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Marcela Robles: «Creo que Armando fue uno de esos hombres ‘one of a kind’. No era solo lo que hacía, sino su forma de hacerlo, su manera de estar en el mundo, de ser siempre íntegro, polémico, revoltoso, atrevido y apasionado».

El 7 de febrero se cumplen 100 años del nacimiento de Armando Robles Godoy. Fue el primer cineasta peruano en haber alcanzado reconocimiento internacional, y logrado elevar la calidad artística y técnica. Con motivo de esta conmemoración, entrevistamos a la poeta y periodista Marcela Robles, hija del director.

Entrevista de Gabriela Pretel

Armando Robles Godoy fue el precursor del cine de autor en el Perú. Su propuesta destacó por ofrecer un lenguaje artístico y de vanguardia, plagado principalmente por los simbolismos y metáforas. Sin haber tenido una sólida tradición cinematográfica peruana previa, logró renovar el lenguaje del cine en el país. Las cintas En la selva no hay estrellas, La muralla verde y Espejismo fueron los primeros filmes peruanos en obtener premios internacionales. Debido a su naturaleza polifacética, Robles Godoy también incursionó en la literatura. Entre sus obras, destacan la novela Veinte casas en el cielo y la colección de cuentos La muralla verde y otras historias. En 2020, el crítico de cine Emilio Bustamante publicó el libro La batalla por el buen cine, en el que hace una selección de artículos del cineasta, en los que se resalta su concepción del cine como arte.

Para conmemorar el centenario del nacimiento de Armando Robles Godoy, conversamos con su hija, la poeta y periodista Marcela Robles.

Armando Robles Godoy fue una persona polifacética: cineasta y narrador. ¿Qué consideras que es lo más grande que Armando ha dejado como parte de su obra?

Bueno, esto puede sonar algo extraño porque podría elegir una de sus películas. Quizás, La muralla verde, que ha sido considerada la mejor película peruana de todos los tiempos; o algunos de sus cuentos, que son maravillosos. Pero además de su obra, creo que Armando fue uno de esos hombres one of a kind. No era solo lo que hacía; sino su forma de hacerlo, su manera de estar en el mundo, de ser siempre íntegro, polémico, revoltoso, atrevido y apasionado. ¡Ha pasado tanto tiempo y la gente lo sigue recordando! Amaba todo lo que hacía, y lo dejaba todo de sí en las batallas que emprendía. Igual que la batalla por el buen cine, parafraseando el título del magnífico libro de Emilio Bustamante, que sabe más de mi padre que yo misma.     

Las películas de Armando traspasaron las fronteras. ¿Cuál crees que es el mayor legado que dejó para el cine peruano?

Además de sus filmes —que hoy hablan por sí mismos y que las nuevas generaciones de cineastas y cinéfilos siguen viendo con interés—, creo que su mayor legado fue la enorme enseñanza que dejó tras de sí, y que sigue viva y vigente. Por algo le decían —y le siguen diciendo— maestro. Muchos realizadores de hoy fueron sus alumnos y manifiestan estar muy agradecidos. Su amor y pasión por el cine era tal que dedicó gran parte de su vida a compartirlo, difundirlo, y tratar de desentrañar y transmitir los misterios que encerraba ese lenguaje.     

Tú eres escritora. ¿Sientes que ha habido una influencia de Armando en tu obra?

Curiosamente (porque sería lógico), no. Mi padre era un gran narrador, y yo soy poeta y periodista (él también lo fue). Definitivamente, tenemos lenguajes muy distintos. Pero yo disfrutaba muchísimo de su obra literaria y cinematográfica; y él, de mis poemarios y artículos. Creo que se trataba de una admiración mutua; aunque a veces también muy crítica, por cierto. Quiero decir que el cariño no empañaba nuestra visión profesional o creativa. 

¿Nos podrías contar un grato recuerdo de Armando en su faceta como padre?

¡Son tantísimos! Muy difícil elegir solo uno. Pero hay una dedicatoria que atesoro. Cuando me entregó un ejemplar de uno de sus libros, había escrito: «A Marcela, con amor, imposible que ella ha hecho posible».

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