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¿Cómo recuerdas al escritor Antonio Gálvez Ronceros?

Tras la partida de uno de los más grandes narradores peruanos, a modo de tributo, les preguntamos a algunos de los docentes de la Escuela de Edición de Lima y del Centro de Desarrollo Editorial y de Contenidos lo que significó para ellos la vida y obra de Antonio Gálvez Ronceros. Aquí sus respuestas.

Fue la llave que abre el alma y revela sus temores, inseguridades y más densas tinieblas. Con su incorregible forma de escribir pretendió, quizás, despejar esas tinieblas que impiden reconocer la luz de todo ser humano. — Katherine Pajuelo Lara (traductora, correctora y docente)

Con sus historias nos trajo un pedacito de su tierra, llena de pasiones, costumbres, ternura, odios y magia. Gálvez Ronceros fue un orfebre del lenguaje. Sus relatos, producto de la experiencia vivida, son una invitación para contemplar su prosa llena de humor, ironía y matices extraordinarios.  De esta manera, nuestro genial narrador y maestro universitario nos acercó, sin preciosismos ni sentimentalismos lugareños, a la visión del mundo del afrodescendiente y del campesino costeño, personajes que se muestran tal como son, con un realismo sincero y descarnado, fina ironía y momentos mágicos.  Conozcamos un poquito más del Perú y su gente, gracias a la obra narrativa de este genial artesano de la palabra. — Pedro Salazar Wilson (corrector y docente)

Así como, en pocas líneas, Juan Rulfo construyó un universo inagotable en Pedro Páramo y El llano en llamas, Antonio Gálvez Ronceros construyó una fuente inagotable de saber en Monólogo desde las tinieblas. A despecho de lo que Mariátegui mencionó sobre la «nula» herencia africana en Perú, este libro demuestra con maestría la hondura de la reflexión, desde la percepción de sus personajes y la perspectiva universal del sentir; un cuestionamiento desde la vida cotidiana y el humor de la misma como elemento crítico. Así, la oralidad interviene en la letra, y le permite susurrar y cantar, incluso, a los lectores que pueden acompañar de cerca a voces que piensan, se piensan, y manifiestan que el ser, esa ficción occidental, muchas veces excluyente, es un patrimonio para todo aquel que cuenta con la palabra y se testimonia con la libertad de la vida entre los vivientes. —César López (escritor y docente)

Descansa el maestro. Don Antonio Gálvez Ronceros ha legado al mundo que conoció un trabajo delicado de palabras finamente urdidas, estampas de hombres reunidos, perros abandonados y cómplices, protestas e injusticias vistas desde los ojos del poblador humilde y abatido. Don Antonio, paciente y minucioso, ha dedicado su vida al oficio literario, tanto en su labor de escritor como en sus largos años como docente. Don Antonio nos ha dejado una obra magnífica de talla superior. Por eso nunca dejaremos de agradecerle esa dedicación profesional de una vida plena. Debemos recordar, entre sus grandes obras de narrativa breve, títulos como Los ermitaños, Monólogo desde las tinieblas, Historias para reunir a los hombres y Perro con poeta en la taberna, la novela que publicó con el sello de nuestra escuela. Ahora descansa el maestro, no su palabra. — Luis Miguel Espejo (escritor, corrector y docente)

Conocí a Antonio Gálvez Ronceros como «papá de una amiga» (una gran amiga, por cierto). Siempre he pensado que al comienzo no le caía bien, quizás porque yo tenía 17 años. Nunca se lo pregunté. Un día, luego de haber empezado yo a hacer la revista Mesa Redonda, se me acercó y, según lo que ahora recuerdo, me dijo: «Mabel me enseñó tu revista… Quería saber si estuvieras dispuesto a publicar un breve relato mío ahí. Por favor, no te quiero comprometer. Es un cuento muy breve que nunca he publicado en ningún lado». ¡Vaya! Era increíble: primero que me hablara, luego, que el maestro Gálvez Ronceros me estuviese ofreciendo un cuento para una revista que era, casualmente, mi primer paso en el mundo editorial, el cual ignoraba casi por completo. Ese fue el punto de partida de una amistad, largas conversaciones, muchos vinos, un sinfín de consejos y varias mesas compartidas con su familia. Luego, ya más asentado en el oficio editorial, tuve la suerte de publicarle un par de libros. Y, como editor puedo decir que no hay mayor placer que publicar a un autor de quien su obra se admira y, si es tu amigo, el placer se multiplica. Se hará extrañar mucho. — Juan Miguel Marthans (editor y director de la Escuela de Edición de Lima)

El primer relato que leí de Antonio Gálvez Ronceros fue «Jutito». Estaba en primero de secundaria y creí, debo admitirlo, que era un cuento mal escrito. ¿Qué es eso de «compaire», «palaibra», «quiedo», «yo te vuagará» o «ta jorío»? Ya en la universidad, cayó en mis manos Los ermitaños, por recomendación de un profesor. Lo terminé en un par de horas, no dejé de reír y maravillarme con esos diálogos salerosos y cargados de sabiduría. Y es que, si algo comprendí aquel día, fue que Gálvez Ronceros había confeccionado un puente de comunicación efectivo entre lectores y el mundo de los campesinos costeños: con ese Perú profundo del cual muchos hablan, pero pocos comprenden. De pronto, recordé a ese jovencito de uniforme que hablaba del «cuento mal escrito» y quise darle un par de cocachos. La literatura de Gálvez Ronceros no solo queda en el mero humor o en la anécdota de un par de cuentos memorables, sino que es experimentación del lenguaje, técnica destilada hasta el último punto y devoción confesa por la escritura. Me queda una amarga sensación al pensar que el maestro tenía mucho que ofrecer todavía. Lo extrañaremos siempre. — Marco Fernández (editor adjunto del Centro de Desarrollo Editorial y de Contenidos)

Un último regalo

Katherine Pajuelo Lara, correctora de estilo, traductora y docente del Centro de Desarrollo Editorial y de Contenidos y la Escuela de Edición de Lima, nos cuenta cómo fue la despedida del escritor Antonio Gálvez Ronceros, una de las figuras más destacadas de la narrativa peruana.

Antonio Gálvez Ronceros descansaba finalmente en una amplia sala de la hermosa Casona de San Marcos, en el Centro de Lima; sus palabras, sin embargo, vivían en las bocas de quienes fuimos a decirle adiós. A los pies del ataúd había una foto suya, se lo veía contento, abrazaba a su gata.

Cuando estaba por irme, vi a una mujer sentada, pensativa. Su rostro se me hacía familiar y le pregunté si era la profesora María. ¡Era! Quién lo hubiera dicho, fui a despedirme de él y la conozco a ella. Hace dos años, la doctora María Chavarría fue mi profesora durante la virtualidad de los tiempos del covid. Como tarea de fin de curso debíamos presentar un breve ensayo y me sugirió trabajar sobre Monólogo desde las tinieblas. Fue así como la maestra a quien saludé ayer, por primera vez en persona, me había presentado al maestro de quien me despedía por última.

«Profesora, quizá ni me recuerde, pero fue usted quien me acercó a las letras de Gálvez Ronceros, se lo agradezco tanto». Hablamos de su habilidad para llevar al papel la oralidad de un pueblo. «Es fonética pura», me dijo ella. En efecto. Sus monólogos (pensamientos verbalizados) y diálogos están escritos como se habla, el autor convierte la letra escrita en un espejo de la voz. El maestro fue y lo sigue siendo, además, el altavoz de un pueblo discriminado, pero también feliz y orgulloso. Sus cuentos se disfrutan por la ingenuidad de sus niños («Ñito»), por el humor y la picardía adulta («Etoy ronca»), por la dura crítica a la sociedad («El encuentro»), por la autocrítica social («Una yegua parada en dos patas»), por su maravilloso génesis negro («La creación del mundo»).

La lectura será siempre oxígeno, inspiración y educación para quienes habitamos las letras y vivimos de ellas. Si no leyéramos, por ejemplo, Monólogo desde las tinieblas, cómo sabríamos que hay textos que exigen otro tipo de cuidado en su corrección, que son el «sí pero no» de nuestra intervención. Considero este libro en particular un verdadero desafío en el proceso editorial. Qué corregir, hasta dónde. Aquí no hay Academia que valga. Aquí no hay tinieblas, sino luz.

Avaro. Un cuento de Antonio Gálvez Ronceros

En el 2005, Antonio Gálvez Ronceros cedió este cuento —por aquel entonces aún inédito— a la revista Mesa Redonda. «Avaro» fue publicado en el número 5 de esta revista. Compartimos este rescate como homenaje a uno de los grandes narradores que ha tenido el Perú.

Yendo en el atardecer por la zona más sombría de una plazuela, un ladrón joven y en extremo supersticioso se dio de súbito con un mendigo de inconcebibles andrajos que lo miraba entristecido desde un rostro arruinado por la vejez y el sufrimiento. Tomando el encuentro como la revelación de que una desgarrada pobreza lo aguardaba al término de su juventud, el ladrón se sintió tan turbado que en su desesperación por conjurar esa desdicha, le dio al mendigo una de las antiguas monedas de oro que hacía unos días había robado en casa de un coleccionista con fama de extravagante. El mendigo sólo vio el oro y se inundó de un incitante ardor que fue a aplacar deprisa en una miserable taberna. Pero el coleccionista, que se hallaba ahí disfrazado de menesteroso, soportando con fingido deleite el horror de la taberna y el atroz fogonazo de una copa, reconoció la moneda, hizo prender al mendigo y durante cinco años el inocente tuvo que soportar de sus carceleros la palabra ladrón.

Apostado con la mano extendida en la primera plazuela que encontró una mañana a su salida de la cárcel, el mendigo sintió y vio que alguien le deslizó una de las monedas de oro que se hallaban en circulación y de la que sólo se percató del oro y que por ser de oro soltó al instante como si fuera una brasa, mientras le gritaba a su ocasional benefactor ¡ladrón, ladrón, ladrón!… Los gritos convocaron a los transeúntes y a una pareja de gendarmes. Pero como se trataba de un benefactor honrado, el mendigo expió su difamante lengua con cincuenta días de cárcel.

Los aires de libertad condujeron esta vez al mendigo a una plazuela diferente, pues sospechaba que aquellas otras dos lo esperaban con una nueva emboscada. Y a pesar de que su permanencia ahora en esta plazuela eran ya horas que transcurrían vacías hasta del más insignificante níquel, dudó cuando la caridad vino a ponerle en la palma de la mano una de las usuales monedas de oro. «Si esta moneda fuera robada y yo intentara comprar algo con ella —pensó—, me creerían ladrón y perdería mi libertad. Si la rechazo y quien me la ha dado es una persona honrada, tal vez por muy amable que sea mi rechazo ella se sienta ofendida y yo pague la ofensa con la cárcel. Está visto, pues, que si quiero conservar mi libertad, debo recibir cuantas monedas de oro me ofrezcan sin que yo siquiera intente disfrutar de su poder».

Durante los últimos diez años de su existencia, mientras se arrastraba como un lisiado por las escalinatas de los templos estirando la mano trémula, estuvo recibiendo innumerables monedas del odioso color, que luego arrojaba entre gruñidos y escupitajos en los rincones de su cuartucho. Un día algunos de sus vecinos repararon en que no se le había visto en los últimos cinco días y, preocupados, derribaron su puerta. Lo encontraron muerto. Estaba tendido en un estrecho espacio central del suelo, espacio a punto de ser inundado por cerros de monedas de oro que parecían avanzar desde las paredes.

El pueblo entero, asombrado, otorgó a la memoria del mendigo la triste, despreciable e irrisoria fama de avaro.

En el 2005, Antonio Gálvez Ronceros cedió este cuento —por aquel entonces aún inédito— a la revista Mesa Redonda. «Avaro» fue publicado en el número 5 de esta revista. Compartimos este rescate como homenaje a uno de los grandes narradores que ha tenido el Perú.

Yendo en el atardecer por la zona más sombría de una plazuela, un ladrón joven y en extremo supersticioso se dio de súbito con un mendigo de inconcebibles andrajos que lo miraba entristecido desde un rostro arruinado por la vejez y el sufrimiento. Tomando el encuentro como la revelación de que una desgarrada pobreza lo aguardaba al término de su juventud, el ladrón se sintió tan turbado que en su desesperación por conjurar esa desdicha, le dio al mendigo una de las antiguas monedas de oro que hacía unos días había robado en casa de un coleccionista con fama de extravagante. El mendigo sólo vio el oro y se inundó de un incitante ardor que fue a aplacar deprisa en una miserable taberna. Pero el coleccionista, que se hallaba ahí disfrazado de menesteroso, soportando con fingido deleite el horror de la taberna y el atroz fogonazo de una copa, reconoció la moneda, hizo prender al mendigo y durante cinco años el inocente tuvo que soportar de sus carceleros la palabra ladrón.

Apostado con la mano extendida en la primera plazuela que encontró una mañana a su salida de la cárcel, el mendigo sintió y vio que alguien le deslizó una de las monedas de oro que se hallaban en circulación y de la que sólo se percató del oro y que por ser de oro soltó al instante como si fuera una brasa, mientras le gritaba a su ocasional benefactor ¡ladrón, ladrón, ladrón!… Los gritos convocaron a los transeúntes y a una pareja de gendarmes. Pero como se trataba de un benefactor honrado, el mendigo expió su difamante lengua con cincuenta días de cárcel.

Los aires de libertad condujeron esta vez al mendigo a una plazuela diferente, pues sospechaba que aquellas otras dos lo esperaban con una nueva emboscada. Y a pesar de que su permanencia ahora en esta plazuela eran ya horas que transcurrían vacías hasta del más insignificante níquel, dudó cuando la caridad vino a ponerle en la palma de la mano una de las usuales monedas de oro. «Si esta moneda fuera robada y yo intentara comprar algo con ella —pensó—, me creerían ladrón y perdería mi libertad. Si la rechazo y quien me la ha dado es una persona honrada, tal vez por muy amable que sea mi rechazo ella se sienta ofendida y yo pague la ofensa con la cárcel. Está visto, pues, que si quiero conservar mi libertad, debo recibir cuantas monedas de oro me ofrezcan sin que yo siquiera intente disfrutar de su poder».

Durante los últimos diez años de su existencia, mientras se arrastraba como un lisiado por las escalinatas de los templos estirando la mano trémula, estuvo recibiendo innumerables monedas del odioso color, que luego arrojaba entre gruñidos y escupitajos en los rincones de su cuartucho. Un día algunos de sus vecinos repararon en que no se le había visto en los últimos cinco días y, preocupados, derribaron su puerta. Lo encontraron muerto. Estaba tendido en un estrecho espacio central del suelo, espacio a punto de ser inundado por cerros de monedas de oro que parecían avanzar desde las paredes.

El pueblo entero, asombrado, otorgó a la memoria del mendigo la triste, despreciable e irrisoria fama de avaro.

Réquiem por Antonio Gálvez Ronceros

El escritor y educador peruano falleció a los 90 años, dejando un legado invaluable a la narrativa nacional. Es considerado por muchos intelectuales como uno de los grandes cuentistas de la literatura peruana de los últimos años.

«¿Pa que sirve un pescao así, tan atravesao de espina? A vece la mar e como algunos hombes: hace cosas solo poi joré» Cómo no recordar, con una sonrisa, aquellos fraseos de gente sencilla, pero de gran sabiduría.  

Cómo no recordar cuentos tan entrañables como «Jutito» o «El retrato de Joché» o la novela Perro con poeta en la taberna, piezas fundamentales de una obra construida a pulso de obrero.

Y es que si algo le debemos a Antonio Gálvez Ronceros es haber constituido un canon que servirá como faro de las nuevas generaciones de escritores. Y, sí, nos queda la amarga sensación de que aún tenía mucho por ofrecer (y enseñar).

Lector compulsivo y crítico, nutrió su vocación literaria desde joven con las obras de autores de la talla de Dostoievski y Jorge Isaacs. Sin embargo, apreciaba fervorosamente la obra del mexicano Juan Rulfo y la forma en que representaba el habla popular de los campesinos de México.

Conocer el Perú profundo, entre las campiñas y campos frescos de Chincha, también jugó un papel fundamental en la narrativa de Gálvez Ronceros, específicamente en la concepción de Los Ermitaños y Monólogo desde las tinieblas, sus colecciones de cuentos más celebradas.

Precisamente, tras la publicación en 1962 de Los ermitaños, la crítica resaltó la originalidad y calidad de los relatos, pues no solo ofrecían estructuras innovadoras y profundidad en su temática. El humor y la musicalidad conseguida a partir del habla de sus personajes configuraron un mundo particular: el de los campesinos de la costa peruana.

La consolidación de Gálvez Ronceros como narrador llegó en 1975, con la publicación de Monólogo desde las tinieblas, en el cual se aprecia un trabajo incansable del lenguaje y el perfeccionamiento de su técnica narrativa. Al igual que Oswaldo Reynoso, la experimentación y trabajo con el lenguaje fue una constante en su obra.

De esta forma, el autor logró introducir en el corpus literario peruano el habla común de los campesinos afrodescendientes. No necesitó hacer una parodia de ello.

A decir verdad, hubiese sido muy fácil ridiculizar el habla de las personas del campo. En cambio, Gálvez Ronceros tuvo el suficiente tino para dotarla de un valor estético y literario.

Hemos perdido a uno de los grandes. Nos vamos quedando solos, aunque su legado perdurará por generaciones, aún cuando el polvo de los tiempos sople sobre las tumbas.

Salman Rushdie recibirá Premio de la Paz en Alemania

El escritor anglo-indio recibirá el Premio de la Paz de los Libreros y Editores de Alemania. El galardón será entregado el próximo 22 de octubre, durante la Feria Internacional del Libro de Frankfurt.

El gremio de editores de dicho país decidió otorgar el premio al autor, debido a su larga y denodada labor a favor de los derechos fundamentales como la libertad de expresión, los derechos humanos y de los migrantes.

El jurado calificador señaló que en la obra de Rushdie «confluyen calidad literaria, innovación, humor y sabiduría». Por otro lado, destacan que, con la publicación de Hijos de medianoche en 1981, Salman Rushdie interpretó con total realismo la migración y la política global.

El comunicado del jurado también resalta que sobre el escritor aún pesa una fetua —respuesta a una consulta jurídica por parte de un muftí musulmán— dictada por el régimen iraní en 1989, debido a la publicación de su novela Los versos satánicos.

Finalmente, resaltaron la resiliencia de Rushdie «y su afirmación a la vida» por superar el atentado que sufrió en agosto del 2022, mientras participaba en una conferencia en la ciudad de Nueva York.

Bloomsday: el día de Joyce

Cada 16 de junio se celebra este evento en honor a Leopold Bloom, protagonista del Ulises, la compleja y revolucionaria obra del escritor irlandés James Joyce.

«El señor Leopold Bloom comía con deleite los órganos interiores de bestias y aves». Así empieza la mañana del 16 de junio de 1904 en Ulises. Los fanáticos y seguidores de la obra de Joyce conmemoran este día desde 1954 con una serie de representaciones y manifestaciones artísticas, siendo una de ellas comer lo mismo que los personajes de la novela.

Por si fuera poco, en el extremo de su admiración, algunos lectores acomodan sus itinerarios de tal forma que calce con los horarios y acciones que realizan Leopold Bloom, Molly Bloom y Stephen Dedalus en la historia.

Se sabe que Joyce eligió este día para contextualizar la novela, pues fue la fecha en que tuvo su primer encuentro con Nora Bernacle, su esposa. Si bien Ulises es una de las obras más comentadas y celebradas de los últimos tiempos —aunque Bernard Shaw la tildó de «hedionda e indecente mofa»— muy pocos lectores han podido concluirla, incluso los más diestros.

Y es que su compleja estructura, su paralelismo con La odisea de Homero y su prosa caótica, además de las incontables referencias a la cultura irlandesa y a su natal Dublín, hacen de la novela un verdadero reto literario.

Joyce Carol Oates: 85 años

Más de cien libros publicados y numerosos premios obtenidos, Joyce Carol Oates, novelista, cuentista, ensayista y poeta estadounidense cumple hoy 85 años siendo una de las figuras más representativas de la literatura norteamericana.

Su narrativa rescata temas como la pobreza del campo, la lucha de clases, la niñez, el terror y la violencia, siendo esta última la característica más importante. Además, encontramos diversos elementos que combinados resultan en ese matiz macabro y crudo que atraviesa sus historias (como lo gótico y la seducción, el incesto y los abusos sexuales).

Por otro lado, los ambientes en los que se desenvuelven los personajes de Oates son siempre lugares marginales o apartados de las urbes, como los estrechos de Detroit, bosques o zonas insertadas en los estratos más bajos de las ciudades.

Asimismo, encontramos también matices autobiográficos. Novelas como La hija del sepulturero y Mamá, son de las más celebradas dentro del canon literario de Joyce Carol Oates, pues están basadas en su propia historia familiar.

Su estilo, si bien lleva un sello personal, se nutrió a partir de los trabajos de escritores como Henry James, Ernest Hemingway, William Faulkner e incluso el cantante y poeta Bob Dylan. En tanto, narradores como los argentinos Rodrigo Fresán y Mariana Enríquez han tomado como referencia la narrativa de Oates.

Entre sus principales obras destacan Zombi, Memorias de una viuda, Agua negra, Blonde, La rueda del amor y otras historias.

Hoy se celebra el Día del Escritor

En conmemoración del nacimiento del escritor, ensayista y poeta Leopoldo Lugones, primer presidente de la Sociedad Argentina de Escritores, hoy se celebra el Día del Escritor tanto en México como en Argentina.

Lugones es considerado, además, uno de los máximos exponentes de la corriente modernista de la literatura hispanoamericana. Por tanto, qué mejor fecha para conmemorar el día de todos aquellos que se dedican al noble oficio de la escritura.

Ambos países, en los que se celebra a los escritores, han ofrecido al canon literario diversas obras y autores que dejaron una marca indeleble en cuanto a estilo e identidad de la escritura hecha en Latinoamérica.

Por ello, te presentamos a algunos representantes de la literatura argentina y mexicana que debes conocer. Si bien muchos quedarán fuera de esta lista, sabemos que en permanecen en el campo de los inmortales.

Argentina

Jorge Luis Borges

Considerado una figura clave tanto para la literatura hispanoamericana como universal, Jorge Luis Borges fue uno de los más grandes narradores, poetas y ensayistas argentinos.

Su obra se compone de cuentos que transcurren entre laberintos, sueños, bibliotecas, espejos y diversos niveles de la mitología europea, los cuales contribuyeron con la literatura filosófica y el género fantástico.

Entre sus principales obras se encuentran Historia universal de la infamia, Ficciones, El Aleph, El libro de arena, entre otros.

Juan José Saer

Fue un escritor argentino, considerado como uno de los más representativos de la literatura latinoamericana del siglo XX.

Pese a que fue marginado por la llamada corriente llamada boom latinoamericano, la obra de Saer captó la atención de la crítica argentina y europea a mediados de los años 80. Su trabajo abarca doce novelas y cinco libros de cuentos, cuatro poemarios y un libro de ensayos.

Entre sus principales obras destacan En la zona, Responso, Glosa, La pesquisa, Las nubes, El limonero real, La narración-objeto, El arte de narrar, entre otros.

Roberto Artl

Novelista, cuentista, dramaturgo y periodista argentino, fue duramente criticado debido a su estilo que describe con suma naturalidad y humor a personajes salidos de estratos bajos. Escritores como César Aira y Roberto Bolaño recogen en sus narrativas el estilo de Artl

Entre sus principales obras figuran El juguete rabioso, El jorobadito, Los lanzallamas, Los siete brujos, entre otros.

Beatriz Sarlo

Periodista, escritora y ensayista argentina, obtuvo diversos premios en su trayectoria literatia, como el Premio Konex de Platino y el Premio Pluma de Honor de la Academia Nacional de Periodismo de la Argentina.

Entre sus principales obras destacan Siete ensayos sobre Walter Benjamin, Escritos sobre la literatura argentina, La pasión y la excepción, entre otros.

Hoy, en el marco del Día del Escritor, será incluida como socia honoraria de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina (SEA).

Mariana Enríquez

Escritora y periodista, es una de las narradoras más importantes de la llamada «Nueva narrativa argentina».

Sus cuentos se enmarcan dentro del rubro del terror, influenciada por los grandes maestros del género como Stephen King y Lovecraft. En el 2019, ganó el Premio Herralde de Novela por su obra Nuestra parte de noche, la cual transcurre en los años de la dictadura argentina de 1976.

Entre sus obras más importantes resaltan Cómo desaparecer completamente, Este es el mar, Los peligros de fumar en la cama, Las cosas que perdimos en el fuego, Cuando hablábamos con los muertos.

México

Carlos Fuentes

Es uno de los exponentes máximo del boom latinoamericano, junto a Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa. Sus relatos son de corte histórico y real-fantástico.

Entre sus principales obras destacan La muerte de Artemio Cruz, Aura, Cambio de Piel, Cantar de ciegos, El naranjo, entre otros.

José Emilio Pacheco

Este narrador destacó en poesía, crónica, narrativa y ensayo. Es considerado parte de la llamada generación del cincuenta, junto a Juan Vicente Melo, Sergio Pitol, Carlos Monsiváis y Salvador Elizondo.

Sus temas narrativos abordan la historia, la infancia y la fantasía. Su escritura cuestiona la vida y el mundo actual. Entre sus principales obras tenemos El viento distante, Las batallas en el desierto (una de las más celebradas) entre otras.

Elena Garro

A esta novelista y escritora mexicana se le relaciona con el realismo mágico y considerada como una de las renovadoras más destacadas de la literatura fantástica.

Asimismo, fue una de las máximas exponentes de la dramaturgia mexicana y estuvo comprometida con dotar al teatro mexicano de una identidad sólida.

Entre sus principales obras resaltan Los recuerdos del porvenir, Testimonios sobre Mariana, Reencuentro de personajes, Perfecto luna, El día que fuimos perros.

Juan Villoro

Es un periodista y escritor mexicano, ganador del Premio Herralde, en 2004, por su novela El testigo.

Sus temas abordan diversos rubros, como el deporte, la música, el cine y la literatura. Entre sus principales obras se encuentran El libro salvaje, La figura del mundo, Los culpables, La noche navegable.

Guadalupe Nettel

Esta escritora ganó el premio Narrativa Breve Ribera del Duero con su libro de cuentos El matrimonio de los peces rojos y el Premio Herralde de Novela por Después del Invierno.

Ha cultivado diversos géneros como el cuento, la novela y el ensayo. Entre sus principales obras destacan El huésped, Hija única, Juegos de artificios, entre otros.

Fernando Pessoa: 135 años del natalicio de un genio (o muchos genios)

Un día como hoy, en 1888, nació Fernando Pessoa, poeta, escritor, crítico literario, dramaturgo, ensayista, traductor y editor portugués. Es conocido como un poeta universal y una de las figuras literarias más representativas del siglo XX.

Harold Bloom, crítico literario estadounidense, llamó a Pessoa «Whitman renacido», sentando así la importancia del autor. De hecho, lo colocó entre los 26 mejores escritores de la civilización occidental, tanto de la literatura portuguesa e inglesa.

Y es que la obra de Pessoa no solo permaneció en su lengua natal. De hecho, tres trabajos suyos fueron publicados en inglés: 35 Sonnets, English Poems I-II y English Poems III

Sin embargo, su logro máximo fue la creación de los heterónimos, los cuales son una constante en su obra. Se trata de personalidades totales que se hacen tangibles a través de la manifestación artística que el mismo autor les proporciona.

Uno de los más importantes fue Bernardo Soares, al que Pessoa consideraba autor del famoso Libro del desasosiego. A diferencia de sus otros 74 heterónimos, Soares guarda muchas similitudes con el mismo Pessoa y, junto a Ricardo Reis, no posee fecha de fallecimiento.

Los heterónimos de Pessoa marcaron su obra con una identidad inimitable, además de anudarla con los conceptos de la verdad y la existencia.

Asimismo, sirvieron de inspiración para otros creadores, como el portugués José Saramago, quien imaginó el fallecimiento de una de estos en la novela El año de la muerte de Ricardo Reis.

Hablar de los heterónimos de Pessoa no solo es aludir a personajes hechos de palabras, sino a personalidades del autor.

Por ejemplo, en una ocasión Pessoa llegó tarde a una reunión y declaró ser Álvaro Campos, uno de sus heterónimos, y disculpó a Pessoa por no haber acudido.

Pareciera una trivialidad, pero, si tomamos en cuenta que los heterónimos son personas completas, no es descabellado pensar que el escritor adoptaba sus personalidades. Tampoco sería absurdo preguntarse cuál fue el verdadero yo de Pessoa.

Incógnitas como estas nos colocan delante de un genio creativo de la literatura contemporánea. Tal es la influencia de su obra, que el mismo cantautor brasileño Tom Jobim transformó el poema O rio da minha aldeia en una canción.

¿Ricardo Reis? ¿Álvaro Campos? ¿Bernardo Soares? Mejor llamémoslo sencillamente Fernando Pessoa.

30 años sin Severo Sarduy

Hoy se cumplen 30 años del fallecimiento de Severo Sarduy, narrador, poeta y periodista cubano. Se dice que su estilo va en paralelo con José Lezama Lima y Cabrera Infante.

El camino de Sarduy se debatió siempre entre la literatura y la política. Al triunfar la revolución cubana, volcó sus esfuerzos en colaborar fervientemente con los periódicos Diario libre y Lunes de revolución.

Sin embargo, en 1960 viajó a París y no volvió jamás a Cuba. En dicha ciudad, trabajó como redactor en la Radiotelevisión francesa.

Asimismo, se le vinculó con el círculo que participó en la elaboración de la revista Tel Quel, la cual se publicó entre1960 y 1982. Entre sus principales colaboradores estuvieron Roland Barthes, Michel Foucault, Umberto Eco, Jacques Derrida, entre otros.

Severo Sarduy mantuvo un estilo neobarroco y destacó tanto en ensayo como en poesía. Asimismo, en sus trabajos se encuentran implícitos temas como el travestismo y la homosexualidad.

Entre sus principales obras resaltan Gestos, Cocuyo, Maitreya, Flamenco, Big bang, Un testigo fugaz y disfrazado, entre otros.