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Chrisel Arquiñigo: «El propósito es poder activar nuevos espacios donde no haya muchas librerías o bibliotecas, y lograr que el púbico se acerque al libro y a las diferentes actividades que realizamos».  

El primer año de pandemia tuvo una repercusión negativa en el rubro de las librerías. Sin embargo, este panorama no fue impedimento para la creación de espacios que fomenten la lectura y el libre acceso al libro. Entrevistamos a Chrisel Arquiñigo, comunicadora social y gestora cultural, fundadora de Ciudad Librera, un establecimiento que cuenta con servicios de préstamo y venta de libros, salas de lectura, talleres y actividades culturales. Ella nos platicó sobre los inicios de este proyecto, y el compromiso de acercar la cultura y el arte al público. Asimismo, destacó la alianza estratégica con el Fondo de Cultura Económica en la organización de la Feria del Libro «Ciudad con Cultura».

Entrevista de Gabriela Pretel

¿Cómo nació el espacio de Ciudad Librera?

Yo he participado en varios programas sociales. Uno de ellos fue el programa de lectura «Lima Lee» de la Municipalidad de Lima. Actualmente, soy parte del INABIF donde soy consultora del voluntariado en el que impulso distintas actividades culturales y educativas en beneficio de la población vulnerable.

Ciudad Librera nació por un proyecto que tenía en mente y que lo pude ejecutar durante la pandemia. Me di cuenta que no podía esperar más tiempo. Primero, logré realizarlo con una sede en el distrito de Magdalena en donde brindamos servicios como la venta y préstamo de libros, y un área reducida para las actividades culturales. El objetivo era no solo ser un espacio donde se vendan libros; sino un ambiente donde las personas puedan compartir, generar comunidad y que sea accesible a distintos públicos.

Posteriormente, quería hacer más actividades, pero el lugar era muy pequeño. Así, me traslado a Pueblo Libre, un espacio más grande de doscientos metros cuadrados. Además, invito al Fondo de Cultura Económica, que es nuestro aliado. Por eso, tenemos un punto de venta en esta sede. Pude abrir una sala de lectura pequeña, aunque muy importante para aquellas personas que no tienen el poder adquisitivo para comprar un libro. No solo pueden leerlo en la sala, sino que se lo pueden llevar a casa por un plazo máximo de diez días mediante el carné digital.

En el segundo piso, está la taberna donde las personas, además de leer los libros, consumen piqueos o juegan ajedrez. También, se encuentra la terraza en la que desarrollamos actividades culturales como presentaciones de libro, talleres, tertulias literarias y conciertos. El objetivo es generar comunidad. Por ejemplo, un deportista que no haya tenido acercamiento al libro pueda encontrar alguno sobre deportes. En esta sede hay de todo un poco: desde libros musicales, gastronomía, historia, ente otros.      

Sala de lectura de la bibliolibrería Ciudad Librera.

Has mencionado que el Fondo de Cultura Económica es uno de sus aliados. ¿Cómo se llevó a cabo esta asociación?

Es una alianza que tenemos no solo como punto de venta en la librería, sino que inició en las ferias de libro que realizó de forma descentralizada en diversas zonas de Lima Metropolitana y en provincia. Coincidimos mucho en el objetivo de llevar la cultura del libro a diferentes distritos.

El propósito es poder activar nuevos espacios donde no haya muchas librerías o bibliotecas, y lograr que el púbico se acerque al libro y a las diferentes actividades que realizamos. Cada feria va acompañada en promedio de cincuenta actividades variadas como los concursos de cosplay, presentaciones de libros, talleres, tocadas y batucadas. El objetivo se está cumpliendo. Hemos estado en distritos como Los Olivos, Santa Anita y Chorrillos donde nunca antes se había realizado actividades relacionadas al libro.

Punto de venta del Fondo de Cultura Económica ubicado dentro de la sede de Pueblo Libre de Ciudad Librera.

¿Qué hace que Ciudad Librera sea diferente a las demás librerías?

Más que una librería, es una institución que promueve la cultura y el arte. Tiene distintas aristas. Una de ellas es la bibliolibrería, un lugar en el que está disponible el servicio de préstamos de libros que no se puede encontrar en otras librerías. Otorgamos el espacio y la vitrina para que muchos autores y editoriales independientes tengan la oportunidad de que sus libros puedan circular.

Además, tenemos las actividades que se desarrollan todas las semanas como las proyecciones de películas y talleres; a diferencia de otras librerías que se dedican a la venta como tal. Vamos a impulsar proyectos de responsabilidad social.

Ciudad Librera es más un espacio cultural. ¿Cómo ha sido la recepción por parte del público?

Ha sido muy buena. Da satisfacción saber que los vecinos de Pueblo Libre y de los distritos aledaños tienen un establecimiento cultural cerca donde puedan ir a leer un libro o tengan la posibilidad de llevárselo a casa, y beneficiarse con alguna actividad cultural. Ha hecho que poco a poco la gente vaya asistiendo a este espacio. Hay algunos que solo vienen a comprar, pero está el otro público que viene a la sala de lectura, la taberna y disfrutan. Se observa que realmente se está generando comunidad, que es lo que queremos. 

Hemos tenido mucha acogida con el público. Incluso, nos piden que organicemos más actividades para que puedan venir con toda la familia.

El área de la taberna ubicada en el segundo piso. El público puede sentarse a leer un libro, además de disfrutar de piqueos o jugar ajedrez.
La terraza es el lugar donde se llevan a cabo presentaciones de libros, tertulias literarias, talleres y conciertos.

Ustedes organizan la Feria del Libro «Ciudad Con Cultura» en los diferentes distritos de Lima. ¿Qué los llevó a impulsar este proyecto?

Como te mencioné al inicio, yo estoy relacionada a los programas sociales. Anteriormente, había organizado ferias de libros. Soy comunicadora social, especializada en comunicación del desarrollo. Me gusta la organización de eventos e involucrarme en programas sociales. Que mejor forma que con mi propia institución se pueda hacer realidad en distintos distritos, contando con el apoyo de los gobiernos locales. Es muy importante su aceptación para que estas ferias se puedan articular y llevar a cabo.

En estas ferias itinerantes llevamos, de un lugar a otro, diversos libros. Detrás de cada feria, hay participantes que nos vienen acompañando en los distritos y apuestan con nosotros. Están las librerías y editoriales independientes, las pequeñas y medianas distribuidoras. Con el equipo organizamos las actividades. Hasta el momento se han llevado a cabo doce ferias.

Es importante que se sigan impulsando más ferias en nuestro país. Son espacios para tantas librerías y editoriales. Por un lado, se benefician los feriantes que tienen la posibilidad de ofrecer los libros que tienen; por el otro, los vecinos porque tienen acceso al libro y la lectura al tener una feria gratuita. Queremos seguir con nuevas propuestas. Normalmente nuestras ferias duran de quince o dieciséis días. Tenemos proyectos de generar ferias más cortas en diferentes puntos.  

Finalmente, ¿cuáles son las proyecciones a futuro para Ciudad Librera?

Desde la bibliolibrería, queremos impulsar concursos literarios. Pronto los vamos a anunciar en las redes sociales. Me gustaría a mediano plazo abrir otra sede en un distrito donde se pueda realizar este tipo de actividades, pero para poder llevarlo a cabo no se puede tener un espacio reducido. Está en los planes poder expandirnos y acercarnos a nuevos distritos con una sede más cultural y donde se pueda encontrar los servicios que ofrecemos.   

Con las ferias, deseamos ir a distintas zonas. Llevando no solo la feria de libro, sino ferias que estén relacionadas al tema del arte, educación y cultura que están vinculadas en torno al libro. Para nosotros es importante cambiar ese chip. Seguir con los proyectos de responsabilidad social. Hace unos meses, implementamos en Magdalena los «arbolibros», en los que se colgaban cubos con un código QR. Así, los vecinos podían descargar un libro de forma gratuita. Queremos replicarlo en otros lugares y realizar nuevas actividades en beneficio de la comunidad.

Gracia Angulo: «Se buscó hacer una nueva política editorial con ejes temáticos definidos y replantear colecciones».

*Foto de portada: Gracia Angulo

La Biblioteca Nacional del Perú, en los últimos años, ha manifestado y demostrado la intención de estar más cerca de los amantes del libro y de los promotores de la lectura. Todo este trabajo se hace evidente dentro de una estructura de publicaciones cohesionada que ha sabido adaptarse a los cambios. Conversamos con Gracia Angulo, editora de la BNP.

Entrevista de Juan Miguel Marthans

Si consideramos que a solo un mes de proclamada la Independencia del Perú se firmó un decreto para la creación de la Biblioteca Nacional, nos damos cuenta de la importancia que esta institución ha tenido a lo largo de la historia republicana. Pues más allá del hecho de albergar la mayor parte de la producción editorial peruana, hoy es uno de los ejes principales de la actividad cultural, el cual desarrolla una serie de actividades que permite acercarnos más al mundo del libro. Además, la Biblioteca Nacional del Perú ha sido responsable de una larga producción editorial, y hoy el camino que están marcando con sus publicaciones se ve más activo que antaño.

Para conocer un poco más de cómo se viene aplicando su plan de publicaciones, conversamos con Gracia Angulo, editora de esta institución, para que nos cuente acerca de las decisiones que se vienen tomando y la proyección que se tiene.

¿Cómo se ha venido manejando el tema editorial dentro de la Biblioteca Nacional, qué espacios se han generado para definir la «personalidad» de cada título?

En la Biblioteca Nacional del Perú no hay un fondo editorial, lo que hay es un área de ediciones. Cuando recién entré, hace ya cuatro años, había una política editorial desfazada; era del 2006. No contemplaba libros digitales, tampoco había colecciones. El sello era reflejo del interior de cada director de la biblioteca. Con Hugo Neira y Sinesio López se publicó más ciencias sociales; con María Emma Mannarelli, un poco más de historia; con Ramón Mujica, arte, fotografía e historia colonial.

Se buscó hacer una nueva política editorial con ejes temáticos definidos y replantear colecciones. Ezio Neyra y yo nos encargamos de la realización. En julio de 2020 la publicamos y establecimos, según las bases de las funciones de la Biblioteca, qué colecciones debíamos tener. Se han mantenido las revistas Libros y Artes y Fénix.

¿Y qué colecciones fueron las que se establecieron?

En primer lugar, está la colección «Lectura, biblioteca y comunidad», que se creó sobre las bases de las reflexiones de las bibliotecas como motores de desarrollo y de la importancia de contar con políticas de lectura y del libro para poder crear una sociedad de lectores. Vimos que en Perú no había muchos ensayos sobre el tema. Necesitábamos hacer una colección que, además, invitara a reconocidos autores extranjeros con experiencia en mediación de lectura y de biblioteca como espacio de experimentación. Ahí publicamos a Daniel Godin, David Landes o Gonzalo Oyarzún. También buscamos que hubiera voces peruanas, por eso invitamos a César Castro, que tiene un centro de lectura en Áncash, y a Alfredo Mires, quien cuenta con una red de bibliotecas comunales en Cajamarca.

Próximamente, vamos a publicar sobre mediación de lectura en contextos interculturales. El propósito de esta colección es que sea formativa, especialmente para las personas del quehacer bibliotecario, para que reciban el feedback de otras experiencias. Esta colección es gratuita y se reparte a la red de bibliotecas; además, está en formato digital en la página de la Biblioteca Nacional.

Otra colección se llama «Mira todo lo que sé». Son libros para niños, inspirados en el patrimonio de la biblioteca. La intención es fomentar la lectura desde la primera infancia, y el cariño y cuidado por el patrimonio. En el mercado están los libros álbum, como los de Polifonía, o textos escolares del Plan Lector, pero no hay libros informativos que estén bien estructurados. Esta colección tiene su propia editora que se llama Teresa Marcos.

Luego, está la colección de arte que se llama «Imagen y memoria» que tiene álbumes del patrimonio fotográfico y artístico de la BNP. La idea es que el público pueda acceder a ese patrimonio a precio módico. Hicimos dos series. La primera es un conjunto de cuadernos similar al formato de Taschen; y la segunda en un formato de postales, que son libros de bolsillos y funcionan como un abrebocas de la colección.

Por último, tenemos la colección «Cultura impresa» que tiene dos líneas. Una rescata textos que han dejado de circular; y la otra, textos inéditos. Fomentamos la investigación de circulación y producción del libro. Hemos publicado a Evelyn Sotomayor sobre las lecturas de la primera generación de mujeres ilustradas.

Estas son las cuatro colecciones que tenemos. Además, están las revistasLibros y Artes y Fénix.

Ha sido como volver a empezar y, dentro del marco de esta política editorial, libro que hacemos, libro que aparece en la plataforma digital.

¿Cuál ha sido la respuesta por parte del público dentro de su plataforma digital?

En la biblioteca digital las visitas, las lecturas y las descargas tienen buenos indicadores. Lo que está faltando es llegar a más librerías. En el esquema de distribución y de ventas, hay una política que nos permite consignar los libros en librerías, pero la Biblioteca como institución del Estado no puede lucrar. El precio debe el precio de costo.

Todas las colecciones nacieron en pandemia. Todavía editábamos los libros bajo el esquema anterior. También había contratos con entidades para hacer coediciones que estaban por vencer. Había que cumplir. Hoy nos estamos ciñendo a las colecciones y buscamos publicar sostenidamente.

Por ejemplo, en la colección de «Lectura, biblioteca y comunidad» el primer año publicamos cinco; y el siguiente, seis. Pero se recorta el presupuesto. Y aunque los autores internacionales nos cobran un monto mínimo, se ha tenido que reducir el ritmo.

Cuando se abre un espacio editorial dentro de una institución tan grande como la Biblioteca Nacional del Perú, es natural que se comience con muchos pendientes para luego mantener un nivel parejo. ¿Cuánto es lo que ustedes están pensando publicar al año?

El primer año de la pandemia hicimos cuarenta y dos títulos. Para este año tenemos programados treinta y dos. Llegamos a fin de año sin dinero. Por eso, los textos pendientes pasan a impresión para el próximo. La sección infantil tiene su editora, pero yo veo todo lo demás. Es una editora y una diseñadora, no podemos hacer todos los libros. Hemos pensado que no deben pasar los veinte al año.

El año pasado la BNP cumplió 200 años y publicaron un extraordinario libro de gran formato, Imaginario y memoria. Era necesario una publicación de ese tipo para celebrar el bicentenario.

Sí, es un libro costoso. Se ha vendido entre los más interesados; solo un público objetivo. Pero no ha logrado ser un bestseller. La finalidad era recoger las tres etapas que mencionan los historiadores. La fundación, la guerra del Pacífico, la reconstrucción de Ricardo Palma; luego, desde Palma hasta el incendio, llega Jorge Basadre, ahí comienza la tercera etapa. Hay una cuarta etapa en la que Juan Mejía logra que le den el terreno actual en San Borja. Esta recoge la experiencia de la pandemia y todo lo que se tuvo que hacer para tratar de seguir siendo accesible. Habla de todos los programas y del paso a la multimodalidad. Es un libro que da una perspectiva de toda la historia de la BNP.

¿Qué diferencia encuentras entre la experiencia de trabajar en una editorial comercial con la de ser responsable del área editorial de una entidad como la Biblioteca Nacional, que es el epicentro del libro en el Perú?

En una editorial comercial hay más libertad, pero uno debe ceñirse al perfil. En el caso de una institución del Estado, hay que seguir lo que te permite el reglamento. Pero lo más rico es que hay acceso a un patrimonio increíble a través de estas ediciones que pueden destacar y ser difundidas. Como material o archivo que se puede usar, es un lujo.

¿Qué es lo que menos te agrada del trabajo en el rubro editorial?

Cuando tengo un autor terco o la soberbia. Cuando estaba en Planeta me tocó lidiar con autores que querían que su texto se mantuviera tal y como estaba; no aceptaban cambios. Después, creo que todo me gusta. No hay algo que no me guste en particular. Aunque, de pronto, la edición científica. Me han llegado trabajos académicos en los que hay que ver las citas y el formato APA. Ese tipo de edición no me gusta, pero sí la hago.

Mariangela Ugarelli: «La realidad en la que vivimos parece por momentos irreal; el realismo como lo conocemos encuentra severas limitaciones ante esto».

*Foto de portada: Mariangela Ugarelli

Mariangela Ugarelli es escritora, académica y artista. Estudió Literatura en la Pontificia Universidad Católica del Perú y es candidata a doctorado por la Johns Hopkins University. Sus cuentos han sido publicados en la antología Esta realidad no existe (Estruendomudo), y en compilaciones de editoriales como Aeternum, Grafos & Maquinaciones, Speedwagon Media, Lucerna y El Gato Descalzo. Ha publicado de forma independiente su colección de cuentos Plaqueta 1 y Artilugios (Hipatia Ediciones). Como crítica literaria, ha contribuido con artículos para Latin America Literary Review.

En el rubro académico, ¿cómo nació tú interés por la literatura fantástica?

Como lectora, siempre me gustó la literatura no mimética por encima del realismo. En cuanto a lo académico, mi interés por lo fantástico como objeto de estudio se inició en mis últimos años de colegio con la lectura de Edgar Allan Poe. Los primeros ejercicios de crítica literaria que realicé en ese entonces trataban sobre este autor y Gustavo Adolfo Bécquer. Cuando entré a la universidad, quise expandir mi comprensión de la literatura en general, por lo que me dediqué a leer los grandes clásicos universales y trabajar a conciencia los proyectos con los que cada semestre finalizábamos los cursos —de ahí es que nace mi interés por la obra de Guamán Poma de Ayala, por ejemplo—. En otras palabras, abandoné por algunos años la literatura fantástica como objeto de investigación para desarrollarme como crítico literario. Finalmente, y no sin antes pensarlo muchísimo, decidí volver a ello en mi tesis sobre Leopoldo Lugones. Más allá de los “peros” —de los cuales podemos hablar con respecto al propio Lugones— me di cuenta de que podía aplicar lo que había aprendido en la carrera a Cuentos fatales, y crear una hipótesis original al respecto. Como este tipo de literatura es la que siempre me ha gustado leer y escribir, me sentí muy cómoda investigando y desarrollando la tesis; trabajo que ahora continúo en el doctorado.

¿La escritura es una faceta que recién estás explorando, o tenías planeado desde antes dedicarte a la creación?

Mi interés por la creación literaria es anterior a mi interés académico por la literatura. El cuento más antiguo que conservo —como curiosidad, no para publicarlo— lo escribí a los once años; el más antiguo que he publicado lo escribí a los dieciocho: «Tercera Persona» en Plaqueta 1. La especialización en Literatura me interesó a sabiendas de que la carrera no es de creación. Sin embargo, siempre quise estar constantemente rodeada de libros, y que mi trabajo fuese leerlos y estudiarlos. Asimismo, considero que fue invaluable para mi desarrollo como autora y crítico literario el haber leído tantos textos de variada índole, y aprender cómo funciona cada uno en su contexto. La cercanía constante con los textos literarios y con la expectativa de los críticos puede resultar agobiante, y hace que no pocos se alejen permanentemente de la creación. Este no fue mi caso porque esa cercanía era lo que yo estaba buscando.

De izquierda a derecha: La antología de ciencia ficción Esta realidad no existe (Estruendomudo) y la colección de cuentos Artilugios (Hipatia Ediciones)

Aparte de escribir, también eres ilustradora. ¿Consideras que ambas artes se complementan?

No estoy segura de que este sea mi caso. No suelo ilustrar mis textos. Si dibujo personajes de mis cuentos, no es a modo de ilustración —en el sentido de una imagen que ilustra un texto previamente concebido— ya que, cuando esto ocurre, todavía no he terminado el proceso de escritura. Diría que sucede, más bien, porque esa narración es en lo que estoy pensando en ese momento. Por ello, los personajes se cuelan en mi obra plástica. La mayoría de mis dibujos y pinturas no guardan relación con mis propios escritos u otros. La única vez en la que recuerdo haber ilustrado un texto adrede, fue con mis trabajos en torno a la obra de Andréi Biely y su novela Petersburgo. Las imágenes y los colores que utiliza Biely se quedaban en mi cabeza a medida que iba leyéndolo; fui ilustrando algunos pasajes mientras avanzaba.

Por otro lado, es importante para mí no condicionar —en la medida de lo posible— la imaginación del lector frente a lo que escribo. Prefiero que el lector no tenga paratextos, como lo es una ilustración, que lo puedan predisponer hacia una idea de cómo podría ser lo que se está describiendo. Sino que pueda tener total libertad para imaginar la historia.

¿Cómo ves el panorama de la literatura fantástica en el Perú?

Siempre ha habido autores interesados en la literatura «de género» o «no mimética» en nuestro país. Pero no se les ha dado mucha importancia debido a la preponderancia del realismo; pese a vivir sumergidos en una realidad repleta de historias de fantasmas, leyendas, y mitos de diversos tipos y procedencias. Esto puede obedecer a ciertas claves discursivas asociadas a la idea de nación, y a la utilidad de la literatura en la constitución de la misma. Sin embargo, la era posmoderna —ahora intensificada por la globalización, la pandemia del COVID 19 y el internet— muestra la precariedad de estas consignas decimonónicas. La realidad en la que vivimos parece por momentos irreal; el realismo como lo conocemos encuentra severas limitaciones ante esto. En la actualidad, podemos ver que el realismo no es «real», sino un tipo de modelado literario tan artificial como la literatura «de género». Ahora no solo hay un grupo bastante amplio y variado de escritorxs de todo el país interesadxs en explorar diversos tipos de literatura no mimética, sino que también hay un interés —que va surgiendo de a pocos— por estudiarla. Muchas editoriales pequeñas llevan años, incluso décadas, publicando antologías de género fuera de Lima, pero no han recibido la atención debida. Creo que, ahora más que nunca, la literatura fantástica peruana tiene posibilidades de desarrollarse. Se ha evidenciado que hay un público que desea leerla, y críticos que buscan apoyarla y difundirla.

Gustavo Talavera: «Por la misma necesidad económica, las editoriales terminan, como se dice, pescando con dinamita; yo creo que debemos enfocarnos más en un nicho.»

El director de Mandroque Editores se explaya sobre la fundación de su sello, el tipo de publicaciones que elaboran y cómo la Escuela de Edición de Lima le ayudó a encaminar su proyecto.

El mercado editorial es mejor conocido por publicar ficción y hacer conocidos a novelistas. Sin embargo, este tipo de libros no conforman la totalidad de la oferta, y gran parte de lo que la sostiene son las que elaboran servicios editoriales.

Fundada el 2018, Mandroque Editores se fundó para elaborar este tipo de publicaciones en formato físico y digital. Gustavo Talavera cuenta cómo vieron un vacío en el mercado editorial peruano en el espacio de recursos humanos y coaching laboral, y no dudó en llenar este espacio, tanto con publicaciones como con otros recursos.

¿De qué modo inició Mandroque Editores?

Mandroque empezó hace 4 años como una editorial independiente, más o menos a los dos años de terminar el Curso Integral de la Escuela de Edición de Lima empecé la editorial. Yo trabajaba en otro tema, pasé por algunas revistas como editor adjunto, pero el tema de hacer libros siempre me llamó la atención. Comenzamos haciendo un par de libritos, un poco lo que llegaba, sin tener un norte; me imagino que casi todos empiezan así, dando servicios editoriales y al primer postor que aparece, tratando de vender lo más que se pueda. Sin embargo, poco a poco fuimos encontrando que había un nicho interesante, gente que daba conferencias alineadas al tema de recursos humanos, coaching, bienestar, en general lo que tenia que ver con habilidades blandas, había una demanda que iba creciendo y más gente interesada en tener un libro como soporte para sus talleres. Entonces tuvimos un acercamiento con un especialista del tema, llamado Pedro Alfaro, al que le hicimos un libro llamado Primero personas, después profesionales, que en poco tiempo vendió varios libros y ahora va en su cuarta o quinta reimpresión, en ese momento sentí que podía ser un nicho interesante. Bueno, seguimos trabajando en distintos proyectos, memorias, diferentes artículos, muy variado, hasta que de alguna manera hace poco nos hemos decidido en afianzarnos más en ese tema, en todo lo que mencioné: coaching, recursos humanos, habilidades blandas, es el rubro en el que queremos especializarnos. Vamos a ser la editorial especializada en este tema.

El tema de las habilidades blandas es indispensable en cualquier oficina, lo mismo que el tema de liderazgo. Por ello hay un vacío, una necesidad, terminan siendo los libros más vendidos en Amazon, en la feria del libro el segundo libro más vendido ha sido Habilidades blandas a la vena de Fishman; existe una necesidad no solo empresarial, sino también humana, de poder vivir mejor y administrar nuestras emociones.

Además, no hay muchas publicaciones de este tipo publicadas en Perú, solemos importar la mayoría.

Sí, va por allí. Por otro lado, a manera de complementar una herramienta para poder solventar los gastos, vimos que no solo era cuestión de leer el libro sino también que los lectores querían acercarse al autor, entonces como herramienta en paralelo estamos dando el tema de cursos. Queremos que ambos vayan de la mano, funcionar como una pequeña escuela de este tema. Hemos hecho una alianza con una empresa llamada Happy Management Institute, que es una escuela de formación en habilidades blandas para ejecutivos, entonces ellos nos brindan profesores y nosotros trabajamos el tema de los contenidos. La cosa es que cada curso va a tener su propio manual. Y no solo sacamos libros impresos sino también ebooks, que se pueden conseguir a través de Amazon y son pequeños, de rápido acceso, no solo para consumo interno sino también para poder exportar estos temas.

¿Quiénes conforman Mandroque?

Yo estoy a tiempo completo y hay dos personas que me ayudan de manera indistinta, dependiendo de los proyectos. Jorge, que me ayuda con la parte de tecnología, si es que hay que hacer mailing, diseños en la web, un poco del diseño gráfico, y también está Melody que es comunicadora y me ayuda con redes sociales, diseño, a veces también a editar un poco.

Y hasta este tiempo, ¿cuáles han sido los proyectos más destacables?

Primero personas, después profesionales de Alfredo Alfaro, que se ha vendido muy bien. También está Liderazgo 4.0 de July Urrutia. Asimismo, Marketing aplicado a la seguridad y salud en el trabajo, de Julio Chirinos, un coach muy conocido, se ha vendido digitalmente. Ahora hay algunos proyectos más que también están interesantes y por salir. Hay otro libro al que le tengo mucho cariño que se llama Todo por amor, una novelita muy simpática que la hemos trabajado con un chico que está preso en el penal de San Pedro, y para aprovechar su tiempo en la reclusión de dedicó a escribir, y ha hecho una novela muy interesante, muy valiosa, estamos esperando a salir para difundirla como se debe. Creo que esos son los libros más interesantes que tenemos ahorita. También hemos sacado un libro de marketing multilevel, que el primer día en la presentación vendió 500 libros, el autor estaba feliz. Creo que el tema está en encontrar bien el nicho y trabajar sobre este. Por la misma necesidad económica, las editoriales terminan, como se dice, pescando con dinamita; yo creo que debemos enfocarnos más en un nicho. En otros países y acá en Perú existen las editoriales jurídicas, que es el nicho mas conocido, pero creo que puede haber nichos especializados en otros temas. Quizá editoriales especializadas en temas deportivos, futbol, y también el mercado peruano termina siendo muy chico, no solo Lima, sino Miraflores, San Isidro y un poco de Barranco. Entonces lo que busco es tratar de salir de eso. Lo otro que está complicado es el tema de los costos. Ha subido mucho el papel, y al final el 80% del costo del libro termina siendo los costos de producción, entonces el ebook termina siendo una necesidad. Creo que de este lado del mundo tenemos que tener los editores un pie en cada lado, en papel y en digital. Ahora no podemos decir «yo solo imprimo, porque el ebook no se vende»; creo que hay que apostar por los dos lados porque estamos en una época de cambio.

Sí, y especialmente los que leen esos temas son mas proclives a comprar el ebook, no tienen todo el tema de la materialidad del libro y todo eso.

Así es, sobre todo los libros de uso práctico y libros más cortos, más sencillos y digeribles; la gente busca solución a sus problemas. Literatura, me parece, siempre tiene que imprimirse en papel, aunque depende mucho de los gustos y de los tiempos que van cambiando.

¿Cuáles son tus proyectos a corto y mediano plazo? ¿Qué está por publicarse?

Por un lado, estamos sacando un libro de empleabilidad con una especialista en el tema de recursos humanos, y más o menos termina siendo un tema de cómo ser empleable. Lo que conversaba con ella la otra vez era «cómo ser sexy en tu entrevista de trabajo», hay mucha gente que lo necesita, pero no sabe cómo hacerlo. El libro va desde el punto de vista de una especialista en contrataciones, detalles tan chiquitos como que si te hacen una pregunta y miras hacia arriba y a la derecha significa algo distinto que si miras hacia el lado izquierdo. Entonces esos pequeños detalles te pueden salvar la vida. También estamos trabajando con una señora que es trabajadora social especialista en bienestar empresarial.

A mediano plazo, el próximo mes pensamos sacar una colección de ebooks relacionados a habilidades blandas y a liderazgo, y vamos a sacar con July Urrutia un curso sobre cómo dar y cómo recibir feedback; este irá acompañado de un pequeño ebook, entonces la cosa es ir jugando a doble cachete para poder dictar un taller. Es una herramienta que todos necesitamos y no sabemos usar, entonces intentamos que el libro vaya de la mano de un curso.

¿Cómo te ayudó tu paso por la Escuela?

Yo estudié la carrera de Humanidades en la PUCP. Creo que esa facultad es como un gimnasio, te enseñan a leer y a escribir a la mala, es tanto que lo haces o no lo haces; termina siendo no un lugar para los más inteligentes sino para los más resistentes. Y los humanistas no tenemos mucho campo de trabajo, tenemos que adaptarnos al mercado, normalmente uno no ve en el periódico «busco un humanista», entonces fuera de la vida académica el campo es menor. Una de las áreas es gestión cultural y la otra es la edición, y quizá también el turismo. Cuando estaba en segundo año de facultad entré a trabajar en una revista, y terminé asumiendo más responsabilidades de las que debía hacer como practicante, y me gustó el tema editorial, sentí que era donde estaba cómodo. Entonces cuando seguí mi carrera pensé que me gustaría seguir allí, y me habría gustado que en la universidad existiera un curso libre para editores. Acabé la universidad, pasé por varios trabajos diferentes hasta que encontré la escuela, y fue allí donde me enseñaron las cosas que no sabía. Yo aprendí del mundo editorial a la mala, desde el lado de redactor, pero no sabía cómo se gestionaba un proyecto editorial, es algo totalmente diferente. Me enseñaron desde los conocimientos básicos ―cómo diagramar, cómo editar, cuáles son los procedimientos, costos― hasta otras cosas que no se enseñan normalmente en Perú, sobre todo porque la gente que enseñaba venía de ese mundo, así que era conocimiento de primera mano y no algo repetido, sino conocimiento real y estaba actualizado. Lo otro bueno de la Escuela era que había una comunidad, alguien tenía un proyecto y lo compartía, y se daban y recibían opiniones; incluso, un profesor me contrató para hacer un proyectito. Sobre todo, cuando la escuela recién empezaba se daba esto, a veces incluso yo llegaba con algunas chelas antes de que inicien las clases, y los exalumnos seguían yendo hasta cuando acababa el Integral. Había muy buena onda, y mucho espacio para poder hablar y poner tus temas en vitrina sin la vergüenza de ser criticado. Uno se volvía más humilde, porque cuando exponía sus trabajos y estos eran criticados tenía que aprender a soportarlo y siempre fue con muy buena onda, lo hacían con el hecho de mejorar, y creo que eso hace grande la comunidad.

Gustavo Rodríguez: «Pienso que estamos en un proceso de transformación en nuestro país, y por lo tanto sus artes también están en esta etapa».

Entrevista de Talía Chang

Nacido en Lima en 1968, Gustavo Rodríguez empezó su carrera de autor en 1998, con Cuentos de fin de semana. Sus primeras publicaciones se relacionan con el realismo urbano, popular durante los inicios del siglo veintiuno. Algunas de las más conocidas son La risa de tu madre (Alfaguara, 2003), Trece mentiras cortas (Alfaguara, 2006), La república de la papaya (Planeta, 2016) y Madrugada (Alfaguara, 2018). Su última novela, Treinta kilómetros a la medianoche, está siendo presentada a lo largo del país en estos días.

Además de la literatura, el escritor se dedica a la publicidad y a la comunicación. Participa del sitio web Jugo de Caigua, donde un grupo de siete especialistas de distintas áreas se dedican a comentar temas de actualidad. Asimismo, desarrolló el pódcast Machista con hijas, donde reflexiona sobre la paternidad de tres mujeres en un país como el Perú. En la entrevista, el autor discutirá el motivo detrás de sus obras, la literatura nacional y los motivos que lo llevaron a empezar dicho pódcast y a cuestionarse sobre los roles de género.

Yendo desde viajes de carreteras, política, recuerdos familiares, etc., tus libros van sobre muchos temas, pero se vinculan por un dialogo interno muy fuerte y una búsqueda intensa. ¿A qué se debe esto?

La mayoría de los escritores usan la literatura para tratar de entender el mundo que los rodea y tratar de entenderse a sí mismos. Entonces es imposible que yo, cuando escribo ficción, me haga las preguntas vitales que sin saberlo me persiguen a lo largo de mi vida. De ahí es que salgan temas recurrentes en mi literatura, como el temor a no encajar, el clasismo, el racismo en nuestra sociedad, y últimamente, como se puede ver en mis dos últimas novelas, la búsqueda del padre o la paternidad en una sociedad machista.

Tus primeros libros inician por la narración por un evento, como ocurre por ejemplo en La risa de tu madre, donde alguien encuentra una fotografía.

Probablemente, esa sea la novela menos autobiográfica que haya escrito. Pero sí nace de un gatillador muy especial, una anécdota que me pasó a mí. Y es que un día, revisando el álbum de fotos de mi familia, me topé con fotos de mi abuela, y en ninguna de ellas salía sonriendo o riéndose. Entonces, me puse a pensar qué pasaría si de pronto mi madre o yo nos encontraríamos con una foto de ella donde sale carcajeándose, habría sido un golpe visual muy potente. Y sí, varias de las tramas de las novelas o los cuentos que he escrito nacen de esa pregunta que toda mente creativa debería hacerse: qué pasaría si.

¿Cómo ves la literatura peruana y la industria editorial peruana en la actualidad?

Para empezar, la literatura peruana tiene históricamente un bien ganado prestigio. No debemos olvidar que fuimos un foco cultural desde la colonia y que este fue un país de vanguardias también. Además, debo reconocer que, siendo narrador, la poesía peruana ha sido un faro muy luminoso en el prestigio que tienen nuestras letras. Pienso que estamos en un proceso de transformación en nuestro país, y por lo tanto sus artes también están en esta etapa; ya no se puede catalogar a la literatura peruana con las vertientes que teníamos en el siglo veinte, y no me considero lo suficientemente preparado como para catalogarlas hoy mismo. Pero sí tiendo a pensar que la nueva generación de escritores y escritoras ya no se hacen la pregunta de qué tan peruana es su literatura y cómo entran en el canon de la literatura peruana, me atrevería a decir, en cambio, que ya piensan como escritores ciudadanos del mundo. Creo que las preguntas que se hacen son más universales que focalistas. Y con respecto a la industria editorial, muchas veces me pregunto si tenemos industria. Yo creo que estamos en proceso de dar los primeros pasos para conformar una, y definitivamente lo que falta para que eso termine de consolidarse es la unión de gremios, la unión de asociados, la unión de creadores, la unión en general que tanto le falta al país en otras esferas también.

Sé que tú comenzaste a ser conocido a partir de finales de los noventa. En ese tiempo, todos los autores publicados parecían seguir cierta línea; en cambio, ahora han aparecido no solo otros tipos de escritores y voces sino también más editoriales y más canales.

Definitivamente, desde la época en que publiqué mi primer libro a la fecha se ve una gran explosión de oferta, aunque no sé si la demanda haya crecido tanto. Lo que me pregunto es qué tan sostenible es la industria en sí. Pienso que una industria es madura en tanto que pueda garantizar un sustento digno a cada uno de sus componentes, y no creo que estemos ahí todavía, pero entre el sótano menos ocho en el que yo empecé a publicar y el sótano menos dos en el que estamos ahora obviamente hay un avance.

Has publicado en otros países. ¿Se pueden comparar las experiencias?

He sido publicado en España y Francia, y básicamente los rituales son lo mismo. Entre España y Perú no hay grandes diferencias, pero lo que sí noté en Francia fue una clase media más lectora y acuciosa, y más interesada en América Latina que España, curiosamente. Pero grosso modo, yo creo que cuando eres parte de una publicación, de una editorial bien afiatada en la industria de un país, digamos que más o menos se siguen los mismos parámetros y existen los mismos indicadores.

Teniendo en mente que en el último libro reflexionas sobre el rol de un padre con su hija, y el pódcast que salió el año pasado donde hablas sobre el machismo en el Perú, ¿cómo empezó esta exploración en cuanto a la masculinidad peruana y el machismo?

Al margen del movimiento mundial con respecto a la búsqueda de la equidad, desde mi lado personal creo que comienzo a hacerme ciertas preguntas conforme mis hijas empiezan a adquirir el uso del lenguaje. Y a veces empiezas a cuestionarte cuando las ves interactuar con su entorno, utilizar determinado tipo de ropa, o seguir determinadas figuras en las redes. Entonces esa comparación entre tus hijas y tú a su edad es lo que hace que te cuestiones. Yo en el pódcast que lancé no busco pontificar ni dar respuestas, solo intento compartir mis dudas y las hipótesis que acompañan a su posible respuesta. No me parece muy literario pontificar, me parece más literario preguntar. El machismo en nuestra sociedad es como la humedad que nos rodea en este momento, se nos impregna en los huesos, y a veces parece que nos olvidamos de ella, pero está permanentemente. Y yo me siento más cómodo diciendo que soy un machista en constante redención hasta el día de mi muerte que un aliado del feminismo.

¿Qué estás leyendo últimamente?

Acabo de terminar de leer un libro de cuentos de un escritor colombiano, que se llama Miguel Ángel Manrique, Las preocupaciones (2018). Es un volumen de relatos muy poco ortodoxo, es un libro que es un término medio entre un conjunto de relatos y una posible novela, con personajes que se relacionan entre sí de un relato a otro con una manera muy irónica de contemplar la realidad colombiana y por lo tanto latinoamericana, de cómo las mafias se van apoderando de nuestras institucionalidades sin que nos demos cuenta, me pareció un libro de relatos brillante, es lo último que he leído, no sé si estará a la venta acá pero hace poco estuve en Bogotá y el mismo autor me lo regaló.

También estoy por abrir el último libro de Giovanna Pollarolo, que se llama Matusalén (2022), e imagino, por el título y por algún comentario que he leído por allí, que aborda este fenómeno tan natural ―y al que se le tiene tanto miedo― que es el envejecimiento. Es un tema que me está interesando más debido a que he asistido últimamente al crepúsculo y al deceso de hombres y mujeres mayores muy queridos y queridas, y comencé a preguntarme sobre ese momento, estando además yo en una edad que ya es la antesala de un último tramo de vida. Cuando ya tienes algo más de cincuenta, empiezas a hacerte preguntas que no te hacías a los cuarenta.

Jorge Eslava: «No creo que la poesía tenga un lugar de privilegio. Un camino que pretende encontrar un sentido a la vida podemos encontrarlo en cualquier oficio».

Entrevista de Juan Miguel Marthans

*Foto de portada: Editorial Colmillo Blanco

Jorge Eslava (Lima, 1953) hace una pausa a su actividad dentro de la literatura infantil y responde una vez más al llamado de la poesía. Luego de 30 años se entrega a ella y el resultado es Gimnasium (Colmillo Blanco, 2022), donde homenajea al deporte, una de sus pasiones más fuertes, que revitaliza, fortifica y golpea, a la vez que enseña y curte: poco importan las hazañas / si el pálido brillo / proviene del gramático / y no del maestro de gimnasia…, señala en unos versos.

El libro se presentará el jueves 30 de junio a las 7:00 p. m. en la librería El Virrey. Los comentarios estarán a cargo de Enrique Planas y Alonso Rabí.

Foto: Editorial Colmillo Blanco.

¿Después de cuánto tiempo retomas el camino de la poesía?

Lejos del Perú, en Lisboa, ensayé algunos poemas nostálgicos que publiqué con el título de Escollera (1992). No volví a escribir poesía, aunque he procurado que mis libros para niños, sobre todo los libros álbum, contengan esa impronta poética de contención, sugerencia y musicalidad.

Ítaca tiene un significado especial para ti, pues es el poemario con el que obtuviste el Premio Copé en 1982 y también el espacio donde abrigas una nutrida biblioteca y juguetes infantiles de antaño. ¿Consideras que la poesía puede ser el camino en sí, como el «Ítaca» de Kavafis?

Ciertamente, Ítaca representa el pequeño universo personal que he cultivado. Considero que mi familia, la biblioteca y los viajes son los elementos más significativos. Agradezco el Premio Copé, sin duda, pero no es lo que más valoro. Tampoco quiero presumir, pero dos años antes había obtenido el Premio de la Federación de Estudiantes del Perú y ese reconocimiento tuvo una decisiva importancia, la de persistir o abandonar la escritura creativa.

Sobre la segunda parte de tu pregunta, no creo que la poesía tenga un lugar de privilegio. Un camino que pretende —tal como lo planteas— encontrar un sentido a la vida podemos encontrarlo en cualquier oficio asumido con ingenio y pasión. Y mucha responsabilidad. Aunque ya sabemos que no existe un camino que conduzca a la felicidad y que, además, un camino equivocado es también un camino.  

Y, además de este retorno a la poesía, ¿cómo sientes este volver, ahora como autor, a la casa editorial que tú iniciaste?

Me emociona sentir que algunos círculos se cierran. Volver a los poemas —tengo un libro en proceso, muy cerca al tono de Territorio—, publicar en Colmillo Blanco, un sello que fundé hace mucho tiempo y que ahora está en manos de dos jóvenes estupendos, recobrar mi estado físico después de una complicada operación, estar a un paso de la jubilación —llevo una eternidad como profesor— y soñar con pasear y remar nuevamente en La Punta. ¿No te parece bastante recompensa para un hombre que envejece?

Algo más de cuarenta años entre Ceremonial de muertes y linajes y ahora Gimasium. ¿Qué cambios has percibido en tu obra poética a lo largo de esta ruta?

Los primeros conjuntos de poemas poco tienen que ver con lo que escribí después de Itaca. Solo la búsqueda de una voz personal y una actitud insular. Diría que la afirmación de la soledad, del estoicismo como forma de vida y de la contemplación, han ampliado mi visión del mundo. Y, por otro lado, han tallado mi lenguaje hasta hacerlo más austero y pesimista. Esos cambios se los debo a las lecturas de escritores que no están de moda, a la paternidad y la docencia, y siempre a los viajes.   

Luego de Gimnasium y ya recuperado del problema ocular (lo menciono porque se destaca delicadamente en el colofón), ¿en qué proyecto te encuentras trabajando?

Todavía arrastro el problema ocular, pero continúo dando clases y cumpliendo con mi rutina de entrenamiento. Pronto me someteré a un “retoque quirúrgico”; mientras, voy elaborando de a pocos un libro sobre la lectura para docentes escolares —es una ilusión terminarlo— y por ahí andan algunos cuentos inconclusos dirigidos al público infantil.   

De la nueva poesía peruana, ¿qué autores son los que más llaman tu atención?

Si te refieres a la novísima, no la conozco. Entiendo que circula más en redes y yo soy ajeno a la tecnología. Podría mencionarte a dos consolidados poetas jóvenes, Tilsa Otta y Rafael Robles. Unos años menor, me gusta la despojada poesía de Vanessa González y unos años mayor, considero a Diego Otero un grandísimo poeta.  

Tragaluz Editores: «Pensar en el diseño está tan incorporado, que siempre es una pregunta latente, y ocurre al mismo tiempo que otras cuestiones naturales al proceso editorial».

Fundada el año 2005 en Medellín, esta editorial independiente colombiana busca publicar libros que atraigan a todos los sentidos.

Diseño y contenido se han vinculado cada vez más en los últimos años. Sin embargo, en el continente latinoamericano este concepto sigue siendo bastante básico. Una de las pocas editoriales que ha desarrollado el área de diseño de la mano de un contenido bien cuidado y de calidad es Tragaluz Editores. Gracias a esta combinación, han logrado sacar al mercado publicaciones con formatos muy originales, desde atractivos libros infantiles y juveniles hasta obras en forma de pergamino. Con el tiempo, sus esfuerzos le han valido reconocimientos internacionales, incluyendo varios reconocimientos como Mejor Editorial de Latinoamérica en la Feria del Libro Infantil de Bolonia.

En esta entrevista, Daniela Gómez Saldarriaga, editora encargada de proyectos especiales, dio luz sobre el concepto de la editorial, su acogida en el país y en la región y su participación en la reciente colección Biblioteca de Escritoras Colombianas, elaborada por el Ministerio de Cultura de este país.

A la sombra de un naranjo, de Juliana Muñoz Toro. Ilustraciones de Mohammad Barrangi.

Ocurre seguido que, cuando una publicación pone mucho énfasis en el diseño, el contenido queda en un segundo plano. ¿Cómo han logrado conciliar la edición y la ilustración con el mismo cuidado?

Todo parte de valorar la materialidad del libro como un elemento narrativo. No se trata de hacer un diseño simplemente para crear un efecto estético, la idea es que el contenido de los libros permee los formatos y ambas cosas se comuniquen bien, y que hagan la experiencia de lectura más estimulante. Lo que suele ocurrir con los libros para niños es que usualmente tienen formatos muy esmerados, se enfocan en las ilustraciones, los papeles son interesantes, el tamaño es más disruptivo, justamente porque se busca llamar más la atención de los lectores y generar mayor recordación. La idea es echar mano de esas mismas potencialidades del diseño y pasarlas también a los libros para adultos. Se busca aprovechar los elementos que siempre han estado allí, la tinta, el papel, la encuadernación, los formatos, pero llevarlo hacia un camino más interesante que empieza a distinguir a todos los libros de la editorial. De ese modo, tiene también un efecto en el mercado y más en los lectores, si ven un libro que les parezca hermoso, que este sea de Tragaluz. En parte, esa es también la idea.

En todo momento, la premisa es no hacer libros decorativos; la idea es que la materialidad también sea un elemento narrativo. Esto funciona porque tenemos un equipo multidisciplinar que se encarga de hacer los libros: de ese modo, hay un editor y un corrector de estilo que son los vigías del contenido, y también tenemos a un diseñador que participa con sus sugerencias y propuestas para darle forma al libro. Es entendible que, en fondos muy dedicados a cierto tipo de literatura o contenido, el diseño no sea una preocupación muy presente, y lo único que sea importante es tener un taco de hojas con una cubierta que las proteja. Y esto finalmente funciona, pero en nuestro caso, como hay un interés por la imagen, siempre es una pregunta más bien natural, no ha pasado que nos llegue un proyecto de libro y no nos preguntemos cómo hacerlo más bello, o no sepamos cómo darle potencial al contenido mediante la forma. Pensar en el diseño está tan incorporado a nuestro proceso que siempre es una pregunta latente, y ocurre al mismo tiempo que otras cuestiones naturales al proceso editorial, como quién va a hacer el prólogo, quién es el corrector, quién es el ilustrador. La verdad, no sabríamos hacerlo distinto.

La contradicción humana, de Afonso Cruz. Forma parte de la colección de escritores luso brasileños de Tragaluz Editores.

¿Cómo les ha ido con este tipo de publicaciones en el mercado del libro local?

Yo creo que muy bien. Tragaluz se sube a un boom de editoriales independientes en el mundo que a nivel local respondió a la escasez de otros que tuvieran una oferta semejante. Había en Medellín algunas editoriales que tenían propuestas al margen de lo que llamamos independiente, eran iniciativas de algunos editores o escritores, pero no había una apuesta por el libro objeto, por la literatura infantil y juvenil, estas eran mucho más escasas. A partir del nacimiento de Tragaluz, y de algunas editoriales que nacieron un poquito antes y un montón que las siguieron, ha habido un renacimiento de esa pregunta, por la materialidad de libro y por lo que permiten las editoriales independientes, ser un poco laboratorios de las editoriales grandes, empezar a probar con autores que no forman parte del secreto editorial pero que tienen propuestas creativas. Entonces, en ese sentido, por su propuesta novedosa, por su sello distintivo nos ha ido muy bien. Pero también es un mercado limitado, el consumo de libro en Colombia no es muy grande por la situación socioeconómica en que vivimos. Siempre creo en países como los nuestros, con tantas brechas educativas y de acceso a la cultura, no nos iría tan bien, pero al mismo tiempo hay un montón de personas interesadas en este tema, así como carreras relacionadas y gente muy lectora. Sin embargo, seguimos siendo una porción minoritaria en la sociedad. Pero, hablando en términos de audiencia, han sido libros bien recibidos, y ya mirándolo en términos internacionales, por fortuna ha tenido muchos reconocimientos, el último fue Mejor Editorial de Centro y Suramérica en la Feria del Libro de Bolonia (año 2016), que es la más importante en literatura infantil y juvenil en el mundo, y así como ese premio, hay otros que nos ubican en un panorama internacional desde una propuesta que sigue siendo muy alternativa y trabajará siempre por serlo, y tiene muchas innovaciones en cuanto al formato, pero también al quehacer de las convocatorias que hace, los premios que tiene, y los autores que publican.

¿Sus libros se han podido distribuir en otros países?

Nosotros viajamos constantemente a la FIL Guadalajara, tenemos un stand y un distribuidor que se encarga de poner los libros de Tragaluz en librerías. También tenemos una distribución en Argentina, y además participamos en varias ventas importantes en Chile. Esos son principalmente los países adonde distribuimos, no tenemos presencia en otros lugares como España u otros lugares de Latinoamérica, que sigue siendo un desafío muy grande, pero yo creería que general para todos los editores, porque la distribución es super costosa. Entonces siempre hay que inventarse modelos nuevos o encontrar brechas en el sistema para hacerlo posible, porque los fletes que pagan los libros son muy costosos, entonces terminas encontrando un libro argentino en Colombia a un increíbles, o un libro colombiano en Chile a precios muy altos, y obviamente esa no es la idea. Pero los trabajos que hemos avanzado en ese sentido han rendido frutos en México y Argentina, y también vamos a la Feria del Libro Infantil y Juvenil de Bolonia, y aunque allí no tenemos distribución, también es un trabajo de Tragaluz para internacionalizar su sello para darse a conocer en otros países y para enriquecerse de referentes. Entonces es un esfuerzo también para estar en esa Feria, y hemos recibido varios premios de mención en la Feria de Libros de Bolonia, y el premio que te comenté.

Muchas veces, entre editoriales independientes se ayudan para la distribución. Sin embargo, no hay muchos sellos similares al de ustedes en otros lugares de la región.

Sí, lamentablemente no tenemos esos contactos. Una vez tuvimos una experiencia con una editorial independiente, pero era muy grande y la distribución terminó siendo muy problemática y finalmente nos dimos cuenta que mantener nuestra escala con pares que tienen el mismo tamaño que nosotros es mucho más factible. Ahora, por ejemplo, nos distribuye una editorial de nuestro tamaño, y también por nuestra parte les ayudamos a crecer, pues ellos tienen cosas que nosotros sí tenemos y si queremos ir a Guadalajara ellos nos ayudan con cosas que nos salen super costosas. Entonces es cierto, una hermandad entre editoriales de la misma dimensión suele salvar esas brechas que existen en los países latinoamericanos.

Pitchipoï, de Jacqueline Golberg. Ilustrado por Juan David Quintero Arenas.

Ustedes han participado de la elaboración de la colección Biblioteca de Escritoras Colombianas. ¿Cómo ha sido este proceso?

La Biblioteca es una iniciativa del Ministerio de Cultura de Colombia. La editorial participó en un principio con el manual de estilo de la colección, es decir, recibimos por encargo hacer el diseño de los libros. Diseñamos originalmente la mitad de la colección, la otra mitad la diseñó una editorial de Bogotá que se llama Laguna Libros, y ellos se encargaron de la producción. Hasta allí fue, en un principio, nuestra participación. Luego, entramos como proponentes junto con otras editoriales de Colombia para que el ministerio nos hiciera el puente para publicar uno de los títulos de la biblioteca comercialmente, que fue como la segunda etapa del proceso. Primero, publicar los dieciocho títulos de distribución gratuita que se llevaron a bibliotecas del país, y luego, hacer el puente para que editoriales adoptara, cada una un título para su distribución comercial. Nosotros tenemos el único título de dramaturgia de la colección, Los hijos de ella, por una escritora barranquillera llamada Amira de la Rosa. Esperamos que salga para FILBo, entre finales de abril y mitades de mayo, entonces estamos montados en el proyecto como editorial. Nos hace mucha ilusión porque no es una escritora muy conocida, tampoco hay muchas editoriales en Colombia que se dediquen a dramaturgia y nosotros tenemos una colección de ese género, que aún no tiene muchos títulos, pero los que tiene son buenísimos, y este viene a incorporarse a esa línea, aunque tenga la identidad gráfica de la colección.

Pilar Quintana fue la editora de la colección, ella vio los títulos que iban junto con un equipo de otros asistentes editoriales, parte su labor fue elegir qué escritoras meter en la colección con cuáles obras, si tenían circulación comercial o no, si habían sido editadas o no, y contactar a los herederos, trabajar los textos, y además trabajó un librito que brinda contexto de cómo fue la investigación para llegar a estos nombres. Fue una especie de tema de rescate, porque varios de estos libros se distribuyeron en su momento, pero no volvieron a salir entonces no había manera de conseguirlos. Básicamente, la naturaleza de la colección es rescatar aquellas obras que deberían formar parte del canon, pero por cuestiones ideológicas estaban por fuera, entonces se busca reintegrarlas para que la gente los pueda leer.

Algunos títulos de la Biblioteca de Escritoras Colombianas.

Finalmente, ¿podrías recomendar cinco títulos?

Por un lado, en Tragaluz tenemos una sección llamada Lusitania, dedicada a autores que escriben en portugués. El papá de esta colección es Fernando Pessoa, pero sus obras se intercalan con otras de autores contemporáneos portugueses. Es una colección muy interesante porque tiene muchas cosas que no habían sido traducidas, también tiene traducciones originales, es un trabajo muy juicioso de revisión del trabajo de Pessoa mezclado con otros grandes autores como José María Cardoso o Alfonso Cruz, que son autores contemporáneos portugueses.

Tenemos una colección de literatura juvenil, y de ella recomendaría especialmente a Juliana Muñoz, es una escritora bogotana muy joven, en parte un hallazgo de Tragaluz, que tiene una propuesta juvenil muy poética, muy hermosa.

Tragaluz también se ha caracterizado por su colección de poesía. Tenemos una colección de poetas ilustrados, de ella forma parte Jaime Jaramillo, un gran poeta colombiano que murió hace muy poco. Recomiendo un libro de él que no forma parte de esta colección, pero a mi parecer es uno de los libros más hermosos que ha publicado Tragaluz, llamado Cartas con Geraldino, es una correspondencia que mantuvo con un poeta brasileño que al mismo tiempo se puede ver como una novela de la amistad que se trazó entre estos dos poetas.

En el territorio del libro álbum, Tragaluz tiene libros muy extraños: libros triangulares, libros pergamino, libros alargados. Hace poco publicamos un libro llamado A la sombra de un naranjo que sigue dando sorpresas, se trata un pergamino de seis metros y es así porque las ilustraciones lo pedían. Estas fueron hechas por un ilustrador iraní llamado Mohammad Barrangi, que se ganó el premio de la ilustración de Tragaluz. Con base en las ilustraciones que nos mandó hicimos un ejercicio de écfrasis para escribir una historia, pero también condensa buena parte de la singularidad de Tragaluz como propuesta editorial.

Y finalmente, mencionar también que tenemos una colección infantil, y de ella resalto el libro El tiempo de mi casa de Samuel Castaño, que es uno de los ilustradores más cercanos al corazón de Tragaluz; él comenzó su trabajo editorial de la mano de nosotros, y es un libro precioso que también da buena cuenta de lo que piensa Tragaluz sobre literatura infantil que es apostarle a textos que tienen hondura, profundidad psicológica, que tratan temas duros pero justo por eso es necesario que intervenga la literatura para hacerlos aparecer en el mundo de los niños.

Antonio Ortuño: «Yo creo que los narradores, antes que nada, vamos contra el tedio».

El autor tapatío comenta sus motivaciones para escribir, y recuerda las primeras ediciones de la FIL Guadalajara, evento al que es asiduo desde niño.

Nacido en Guadalajara en 1976, este autor ha dado mucho de qué hablar en los últimos años. Su estilo satírico, algo despiadado y con un manejo interesante del humor negro, muestra los lados más complejos de la sociedad mexicana y latinoamericana con extraña naturalidad. En esta entrevista habla sobre su obra literaria, el enorme cambio en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara a través de los años, y sobre las nuevas formas de crítica literaria que se ha dado a través de las redes sociales.

Antonio Ortuño ha escrito nueve novelas y tres libros de cuentos, además de varios libros infantiles y juveniles. Además, colabora con publicaciones en los diarios El País de España, Clarín de Argentina, y Proceso de México, entre otros.

Eres asiduo a la FIL Guadalajara desde muy niño. ¿Cómo te parece que ha cambiado este evento desde esa primera vez?

He asistido a todas las ediciones desde los diez años. La he visto crecer exponencialmente, comenzó siendo una pequeña muestra de libros con algunas actividades culturales añadidas, y a partir de allí se desarrolló hasta ser la feria mas importante del idioma español y una de las más grandes del mundo. Por fortuna me ha tocado ver, primero como asistente y después como invitado, toda esa transformación entre lo que va de ese pequeño primer encuentro del año 86 hasta estas ediciones gigantescas e incluso con actividades virtuales que llegan a cientos de miles de personas a través de Internet, además de una oferta, tanto de invitados y de eventos como de libros en físico en el área de exhibición de la feria, que es gigantesca y casi inabarcable. Entonces, imagínate, ha sido un desarrollo inmenso en estos 35 años.

Además, las últimas dos ediciones han sido totalmente distintas a lo que se acostumbraba.

La del 2020 fue bastante más diferente. Tuvo que desarrollarse totalmente en la virtualidad, y para mí fue bastante desazonador, uno prefiere estar allí y ver a la gente, tocar los libros y recorrer esos pasillos de la feria. Pero se hizo lo mejor que se pudo dadas las circunstancias de los cierres, y al menos fue una felicidad no tener que interrumpir la feria completamente y poder seguir adelante.

Hace poco publicaste una novela juvenil, Matarratas. A pesar de que va sobre temas bastante similares a tus otros libros, está dirigida a otro tipo de público. ¿Hubo alguna dificultad en cambiar de registro?

Matarratas (Océano, 2021) es mi cuarta novela para jóvenes, no estoy descubriendo el género ni mucho menos. También tengo dos libros infantiles. Al menos en mi caso, intento trabajar con el mismo rigor que con las novelas «de adultos» ―aunque cuando uno dice «de adultos» suena a que escribes porno, que no es el caso―, pero el hecho es que, en el ritmo de la narración y el lenguaje, el trabajo es un poco diferente. En mi experiencia personal, el público de las novelas juveniles es extremadamente riguroso con la trama, con los personajes, no le gusta que haya incongruencias, no lo puedes engañar. Y es un público al que no le importa la solapa del libro, no le importa si tienes premios, si tienes traducciones, si fulano o mengano crítico o tal periódico especializado te consideran un genio; si la novela les aburre, la botan. En ese sentido es bastante directo, y el reto en realidad es trabajar contra eso. Porque, como se sabe, la mayoría de los chicos no lee nada o prefieren otras formas de estar en el mundo que la lectura, pero los que sí leen son verdaderas bibliotecas, y detectan de inmediato cuándo es una imitación, o cuándo la historia es predecible. Entonces, yo intento entrar en tensión con eso.

Matarratas es una historia escrita en los códigos de la fantasía heroica, hasta cierto punto, porque yo fui un lector de ese tipo de novelas y porque siempre tuve ganas de escribir algo en esa tesitura, aunque la mayor parte de mi obra posterior ha ido en unos registros completamente diferentes a eso, pero sí quise volver a ese apetito de lector joven por las aventuras, por esas atmosferas fantásticas de mundos imaginarios. Pero desde luego, a partir de mi propia visión de mundo, por más que me gustara J. R. R. Tolkien o Ursula K. Le Guin, no creo que tuviera ningún sentido imitar a esos autores ni limitarme a las novelas que están de moda en el género, sino tratar de construir algo que sea una propuesta distinta. En el caso de Matarratas, es una novela de aventuras, de peripecias, de personajes que como muchos de este tipo de historias encierran ciertos misterios detrás de ellos, pero que también trata de cambiar muchos de los códigos de la fantasía heroica. No es una novela monárquica, porque los reyes y los nobles son unos desgraciados; no es una novela con un héroe predestinado o mucho menos, tampoco hay un príncipe heredero ni un mago sabio ni nada por el estilo, la protagonista es una chica desheredada que más bien es una matona a sueldo, y ni siquiera es que sea la mejor espadachina o que los dioses le hayan dado habilidades supremas, sino que es buena para sobrevivir, es rápida, es ágil, es muy astuta. Y no es particularmente comprometida con las buenas causas, su buena causa es sobrevivir. Me interesaba esa posibilidad, ese camino, y traté de explorarlo de la manera más divertida, porque, en primer lugar, uno escribe para el lector que es uno mismo, y Matarratas es un libro para el lector que era yo a los catorce, quince años. Por ello, espero que a los lectores que les interese este tipo de aventuras. Ya sean jóvenes o adultos, espero se puedan divertir como yo me divertí haciendo el libro.

Por lo visto, los jóvenes lectores ven al libro como otro tipo de contenido. No lo sacralizan; para ellos, una película y un libro son exactamente lo mismo porque ambos entretienen.

Es verdad que muchas veces al libro se le da una especie de culto supersticioso. Yo me crie en una casa llena de libros, y durante una época ni siquiera había televisor, no soy de cultura televisiva ni de videojuegos, soy muy aficionado al cine, pero tenía una cultura literaria grande cuando empecé a interesarme en la cinematografía. En cambio, muchos jóvenes tienen antecedentes de videojuegos, de redes, de cine, y de otras muchas fuentes que no son necesariamente la literatura, por lo que el libro es uno de los tantos vehículos de entretenimiento, y si no los entretiene, pues encuentran otra cosa que les parezca mejor. Y eso sencillamente sería una característica, no quiere decir que sean más listos o más tontos, tienen simplemente opciones distintas. Y me parece que uno tiene que medirse con eso, que tu libro se convierta en una fuente de gusto, de placer, de interés, y que no se vean de alguna forma obligados por un profesor o una calificación a leer, que debe ser una de las peores formas de crear lectores, a fuerzas. Entonces prefiero ponerlo en términos de que el lector, sea joven o adulto, se la pase bien.

Yo creo que los narradores, antes que nada, vamos contra el tedio. Todo lo demás puede ser importantísimo para uno como escritor: el lenguaje, el ritmo, la prosa, la estructura, las propias ideas que uno tenga sobre literatura. Pero el lector viene a la novela desde afuera, lo que percibe es la piel de la carne de esa novela, y lo que le interesa es romper el tedio. Este es la inercia en la que vivimos la vida, que, o es complicada y abrumadora, o es muy aburrida, porque no va al ritmo de la ficción, y me parece que la primera misión, por lo que la ficción le gusta a tanta gente, es porque rompe la inercia de la vida cotidiana. Entonces creo que la primera misión de alguien que escribe ficción es romper con el tedio.

Vinculado con el tema, hace varios años han salido muchos bookstagrammers, booktubers, booktokers, que comentan sobre literatura y libros, pero como si fuera un tipo de entretenimiento más. ¿Qué opinas de ellos?

Yo creo que a su modo son promotores y divulgadores, y en cierta medida, también críticos. No podría meter a todos en un solo sitio porque no soy un experto, pero he tenido la oportunidad de que algunos me entrevisten o que las editoriales me pasen clips de las reseñas que se hacen en estos medios. Y lo que más me llama la atención es el entusiasmo que se hace por la lectura. De qué modo se enfoca ese entusiasmo por la lectura ya es tema de cada quién, tienen un perfil mas industrial en algunos casos, es decir se empiezan a hacer más populares; también ocurre las editoriales también les mandan los libros, y se hacen casi avisos comerciales; pero en otros casos, es gente muy sincera que da la opinión de lo que lee con las herramientas que tiene en ese momento, un chico o una chica de quince o diecisiete años desde luego no conoce toda la tradición de la literatura y dan puntos de vista muy directos y sinceros dentro de lo que saben en ese momento. Y me parece que en eso estriba su importancia: aparte de su popularidad, pueden establecer contacto con otros chicos como ellos que les gustan esas recomendaciones y empiezan muchas veces a leer lo que les recomiendan por esas fuentes. A mí me parece muy bien que estén en el medio, y seguro algunos irán creciendo, se irán diversificando, seguro también algunos se quedarán leyendo las mismas novelas que leían a los quince o diecisiete años, pero lo que he visto es que no han empezado ayer, también se han ido desarrollando, han ido creciendo hasta otros intereses y también nutren de alguna manera ese mundo de la literatura, que es el de los lectores inteligentes, a veces profesionales, los lectores críticos, los profesores, los reseñistas, los divulgadores, los que entrevistan autores y demás; todo ese círculo es necesario para la literatura porque establece puentes entre los lectores y los libros. No todos los lectores son gente con cinco doctorados o una cultura literaria gigantesca que puedan ir sencillamente sin ninguna referencia a una librería y encontrar siempre joyas, a muchos les gusta que les hagan recomendaciones y que les den pequeñas probaditas, que les digan «este libro es de tal tema», o «evoca tales cosas», y a lo mejor no es lo que les gusta y dejan el libro, pero otros lo tomarán. Yo pienso que está bien, mientras lo circunscribamos a este fenómeno alrededor de la literatura, que es la divulgación, el comentario, el diálogo en torno a la literatura, que es muy interesante pero no es la literatura en sí misma, porque esta ocurre en otras partes, y no tienen que ver con la manera en que evoluciona en YouTube, Instagram, Twitter o ninguna red social. Así como ya sobrevivió al teléfono, al cine, al telégrafo, al vapor, a la imprenta, desde luego que la tecnología va a una velocidad gigantesca, desde que hay textos escritos ―y hace más de cinco mil años de eso, tenemos lenguaje escrito y un acervo enorme en un montón de culturas―, la literatura siempre va a tener un pie en eso que es mucho más intemporal.

Tus libros, en general, tocan temas relacionados con el favoritismo, las organizaciones clandestinas, la venganza, y tienen cierto aire de nihilismo y desesperanza. ¿Cómo se puede reflejar México o la sociedad en tus obras? ¿Por qué de ese modo?

Es cierto que en alguna medida existe ese nihilismo, no creo que desesperanza, pero sí un grado de escepticismo. Desde luego que tiene que ver, desde mi punto de vista, tanto en la sociedad mexicana como en las latinoamericanas, salvo excepciones, con la incertidumbre en la que vivimos; las nuestras son sociedades en las que cuesta muchísimo la supervivencia para la mayor parte de la gente. Sencillamente, sobrevivir todos los días es la actividad que se lleva la mayor parte de las energías, solo con sacar la nariz ligeramente fuera del agua pasa el día de la inmensa mayoría de los latinoamericanos. Pero a la vez somos sociedades muy complejas, porque del mismo modo tenemos pequeños grupos de multimillonarios y gente con muchísimo dinero, así como clases medias que en ocasiones son solo culturalmente medias porque los ingresos están muy por debajo de los conocimientos que poseen, y que en muchas ocasiones entran en fricción con el resto de la sociedad, tanto con las clases mas populares como con las élites. Eso siempre, de alguna forma, es el trasfondo de los libros que escribo, esa suerte de guerra sin fin entre las clases, pero trato de contarlo a través de los conflictos de los individuos. Y en general conviene que estos no sean solo rasgos sociológicos y de alguna manera como encarnaciones algo fatuas, como si fueran caricaturas de algún dibujante de periódico que representa la burguesía con su sombrero de copa, el campesino con una calaverita, creo que los escritores que proceden de esa manera empobrecen la literatura. Eso es para el nivel más básico de la comunicación que son los cartones de los periódicos ―aunque haya genios que han dibujado cartones―, pero el medio suele ser el más sencillo de comprender para la gente. La naturaleza humana de los individuos es mucho más compleja, entonces trato de explorar esas contradicciones humanas, esas pulsiones que en ocasiones son terriblemente ambiguas y dolorosas, y además, expresar de muchas maneras distintas el enorme clima de violencia en el que vivimos. La polarización económica significa violencia, el clasismo y racismo que son innegables en nuestra sociedad también significan eso, y desde luego el sexismo, todos los diferentes grados de discriminación, de recelos mutuos, de inercias heredadas. Todo eso les da combustible a mis personajes, pero trato de que sean individuos y que tengan motivaciones propias, que también los haga entrar en conflicto con lo demás.

Finalmente, en la sociología y en la teoría política, los que provienen de una misma capa, por decirlo de algún modo, obedecen a los mismos paradigmas y persiguen los mismos fines. Pero sabemos que entre los individuos eso es totalmente distinto: puede haber una persona viviendo al lado de otra que tengan la misma procedencia y para la sociología o la ciencia política sean la misma persona, pero en la vida real se detestan y son espíritus completamente contradictorios y no tienen nada que ver. Desde luego, trato que haya señales y un cierto estudio de esa complejidad política y social de lo que significa América Latina. Insisto, dar cuenta de esas violencias, a la vez que exploro esas individualidades, y esos conflictos aterrizados a la escala personal. Y eso mediante el lenguaje que también es una materia en sí misma terriblemente densa. Yo comencé a escribir de una manera muy libresca, con un lenguaje bastante artificioso y me he ido decantando por explorar el lenguaje cada vez más coloquial, el lenguaje de todos los días. Desde luego, intento trabajarlo con el mismo rigor de antes cuando elegía las palabras más librescas, más artificiales, ahora trato de buscar y acomodar en un discurso eficaz las palabras cotidianas y el lenguaje que sea un poco vivo. Del mismo modo, mis primeras historias estaban desubicadas, no exploraba exclusivamente la realidad mexicana o la realidad de Guadalajara que es mi ciudad, y en las novelas recientes sí hablo un poco de mi ciudad. De alguna manera, sentía que como autor tenía que ganarme un poco el derecho y el conocimiento para hablar de mi país, de mi ciudad, de las comunidades que tenía a mi alrededor, y es algo que de alguna manera he ido tratando de conquistar. Y ahora me parece mucho más apasionante escribir de Guadalajara, cuando a los veinte años era lo último que quería, ni siquiera quería que saliera el nombre. En mi tercera novela, que se llama Ánima (Seix Barral, 2011), donde debe venir el nombre de la ciudad sale una línea punteada, para que cada quien le ponga el nombre que le pegue la gana. Siempre he hablado de Guadalajara, pero de alguna manera sentí que me lo tenía que ganar.

Finalmente, ¿puedes recomendar 5 libros?

Esa lista se va reformulando conforme pasa el tiempo, pero hay libros que se quedan siempre con uno mismo. El primero es una de mis novelas favoritas, El maestro y Margarita de Mijaíl Bulgákov (1967). Tengo, creo, todas las traducciones que se han hecho al español, y es una novela que me gusta particularmente porque es satírica, pero también es muy emotiva y ambiciosa, ocurre en diferentes tiempos, hay fantasía, pero también es realista en muchos pasajes, es una novela muy compleja pero muy hospitalaria, y con unos alcances estéticos que me parecen deslumbrantes. Además, Bulgakov es un personaje literario muy querido para mí. Y de cierto modo tiene que ver con la actualidad, porque es de origen ucraniano y sufrió como pocos artistas el aplastamiento del régimen estalinista.

Desde luego, toda la obra de Borges se puede cifrar en Ficciones (1944), me parece que es una de las obras más perfectas de nuestro idioma, siempre he dicho que fue mi gran salón de clases para aprender las posibilidades del español, el gran idioma literario.

También quisiera mencionar a una autora argentina, que trabajaba literatura fantástica y que me gusta cada vez más con los años: Kalpa imperial de Angélica Gorodisher (1983). La autora falleció hace poco tiempo, es una autora argentina espléndida y la novela es uno de los libros de imaginación fundamentales en el idioma español. Además, a mí me causó una enorme impresión desde chamaco, cuando lo leí por primera vez alrededor de los trece años, y de alguna manera Matarratas es una especie de pequeño intento de honrar esa impresión que me hizo la autora cuando la leí por primera vez. Es una escritora a la que he vuelto varias veces, y me ha deslumbrado incluso cuando he ido creciendo, no es uno de esos libros que se le quedan a uno pequeño como lector, sino al contrario, uno siente que crece con uno.

Yo como escritor mexicano tengo una deuda inmensa con Jorge Ibargüengoitia que es, seguramente, el autor que más he leído y releído en la vida. No es exactamente conocido en el exterior, pero es el que mejor escribe el lenguaje mexicano que yo conozca, lo que yo leo en él es el lenguaje que reconozco en la calle y a lo largo de mi vida como lenguaje mexicano. De todas sus novelas, Esas ruinas que ves (1975) me parece una especie de sátira de la literatura en provincia, creo que sigue siendo para mí la más entrañable. Tiene otros libros quizá más ambiciosos, como Las muertas, pero Esas ruinas que ves lo tengo como uno de mis libros de cabecera.

La isla del tesoro, de Robert Louis Stevenson (1883), casi que lo condenamos como libro infantil, pero es un libro perfecto. Stevenson es uno de los grandes narradores de toda la vida, y uno de los mejores narradores de la acción y la emoción humana. No es un autor denso como Conrad, o Dostoievski, de las profundidades psicológicas, aunque explora las pasiones humanas de una buena manera. Pero escénicamente es perfecto, es un gran coreógrafo, maneja maravillosamente el tiempo, claro que sin entrar a la profundidad que llegó Proust o los grandes manejadores del tiempo, pero yo creo que, desde una dimensión quizá más modesta, no es menos magistral que los maestros del modernismo como el ya citado Proust, o Faulkner, y sencillamente con esa asociación con la literatura juvenil de repente se nos olvida que es un gran narrador. Además, quizá tiene aquellas cosas que a muchos narradores contemporáneos se les olvida, y es que la narrativa también es escénica, visual, también habla de movimiento, también implica el paso del tiempo y la emoción y todo eso a veces se neglige y se olvida y se da por superado cuando son cosas que muchos autores contemporáneos ni siquiera preguntarían cómo hacer. Creo que les vendría muy bien a muchos un par de cucharadas de Stevenson en lugar de seguir leyendo esa autoficción aburrida que escriben.

Hernán López Winnie: «Todos los stands los atienden editoras y editores. Cualquier persona que se acerque puede hacer preguntas sobre los libros que hay allí y tendrá respuestas muy certeras y muy claras sobre cómo se hizo».

A cargo de la organización de la Feria de Editores, Hernán cuenta todos los detalles de esta nueva edición, que vuelve a recibir al público de forma presencial en el Parque de la Estación de Buenos Aires.

La Feria de Editores (FED) empezó el 2013 como un espacio de encuentro directo entre editores, autores y lectores. Luego de haberse realizado en formato digital durante el 2020, este año, para su décima edición, regresa a la presencialidad en el Parque de la Estación de Buenos Aires. Será del 1 al 3 de octubre, entre las 14 y las 20 horas, con entrada libre. También contará con actividades virtuales por medio de sus redes sociales y una página para la venta de libros.

Hernán López Winnie, de Ediciones Godot, es uno de los organizadores de la FED. En esta entrevista comenta la importancia de poner a la editorial en contacto directo con los lectores. Asimismo, recuerda todas las lecciones ―buenas y malas― aprendidas por la pandemia y la crisis económica en Argentina; entre ellas, la importancia de la digitalización del catálogo para conectar a lectores y editores en lugares distantes.

El programa de la Feria de Editores se encuentra disponible en su página web y en sus redes sociales: Facebook, Instagram y Twitter.

¿Qué diferencia marca esta feria con las otras que son más tradicionales?

Hay una diferencia, quizás la más importante: cuando pensamos en la Feria de Editores, buscamos que todas las editoriales, sin importar el tamaño, puedan tener el mismo espacio. En la FED, ninguna editorial puede tener más de dos stands, y eso, de alguna manera, equilibra: una editorial súper grande tiene el mismo espacio que una más pequeña. Y si tiene más títulos en el catálogo no tiene más espacio, necesita acomodarse. Eso en la Feria del Libro no es así; de hecho, por eso los stands de Planeta y Penguin Random House (PRH) son descomunalmente grandes, hay una relación entre la plata que tenés y el espacio. El otro punto importante es que nosotros pensamos la FED como un espacio justamente para editoriales que no tienen lugar en la Feria del Libro, ya sea porque son muy pequeñas y es muy caro, quizá para tener un stand hay que juntarse entre ocho o diez editoriales; acá hay un lugar donde pueden exhibirse. Por último ―y de allí viene el nombre―, en la FED todos los stands son atendidos por editoras y editores. Cualquier persona que se acerque puede hacer preguntas sobre los libros que hay allí y tendrá respuestas muy certeras y muy claras sobre cómo se hizo. Es algo que en las ferias grandes no existe porque generalmente hay un empleado que no sabe de los procesos de cada uno de los libros. Acá ocurre totalmente lo contrario, la persona que esté atendiendo va a conocer cabalmente todo el catálogo que está ofreciendo en ese stand.

Entonces, no es personal contratado para la feria, sino son los mismos editores quienes atienden.

Exacto. Además, en todos, o casi todos, los proyectos que participan en la FED, justamente los editores y editoras atienden porque también son los dueños de las editoriales. Los directores editoriales de PRH o Planeta no son los dueños, claramente, entonces allí también hay una diferencia en el tipo de proyecto.

Por otro lado, una diferencia con otros años es que nosotros nunca la hemos hecho al aire libre porque nos parece una tortura el tema de andar pensando en el clima, y este año no podemos creer que la tengamos que hacer así. Nosotros teníamos en el esquema de siempre: hacerla bajo techo, no queremos andar pensando si llueve o si no llueve, esa   es otra de las grandes diferencias. Y conlleva un montón de otras cosas. Este año es al aire libre, en la calle, con el apoyo del Gobierno de la ciudad, también requiere un montón de protocolos, logística, ajustarse también a los tiempos que tengan ellos. Requiere toda una ingeniería que si la hubiéramos hecho en el formato que la hacemos siempre no tendríamos que pensar en eso, dependeríamos más de nosotros. Hacerla a la intemperie tiene un montón de factores externos que no podemos controlar y están allí.

Con este formato híbrido, ¿qué respuesta esperan en comparación con el año pasado?

Mantuvimos la parte digital, como lo hicimos el año pasado, porque salió medianamente bien y no teníamos idea de cómo iba a salir., se vendieron un montón de libros. Hoy hay una especie de efervescencia, muchas ganas de la gente de salir porque ya van casi dos años de pandemia y muchos meses de cierre total de casi todo. Ahora, de a pocos, se van liberando medianamente la posibilidad de abrir los negocios y salir. Me parece que la FED ya se constituyó en un evento importante del año, y que el año pasado no se haya hecho parece que también generó muchísimo más expectativa en la gente, y esperamos una gran acogida de la gente a la parte presencial. Pero también en  esta edición va a haber un sitio específico con ecommerce que este año lo va a manejar la librería Céspedes.  Hay mucha gente de otras provincias que el año pasado nos decían «yo estoy en Córdoba», «yo estoy en Mendoza», o en tal lado, y decidimos mantener eso porque, si bien la feria es de acá porque nosotros somos de acá, y el 90% de la gente que viene es de acá ―y eso lo tenemos muy medido porque mientras está llevándose la Feria hacemos encuestas a la gente que visita, y así se determinó que del 90 al 95% de la gente que visita es de Capital Federal―, hay mucha gente lectora de afuera que conoce la FED, que está en contacto con las editoriales, que compran los libros en su provincia, y tal vez les interesaría venir pero no pueden porque es caro o porque son solo tres días.  Por eso decidimos mantener la plataforma digital para la gente de las otras provincias, y allí están a la venta todos los libros de las editoriales que están en la FED.

La Feria de Editores del 2019 se realizó en el Centro Cultural Konex.

La pregunta inevitable: ¿de qué modo afectó la pandemia, junto con la crisis económica, al sector editorial?

Acá el sector del libro está muy golpeado, pero no solo por la pandemia, sino también por las políticas económicas del 2019 para acá, e incluso de antes. Pero en términos de la pandemia, hubo un movimiento político interesante por el cual, cuando empezaron a liberar un poco las restricciones al principio de todo, en abril, empezaron a habilitar el delivery para productos esenciales. Y hubo todo un movimiento político desde el sector de la cultura para que dentro de los productos esenciales también entrara el libro, y se logró. La verdad es que, dentro de la cantidad de comercios que cerraron, entre restaurantes, hoteles, que fueron los más afectados, e incluso librerías del centro, que la mayor parte de sus ventas venía de la gente que pasaba, más allá de eso, el libro entró como un producto esencial. Las librerías podían vender por delivery y algunas vendieron más porque ajustaron su modelo, pusieron «a tono» su sitio web, hicieron promociones a partir de cierto número de libros comprados, hacían los envíos ellos mismos, entonces allí sí hubo, dentro de todo, esa posibilidad. Por supuesto, las grandes cadenas no hicieron eso, pero las librerías más chicas tenían la posibilidad de entregar ellos mismos, así que se facilitó mucho sostenerse en un momento de cierre general. En resumen, sí, la pandemia afectó, pero pudo haber sido mucho peor, por decirlo de alguna manera.

¿Qué ventajas y desventajas podrías recabar de lo que paso?

La pandemia sirvió para fortalecer vínculos allí por donde uno sabía que tenía buen trato, ya sea con algún librero o librera. Por otro lado, también se dio los cierres y otros problemas de algunas librerías que no podían enfrentar algunos pagos, o las cadenas que dijeron «yo no pago hasta nuevo aviso». También, las librerías que no venían haciendo bien las cosas se reforzó para mal. Lo que estaba bien mejoró y lo que estaba mal empeoró.

Para los negocios independientes, si bien sufrieron mucho, sus ventas se hicieron más flexibles porque no tenían tanta competencia de las cadenas, que tienen más estratos para vender. Los independientes, tanto las editoriales como las librerías son solo ellos.

Sí, tiene sentido, porque al simplificarse la escala es más fácil para una librería más chica. Es también menos terrible, porque las grandes cadenas tienen muchos empleados, en momentos de crisis hubo mucha gente que simplemente o la echaron o le dijeron amablemente que renunciara. Pero creo que no hay que demonizar tanto, son cosas que pasan en todos los negocios, desde el más chico hasta el más grande. Hay más margen de maniobra en los más chicos porque los grandes tienen grandes costos de alquiler y muchos empleados.

Este  año, con varios factores en contra, han aparecido varios proyectos nuevos en el sector editorial. ¿Cuáles son los que más llaman tu atención y por qué?

Hay una editorial que se llama Chai, que empezó el 2019. Tienen un diseño muy particular, un trabajo muy interesante sobre la elección de los títulos, de la traducción. Más allá de lo nuevo que va surgiendo, hay un buen desarrollo de editoriales que no son súper nuevas, pero siguen construyendo y desarrollando sus catálogos a lo largo de los años, como por ejemplo Sigilo, o Barrett, una editorial española; no aparecieron este año, pero tienen cinco o seis años de hacer cosas interesantes.

Asimismo, para pensar en los proyectos hay que pensar también en la proyección que tienen hacia afuera del país. Porque está muy bueno que los libros circulen y todo, pero también es importante pensar en llegar a otros lados, ya sea a través de un distribuidor o de una editorial, buscar maneras de aliarse con gente para llegar a otros países me parece que como proyecto está buenísimo. Los costos de importación son bastante altos, así que siempre es bueno aliarse con algún sello de otro lado y pensar si te gustaría llegar allí, o incluso ver modelos con los propios distribuidores para imprimir localmente y ahorrarse los costos de transporte.

Finalmente, ¿podrías recomendar algunos títulos que se puedan hallar en la Feria?

Te nombro primero uno nuestro (Godot) que es Atlas de micronaciones. Es de un autor italiano que se llama Graziano Graziani, y trata de un recorrido de territorios pequeños, raros, a lo largo de todo el mundo, desde lugares imaginarios hasta islas o, por ejemplo, la famosa plataforma Sealand que está en Inglaterra y un tipo declaró como nación. La tapa tiene una sobrecubierta que cuando se despliega es un mapa. Después, se va a presentar un libro sobre Charly García que se llama Esta noche toca Charly, es como un compendio, un recorrido de todas las presentaciones donde tocó Charly a lo largo de su historia, es de la editorial Gourmet Musical. Hay también editoriales infantiles, como Pequeño Editor o Limonero, que no trabajan al libro infantil como las que le hablan al nene como si fuera tonto, sino tienen otra estética y otro pensamiento en torno a las temáticas, de cómo está escrito, y me parece que suma mucho a la hora de pensar la literatura infantil desde otro lugar. Esa también es la idea de la Feria, estar presentando determinadas temáticas desde lugares y propuestas diferentes.

Se conforma el Gremio de Editores de Guadalajara

Los dos editores entrevistados representan a los siete miembros del Gremio de Editores de Guadalajara, armado para fortalecer a las editoriales independientes de la región tapatía.

Con la intención de unir fuerzas frente a las dificultades económicas debido a la pandemia, y para visibilizar a las editoriales independientes fuera de la Ciudad de México, siete editoriales decidieron conformar el Gremio de Editores de Guadalajara. Esto se dio también en el marco de futuros compromisos, como el caso del nombramiento de Guadalajara como Capital Mundial del Libro en 2022 por la Unesco, así como el nombramiento de Guadalajara como invitada de honor a la Liber 2021, que se llevará a cabo en Madrid entre el 13 y el 15 de octubre.

Felipe Ponce y Luis Armenta están a la cabeza de Ediciones Arlequín y Mantis Ediciones, respectivamente. En esta entrevista conversaron sobre la situación de las editoriales independientes en México fuera de la capital, y la necesidad que vieron para conformar un gremio que pudiera profesionalizar la labor de estas editoriales independientes y fortalecerse mutuamente. También mencionaron qué perfil buscan para las editoriales que quisieran unirse al gremio.

El Gremio está conformado por siete editoriales tapatías: Ediciones Arlequín, Impronta Casa Editora, Literalia, Mantis Ediciones, Paraíso Perdido, Petra Ediciones y Salto Mortal.

¿Este gremio busca descentralizar la industria editorial en México? ¿Por qué?

Luis Armenta: Más que descentralizar la industria buscamos su visibilización. Las instituciones, sobre todo las nacionales, tienden a mirar a Ciudad de México como lo único que hubiera en el país y esto es una mentira. Hay editoriales como Petra Ediciones, cuya directora está con nosotros en el gremio, que tiene más de 30 años. Además, cuenta con premios internacionales de publicaciones infantiles en ferias como la de Boloña o la de Fráncfort. Siempre ha sido invitada por instituciones extranjeras, pero cuando hay algún evento nacional, de Secretaría de Cultura, antes Conaculta, rara vez toman en cuenta a esta clase de editoriales. Y hablar de Petra es hablar de Arlequín o de cualquiera. Y hay una gran variedad de editoriales fuera de la capital que no se toman en cuenta. Entonces no se trata de descentralizar ―las que están en CDMX se van a quedar allí―, sino que se vean las que no estamos en la capital y que se capten con mayor calidad, con más trascendencia internacional.

Felipe Ponce: Guadalajara es muy conocida por la Feria Internacional del Libro, y también pienso que para nosotros es una gran oportunidad. Pero quizá para el exterior se invisibiliza el trabajo que hacemos por la magnitud de la Feria. Nosotros llevamos a cabo una labor editorial con larga trayectoria y profesionalidad, y buscamos hacernos más visibles para un frente común con ciertos aspectos que se han estado dando. La FIL es una de las causas por la cual nuestra ciudad ha sido nombrada por la Unesco como Capital del Libro para el 2022, ese es un poco el contexto por el que estamos enarbolando las banderas, haciéndonos más visibles, y también otros acontecimientos que se han sumado: hay una feria que cada año cambia de sede en España que es la feria Liber; unos años es en Madrid, otros en Barcelona. Se compone inminentemente de asistentes profesionales y nuestra ciudad es la invitada distinguida de la edición de este mismo año. Esto es algo importante para nosotros y queremos tener una participación activa.

¿Qué otras agrupaciones de este tipo hay en México y qué cambios se han visto a partir de ellas?

L.A.: La gran organización editorial es la Cámara de la Industria Editorial Mexicana (CANIEM), que se compone de una cantidad infinita, muy amplia, de editoriales, incluyendo los grandes grupos comerciales. Por lo tanto, el apartado independiente es una minoría en esta cámara. Felipe ha luchado desde años recientes, junto con otros colegas, para que se le otorgue un peso, aunque sea mínimo, a las editoriales independientes en una conformación gremial que privilegia, por supuesto, los intereses empresariales. No digo que es negativa para los grupos independientes, la Cámara ve por todos, pero los que más pesan son los grupos internacionales. Hay un grupo mayor― en tamaño, por supuesto―, que es la Alianza de Editoriales Mexicanas Independientes, la AEMI, a la que también pertenecemos algunos de nosotros. Esta se conforma por veinte editoriales y también intenta ser nacional, aunque se concentran muchísimas editoriales de CDMX, desde hace unos años conforman también editoriales independientes. Pero no están tan formados jurídicamente, es más una alianza, no hay esta parte profesional. No lo digo de manera negativa, pero desde el gremio sí queremos ser un grupo jurídicamente establecido para volvernos un frente mucho más poderoso a los embates que podamos encontrar. Nuestra experiencia de querer ser grupo viene antes de la designación de Guadalajara como Capital del Libro y como ciudad invitada a Liber. Las licitaciones, las reuniones con la Secretaria de Cultura, con la Universidad de Guadalajara y otras instituciones y la licitación de libros vienen desde antes; no aparecíamos en su mapa o aparecíamos casi como si nos quisieran hacer un favor; además, nos imponían unas reglas que como elementos independientes e individuales era muy difícil decir «acepto» o «no acepto». Empezamos a reunirnos para tratar estos asuntos con las bibliotecas, con la red estatal de Jalisco y a partir de allí inició la inquietud. Se suman estos elementos que ya mencionó Felipe y a partir de aquí queremos hacerlo. Pero insistimos con tener una agrupación ya formada completamente, con todos los estatutos, con todos las obligaciones y derechos sumándonos a la AEMI y a la CANIEM.

F. P.: La AEMI, como bien comentaba Luis, fue la primera organización de editoriales independientes. Eso fue un mérito muy grande, si no me equivoco tendrá unos quince años, es una pionera en ese sentido. Mantuvo y mantiene diálogos con organizaciones similares en distintos países de Latinoamérica y forma parte de la alianza mundial de editores independientes. Y el trabajo de la AEMI es muy meritorio, como menciona Luis, pertenecemos a ella como miembros activos, y nuestro Gremio se suma a estos esfuerzos, no establece ningún tipo de competencia, ayudará a trabajar en conjunto. En principio, tiene la peculiaridad de estar conformada por las editoriales afincadas en Guadalajara, y buscará representar a otras editoriales de otras latitudes, pero sobre todo las que no están en la CDMX. El país es muy grande pero no todo pasa en la capital, y sabemos que hay editores en otros estados que probablemente se sienten un tanto desprotegidos y quisieran tender puentes a una organización como la que estamos planteando ahora.

¿Cuál es la participación que buscan tener dentro del sector editorial en Guadalajara en particular y en general en todo México?

L.A.: En Guadalajara buscamos ser una parte más del diálogo activo, que se nos conceda para aprovechar la experiencia de la parte profesional. Los editores somos los actores principales en cuestiones como la Capital Mundial del Libro, y en algunas otras cuestiones como la FIL Guadalajara, donde hay un pasillo de editoriales independientes; este surge a partir de ciertas convocatorias, peticiones, o exigencias a veces, de que estuviéramos representados, porque antes la FIL no nos tenía en mente para conformar un pasillo. Esto se peleó y también la AEMI ha peleado por la Ley del Libro: muchas cuestiones a favor de reglamentar el libro, como la ley del precio único, vienen por incidencia de la AEMI, entonces queremos hacer algo parecido dentro de nuestro Estado. Que la red estatal de bibliotecas, y las instituciones, tanto las estatales como las municipales, nos consideren para dialogar con ellos, sumar esfuerzos. Lo hemos dicho muchas veces, que no sientan que somos el grupo disidente de otras alianzas. Somos el grupo que viene a complementar en esta manera local lo que la AEMI viene haciendo de manera nacional y que se hace de manera global con la CANIEM.

F. P.: Además, podemos incidir mucho en nuevas políticas públicas que contemplen mejoras en la cadena del libro. Por ejemplo, el tema de las bibliotecas, que nos preocupa muchísimo. Las bibliotecas nacionales están, podríamos decir, en semi abandono, las mantienen en los aspectos básicos, pero por ejemplo no hay políticas claras de atención, nada está programado, ni siquiera organizado, para que pudieran darse compras de manera periódica, no hay nada de eso. En ese aspecto yo creo que la conformación del Gremio podría incidir en estos aspectos y otros más.

¿Cómo va el tema de la Ley del Libro en México?

L.A.: Es muy curioso el tema, porque fue publicada hace unos años, pero el reglamento tardó en aparecer. Lo mismo está ocurriendo ahora con la ley de bibliotecas. También estamos obligados a nuevos repositorios, pero para eso tampoco hay un reglamento establecido. Estas cosas ocurren mucho en México: aparece una ley que obliga a que la cumplas, como la del precio único, y según la ley anterior estamos obligados a cumplirla por dieciocho meses, no podemos modificar los precios de estos libros llamados «novedades», pero en su momento no existía un reglamento, entonces no había penalización si alguien lo modificaba. Y quienes incurrían en esto mayormente eran las grandes librerías, que lo modificaban a su antojo. Nosotros les mandábamos el libro con el precio único, pero ellos después te pedían un descuento independientemente de la consignación. Esto ha sido también un problema con el que tenemos que luchar sobre todo los independientes, porque si nos obligan a hacer una consignación del 40% o 50% y aparte te piden un descuento del 30% que ellos van a ofrecer a nombre de una librería y no a nombre del editor,  los precios de producción ya no están siendo respetados; y eso que están bajo una ley, imagínate cuando estábamos a la libre oferta y demanda. Eso puede ocurrir en México y, de hecho, ocurre.

F.P.: Y es lo mismo que hace Amazon cuando unilateralmente da un descuento. Ofrece más baratos los libros para ganar, evidentemente, ser más atractivos y perjudicar a la competencia. Esto no está reglamentado, y obviamente los grandes grupos editoriales en México y grandes grupos de librerías hacen exactamente lo mismo. Hay un desequilibrio entre ellos y los pequeños libreros, y hay muchos esfuerzos libreros en el país, minúsculos, muy heroicos, pero que dan una batalla importantísima contra estas grandes superficies de venta de libros. En cambio, estas sí dan esos descuentos afectando al sector y sin pactar con el editor. Finalmente, el que asume ese descuento es la última parte, es decir nosotros, los editores. Nosotros podemos negociar un descuento con los libreros, pero casi de rigor se ha impuesto un 40% de consignación.

L.A.: La consignación, que es la parte de ganancia de las librerías ―que, por supuesto tienen que tenerlo, porque pagan rentas, servicio, luz, agua, personal― sí la negociamos, pero el precio único de venta al publico no se negocia. Nosotros trabajamos con librerías pequeñas porque son quienes más leales resultan; no tanto las grandes cadenas, mucho menos de las que habla Felipe porque son internacionales y entonces no negocian,  imponen el precio e imponen el descuento. Esto es un negocio del precio de consignación, pero el libro se mantiene al precio único que nosotros ya debimos haber programado con los gastos de producción, prorrateado con los gastos de envío, la publicidad, prensa, etcétera. Si nos equivocamos, tenemos que respetar esos dieciocho meses a dos años. Los libros que salen de la categoría «novedad», luego de los dieciocho a veinticuatro meses establecidos, ya se les puede modificar el precio, ya podemos hacer promociones, pero el que se considera novedad es intocable. Podemos hacer otras promociones alrededor, pero ese precio de salida al público no se negocia.

Estamos hablando de tiempos de pospandemia, que en todos lados golpeó no solo a la distribución sino a la desaparición de librerías. Ahora es un milagro que, en algunas ciudades de México ―al menos en Guadalajara y Monterrey, que yo sepa―, están creciendo, están naciendo librerías independientes, esto habla de que nuestros aliados naturales deben ser estos libreros que arriesgan por el libro a pesar de que no son los mejores momentos para abrir una librería.

Por lo que se ha visto, las editoriales y librerías han ganado un poco de ventaja a lo largo de una pandemia, debido a que en ellas participan menos personas.

F.P.: Yo escuché en una conversación el otro día que las editoriales independientes somos muy resilientes, resistimos y nos adaptamos rápido justamente por el tamaño.

L.A.: Pero esto parte más allá de las ventajas. Yo no podría ver una pandemia como ventajosa para un editor independiente de ninguna manera, se cerraron los canales tanto de distribución como de venta, inclusive con las actividades que hicimos en línea. A la gente le puede gustar ver una presentación o una charla, pero no te compra el libro de inmediato; está más acostumbrada a que se compre dentro de la presentación, que se lo firmen, y todo este conjunto de elementos que conforman esos eventos. Entonces no estuvo nada fácil. Lo que sí, absorbemos muchos menos gastos que los editores grandes, es verdad, pero también lo que nos mantiene es la pasión por los libros. Generalmente, los independientes somos poetas, narradores, ensayistas, entonces estamos preocupados por la literatura en serio, y no porque dependamos de un sueldo, un aguinaldo o una prestación como puede ocurrir en caminos más amplios como los negocios más comerciales. Creo que la pasión por los libros es lo que nos mantiene resistiendo e insistiendo, no tanto las ventajas o las desventajas del mercado y las posibilidades sociales y económicas.

Aun con la pasión, que es lo mas importante, tenemos que comer, tenemos que vivir, tenemos que pagar renta, y esto sale con la venta de libros y el pago de otros servicios, conferencias y demás.

¿Qué perfil buscan en sus agremiados? ¿Qué requisitos deben cumplir?

F.P.: Que tengan el mismo perfil de independencia, que publiquen literatura y apuesten por sus autores. Hacemos una distinción muy clara entre las entidades editoriales que ofrecen servicios editoriales y las que apuestan por una conformación de su catálogo; a nosotros nos interesan las segundas, aquellas que se comprometan en promover y publicar autores. No necesariamente deben contar el perfil literario, pero es preferible que lo tengan.

Luis: Aparte del perfil, que es importante, también buscamos que sean profesionales. En Jalisco, al igual que en muchas partes del mundo, hay editores ocasionales, los que aparecen cuando hay algún apoyo o beca, los que no sacan el ISBN porque no les preocupa que la publicación circule o se venda, o los que sacan el libro y se lo entregan a un autor y ya consideran que hicieron su trabajo; estos que algunas veces se llaman «editores puros», que hacen el libro, lo entregan a sus autores y no sienten otro compromiso al respecto. Este tipo de editores, si bien los respetamos, no los vamos a aceptar en el gremio. Queremos a otro tipo con mayor compromiso.

Componen el Gremio de Editores de Guadalajara:

Ediciones Arlequín. Se fundó en 1994. Su catálogo publica narrativa de autores contemporáneos provenientes de culturas periféricas. Están presentes en Facebook, Instagram y su página web.

Unisex, de Enrique Olmos de Ita (2021).

Impronta Casa Editora. Fundada el 2014, se dedica a publicar con tecnologías antiguas, como los tipos móviles y linotipia. Su catálogo se compone de poemas largos, conferencias o poemarios cortos. Están presentes en Facebook, Instagram y su página web.

Bisel, de Julian Herbert (2014).

Literalia Editores. En el mercado desde 1988, ha publicado a más de 130 autores mexicanos en libros colectivos de poesía y narrativa. Están presentes en Facebook.

La mujer rota, de Alicia Albornoz Bueno (2008).

Mantis Editores. Se dedica a publicar poetas desde 1996. En su catálogo hay más de 400 escritores en varios idiomas. Están presentes en Facebook, Instagram y su página web.

La espera /The Waiting, de Usha Akella (2019).

Paraíso Perdido. La editorial se fundó el año 1998. Desde entonces, han publicado a ciento treinta autores, entre mexicanos y extranjeros, que van desde la narrativa, el ensayo, la crónica, la novela gráfica, los libros ilustrados y la traducción de poesía. Están presentes en Facebook y su página web.

Las elegantes, de Didí Gutiérrez (2021).

Petra Ediciones. Edita libros sobre iniciación al arte, fotografía, literatura, documentales o informativos, teatro, divulgación científica y creación de ciudadanía para públicos infantil y juvenil. Están presentes en Facebook, Instagram y su página web.

Dientes, de Antonio Ortuño y Flavia Zorrilla (2015).

Salto Mortal. Desde el 2012 esta editorial publica poesía, libro álbum, cuentos y no ficción. Están presentes en Facebook, Instagram y su página web.

Inflexiones de la luz, de Elsa Cross (2018).