la forma y veamos el fondo del relato al final. No pretendemos fungir de correctores, pero si bien el verbo entumer —en la frase «exhalo bocanadas de aire caliente que entume mi piel» — no está expresamente prohibido por la RAE, suena extraño: si uno no recurre de inmediato al Diccionario Panhispánico de Dudas, puede creer que se trata de un error y creer que la palabra debió ser entumecer. Así como se recomienda que en lo posible nunca se inicie un texto con cifras —por la poca sensualidad que tienen los números para los lectores—, también se sugiere apostar por términos más sencillos cuando estamos en las primeras líneas de una historia.

Algo más: como parte del ejercicio, se ha considerado necesario agregar algunos conectores y signos de puntuación entre corchetes. En la versión original —que está en el enlace indicado al principio— no figuran esos añadidos.

En el tercer párrafo, la conexión entre la segunda y la tercera frase también puede confundir. De hecho, iniciar una línea con un gerundio — «Armando una ceremonia para…»— no suena bien. Esta práctica suele darse en la poesía, pero en prosa podría obstaculizar la lectura. Tampoco queda claro por qué se separaron esas oraciones cuando lo ideal sería que estén juntas. Si la razón por la que se aislaron es para que la frase resultante no fuera demasiado larga, es porque no se tiene confianza en la potencia de lo que se escribe. En última instancia, la oración todavía puede resumirse más.

Segundo bloque

Transpiro tanto que se puede decir que el sol no ha hecho más que mojarme. Mi blusa también está pegada a mi cuerpo, y se trasluce mi ropa interior. Los hombres no tienen ese problema, por el contrario, marca sus torsos enormes y bellos. Algo bueno al menos que admirar: la amplia espalda de Esteban, que delante de mí mueve la pierna ansioso. La primera vez que me fije en él fue cuando llevaba una licra. Sus piernas eran fuertes y marcadas. En ese entonces no sabía qué era lo que sentía, pero era bueno, íntimo y delator. Y mientras mis amigas pensaban que se veía horrible un hombre con licra, yo me ponía nerviosa. Cuando mostré mi admiración fui motivo de burla, “pero si se le notan todos los huevos”. A mí me parecía lo más bello del mundo.

Pasan algunas palomas en el cielo y las cuento. Miro de nuevo esa espalda recta, ancha, ansiosa. Luego bajo a ver sus piernas. Aquellas que son como dos robles que hipnotizan. Parecen increíble que pudieran doblarse. Están para ser cortadas con un hacha roja. Tas, tas, tas y cae a mis brazos amantes listo para la cópula. Tas, tas, tas y el amor es sólo un recuerdo, la excusa del sexo. ¿podrá él estar a la altura de mis entrañas? Cuantos hombres sólo han sido sexo mediocre, uno tras otro, sin mayor mérito que tener un pene.

Esteban…. para empezar, debo hablarle. Intercambiar saludos no es conversar. Pero me quedo muda. Mi nerviosismo advierte que se dará cuenta que sólo miro sus muslos, su miembro, sus pectorales. A veces se pone la camisa rosada y sus pezones despuntan. Me pregunto si le gustará que se los lama, si gemirá de placer o me pedirá suplicante que los muerda. Como me gustaría ver su torso ahora, con la camisa pegada al cuerpo ese pecho debe verse descomunal. Siento ya cosquilleos en mi vagina, como si ella también pudiera sudar por el terrible calor veraniego y reclamara sosiego que ahora no le puedo dar.

Creo que estoy divagando demasiado. Las cosas están perdiendo forma. Pareciera que las gotas de sudor están entrando a mis ojos, no estoy segura de nada. Mi cuerpo se afloja, todo se vuelve blanco y después negro.

El comentario

Con estos otros cuatro párrafos recién se ingresa a la esencia de la historia: las cavilaciones de una joven que se siente cohibida ante un hombre en un escenario donde hay muchas personas. Esto lleva a la pregunta: ¿por qué la autora tardó tres bloques ─los iniciales─ para indicar de qué trataría el relato? Bien dosificada la cantidad de palabras, el contexto se podía dar en un solo párrafo.

El tono en la prosa de estos cuatro párrafos también es un elemento importante porque cambia si se los compara con los iniciales: en cierto modo, se vuelve algo más agresivo. Esta energía resulta positiva para el relato porque manifiesta con minuciosidad las fantasías de la protagonista, es decir, el personaje principal expresa un sentido de urgencia para concretar algo que todavía no obtiene. Y entonces, en este punto, surge otra pregunta: ¿por qué no iniciar el cuento con ese mismo ímpetu, con esa fuerza?

Tercer bloque

Me he despertado echada sobre un sofá. He sido víctima del calor como otros. Sin embargo, continúan los VIP en sus asientos, regios, escuchándose a sí mismos halagarse entre ellos. Si no fuera porque es parte del trabajo participar en estos eventos… si pudiera cambiarme de trabajo… pero no. Ser pobre es triste, una tiene que aguantar estas mierdas.

Un hombre a mi costado, el técnico, me explica que la enfermería está llena. Escucho indiferente. Las puertas están abiertas, pero sólo entra aire caliente que aumenta el sopor y el fastidio. Para qué están abiertas entonces. Pido agua y se retira a buscarla. Sigo transpirando y mi cuerpo está pegajoso y sucio. La cabeza me sigue dando vueltas. Ha venido el joven con el agua. Apenas me deja sola, bebo ansiosa. Cierro las puertas, me quito mis ropas y quedo en trusa. Me pego a la pared para sentir en mi cuerpo el placer del frío contacto. Placer que dura unos segundos enseguida el sopor vuelve a invadir y recorrer toda mi piel. Jadeo. Sigo sudando copiosamente. Mejor es no moverse, así que me echo en el sofá. Pienso en Esteban, en el calor, en el sol, en una cerveza y me toco. Intento no hacer ruido.  Gimo apagadamente el enorme pene de Esteban dentro y fuera de mí, una y otra vez, una y otra vez, y otra vez, y otra vez, derramando su saliva en mi boca y como si fuera un pajarillo estrujado, aprisionándome en sus brazos mientras gimo y me muerdo los labios, moviéndome de un lado a otro desesperada. Arqueo mi cuerpo y es Esteban que arremete con fuerza. Por fin el cuerpo satisfecho queda laxo, con los ojos mirando al techo, gozosa, reflexiva. Sin interferencias sonoras en mi mente, y algo deshidratada, la razón se impone. Tengo que renunciar.

Después de unos minutos divagando, el bochorno parece soportable. De repente es mejor vestirse y abrir la puerta. El viento atiza mi rostro. El técnico esta frente a mí y me mira, le pido otro vaso con agua.

El comentario

Aquí finaliza la historia. Ante la imposibilidad de acercarse a la persona deseada, la mujer se inclina por la masturbación, un acto cuyos efectos se amplifican al saber que está en el ámbito de un evento religioso —y quizá multitudinario—. Solo al final también se entiende por qué el énfasis en el calor y la sudoración —tal vez el bochorno y la sensación de ahogamiento no provenían tanto del exterior como sí del interior de la protagonista—. Esta conclusión lleva a una tercera pregunta, que además es central para el análisis de fondo: ¿estamos ante una historia con un conflicto reconocible, un nudo identificable? A nuestro criterio, no lo parece.

Recordemos los elementos de la estructura aristotélica: inicio-nudo/conflicto-desenlace. Obviamente en este texto hay un inicio y un desenlace, pero se echa de menos la parte del conflicto: quizá se ha difuminado ante la vehemencia que demuestra la protagonista en sus reflexiones. Recordemos que una acumulación de hechos y pensamientos no necesariamente construye una historia. ¿El desmayo fue la razón por la que no se produjo el acercamiento al hombre deseado? ¿La mujer no se siente con la suficiente seguridad como para propiciar un encuentro ante Esteban? ¿Factores externos como el clima o la proximidad entre tantas personas imposibilitan la relación de dos individuos?

Quizá responder a esta última pregunta nos acercaría más al núcleo de la historia, pero sería injusto y reduccionista de nuestro lado pretender que allí acaba todo. En otras palabras, necesitamos saber más, y he allí el mérito de la autora —sembrar la necesidad en los lectores de querer conocer algo adicional sobre el relato y su nudo—, pero también su gran riesgo: crear algo que parece que no está terminado. Como escritores, habría que preguntarse si esa ambivalencia —o esa temeridad— vale la pena.

Este fue el último bloque a analizar. Los invitamos a que ingresen al texto completo para que puedan leer la versión original sin pausas.

No olviden que siempre pueden enviar sus publicaciones de ficción y no ficción para someter sus primeros párrafos a este breve ejercicio de edición. El correo de recepción de sus textos es noticias@cdeyc.com. Pueden enviarlos con sus nombres propios o seudónimos. Nuevamente, les recordamos que todos los autores —de cualquier edad y profesión— están invitados a participar.

Muchas gracias por la confianza.

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