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Luis Paliza: «Se necesitan conocimientos que ayuden a desarrollar un mejor producto editorial»

Conocer el sector editorial es una condición indispensable cuando se desea implementar un proyecto. En el caso de Luis Paliza, editor y director de la editorial Reino de Almagro, se desplaza a paso firme por el rubro, combinando su experiencia librera con la formación profesional y, sobre todo, con una merecida cuota de pasión por el oficio.

Se dice que perseguir el sueño editorial es una locura.

Sería así si no se tomara enserio el oficio. Muchas veces caemos en el romanticismo o cliché cuando queremos ser editores o «formar parte de», pero lo cierto es que, si realmente queremos dedicarnos a esto, debemos empezar por ser objetivos y asumir nuestras capacidades y limitaciones.

¿Qué lleva a un profesional a forjar un proyecto editorial? Se puede ser escritor o lector, pero no necesariamente editor.

En mi caso, las experiencias como librero e historiador y las ganas de asumir un nuevo reto. Trabajé varios años como librero en algunas librerías y ferias de Lima. También realicé investigaciones en el archivo histórico para un proyecto cultural en Trujillo. Todo eso me sirvió para formar un proyecto editorial.  

¿Es necesaria la especialización dentro del sector editorial?

Eso depende de cada proyecto. Hay algunas editoriales especializadas que ya tienen un concepto propio y un público objetivo, eso es bueno. Por otro lado, hay otras que apuestan por publicar diferentes temas y compiten con las especializadas, no sé cuán beneficioso sea eso para ellos. Lo que sí creo es que cualquier editorial, especializada o no, debe tener su propia identidad, es decir, algún detalle que las haga diferente de las demás.

¿Cuál es la lectura actual del mercado editorial post-pandemia? El sector del libro fue uno de los más afectados tras la crisis sanitaria.

Sí, muchas editoriales y librerías tuvieron que cerrarse por esta crisis. Sin embargo, también es cierto que aparecieron otras y las que quedaron se reinventaron. La virtualidad empezó a tener mayor presencia en el mercado editorial, no solo para compras, sino también para generar interés y expectativas en el público. Algunos editores y libreros entendieron eso y apostaron por nuevas estrategias de marketing. Considero que, hoy en día, el problema que afronta el sector del libro es la recesión económica que arrastra el país desde el año pasado.

¿Cuál es el enfoque que debe tener todo proyecto editorial con miras a convertirse en un proyecto rentable?

Lo primero es ser consciente de que una editorial es una empresa. Como tal, debe ser manejada con responsabilidad y confianza, pues hay una inversión de dinero y tiempo. Es importante contar con personas que tengan experiencia en el campo, un buen contador y un plan de trabajo, por lo menos anual. Si todo eso funciona bien, se obtendrán buenos resultados.

Para forjar un proyecto editorial hay que ser resilientes. ¿Qué dificultades enfrentaste durante la formación de tu empresa?

La primera fue la formación del equipo de trabajo. Eso de trabajar sólo con amigos no siempre es una buena idea. Luego, las tareas y responsabilidades de cada uno, porque muchas veces uno termina haciendo todo: revisiones, publicaciones en redes sociales, ventas, distribución, etcétera. El tema económico también es una dificultad si no se trabaja con seriedad. Esto último es muy delicado: si no se sabe cómo abordarlo, lo mejor es contratar a un profesional.

En tu opinión, ¿el editor se forma o aprende a partir de la experiencia?

Conozco varios editores que se hicieron desde la experiencia y que luego necesitaron una formación teórica e, incluso, de gestión para continuar con sus proyectos. Se puede conocer el circuito del libro desde afuera, pero se necesitan conocimientos que ayuden a desarrollar un mejor producto editorial. Yo creo que sí es importante la formación, porque permite abrirnos a otras posibilidades y nuevas estrategias. Además, el editor debe estar siempre actualizado.

Coméntanos un poco acerca de Reino de Almagro, la editorial que diriges.

Reino de Almagro nació a mediados del 2022, cuando estuve trabajando en Trujillo para el proyecto cultural Exlibris Truxillo. La idea inicial fue rescatar libros sobre la ciudad, pero con los meses está idea se fue abriendo y apostamos también por el ensayo y la investigación. Entonces se armó un plan de publicaciones por año. El año pasado fuimos beneficiarios del Estímulo Económico para la Cultura, que nos permitirá rescatar los cuentos de María Negrón Ugarte, una escritora liberteña poco conocida y que debería leerse por su labor en la educación infantil. Somos una editorial joven, pero con mucho ánimo por crecer.

Sabemos que está próxima la presentación de un interesante libro sobre Mario Vargas Llosa.

Cinco días en Moscú. Mario Vargas Llosa y el socialismo soviético (1968) de los historiadores Carlos Aguirre y Kristina Buynova, es un libro que trata sobre la visita que hizo Vargas Llosa a Moscú, durante cinco días, allá por el año 1968 — una visita que calificó como «traumática»—. En el libro se detalla la censura y traducción al ruso de La ciudad y los perros, así como los lamentables acontecimientos en Checoslovaquia. Ese viaje y los posteriores sucesos generarían en Vargas Llosa un desencanto por el socialismo que, posteriormente, se evidenciaría con su ruptura con Cuba. El libro es importante por la documentación y correspondencia inédita, poca conocida, que se encontró en los archivos de Vargas Llosa en Princeton y en el Archivo Estatal Ruso de Literatura y Artes.

Sobre Luis Paliza

Foto: Réul Pérez

Estudió Historia en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y cursos en la Maestría de Literatura Peruana y Latinoamericana en la misma casa de estudios. Posteriormente, cursó una maestría en Investigación Histórica en la Universidad de Extremadura (España) y es egresado del Curso Integral de Edición de Publicaciones de la Escuela de Edición de Lima. Asimismo, se desempeña como editor del Mapa Literario de Trujillo y director de la editorial Reino de Almagro.

Un breve repaso sobre la Ley de Chandler

Uno de los recursos narrativos más recurrentes por guionistas, novelistas e incluso cuentistas es la intensificación del conflicto. ¿En qué consiste esta técnica?

Por Marco Fernández

Hace poco empecé a releer algunos cuentos de Stephen King, específicamente los de la colección Pesadillas y alucinaciones. Si me lo preguntan, considero que es su mejor producción cuentística. Quisiera detenerme en uno de mis cuentos favoritos: «El último caso de Umney».

Podría decirse que es una versión yanki de la novela «Niebla», de Miguel de Unamuno. En la historia, el detective Umney Clyde se entera de que es un personaje ficticio cuando su creador, Sam Landry, acude a su despacho para revelarle los secretos de su origen.  

Landry afirma que, a menos que ponga las cosas por escrito, no hay manera de que Umney sepa siquiera el año en que nació. Lo curioso es que al escritor no le importa temporizar sus historias. Pues, «podríamos llamarlo Tiempo Americano Chandler. Funcionó a las mil maravillas con la mayoría de mis lectores y facilitó mucho las cosas desde el punto de vista de la copia y la modificación, porque resulta imposible precisar con exactitud el paso del tiempo».

Este fragmento llamó mi atención, pues se trataría de una de las tantas adaptaciones de la famosa Ley de Chandler. En principio, el concepto del tiempo americano no existe como tal, pero, cualquiera que haya leído a Raymond Chandler puede afirmar que las descripciones de este autor bastan para contextualizar sus historias —Los Ángeles de los años 30, del detective Phillip Marlowe—. Este recurso puede beneficiar a un escritor diestro en describir personajes y ambientes.

Lo interesante es que la Ley de Chandler tiene otros usos dentro del proceso de escritura. Uno de ellos sirve para romper los bloqueos argumentales, mediante la introducción de un elemento sorpresa en forma de amenaza —un hombre con un arma, por ejemplo, o un nuevo villano al acecho—.

En ocasiones se equipara este recurso con el diabolus ex machina, en el cual la trama se complica a favor del villano. Sin embargo, el objetivo principal de la Ley de Chandler es continuar con el relato de manera funcional. El riesgo es que la historia se alargue de forma innecesaria. Por lo general, los guionistas utilizan esta técnica para generar los famosos capítulos de relleno en una serie —ejemplos sobran, probablemente recuerden unos cuantos— cosa que no siempre termina bien.

El peligro y la destrucción son elementos que, bien colocados, pueden enriquecer los conflictos de los personajes y atrapar el interés del lector. Complicar al héroe, fortalecer al villano, intercambiar roles mediante situaciones extremas es una buena apuesta para quienes gustan componer relatos de largo aliento.

Un escritor avispado sabrá en qué momento abrir su caja de herramientas —parafraseando a King— para emplear la más adecuada. Así no sobrarán páginas, el lector obtendrá una historia bien construida y uno, como autor, ganará la experiencia necesaria para enfrentarse a futuras lides literarias.  

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«Carta a un reportero». Un microcuento de Antón Chéjov

Un día como hoy, en 1860, nace uno de los más grandes cuentistas y dramaturgos rusos. Considerado como el maestro del relato corto, aquí te dejamos una microficción de Antón Chéjov.

Esta semana hubo seis incendios grandes y cuatro pequeños. Se suicidó un joven por el amor apasionado hacia una dama, y esa misma dama enloqueció al conocer su muerte. El portero Guskin se ahorcó porque había consumido en exceso. El día de ayer se hundió un bote con dos tripulantes y un niño pequeño… ¡Pobre niño! En los jardines públicos de La Arcadia, le agujerearon la espalda a cierto comerciante y casi le rompen la crisma. Atraparon a cuatro ladronzuelos bien vestidos, y un tren de mercancías naufragó. ¡Lo sé todo, estimado señor mío! ¡Qué circunstancias tan diferentes! ¡Cuánto dinero tiene usted ahora y no me da a mí ni un kopek! ¡Los buenos caballeros no hacen eso! Su sastre, Zmirlov.

Informó, El hombre sin bazo.

Gabriel Zaid: noventa años (y demasiados libros)

Ensayista, poeta y escritor mexicano, autor de uno de los títulos clásicos sobre la industria del libro, la figura de Gabriel Zaid, lejos de la obsolescencia, se refuerza mediante sus publicaciones que, al igual que su autor, se actualizan de acuerdo con los tiempos y coyunturas. A sus noventa años, la obra de Zaid no solo es de lectura obligatoria, sino también de urgente aplicación, como el caso de Los demasiados libros.

Por Marco Fernández

No es casualidad que la obra y trayectoria de Gabriel Zaid sea objeto de lecturas y relecturas —actividad tan deliciosa como necesaria—, en tiempos en los que el libro y la lectura son tomados como elementos sacros, reservados para un pequeño sector de «intelectuales». Si algo debemos agradecerle a Zaid como autor es que se haya mantenido alejado de la retórica y el sermón, para dar paso a lo fundamental de este asunto: leer.

Fernando García Ramírez, editor y director de Letras Libres, cuestiona en uno de sus artículos si Los demasiados libros, obra emblemática de Gabriel Zaid sobre la industria editorial, es o no un clásico. La sola pregunta podría acarrear una que otra carcajada o levantamiento de ceja.

Es probable que cualquiera asuma que un título se convierte en clásico únicamente por ser de lectura masiva, por antigüedad o porque de algún modo el autor es citado por otros respecto a su trabajo —lo que el crítico literario puneño Dorian Espezúa llamaría, en paráfrasis, «la razón de la existencia del autor».

Sin embargo, en el texto se añade otra connotación, «(…) ¿Un libro clásico no es algo fijo del que se desprenden inagotables lecturas? ¿Qué clase de libro clásico es este si no ha dejado de moverse, si en cada nueva edición se le agregan o se le suprimen artículos y ensayos, si el autor no deja de pulirlo y revisarlo, volviéndolo aún más sintético, más compacto, más preciso? Zaid lo modifica para buscar, como Lezama Lima, “su mejor definición”».

Y es que Los demasiados libros ha sido reescrito en cuatro ocasiones desde su publicación en 1972 —1996, 2003, 2010 y 2021—, por lo que García Ramírez, con total pertinencia, lo inserta dentro de la definición de Ítalo Calvino sobre los clásicos: «Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir». En el 2022, dicho libro cumplió medio siglo; hoy, a sus noventa años, Zaid encontró la versión definitiva (aunque probablemente momentánea) de un título que demuestra que su creador, aún con «demasiados» años encima, tiene cosas importantes —y necesarias— sobre las qué hablar.

Cabe mencionar que muchas de las obras de Gabriel Zaid surgieron gracias a su producción ensayística o conversaciones que configuraron la idea primigenia. En el caso de Los demasiados libros, está compuesto por diversos artículos, en especial los publicados en la revista Vuelta, fundada en 1976 por Octavio Paz. Muchos son los puntos de vista que Zaid ofrece respecto a la industria del libro, desde el acto de leer hasta la parte más austral de la cadena —manufactura, comercio, distribución, etcétera.

Y, ya que hablamos de clásicos, es importante recordar los tres tipos de libros que Zaid menciona en su obra: para el currículum —los que no fueron escritos para el público—; para el mercado —mediante los que se gana dinero educando, entreteniendo o informando al lector—; y los clásicos —dignos de la relectura y el análisis, junto con aquellos que siguen la tradición en la que fueron concebidos—. Pese a ello, Zaid refiere que hay muchísimos libros, pero pocos lectores. Ironizando sobre ello, afirma también que leer «es lo más costoso de la lectura», por la falta de tiempo y otros factores que la obstaculizan.

En esto se condice con lo que el escritor argentino Martín Kohan refiere sobre que «la lectura necesita más actos concretos y menos sermones». Incluso Zaid es contundente en decir que leer, en algunos casos, es «casi como una cacería en la que se muestran los trofeos», en la que el solo hecho de leer encumbra a quienes lo ponen en práctica.

En cierta ocasión me topé con un escritor barranquino que aseguraba ocupar por completo su tiempo en pintar cuadros y componer cuentos y novelas. Una noche, al visitarlo, conversábamos acerca de los autores que habíamos leído. Cuando le mencioné que estaba leyendo una novela de Enrique Vila-Matas —cualquiera con dos dedos de frente sabe el portento al cual me refiero— me dijo que estaba en un «nivel básico de lectura» y que «la literatura es muy alta como para perder el tiempo leyendo novelas de ese autor».

Zaid se refiere en su libro a este tipo de casos como «el imperativo categórico de leer y ser culto», lo cual en estos días es moneda corriente. ¿No abundan, como arena en la playa, youtubers y críticos de pantalla encumbrándose como referentes de la cultura y abanderados de la lectura, cuando apenas si comprenden a un autor o repiten de paporreta lo que se dice de ellos? ¿No hay quienes todavía creen que libros, ferias, recitales y festivales son verdaderos festines, cuando no pequeños feudos en los que ciertas personas se autoproclaman críticos, escritores, lectores y bibliófilos? Es interesante como estos conceptos, planteados hace cincuenta años, se actualizan en nuestros días. No es de extrañar, entonces, que Zaid haya tenido que ajustar el libro en los años mencionados.

Pero, Los demasiados libros no solo abarca la problemática del lector y la lectura. En cierto modo, Zaid celebra la diversidad bibliográfica y el alcance limitado de los mismos. Un tiraje corto hará que los libros lleguen a las manos correctas, salvándolos de la humedad, el olvido y los remates. Y es que muchas editoriales apuestan por tirajes abultados que, en lugar de contribuir al desarrollo del autor, terminan por generar un efecto adverso, haciendo que su obra se diluya en los almacenes y esquivando así a los lectores a los que debería llegar.

¿Es importante leer a Gabriel Zaid? ¿Es necesario releerlo, en todo caso? La respuesta inmediata es que sí, pues indudablemente encontramos espejos de la realidad entre sus páginas. La reescritura de Los demasiados libros no ha sido un ejercicio gratuito. Los beneficios del libro electrónico, las ventajas del libro frente a herramientas multimedia, la cultura y la esfera comercial, el costo de leer, la oferta y poca demanda de la poesía —tema en el que encontramos un pasaje secreto hacia Poetas y editores, artículo con el que acuñó aquello de «editar es un negocio difícil, y editar poesía un negocio imposible— son solo algunos de los tópicos agregados a lo largo de los años que ayudan a revitalizar a un autor que, en la actualidad, continúa maravillando a lectores provenientes de distintos géneros y a quienes estamos sumidos en la vorágine del libro y sus tempestades.

«Caperucita roja». Un cuento de Charles Perrault

El 12 de enero de 1628 nace el escritor francés Charles Perrault, reconocido mundialmente por haber adaptado literariamente clásicos del cuento infantil como Cenicienta, El gato con botas, entre otros. Aquí te dejamos la verdadera historia de Caperucita roja, uno de sus relatos más conocidos.

Traducción de Teodoro Baró

En tiempo del rey que rabió, vivía en una aldea una niña, la más linda de las aldeanas, tanto que loca de gozo estaba su madre y más aún su abuela, quien le había hecho una caperuza roja; y tan bien le estaba que por caperucita roja conocíanla todos. Un día su madre hizo tortas y le dijo:

—Irás á casa de la abuela a informarte de su salud, pues me han dicho que está enferma. Llévale una torta y este tarrito lleno de manteca.

Caperucita roja salió enseguida en dirección a la casa de su abuela, que vivía en otra aldea. Al pasar por un bosque encontró al compadre lobo que tuvo ganas de comérsela, pero a ello no se atrevió porque había algunos leñadores. Preguntole a dónde iba, y la pobre niña, que no sabía fuese peligroso detenerse para dar oídos al lobo, le dijo:

—Voy a ver a mi abuela y a llevarle esta torta con un tarrito de manteca que le envía mi madre.

—¿Vive muy lejos?, preguntó el lobo.

—Sí, contestole Caperucita roja— a la otra parte del molino que veis ahí; en la primera casa de la aldea.

—Pues entonces, añadió el lobo— yo también quiero visitarla. Iré a su casa por este camino y tú por aquel, a ver cual de los dos llega antes.

El lobo echó a correr tanto como pudo, tomando el camino más corto, y la niña fuese por el más largo entreteniéndose en coger avellanas, en correr detrás de las mariposas y en hacer ramilletes con las florecillas que hallaba a su paso.

Poco tardó el lobo en llegar a la casa de la abuela. Llamó: ¡pam!, ¡pam!

—¿Quién va?

— Soy vuestra nieta, Caperucita roja, dijo el lobo imitando la voz de la niña—. Os traigo una torta y un tarrito de manteca que mi madre os envía.

La buena de la abuela, que estaba en cama porque se sentía indispuesta, contestó gritando:

— Tira del cordel y se abrirá el cancel.

Así lo hizo el lobo y la puerta se abrió. Arrojose encima de la vieja y la devoró en un abrir y cerrar de ojos, pues hacía más de tres días que no había comido. Luego cerró la puerta y fue a acostarse en la cama de la abuela, esperando a Caperucita roja, la que algún tiempo después llamó a la puerta: ¡pam!, ¡pam!

— ¿Quién va?

Caperucita roja, que oyó la ronca voz del lobo, tuvo miedo al principio, pero creyendo que su abuela estaba constipada, contestó:

—Soy yo, vuestra nieta, Caperucita roja, que os trae una torta y un tarrito de manteca que os envía mi madre.

El lobo gritó, procurando endulzar la voz:

— Tira del cordel y se abrirá el cancel.

Caperucita roja tiró del cordel y la puerta se abrió. Al verla entrar, el lobo le dijo, ocultándose debajo de la manta:

— Deja la torta y el tarrito de manteca encima de la artesa y vente a acostar conmigo.

Caperucita roja lo hizo, se desnudó y se metió en la cama. Grande fue su sorpresa al aspecto de su abuela sin vestidos, y le dijo:

— Abuelita, tenéis los brazos muy largos.

— Así te abrazaré mejor, hija mía.

— Abuelita, tenéis las piernas muy largas.

— Así correré más, hija mía.

— Abuelita, tenéis las orejas muy grandes.

— Así te oiré mejor, hija mía.

— Abuelita, tenéis los ojos muy grandes.

— Así te veré mejor, hija mía.

— Abuelita, tenéis los dientes muy grandes.

— Así te comeré mejor, hija mía.

Y al decir estas palabras, el malvado lobo arrojose sobre Caperucita roja y se la comió.

Moraleja

La niña bonita,

la que no lo sea,

que a todas alcanza

esta moraleja,

mucho miedo, mucho,

al lobo tenga,

que a veces es joven

de buena presencia,

de palabras dulces,

de grandes promesas,

tan pronto olvidadas,

como fueron hechas.

Cinco libros para celebrar a Haruki Murakami

Autor de novelas, cuentos y ensayos que obtuvieron numerosos premios —siendo el Princesa de Asturias de las Letras el más reciente— y candidato al Premio Nobel de Literatura en múltiples ocasiones, hoy está de cumpleaños Haruki Murakami, uno de los escritores japoneses contemporáneos más importantes de la escena literaria. Si aún no lo has leído, aquí te dejamos cinco libros para aproximarse a su obra.

Hombres sin mujeres

Una buena forma de abordar el trabajo de un autor es a través de sus cuentos. En esta colección, Murakami nos presenta siete relatos que demuestran la complejidad de las relaciones sentimentales, así como las consecuencias del desamor. Por las páginas de este libro desfilan hombres solitarios y divorciados, desencuentros maritales, amores que viven a la sombra del pasado y el recuerdo, personas que se enamoran hasta convertir el sentimiento en una enfermedad. Una marca imborrable queda en cada una de las vidas de estos personajes, la misma que puede llevar al lector a compadecerse de ellos.

Tokio Blues (Norwegian Wood)

Una historia que aborda la pérdida y la sexualidad. Toru Watanabe, protagonista de la novela, evoca los recuerdos de su primer año en la universidad de la ciudad de Tokio, cuando entabló relaciones sentimentales con dos mujeres totalmente opuestas: la bella y arriesgada Naoki y la apacible y sociable Midori. El éxito de esta novela entre los jóvenes japoneses convirtió a Murakami en ídolo de juventudes.

Baila, baila, baila

El joven protagonista de esta novela, que transcurre en marzo de 1983, decide regresar a ciertos escenarios de su vida para ajustar cuentas con el pasado. De este modo, pretende alojarse en el Hotel Delfín de Sapporo, en el que años atrás pasó una semana con una misteriosa mujer que desapareció repentinamente. Sin embargo, el hotel ya no existe y en su lugar se levanta una construcción moderna que encierra a personajes irreales que parecen haber regresado para arreglar asuntos pendientes.

Kafka en la orilla

Considerada como una de las obras mayores de Murakami, los críticos del suplemento literario del New York Times la eligieron como la mejor novela del 2005. Consta de dos historias diferentes, pero que mantienen un vínculo irrompible. Los capítulos impares narran las peripecias de Kafka Tamura, un muchacho de quince años que abandona la casa de su padre, un escultor convencido de que su hijo repetirá el fatal destino de Edipo. Tras su huida a la ciudad de Takamatsu, la policía lo busca por ser sospechoso de un asesinato. Los capítulos pares cuentan la historia de Satoru Nakata, un anciano que quedó discapacitado por un extraño accidente en un bosque cuando era niño. Busca gatos perdidos y tiene la habilidad de hablar con ellos. Los destinos de ambos personajes encierran un misterioso secreto que el lector irá develando paulatinamente.  

De qué hablo cuando hablo de escribir

En este libro el autor comparte su experiencia como lector y escritor, así como una serie de reflexiones sobre la literatura, el proceso creativo y la influencia de grandes autores en su trabajo —Kafka, Chandler, Dostoievski, entre otros—. Asimismo, ofrece una serie de consejos a quienes han emprendido el camino de la literatura y el arte de contar historias. Uno de los ensayos más celebrados de Murakami que gustará a quienes disfrutan de la lectura y la escritura.

Hablemos de editores (en plural)

En un mundo en donde los cambios en el ámbito profesional se generan en un pestañeo, sea por factores tecnológicos u otros, es preciso entender que ninguna labor se mantiene estática. El campo editorial no es ajeno a este fenómeno.

Por Marco Fernández

En la película Genius (2016) encontramos que la labor del editor Maxwell Perkins (interpretado por Colin Firth) transcurre en una pequeña oficina de la editorial Charles Scribner’s Sons, en específico, detrás de un escritorio, con un manuscrito en una mano y un bolígrafo en la otra. De pronto, su rutina se ve alterada tras la llegada de Thomas Wolfe (Jude Law), con quien emprende una aventura editorial.

En esta visión romántica—la de un editor abocado a mejorar contenidos— vemos a Perkins encarnando al tradicional editor “de mesa”, que en cierta forma es la idealización del oficio. Si analizamos un poco más la labor de Perkins encontraremos que su labor no solo se limita a la revisión del manuscrito, sino que también tiene algo de gestor, ya que por algo le paga el anticipo a Wolfe y decide publicar su trabajo, al margen de su involucramiento con el contenido.  A diferencia del primer tipo de editor, quienes se dedican a la gestión editorial pasan, más que nada, por un acto decisor: qué se publica y qué no.

Claudio López Lamadrid

Según el editor español Claudio López Lamadrid (1960-2019) existiría también un tipo de editor dedicado a la contratación, es decir, a una labor más administrativa y comercial; en apariencia, podríamos pensar que, en este ensayo de clasificación de editores, cada uno realiza una labor divorciada de la otra. Nada más ajeno a lo que realmente se da. En palabras de López Lamadrid, «unos y otros tienen presente el contenido y la cuenta de resultados».

El contenido es el factor unificador de cada tarea. Por eso, sería descabellado pensar que la manufactura de un libro puede prescindir del toque de un editor. En tiempos de inteligencia artificial y avances tecnológicos, es tentador concebir esta idea. El asunto está en que los desafíos de la modernidad obligan al editor a asumir diversas tareas. Por ello es que un editor puede permanecer en mesa —trabajando directamente con correctores de estilo— o asumir un rol más gerencial y organizacional.

¿Publisher o editor?

En el habla inglesa, los términos publisher y editor son distintos, cosa que no ocurre en el español, pues se traduce como tal. Un editor puede ser un publisher, pero el segundo no necesariamente puede ser un editor, debido a que su campo de acción abarca tareas que sobrepasan la labor editorial—elaboración de presupuestos, generación de tendencias comerciales, desarrollo de estrategias y planes de marketing, entre otras—.

El castellano solo cuenta con la palabra editor. No olvidemos que el editor también es aquel que publica y apuesta sus recursos a un determinado autor. Puede acaparar diversas tareas, pero es el trabajo con contenidos y su posterior publicación lo que define su labor.

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A 180 años del nacimiento de Manuel González Prada

El 5 de enero de 1844 nace en Lima uno de los ensayistas y pensadores peruanos más importantes de la era contemporánea y de la política nacional, siendo fuente de inspiración de grandes figuras como José Carlos Mariátegui.

La vida de González Prada estuvo marcada por continuas batallas. Durante su niñez, experimentó las consecuencias del exilio, luego de que su padre fuera desterrado a Chile. Tras abandonar la carrera de Derecho en el Convictorio de San Carlos, abrazó el oficio de periodista y se enlistó para preparar la defensa de Lima, tras la invasión de las tropas chilenas a la capital, participando activamente en la batalla de Miraflores. Cuando los invasores tomaron Lima, decidido a reivindicar el espíritu patriótico, un joven y eufórico Manuel decide recluirse en su casa en señal de protesta, hasta el retiro de las fuerzas invasoras en 1883.

Este fue el punto de quiebre en cuando a su obra y pensamiento, puesto que después de la ocupación de Lima, González Prada retomó su labor periodística se dedicó a criticar los vicios de la sociedad limeña y los conflictos bélicos que, a su juicio, llevaron al Perú a perder la guerra. En 1885 es nombrado vicepresidente del Círculo Literario, el cual mantenía tensiones con el denominado Club Literario, dirigido por Ricardo Palma. De este modo, González Prada mostró un rechazo total a toda aquella manifestación literaria que no se viera comprometida con las luchas sociales y políticas.

Enemigo de ideas enquistadas en el pasado, respecto a la literatura y la política, emprendió una serie de discursos que empezaron a resonar en todo el territorio. Si bien el primero data de 1886, el más famoso de todos fue el leído en el teatro Politeama (1888) cuando, delante del presidente Andrés Avelino Cáceres, se pronunció una de las frases más demoledoras que se hayan dicho jamás: «¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!». Esta línea, aparentemente sencilla, llamaba a los peruanos a entablar una lucha frontal por el cambio en la sociedad, por la destrucción de la herencia colonial, contra las leyes y constituciones endebles que regían los destinos del Perú, así como contra toda voz que presagiase malos augurios para América Latina.

En el plano literario, es considerado como uno de los exponentes máximos del realismo y como poeta se le toma por innovador y precursor del modernismo americano. Su producción lírica más importante fue Minúsculas y éxoticas; como prosista, Pájinas libres y Horas de lucha son sus obras más destacadas y en la que se plasma la radicalización de su pensamiento anarquista, adquirido tras su viaje a Europa en 1891.

Su hijo, Alfredo González Prada, se encargó de compilar la obra inédita de su padre —luego de su fallecimiento en 1918 a causa de una falla cardiaca— compuesta por poemarios y ensayos, antes de suicidarse en la ciudad de Nueva York en 1943.

La relevancia de la correcta escritura dentro de la empresa

Muchos tienen la idea que la actividad empresarial no guarda relación con la correcta redacción, pues en el día a día dentro de la empresa se le da importancia a los resultados medibles como producción, utilidad, proyecciones, ingresos, egresos, etcétera. Pero no olvidemos que la comunicación escrita es la vía principal por la cual transita toda la información de la empresa.

En una empresa se entrecruzan decenas de personalidades, costumbres, destrezas, entre otras características propias de los grupos de trabajo. Por tanto, la necesidad de entablar un proceso comunicativo eficiente y dinámico resulta primordial. Si no, ¿de qué modo podrían tomarse decisiones al más alto nivel?, ¿cómo coordinarían los encargados de las diversas áreas, si no se maneja un lenguaje en común?, ¿de qué manera se conformarían equipos de trabajo que persigan los objetivos de la empresa?

El puente comunicativo más utilizado es la vía escrita. Si reparamos en ello, la escritura está presente en el quehacer diario: cuando enviamos un mensaje en WhatsApp, cuando elaboramos un reporte, al «postear» un estado en redes sociales, cuando escribimos un correo electrónico. Y en una empresa se generan cientos de comunicaciones de este tipo al día.

Por eso, es relevante que los mensajes escritos sean precisos y coherentes. No basta solo con tener habilidades blandas o una capacidad organizativa óptima, ya que carecer de destreza en redacción podría generar un desfase tanto en la comunicación interna como externa.

Ventajas

La construcción de mensajes parte desde la concepción de la idea hasta la emisión del mismo y su recibimiento por parte de un receptor. En este caso, quienes fungen de receptores son los trabajadores de la empresa —en la parte interna— y el público —por el lado externo.

En el caso de la comunicación interna, una buena redacción de documentos —boletines informativos y comunicados— mejorará y consolidará la imagen frente a un equipo de trabajo, mediante la transmisión de ideas y directrices claras con un lenguaje acorde al lector.

Asimismo, la comunicación escrita empresarial puede facilitar el trabajo de un área específica. Si se tienen puntos concretos, bien estructurados y directos, lo único que le queda al receptor es ejecutar lo ordenado por el emisor. De este modo, se incide también en la mejora de los resultados, ya que los trabajadores comprenden lo que deben hacer para conseguir los objetivos que se busca en beneficio de la empresa.

De cara al público, una correcta redacción puede incrementar la persuasión para direccionar a las personas hacia los intereses de la empresa. Un folleto bien redactado, atractivo y con los mensajes pertinentes puede cerrar una venta, atraer a más clientes a los locales de la empresa, generar interés por los productos que se ofrecen, entre otros beneficios.

¿Cómo generar una buena comunicación escrita?

En primer lugar, debemos tener un esquema preconcebido de lo que se quiere decir y si es en pocas palabras, mejor. Menos es más y en casos de comunicación esto se agradece mucho. En tanto, la organización de ideas, construcción de párrafos breves, la aplicación de las reglas de ortografía y gramática, así como la integración de un lenguaje sencillo y sin abundantes detalles, son puntos a tomar en cuenta para la construcción de mensajes eficaces.

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Los libros más comentados del 2023 en México

Continuando con nuestro recuento literario del año, te dejamos nuestra lista de los libros más leídos y comentados en México.

La figura del mundo —Juan Villoro

La destreza narrativa de uno de los escritores mexicanos más queridos se hace patente en esta singular novela. Y es que, alejándose del retrato biográfico, Villoro recurre al relato para reconstruir la vida de su padre, el pensador mexicano-catalán Luis Villoro. Lo sustancial de esta historia es que el narrador, desde el punto de vista del hijo, intenta seguir los pasos de un padre ausente y plasma en el relato los hechos que conoció de él, pero también algunos que se construyen a partir de la ficción.

Los divagantes – Guadalupe Nettel

En novelas como La hija única y El cuerpo en que nací, nos aproximamos a la prosa nostálgica y sólida de la autora, así como a sus tramas que apelan a la mujer, la familia, el amor y el desapego. En Los divagantes, vemos a Nettel en otro campo: el del cuento. El libro ofrece al lector ocho potentes relatos poblados de personajes que batallan contra sus propios miedos y con lo desconocido. Y es que acontecimientos inesperados han quebrado las vidas de estos seres, quienes no tienen más remedio que abandonar su espacio habitual y emprender un viaje a espacios extraños para sobrevivir.

Extrañas — Guillermo Arriaga

En esta nueva novela del ganador del Premio Alfaguara y del Premio Mazatlán de Literatura se narra la aventura de William Burton, un joven noble inglés quien conocerá a los genios de la época de 1781, de los cuales absorberá conocimientos, experiencias y destrezas. Un mundo bizarro y cruel se abre ante sus ojos y el joven Burton deberá demostrar si posee la valentía para convertirse en el hombre que desea ser.

Todo lo de cristalRafael Pérez Gay

La fuerza narrativa y la prosa cargada de emotividad se hace presente en esta novela de Rafael Pérez Gay, quien intenta rescatar al niño interior de los lectores a través de la literatura. El protagonista de esta historia recorre los lugares en los que vivió con su familia, casas y departamentos alquilados, mientras la vida se moviliza entre camiones de mudanza por las calles de la Ciudad de México de los años sesenta. La falta de dinero, las adversidades, el fútbol y la ley de la calle hacen de los recuerdos piezas tangibles que escapan de la mera evocación vaporosa de la memoria.

Voces en la sombraBeatriz Rivas

La escritora engancha dos historias que tienen en común las consecuencias de la entrega incondicional amor. Debatiéndose entre dos planos, la historia narra las peripecias de Anne Pingeot, quien un día decide indagar en la vida de Juliette Drouet, quien fue amante de Víctor Hugo por cincuenta años. Anne vive una situación similar, ya que está enamorada de François Mitterrand, expresidente de Francia, ambicioso y casado. El drama gira en torno a dos mujeres que permanecen en las sombras como las eternas amantes de dos hombres poderosos que nunca se divorciaron de sus esposas.