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Víctor Malumián: «La independencia editorial toma en cuenta, por sobre todas las cosas, el criterio de edición y el mercado»

La independencia es un valor muy disputado, ya sea por la libertad de decisiones por parte del editor o por la capacidad de publicar títulos de mayor preferencia. Sin embargo, la definición de este término es un poco más compleja de lo que se piensa. Víctor Malumián, cofundador de Ediciones Godot (Argentina), coautor del libro Independientes, ¿de qué? y docente de la Escuela de Edición de Lima, define la independencia del editor en la siguiente entrevista, tomando como punto de partida los elementos intervinientes en el proceso editorial.  

Nos compete en esta conversación definir la independencia editorial, que parece ser la panacea al que todo mundo aspira. Pero pareciera que, en el sector editorial, ser independiente es pertenecer a una casta reivindicadora y, en cierto modo, ser un «sangre pura» del medio.

El término para definir con mayor capital simbólico y agrupar a las editoriales pequeñas y medianas ha sido redefinido infinidad de veces. Se habla de editoriales «autogestivas», «a pulmón», «independientes», «pequeñas», «con pocos recursos». La discusión por el término es lo menos importante. Uno puede reivindicar un término u otro, pero a mí me interesa más la definición. Cuando escribimos el libro Independientes, ¿de qué? con Hernán López Winne, mi socio, lo que pensamos fue en una «zona», si no parecería que hay una regla que te mide y exactamente te dice que estás al 100 % o al 0 % de la independencia. De golpe, una editorial está orbitando en el centro y es comprada por un grupo y orbita un poco más lejos de la periferia. El primer punto para empezar a definir lo que entendemos por esta zona de independencia es más un modo de hacer que una variable en particular. Y por modo de hacer puedes englobar una cantidad de cosas: cómo te relacionas con las otras personas con las cuales trabajas, si elaboras contratos justos y equitativos, cómo es la forma en la que piensas tu catálogo; ¿lo asumes simplemente como una nuez que flota en el océano de las modas? Que seas pequeño no quiere decir que no puedas publicar en torno a una moda de mercado. Y eso tampoco te convierte en una persona maligna: simplemente estás tomando ese camino. Hay algo de independencia ahí que se pierde. La independencia editorial toma en cuenta, por sobre todas las cosas, el criterio de edición y el mercado.

En ocasiones se asume la independencia como un sacrificio de recursos, de energía, incluso de la propia visión del editor. Es decir, sacrificar muchas veces la salud económica y artística sobre el acto de publicar.

En cada país, por supuesto, es distinto. Por lo menos en Argentina, México y Chile, que los veo más de cerca, hay una discusión interna en torno a la profesionalización de la edición. Y, de nuevo, a mí no me interesa mucho el término, o si es que se utiliza «profesionalización» u otro. A mí lo que me interesa es el contenido. En la discusión significante/significado, me quedo con el contenido. Para mí, hacer las cosas cada vez un poco mejor y que sean rentables tiene sentido. Se puede ir en detrimento de la anchura física del libro, con tal de ahorrarse unos centavos y hacerlo mejor; ¿se puede hacer en detrimento de la corrección para no pagar a un corrector y ganar más plata? No. Todo eso me parece que atenta contra lo que estamos hablando. Ahora, la mirada opuesta es donde hay una negligencia al distribuir o cuando el catálogo no posee un balance entre un libro que tiene una pequeña apuesta de romper el círculo más duro de lectores o lectoras versus publicar lo único que se me ocurre, lo que me gusta a mí y que no tendrá ningún tipo de recorrido. Ahí debe haber un equilibrio en el cual convivan libros que tienen una mayor posibilidad de ventas con uno de menor posibilidad. Dentro de esto se abre como una minifisura de cierto automatismo estilístico. Es decir, si publico lo que a mí me gusta, probablemente les guste a quinientas o trescientas personas. Generalmente, detrás de una venta casi nula se esconde un problema de logística, de prensa o de comercialización. Es muy sacrificado, como probablemente lo sean otros rubros. El gran aporte de una editorial es su capital simbólico anclado en su catálogo. Hasta que no se construya una identidad de catálogo y haya una comunidad que palpita en torno a las novedades que publica ese catálogo será mucho más duro dar a conocer las novedades.

Tal vez el término no sea tan importante, como mencionas, y sabemos que puede ser hasta un despropósito definirlo. Pero, si tratásemos de acercarnos un poco a la definición de independencia, ¿cuál sería tu propuesta?

Es una zona delimitada por cinco o seis variables. La primera es cierta libertad en los criterios antes de publicar. Y eso se puede definir en la posibilidad que posee el editor, la editora o la persona que lleva adelante al sello de decir no a un tema con total libertad. A veces eso está cruzado por un montón de problemas. Por ejemplo, estás en la universidad y le tienes que decir que no a un profesor, obviamente no se puede. Si diriges la editorial de un partido político y, por determinados lineamientos u objetivos de esa editorial, deseas publicar a alguien que piensa lo contrario a la ideología que tiene ese partido político sin importar cuál sea, no podrías hacerlo. O a lo mejor eres de una editorial religiosa y claramente no vas a poder publicar textos ateos. Esa es la versión de las editoriales comercialmente activas. Vamos viendo como editoriales de determinado tamaño van dejando libre ese espacio porque la rentabilidad y la cantidad de ejemplares que se pueden vender en esa área temática no pagan los costos para mover la maquinaria. Entonces, en todo ese mundo —y podemos seguir definiéndolo y ampliando, pero creo que se entiende el norte—, en esa zona de acción hablamos de libertad de criterios para elegir qué quieres publicar y qué no. La segunda variable es que el norte esté en la calidad del lector o la lectora y no en la rentabilidad económica. El tercero, tranquilamente puede ser un estándar de diseño y de calidad. Muchas veces vemos determinados ejemplos de diseño o de colección que están mucho más anclados en la velocidad, el tiempo y demás, que en tomarse el tiempo de la respiración que necesita ese libro, esa tapa, esa maqueta, etc. Así podríamos seguir definiendo otros. Para mí es imposible decir: «La edición independiente es…». No es blanco y negro. Es más, una zona de grises. Hay cosas que se acercan más al negro o más al blanco.

En tu libro se menciona que la independencia «es una zona tensa donde hay varios actores en pugna por ella» ¿A qué se hace alusión esta premisa?

En el fondo, puedes tener dos lecturas. Por un lado, cuando viene toda esta discusión por la nomenclatura de la categoría, hay una lucha de fuerzas por apropiarse de este capital simbólico. Si hablamos entre los participantes del rubro, las multinacionales son malas y las independientes son buenas. Hay editores y editoras independientes que mejor es perderlos que encontrarlos. Hay editores dentro de las multinacionales que son grandes editores y viceversa. Hay una pugna por qué grupo logra conquistar y quedarse con el capital simbólico, poniendo esa categoría. Generalmente no coinciden entre los mismos grupos, un término u otro. Por otro lado, hay una discusión que es un poco más amplia, a dónde van a parar los lectores. En este sentido, seguramente hay un rango de lectoras y lectores que le compran tanto a la multinacional como a las independientes. Decirles, por ejemplo, “multis”, en realidad, engloba un montón de sellos editoriales donde se publica una vastedad de cosas que, para mí pueden ser malísimas o buenísimas. Ahora, también es cierto que lo que para mí estaba buenísimo, para otro puede ser soporífero y viceversa. Esa pugna por cómo se establecen estos sellos editoriales en torno a las lectoras y lectores no es ni simpática ni amena. Por algo, si miras la lista de las diez autoras y autores más vendidos, por lo menos en el caso argentino y ni qué decir del caso latinoamericano, nueve publicaron su primer libro y el segundo en una editorial pequeña y los siguientes en una de las grandes. Eso te está hablando de un montón de cuestiones y tensiones.

Derribemos algunos mitos sobre la independencia. Por ejemplo, «soy independiente porque publico lo que me venga en gana». ¿Cierto o falso?

Un punto es cierto. La independencia es un modo de hacer, por ende, no es un objetivo llegar ahí. Puedes autodenominarte como quieras y publicar lo que te da la gana. Pero si a los colaboradores que trabajan contigo no les ofreces un trato justo, me parece que estás por fuera de la lógica de independencia y de lo que busca. Porque hay allí una relación de poder, sobre la cual no estarías siendo crítico con tu postura dentro de esa relación. Yo no quiero hablar en nombre de la independencia, sabe Dios que eso es como un político que predica aquello de «La gente dice». Pero, por lo menos como lo entendemos nosotros, hay algo ahí de que ese tratamiento tiene que ser justo. No va tanto si publicas lo que se te da la gana o no, sino en la forma que te relacionas con el ecosistema del libro. Si algo tenemos claro todos es que, cuando hablamos de ecosistema, estamos todos interrelacionados. Volviendo a esta particularidad de «las multis son malas, los independientes somos buenos», ambas tienen muchas más conexiones de las que parecen. No solo en la puja por quien tiene a determinado autor o por los espacios de exhibición en las librerías, sino por un montón de cuestiones que tienen que ver con la macroeconomía de un país, el papel, las imprentas y un montón de cuestiones. Seguro, una editorial independiente y chiquita tiene más que ver con un productor artesanal de miel que con una gran multinacional. Pero también tiene cosas que ver ahí. No en vano están en el mismo rubro.

Segundo mito: «A mayor cantidad de libros en el catálogo, menor capacidad de independencia».

Eso de «capacidad de independencia» me hace pensar en los caballos de fuerza de un motor. Como si fuera algo muy medible. Puedes tomar el caso de alguna editorial española que era señera en lo que se consideraba la independencia, después fue comprada por un grupo y no se podría decir que en algún momento era 100 % independiente. Pero no porque tenía muchos títulos en su catálogo. No va por cuántos libros tienes en el catálogo, ni tampoco por la estructura. Porque si no, independiente sería todo lo que no es multinacional. Y no funciona así. Tenemos editoriales de autor muy pequeñas que trabajan bajo la lógica del negocio de una imprenta. Ganan plata cuando el libro está impreso, no cuando está vendido. Tampoco me parece que sea muy independiente eso. La persona que lleva adelante esa empresa te dirá: «Soy superindependiente, mis autores son independientes». No va por ese lado, sino por la forma en que uno se relaciona con el resto del ecosistema.

El último mito: «soy independiente porque jamás en la vida ni en cualquier plano de la existencia voy a permitir ser absorbido por las multinacionales, porque eso me limita y me hace pasar al lado ‘oscuro». Muchos puristas podrían decir que jamás en la vida virarán hacia el otro lado, porque estamos en esa delgada línea de los malos y los buenos.

Tiene sentido porque lamento decirte que son pocos los experimentos que se pueden hablar de independencia cuando son comprados por un gran grupo. Esa es una línea que no hay que cruzar. Ahora, lo de malo o bueno, yo me permito ponerle un montón de comillas. Es más compleja la realidad que una idea binaria. Por otra parte, ¿qué sucede si te compran? Lo interesante es que, si no hay tentación real de compra, lo de la independencia se convierte en una declaración muy tribunera, como para hacer un exabrupto. Para que esta sentencia, ya que estamos en este juego de mito o verdad, tenga sentido y vos te puedas inflar el pecho, golpeártelo y decir que llegaste a lo más alto de independencia, alguien debe desear comprarte. Si nadie te quiere comprar es muy fácil decir que no estás a la venta.

Hace un momento hablábamos del catálogo y cómo es que se manejan los contenidos dentro de las llamadas editoriales independientes. ¿En esta zona se sigue una línea rígida o se puede optar por seguir alguna tendencia o algún patrón imperante en el mercado?

Mientras el libro no desentone con el catálogo, la editora o el editor tiene toda la libertad de hacer lo que venga en gana. Si el libro que creaste, publicaste y tradujiste, si esa publicación pone en juego la sociedad como editor o editora, si se nota que pertenece al catálogo o dialoga con otros libros, no hay ningún problema. Puede abordar la temática que uno quiera. Hay ejemplos de editoriales donde el mismo editor o editora te dice: «Ningún lector o lectora puede leer todos los libros de mi editorial. Soy tan ecléctico para elegir que no hay problema». Sin ir muy lejos, el caso de Adelphi. Pero sí hay un tratamiento dentro de los temas que era muy Adelphi. Y así puedo pensar también en otras editoriales como Sigilo en Argentina; el tratamiento es muy Sigilo y, sin embargo, han sabido publicar libros de muy distinta índole. Lo que tiene haber por sobre todas las cosas es coherencia en el catálogo, que no se tuerza la apariencia del catálogo por un negocio o por los resultados económicos en última instancia, sino que uno tenga la capacidad de, quizás si hay un tema de moda y te interesa, abordarlo desde un lugar en el cual sigues siendo fiel a tu catálogo.

¿Independencia, zona de independencia es sinónimo de un trabajo editorial genuino?

Para mí, sí. También es cierto que todas las editoras y editores cuando empezamos editábamos cien veces peor de lo que hacemos ahora con más trayectoria. Tienes que ser muy genio para arrancar editando desde cero espectacularmente bien. Para mí, independencia es sinónimo de calidad. Por otro lado, yo miro lo que hicimos los primeros años de Godot y muchas cosas me parecen imperdonables. En eso debemos tener cierto nivel de autocrítica sobre lo que hacemos, pues, de lo contrario, no podremos mejorar ni avanzar. Dicho esto, creo que sí hay una voluntad de excelencia en la edición independiente. Tiene que ser rentable o al menos aspirar a ello, para que puedas vivir de y con la editorial. Pero en ese medio uno apunta hacia la excelencia. Tratas de que las cosas salgan lo mejor posible. Por eso te remarcaba algunas cuestiones como si el rendimiento en última instancia es solo lo económico, y te ves tentado de recortar un corrector o una correctora y dices: «Bueno, vemos cómo lo corregimos». Quizás ahí es donde está el peor error para recortar, porque si arrancaste una editorial independiente o una editorial pequeña para publicar lo mismo que ya está publicando una multinacional, eso es muy mal negocio. La multinacional tiene mucha más capacidad de logística, de prensa, de marketing y difusión para hacer lo mismo, por tanto, no tiene sentido. Si vas a hacer algo distinto, probablemente apuntes a un lector más refinado. Con más refinamiento no digo necesariamente la última literatura eslovena o un nicho muy particular que puede sonar grandilocuente. Quizás quieres hacer libros de empresas, pero con un toque distinto. A lo que me refiero con esto, es que se supone que debes ser obsesivo en este tema y querer crear algo que no exista en el mundo, aunque eso se puede discutir. Por lo menos tienes que estar convencido de que eso funcionará y que tu catálogo será único.

Recomendaciones para publicar tu primer libro con un final feliz

Autores decepcionados con las empresas con las que publicaron sus primeros libros, son algo común. Quizá las expectativas son muy altas para los autores, y por otro hay empresas de autopublicación que ofrecen demasiado por desembolsos ridículos. Por eso, hay que tener clara la diferencia entre una empresa de servicios editoriales (ESE) y una editorial tradicional; además hay que ser conscientes de qué se trata una autopublicación, sus riesgos y saber que el éxito no siempre está asegurado. Juan Miguel Marthans, director de la Escuela de Edición de Lima, nos brinda algunos consejos importantes a tener en cuenta.

Por Juan Miguel Marthans

Quizás al leer estas líneas percibas pesimismo, pero es todo lo contrario; es el deseo de que sepas qué esperar y minimizar riesgos. Todo sea para que ese primer libro tenga un final feliz.

Cuidado con quién trabajas.  Siempre es recomendable hacer una búsqueda de antecedentes y ver si la empresa —o la persona— está verdaderamente en posición de cumplir todo lo que te ofrece. Hay muchas empresas de servicios editoriales (ESE) que asumen compromisos que escapan totalmente de sus manos: como colocar a un autor nuevo en todas las librerías y todas las vitrinas, o bien una cobertura mediática en prensa. Una ESE lo más seguro es que tenga poca rotación de mercadería debido a que son autores nuevos, y la ESE no es dueña de los medios como para asumir la responsabilidad de cumplir con una amplia cobertura.

Abre los ojos y siempre duda de las opiniones favorables de una ESE. Si pagas, lo más seguro es que todas las ESE te dirán que tu obra es genial y marcará un antes y un después en la literatura mundial. Si así fuera, arriesgarían como una editorial tradicional. Pero no. Es evidente que tu libro necesitará muchos ajustes, y todo eso es parte del proceso. Más bien, confía en quienes tengan opiniones críticas a tu obra y te den soluciones reales, o bien te digan que lo vuelvas a intentar y que aún no es el momento para publicar tu trabajo. Y, sobre todo, desconfía de las palmaditas en la espalda que llegan acompañadas de un presupuesto sospechosamente económico.

Jamás termines de cancelar por un trabajo que no esté terminado o por salir. Se sabe de ESE que te ofrecen incluso descuentos por «pronto pago» o pagos anticipados. Una empresa que está desesperada por tener caja, lo más seguro es que quiera mover tu dinero para cumplir con compromisos ya demorados de otros autores. Y, así, tendrás que esperar a que lleguen nuevos autores a quienes les dirán lo mismo para que tu libro pueda salir.

Aunque parezcas desconfiado, siempre pide ver el tiraje de los libros. Es común encontrar empresas que hacen tiradas muy por debajo de lo pactado. Esto se pone en evidencia fácilmente, más ahora que hay imprentas que pueden hacer tiradas muy bajas. Si tiras quinientos, seguro te dirán algo así: «Te doy cien para ti y los otros cuatrocientos van a librerías y te voy reportando conforme se vendan». Luego te darás con la sorpresa de que solo está en tres librerías y dejaron cinco ejemplares en cada una.

Nunca aceptes un presupuesto demasiado bajo por parte de una ESE. De hacerlo, es posible que tu libro no salga nunca. El trabajo de producción de un libro no es barato. La mayoría de costos en el trabajo editorial son fijos, por lo que producir un libro nunca será económico. Editor, corrector, diseñador, maquetador… es un equipo grande, y cada uno tiene un presupuesto asignado más allá del tiraje que pactes. Si es económico es porque se están obviando algunos agentes o porque están necesitando caja para, en el mejor de los casos, liberar algún título pendiente.

Evita la imagen de coedición autor-editor. No existe tal cosa. La gente cobra y debe cobrar por su trabajo. Es lo normal. Decirle a un autor nuevo y desconocido y que vive en un país con un mercado cultural contraído que uno va a ganar un porcentaje por la venta del libro… ¿es creíble? ¿Cuántos libros debería venderse para cubrir la inversión de la ESE en edición, corrección, diseño, distribución, marketing, prensa, control de ventas, etc.? ¿Cien o quinientos? Lo único que pasará es que se generará un hueco en el presupuesto que será cubierto con el porcentaje del autor y con lo que se le está cobrando desde un inicio. Luego el autor dirá: «Me deben mis “regalías”».

Goza el momento. Trabajar tus primeros libros debería ser la suma de momentos agradables, de conversaciones, debates, aportes y sugerencias entre el autor y el —o los— responsable del texto. Si percibes indiferencia y un trabajo tan solo a nivel técnico, el texto no se mejorará. La indiferencia y la limitación a las tildes y uno que otro problema de puntuación, no basta para obtener el mejor resultado. Y esta indiferencia, es evidente, se dirigirá también al plano comercial. Lo más gratificante de las primeras publicaciones es pasarla bien y que el libro salga lo mejor posible y digno de tentar suerte con algunos lectores.

Reflexiona acerca de cuál es tu público objetivo. Si crees que el mercado va a responder a un autor nuevo que se está autopublicando, podría ser que funcione. Pero hay que ver cuál es el porcentaje de éxito en estos casos. Pensar que la gente te pedirá autógrafos o te esperará en el aeropuerto, no pasará. Te lo aseguro. Mover un primer libro es un proceso muy lento y que seguro irá de la mano de un segundo trabajo. Y si la ESE no te ha comentado eso, duda. A algunas personas que han escuchado eso argumentan casos de éxito de dos o tres nombres en un océano inabarcable de millones de personas autopublicadas en Amazon. Con ese pensamiento, no habrá final feliz. Los malentendidos estarán al acecho permanentemente.

Agradece a quienes sean sinceros contigo, a los amigos que te hayan leído y criticado, a los profesionales con los que has trabajado, a quienes te han abierto las puertas en algunos medios y en espacios de venta. Así no te guste lo que escuches, agradécelo. En este trabajo, un comentario negativo vale más que cien aplausos. Sé consciente de que tus amigos y familiares son el primer círculo donde circulará tu libro y quienes tendrán en sus manos una importante difusión de tu trabajo. Piensa en que los que no te conocen no tienen ningún interés en tu libro. Y esto me lleva a invitarte a hacerte esta pregunta: ¿Has ido a una librería y comprado motu proprio el libro de un desconocido? Si no lo has hecho, ¿por qué lo tendría que hacer otro por ti? Así que si conoces el caso de alguien que de manera espontánea haya comprado tu libro sin saber quién eres, agradécele más que a todos.

Dante Antonioli: «La protección de los derechos de autor empieza desde el momento de la creación»

Los derechos de autor configuran un elemento importante dentro del proceso editorial y el trabajo creativo. Pese a lo determinante que esto puede ser, suele ocurrir que este tema es dejado para los entendidos del ámbito legal, sin llegar a comprender que su interiorización y aplicación puede traer grandes beneficios, tanto el campo digital como en el tradicional. Dante Antonioli Delucchi, docente de la Escuela de Edición de Lima, amplía este importante tema en la siguiente entrevista.

Por Marco Fernández

El tema de derechos de autor puede parecer un poco denso, pero es necesario que todos aquellos que entramos al mundo editorial lo conozcamos; puesto que se trata de un punto de vital importante en este proceso.

Has dicho algo clarísimo. Se percibe como muy denso el tema, pero a lo largo de la conversación iremos aligerando esta densidad para que quede claro, además, la importancia de los caminos actuales que existen para acceder a los beneficios y la protección del derecho de autor.

¿Podría pensarse que justamente, por esta densidad que hablamos, profesor Dante, se puede dejar para los expertos los temas del derecho de autor?

La respuesta es un poco extensa, pero podríamos simplificarla a lo siguiente: cuando uno escucha la palabra «derecho de algo», piensa que es un terreno exclusivamente de los abogados. Pero cuando hablamos del derecho del consumidor o el derecho a la protección del medio ambiente, etc., ya no es tanto un tema de abogados. Entonces, cuando nos adentramos un poco en la teoría y vemos que es bastante sencillo de entender, en principio los derechos básicos, porque luego van derivándose en otras cosas, te das cuenta de que no es un tema exclusivamente legal. Lo más interesante es que ahora hay mucha información. Es cierto, y esto es uno de los reclamos principales, tanto de la gente que está involucrada en el tema del derecho como los usuarios, de que la adecuación del derecho de autor no va de la mano con el avance tecnológico. Esto es un poco el dolor de cabeza del momento. Algunos países intentan alinear su legislación a los avances de tecnologías, sobre todo en la disposición de la utilización de datos; pero, en esencia, todos estamos alertas a estos cambios. Más allá de la experiencia, vamos adecuándonos a esta mejora tecnológica versus la protección. ¿Cómo te imaginas empezar la edición de un contenido sin un contrato? Y esto está en el terreno de los derechos de autor, por ejemplo. Nadie empezaría a editar si no hay un compromiso, un contrato, un acuerdo verbal, que se puede traducir posteriormente a un documento físico o digital. Entonces, desde el nacimiento de una edición estamos hablando de derechos.

En este sentido, el de llevar a un lenguaje no especializado, es ahí donde está precisamente el desafío del propio editor: el de poder adentrarse a este ámbito legal que muchas veces lo espanta.

Si nosotros empezamos un curso de derechos de autor explicándoles a los estudiantes qué son los derechos morales y los derechos patrimoniales, ya empezamos espantándolos. Hay que entender, por ejemplo, que tras de un derecho moral está lo que en derecho se llama paternidad, y es lo primero que se aprende en el derecho de autor. Esto es quién hizo la obra, quién la escribió. Se le llama paternidad por el derecho romano, que ya es una complejidad más de escritura. Cuando lo desarrollamos, cuando explicamos qué significa que alguien es autor de algo y que la protección empieza desde el momento en que se escribe, ya el tema de derecho moral va cambiando hacia algo más rutinario, más fácil de identificar por parte del editor. En el caso de los otros derechos, los patrimoniales, que además son transmisibles, estamos hablando de cómo se explota este contenido a través de la venta, de la distribución, de la comercialización. Cuando empiezas a usar esos términos, el editor se siente más cómodo. La interacción del curso de Derecho de Autor que vengo dictando desde hace veintiún promociones en la EEL, me ha permitido llegar a un equilibrio donde, en principio, todo el mundo está como diciendo: «¡Uy! Esto qué aburrido, vamos a dormir un rato. ¿Qué nos van a hablar?». Por eso hay que llevar estos temas  a un lenguaje cotidiano para que empiecen, poco a poco a lo largo de los módulos, a identificarse con algo que es del día: la negociación misma, los alcances de un contrato y sus transformaciones, sobre todo. Yo diría que lo más fuerte es el cambio de los mecanismos de protección en los últimos tres o cuatro años. Allí es donde debemos prestar atención, porque el contrato físico para una sola geografía prácticamente ya no existe.

Enseñar justamente todas estas estrategias representa un desafío. Pero, vayamos a un caso concreto. El hecho de interiorizar todas estas pautas vinculadas al contrato, al derecho de autor, de todos estos términos que usted ha utilizado, ¿cuál sería lo más importante para un editor que recién está aprendiendo a identificar todas estas aristas del derecho de autor?

El punto de partida es que sepan que la protección de los derechos de autor empieza desde el momento de la creación. Eso es lo más importante.  No hay que hacer ningún trámite, ninguna gestión, no hay que inscribir la obra, sea cual sea: literatura, ciencia, conocimientos generales. Cualquier cosa que se escriba es protegida desde el momento en que se puso punto final al trabajo. También hay protección parcial, cuando un autor escribe un capítulo por año, por semestre, por mes. La protección se va acumulando desde el momento en que el autor plasma esta creación, sea por investigación o por inspiración. A veces, hay gente que escribe mucha literatura por inspiración sin investigación. Eso está protegido. Y todas las leyes del mundo, quiero subrayar del mundo, porque no todos los países tienen legislación de derechos de autor, dicen eso: «La obra está protegida desde el instante mismo de su creación —acto seguido dice— y no se requiere ningún tipo de trámite para que esté protegido». Es cierto, todos los países o muchos de ellos tienen una oficina, un área, una división o una institución encargada de la protección que se refiere más a los fines administrativos. Por ejemplo, yo me copio, disculpando el ejemplo, un poema tuyo y tú lo detectas, ¿cómo me reclamas? Primero, de repente, por un correo, por ahí me expones en redes sociales; pero la institución que está obligada a llamarme la atención a mí y procesarme administrativamente es el Indecopi, en el caso de Perú. Así como esta, también hay oficinas en otros países que se encargan de la protección administrativa; como a un reclamo, puedo tener un registro, una protección digital, algunos países optan por ello. En esencia, lo más importante es, en primer lugar, que la obra es protegida automáticamente desde su creación, y dos, no se necesita ningún trámite para protegerla. Eso es el punto de partida y de allí salen otro tipo de cosas.

Algunos confunden el hecho de la creación propia, es decir, desde que se pone punto final a la obra, con proteger ideas. En muchos casos he oído decir: “Yo le conté un proyecto a una persona y ella la concretó. Yo no la hice, pero pienso que me ha robado». Y ello, más aún, cuando sabemos que las ideas no se protegen.

Lo que se protege es la forma de llevar esa idea a cabo. La idea en sí, como las fórmulas matemáticas o las recetas de comida, no está protegida. Pero lo que sí está protegido es cómo conviertes toda esa información en un producto, como una obra o un contenido utilizable. Tú no puedes decir que tienes la idea de construir un contenido multiplataforma que se cuelgue de varias nubes simultáneamente y que sea transmitido vía satélite. Tú me lo cuentas y yo digo: «¡Qué bacán la idea!». Entonces me siento a ver cómo eso es posible y lo convierto en un producto, un contenido. Y, de pronto, tú volteas y dices: «Oye, pero eso se me ocurrió a mí». Las ideas no están protegidas. Hay obviamente mucha discusión al respecto. Pero ¿cómo registras una idea? A cualquiera se nos puede ocurrir cualquier cosa. La protección del derecho de autor, por definición, es a todas las obras o productos de la creatividad humana; o sea, en qué se convierte esa creatividad, esa idea, ese plan que se tiene para hacer algo. Ahí está bien claro y, además, empiezan las conexiones con la propiedad intelectual; derecho de autor, por un lado, propiedad intelectual por el otro. De repente, tu idea de llevar contenido a diferentes espacios virtuales implica el diseño de un software sofisticado y eso va por el lado de la propiedad intelectual. Ambas se mezclan. Las dos son protegidas por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) y todos los países están vigilando que eso se cumpla; algunos países están suscritos a ella. Perú es un socio tardío, pero hace más de treinta años que está dentro. Hay aproximadamente 180 países socios.

Si hablamos de cómo el derecho de autor ha ido adaptándose y cambiando en todos estos años, ¿cuáles han sido estos cambios? ¿Qué impactos ha generado en todo este tiempo?

La legislación del derecho de autor es la misma en los últimos 200 años aproximadamente. Pero yo diría que, en la década del setenta, con el impulso de las computadoras y los primeros trabajos sobre soporte digital, empezó a sufrir ciertas transformaciones. Y a partir del 2005, ya se incorporan los conceptos de libro digital, e-book en otras palabras; contenidos que se encriptan a través de archivos de música, porque la música forma parte del derecho de autor, igual que el cine o los videojuegos, etc. Hay dos posibilidades, diría yo, dos grandes focos de la propiedad intelectual y del derecho de autor en los últimos años. Uno es la inteligencia artificial, de la que se habla todos los días; lo segundo es el blockchain, la protección de datos a través de datos únicos que se comparten y la posibilidad de construir contratos e intercambio de archivos únicos mediante estas redes. Y aquí también entran en juego los tokens digitales, los tokens no fungibles donde se comercializa arte a través de contenidos encriptados. Estos son los dos grandes temas que ha estado legislando principalmente la comunidad europea, mas no el resto de los países. De hecho, la comunidad europea apunta a un mercado único digital, legislando con fuerza esto desde el 2021 y buscando un consumo más horizontal de la información; en este intercambio a través de herramientas confiables como el blockchain, se puede verificar que los contratos sean únicos, con los subsiguientes contratiempos y discusiones. Obviamente, la firma digital hace que el más antiguo valga primero. El tema de la supervisión, que no se comparta un contenido que no está autorizado; eso también es parte de la seguridad que te da un blockchain. Los tokens no fungibles también son únicos porque funcionan sobre la base del blockchain, y puede haber dos iguales, así como no hay dos bloques de datos iguales en esta tecnología. ¿Esto le ha permitido una mirada más segura al intercambio de información? Por su puesto.

El hecho de que la legislación actual y los derechos de autor no están equiparados con los avances digitales que se generan todos los días. Entonces, esto también es una preocupación grande para el mismo autor y, los editores también. Hay ciertas trabas o barreras digitales que los derechos de autor no pueden traspasar. Lo de la inteligencia artificial, si bien se ve como una oportunidad o un complemento muchas veces, también es ahora un gran desafío para autores, editores y quienes estén involucrados en el proceso editorial.

El asunto es este: los «puristas» —vamos a ponerlo entre comillas para que no suene peyorativo— se oponen al uso de la inteligencia artificial y que esta intervenga en el mercado editorial o en las tareas editoriales. Y los «adaptativos», aquellos que van viendo cómo se presentan las cosas, si se adecúan, se adaptan o se reinventan en algunos casos, dicen: «Ok. Esto es una herramienta y debe ser usado como tal». Imagínate que nosotros retrocedemos a 1979, cuando todavía no se había lanzado la primera versión de Photoshop y todo se hacía a mano. Inclusive la ilustración y también el tema de la fotografía se hacía a mano; de pronto, aparece Adobe, lanza Photoshop y los diseñadores gráficos salen a decir que se quedarán sin trabajo. Mentira. La herramienta principal de un diseñador gráfico y un ilustrador es el Photoshop y sus herramientas complementarias de retoque y de mejora. En la medida en que nosotros entendamos el concepto de «herramienta» alrededor de la inteligencia artificial, va a radicar su importancia. Pero hay otros tipos que dicen: «Aceptamos que la inteligencia artificial es una herramienta, nos adecuamos y utilizamos todos sus derivados». Me parece un poco limitado que la gente, cuando habla de inteligencia artificial, solo piense en el chat GPT. Y no es lo único en lo que se usa. Es cierto que aún hay mejoras por delante, pero dicen: “Ah ya, este trabajo universitario se hizo con el chat” Cuando sabemos que ahora también hay herramientas de inteligencia artificial que identifican los contenidos que se han trabajado en un chat de este tipo. Entonces se convierte como un parche o un protector. Más adelante saldrá un chat que no será detectable a través de los softwares de plagio. Entonces, punto número uno, debe quedar claro que es una herramienta y es un tema ético, es una gran discusión. Así como el derecho de autor es un tema ético. No copiar, no plagiar, no comprar libros piratas. Es un tema ético. Si bien la legislación lo prohíbe y lo sanciona en todo el mundo; sin ser exagerado, en todo el mundo hay ediciones piratas. En unos países más, en otros menos, pero hay. Desde que tú, por ejemplo, sacas una copia de un libro que te gusta y lo compartes en un salón de clases en cualquier país del mundo, estás cometiendo una infracción. Es un tema ético. Creo que lo más poderoso, y esto lo dije en uno de los últimos artículos que hice para la Escuela, si no enseñamos lo que está bien y lo que está mal, ¿qué es recomendable?, ¿qué es lo que debemos hacer?, ¿qué pasos debemos dar?, y ¿por qué caminos debemos ir? La gente no va a aprender porque una de las conclusiones más importantes de los principales autores de la OMPI, respecto a la piratería y el uso ilegal de los contenidos es “la gente no sabe”. Entonces, ¿quiénes tenemos la tarea de enseñar? Los que estamos al frente. Tú, yo, la Escuela, cualquier persona que esté al frente de este tipo de temas, que sabemos lo que está bien y lo que está mal, tenemos que enseñarlo. Espacios como este, por ejemplo, son útiles para eso.

Autoedición: oportunidades y desafíos

Si bien la autoedición ha generado oportunidades para quienes tengan algo que contar, también ha impuesto diversos retos que se deben resolver. Dante Antonioli Delucchi, docente de la Escuela de Edición de Lima, nos presenta en el siguiente artículo los desafíos y el panorama que ha configurado este fenómeno dentro del sector editorial.

Por Dante Antonioli Delucchi

La autoedición ha emergido como un fenómeno disruptivo en la industria editorial, transformando radicalmente la forma en que los autores comparten sus obras con el mundo. Antes, el proceso de publicación era, principalmente, tarea de las editoriales, las que ejercían un control significativo sobre qué libros llegaban al mercado y cuándo.

Los autores debían enfrentarse a procesos selectivos y a menudo largos para tener la oportunidad de ver sus obras publicadas. En cierta forma, la autoedición ha democratizado el proceso, permitiendo que cualquier persona con una historia que contar pueda convertirse en autor y llevar su obra directamente al público a través de mecanismos de muy fácil acceso.

Este cambio ha sido revolucionario en varios aspectos. En particular, ha eliminado las barreras tradicionales de entrada a la industria editorial, permitiendo que una diversidad de voces y géneros tenga la oportunidad de ser escuchada. Los autores independientes ya no están limitados por las decisiones de las editoriales y pueden ejercer un control total sobre la publicación y distribución de sus obras.

Autoedición y derechos de autor

Sin embargo, este incremento significativo en la cantidad de contenidos disponibles también ha generado nuevos desafíos, especialmente en términos de protección de los derechos de autor y la propiedad intelectual.

Con la autoedición, la responsabilidad de proteger y hacer valer los derechos patrimoniales del autor recae en los propios autores. Esto significa, además, que deben familiarizarse con los aspectos legales de la propiedad intelectual y tomar medidas proactivas para proteger sus obras de la piratería y las infracciones al derecho de autor.

Adicionalmente, la autoedición ha exacerbado el problema de la piratería digital. Con la facilidad con la que se pueden compartir y distribuir libros electrónicos en línea, los autores se enfrentan a un mayor riesgo de que sus obras sean copiadas y distribuidas sin su permiso. Esto no solo representa una pérdida financiera, sino que también socava la integridad de su trabajo y hasta puede dañar su reputación como creadores.

Para abordar estos desafíos, es fundamental que los autores estén bien informados y tomen medidas proactivas para proteger sus obras. Esto puede incluir el registro de derechos de autor, el conocimiento de los diversos tipos de licencias existentes, el uso de tecnologías de protección de contenido y la vigilancia activa de la piratería en línea.

Además, los autores deben informarse sobre los diferentes modelos de negocio disponibles en la autoedición y tomar decisiones informadas sobre cómo distribuir y comercializar sus obras.

Retos de la autoedición

Junto con el desarrollo de nuevos modelos de negocio y de formas de distribución, la autoedición también obliga a los autores a ser cuidadosos con la creación de sus contenidos y respetuosos de los contenidos de otros.

Evolución de los modelos de negocio

La autoedición ha transformado los modelos de negocio en la industria editorial al permitir que los autores tengan un mayor control sobre la comercialización y distribución de sus obras.

Esto ha llevado al surgimiento de nuevos enfoques, como la suscripción, donde los lectores pagan una tarifa periódica para acceder a un catálogo de libros autoeditados, y la venta directa al consumidor, que elimina intermediarios y permite a los autores mantener una mayor parte de los ingresos generados por la venta de sus libros.

Además, algunas plataformas de financiamiento colectivo han facilitado la financiación de proyectos editoriales, permitiendo a los autores obtener el apoyo directo de sus lectores para la creación y publicación de sus obras.

Globalización y acceso a mercados internacionales

La autoedición ha permitido que autores de todo el mundo lleguen a audiencias globales con plataformas que facilitan la distribución internacional de libros electrónicos, eliminando las barreras geográficas y permitiendo que los autores lleguen a lectores en diferentes países y regiones.

Sin embargo, este acceso global también plantea desafíos en términos de traducción, adaptación cultural y cumplimiento de las regulaciones legales y fiscales en los diferentes mercados.

Responsabilidad del autor y ética en la autoedición

A medida que la autoedición se vuelve más accesible, es importante que los autores asuman la responsabilidad de producir obras de alta calidad y actuar éticamente en todas las etapas del proceso editorial.

Esto incluye verificar la veracidad del contenido, evitar la infracción de derechos de autor de terceros y proporcionar información clara y precisa sobre la autoría y la fuente de las obras que son utilizadas.

Los autores también deben ser transparentes en sus prácticas de comercialización y promoción, evitando tácticas engañosas o manipuladoras que puedan perjudicar la confianza del lector.

En última instancia, la responsabilidad del autor y la ética en la autoedición son fundamentales para mantener la integridad y la credibilidad de la industria editorial en su conjunto.

De esta manera, si bien la autoedición ha democratizado el proceso de publicación y abierto nuevas oportunidades para los autores independientes, también ha planteado desafíos significativos en términos de protección de los derechos de autor y la propiedad intelectual, así como en la forma de comercializar sus contenidos.

Para tener éxito en este nuevo paisaje editorial, los autores deben estar preparados para asumir un papel más activo y, al mismo tiempo, aprovechar las nuevas posibilidades que ofrece la autoedición.

Pedro Canelo: « Si bien en internet todo es inmediatez, la crónica tiene un atractivo para generar públicos en el ámbito digital»

Periodista del diario El Comercio y docente en la Escuela de Edición de Lima, Pedro Canelo se prepara para iniciar el curso de Herramientas Periodísticas, en el cual abordará los distintos géneros periodísticos y otros puntos importantes en la formación de los redactores. Descubre los detalles en la siguiente entrevista.

¿En qué consiste el curso de Herramientas Periodísticas que dictarás en la Escuela de Edición de Lima?

Tiene una base en la redacción, como la mayoría de los cursos relacionados al periodismo escrito, en el sentido de dar un estímulo y refuerzo a aquellas personas que tienen dificultad para comunicarse con mayor propiedad en ese ámbito. Al utilizar el término “periodísticas” le da un margen distinto a la materia, pues la vincula con los géneros periodísticos como la crónica, la entrevista o el reportaje. También tiene que ver con los criterios periodísticos, cómo que es noticioso y que no lo es; en este mundo de redes sociales, por ejemplo, identificar lo que pertenece al mundo público y lo que es privado. A partir de la segunda y tercera clase nos concentraremos en los géneros periodísticos, qué es la crónica, qué es la entrevista, qué es la columna de opinión, que es el periodismo informativo —que es mucho más directo y concreto—, qué es el periodismo interpretativo — que tiene que ver con lo narrativo y la crónica—. Esa es la idea del curso: darles a los alumnos las herramientas necesarias por si es que alguno de ellos desea incursionar en el ámbito impreso o digital del periodismo.

El periodismo, de alguna manera, ¿influye en aquellos que tienen una inclinación más literaria? Digamos que las herramientas que usted menciona podrían propulsar ese gusto en el alumno.

Sí, sobre todo si hablamos de géneros como el reportaje o la crónica, que tienen una base más narrativa y de amplio desarrollo. La literatura de no ficción, relacionada con el nuevo periodismo, definitivamente dota de herramientas para una formación integral vinculada a lo netamente literario. El nuevo periodismo es casi primo hermano de la literatura y al hablar de ello me refiero específicamente a la crónica, que es uno de los temas de mayor desarrollo en el curso.

Y si hablamos de nuevo periodismo quiere decir que en el curso revisarán a diferentes autores de esta corriente.

De todas maneras. Cada profesor y profesora tiene su cartera de autores inevitables. Yo también los tengo, como Juan Villoro, Martín Caparrós, Gay Talese, Norman Mailer, Tom Wolfe, Leila Guerreiro, Jon Lee Anderson, entre otros, sin dejar de mencionar al pionero, Ryszard Kapuściński. Todos ellos serán parte del acompañamiento en las clases, sin ninguna duda.

¿A qué hacemos mención cuando nos referimos a «herramientas periodísticas»?

Significa darle al estudiante todas las capacidades para que conozcan y puedan explorar el periodismo escrito o la escritura dentro del periodismo. Una herramienta puede ser la aplicación de un criterio periodístico para escribir, la identificación de la noticia o el momento preciso para aplicar las normas del periodismo informativo o en qué momento apelar al periodismo interpretativo — la crónica, la columna de opinión—. Para mí es importante inculcar en los alumnos estas capacidades. Hablar de herramientas es referirme a capacidades. En esa mochila de herramientas encontrarán criterio periodístico, sentido de la noticia, conocimiento integral de los géneros periodísticos, identificación de los distintos tipos de periodismo, entre otras.

En su experiencia, profesor, ¿cuál es el género que más le apasiona?

Definitivamente la crónica. Es curioso porque yo tengo poco más de veinte años dedicado al periodismo y la crónica estuvo muy presente en mis inicios. Luego, exploré otros géneros, como la entrevista. Pasé cinco o seis años realizando diversas entrevistas y casi una década dedicado íntegramente a elaborar columnas de opinión. Hoy en día estoy volviendo al camino de la crónica, como una especie de retorno a mis inicios. Creo que, en este tiempo digital, en el que se gesta un periodismo muy inmediato, debemos reforzar en los nuevos periodistas la posibilidad de que escriban crónicas. Si bien en internet todo es inmediatez, la crónica tiene un atractivo para generar públicos en el ámbito digital.

Mencionó el tema digital. Eso me lleva a pensar, en tiempos de inteligencia artificial, ¿supone un complemento al trabajo periodístico o una amenaza?

Puede ser una herramienta de complemento en cuanto a búsqueda de información. Quizás nadie lo dice, pero cuando se habla con un poco de horror sobre la inteligencia artificial, cabría preguntarse quien no ha entrado a Wikipedia para ubicar algún dato. Suena políticamente incorrecto o poco intelectual decirlo, pero todos lo hemos hecho. Por ahí podría darse el uso, pero no creo que suponga la sustitución de la labor. De repente para algunos géneros, como la nota informativa. Un ChatGPT puede elaborar una información que diga «Dina Boluarte declaró que el gobernador de Ayacucho le prestó un reloj», pero lo que no podría hacer es una crónica de guerra vivencial en Ucrania, no puede hacer una buena crónica acerca de un mundial de fútbol, no puede elaborar una crónica del concierto del Grupo 5. Puede intentarlo, pero no podrá competir contra un profesional que tenga estas herramientas y la formación de periodismo literario. Es un complemento, pero sobre ello debemos fomentar géneros como la crónica, la columna de opinión y la misma entrevista. Quizás el ChatGPT puede reemplazar lo inmediato, pero lo demás no.

¿Para quienes está dirigido el curso de Herramientas Periodísticas que dictará en la Escuela de Edición de Lima?

Es un curso que tiene dos tipos de público. En primer lugar, para aquellos profesionales directamente interesados en el periodismo escrito, pero también para quienes están llevando un curso integral en la Escuela de Edición, donde los módulos son multidisciplinarios, según lo que revisé hace algún tiempo. Sin embargo, siento que mi curso será un complemento o una posibilidad de desarrollo para ampliar el espectro de las distintas posibilidades que se tiene para redactar un texto. Es un curso base para los directamente interesados y si son alumnos del curso integral, que a lo mejor no están muy motivados con ello, haré todo lo posible para que se interesen desde la primera clase.

Coordina tu participación en el curso dando clic aquí.

Paulo César Peña: «Con la prosa se generan muchas posibilidades expresivas»

En la siguiente entrevista, Paulo César Peña, docente de la Escuela de Edición de Lima, define algunos conceptos sobre la prosa y su empleo, y da algunos detalles sobre el curso de Prosa Literaria que dictará a partir del 14 de mayo.

Por Marco Fernández

¿A qué llamamos prosa?

La prosa es una forma de lenguaje emparentada con el discurso oral, en el sentido de que ambos surgen de manera lineal y espontánea, lo cual lo distingue del verso que es más bien fragmentario y recortado. Con la prosa se ha tratado de reproducir la forma de pensar y sentir. Normalmente está pensada como algo más utilitario y racional, sin embargo, hay ejemplos de literatura desde el siglo xx, en el que la prosa da cabida a la parte más emocional. Con la prosa se generan muchas posibilidades expresivas.

Si hablamos de un valor utilitario, ¿en qué casos se utiliza comúnmente la prosa?

Aunque no lo crean, hay prosa en los diarios, en un documento administrativo o en la publicidad.

Roberto Bolaño decía que su poesía era «muy prosaica», o Jack Kerouac decía que utilizaba mucho la prosa espontánea en su literatura. En ese sentido, podríamos decir que la prosa está inmersa en muchos géneros.

Ahí hay un paradigma que estuvo vigente hasta inicios del siglo xx, pero que sigue presente en muchos profesionales, que es asociar a la prosa con lo menos valioso. Durante mucho tiempo se le asignaron labores más funcionales, por eso decía que hay ejemplos que dejan ver que la prosa puede servir para muchas otras cosas, pero eso no niega que aún exista este concepto que le da una connotación peyorativa, como algo no elaborado o de menor valor. Depende de las circunstancias y el tipo de texto para ampliar las posibilidades expresivas.

¿Qué implica el empleo de la prosa literaria?

Las clasificaciones de prosa mencionan la categoría literaria como el perfil más creativo, sin embargo, los recursos que se emplean pueden ser apropiados para otros ámbitos. De hecho, en el curso que dictaré en la Escuela de Edición de Lima, una parte estará dedicada a la reflexión sobre los factores que convierten en literaria a una prosa. Ahí influye mucho el contexto, las convenciones o la comunidad a la cual se dirige el texto. El curso apunta a eso: a que los participantes puedan darse cuenta a qué público se dirige el texto, que posición adoptan como autores o como se aprovechan las posibilidades expresivas en las distintas dimensiones de la palabra, sea la sintaxis, el sonido o las referencias.

¿Cree usted que cualquier profesional, medianamente interesado en escribir, podría acceder al curso que dictará en la Escuela de Edición de Lima?

Claro que sí. De hecho, el empleo de la prosa exige una formación, un bagaje, revisar otros textos, pues no es algo que ocurra de la noche a la mañana. Pienso que el curso puede servir para todos aquellos profesionales que quieran sentir más confianza al momento de escribir, o para quien quiera profundizar en los recursos y técnicas. El curso abordará la parte teórica en la primera sesión, para luego centrarnos en ejemplos de prosa poética, prosa narrativa y prosa argumentativa en las tres sesiones restantes.

¿Qué es lo más importante del curso de Prosa Literaria?

Lo importante es que los estudiantes se den cuenta de que los recursos son relativos en el sentido de que, dependiendo del contexto, las circunstancias y el tipo de texto, se determinará en qué momento mantener una sintaxis más o formal o en qué momento jugar con ella y alterarla; o en qué momento no darles tanta prioridad a los sonidos, o en que otras situaciones destacar algún sonido o priorizar el ritmo. La idea es que, con las lecturas y revisiones que hagamos durante las sesiones, los estudiantes puedan identificar estos recursos y adaptarlos a su propia escritura.

Mencionaste que se revisarán a diversos autores. ¿A quienes tomarán cómo ejemplos?

Por ejemplo, en el caso de prosa poética, Baudelaire o Rimbaud, que son epígonos importantes en la escritura de poesía en prosa, pero también autores en nuestro idioma como Octavio Paz, Blanca Varela, Alejandra Pizarnik, Martín Adán, entre otros. En el caso de narrativa nos detendremos en autores peruanos y latinoamericanos, al igual que en el tema argumentativo.

Editar para la escuela

Diego Barros, sociólogo de la Universidad de Buenos Aires y docente del curso Edición de Libros y Materiales Educativos de la Escuela de Edición de Lima, define algunos conceptos básicos acerca de la edición de productos del sector educativo, así como la complejidad implícita que eso supone.

Por Diego Barros

Fue tal vez Oscar Wilde quien mejor definió el rol del editor al sentenciar que «… no es más que un intermediario útil». Con la sagacidad y la ironía que siempre lo caracterizó, el escritor no hizo sino ir al hueso de la incumbencia más decisiva del oficio editorial: la de la intermediación. En efecto, ubicado exactamente en el medio entre el autor y lector, el editor se define, tal como lo hace el historiador del libro y la lectura Roger Chartier, «…por su papel como coordinador de todas las selecciones que llevan a un texto a convertirse en libro, y al libro en mercancía intelectual, y a esta mercancía intelectual en un objeto difundido, recibido y leído».

En tanto práctica intelectual, la edición logró consolidarse en las últimas décadas como un campo teórico y metodológico propio dentro de las ciencias humanas, aunque siempre bajo una mirada pluridisciplinar. Si bien dicha consolidación del saber editorial lo habilitó para aplicar su «caja de herramientas» más allá de los productos de que se trate, no puede dejar de reconocerse que cada uno de ellos tiene también sus propias especificidades.

Este es el caso de la edición de libros y materiales destinados a la escuela, en la que entre otras características propias se encuentra el particular lugar que ocupan los procesos de intermediación. De allí que los libros de texto, los de literatura infantil y juvenil de prescripción escolar y las plataformas digitales educativas —la llamada edición escolar—sea uno de los segmentos más complejos del variado universo de productos editoriales.

Una complejidad bien compleja

En primer lugar, la edición escolar impone una complejidad única y tiene que ver con el hecho de que sus productos deben pasar por el tamiz de la currícula que impone la autoridad educativa. Como ningún otro producto del variado universo editorial, sus contenidos —científicos o literarios— deben atravesar por una doble “aduana”. Por un lado, deben responder a los lineamientos curriculares pero, además, sus contenidos —especialmente los científicos— deben ser intervenidos didácticamente —porque serán utilizados en situaciones de enseñanza-aprendizaje— y también procesados o adaptados a las diferentes edades de los lectores a lo largo de la vida escolar.

Sean los libros cuya finalidad es la de enseñar a leer y a escribir o los de materias como Matemática, Física o Química propias de la escuela secundaria; sea la necesidad de cubrir —también según las edades— la variedad de los géneros propios de la literatura, todo catálogo de materiales destinados a su uso en las aulas plantea exigencias específicas que los editores deben atender.

En segundo lugar y por lo dicho anteriormente, todos los productos editoriales escolares demandan un atento cuidado de sus aspectos visuales y materiales. Así, por ejemplo, la enseñanza de las ciencias exige que la edición intervenga no solo sobre los textos sino que también opere con la amplísima gama de recursos visuales indispensable para ello (ilustraciones, cartografía, fotografías, documentos, gráficos, cuadros, tablas, etc.).

Por su parte, la literatura infantil reclama siempre la convocatoria a ilustradores, lo cual le exige al editor cuidar los aspectos visuales tanto como los textuales. En ambos casos, la incorporación de estos recursos gráficos debe contemplar un envase, o maqueta, que los contenga funcional y estéticamente y, a su vez, una cuidada plasmación material final de los productos, sea física o digital.

Pero la complejidad que convierte a la edición para la escuela en una de las más exigentes —también desde el punto de vista de su inversión económica—, reside en la particularidad única de su lector, como se sabe, razón última tanto de autores como de editores. También aquí, cualquiera de los géneros editoriales destinados a la escuela plantea a sus editores la particularidad de pergeñar un producto e intervenir editorialmente en él teniendo delante de sí la paradoja de que el lector final de sus productos no será quien lo elija.

En efecto, en todos los productos de la edición escolar existe un lector final (el alumno) pero, también, el que podría denominarse como “lector interviniente”. Se está haciendo referencia aquí al docente —individual, grupal o institucionalmente considerado según los casos—, que es quien selecciona el material que considera más adecuado para el trabajo con sus alumnos, los lectores finales.

Sea por expresar el indispensable encuentro entre contenido científico adaptado editorialmente con perspectivas didácticas; sea por la demanda que pesan sobre sus piezas desde el punto visual y material o, finalmente, por la complejidad en la figura de sus lectores, la edición escolar reúne característica que le son bien propias.

Conocer sus implicancias puede resultar de gran utilidad tanto para los autores como para los usuarios. Pero analizar y tener presente la significación de sus «razones editoriales», resulta decisivo para quienes deben ponerlas en práctica: los editores.     

Diego Barros: «El editor de materiales educativos debe conocer, en primer lugar, los contenidos curriculares de la materia que va a editar»

Sociólogo de la Universidad de Buenos Aires y formador de editores como coordinador del curso Gestión de la Producción Editorial en la Fundación Gutenberg, Diego Barros comenta en la siguiente entrevista acerca de la formación del editor de materiales educativos, así como algunos puntos que tocará en el curso que dictará en la Escuela de Edición de Lima.

En cuanto a la edición de materiales educativos ¿cuál es el perfil del profesional de este rubro editorial?

En el mundo de la edición se requiere la experiencia propia del saber editorial con muchos componentes y herramientas generales. Normalmente, un editor es alguien que tiene una experiencia previa en alguna especialidad y, salvo que se dedique a editar un material específico —por ejemplo, los médicos que en algunos casos se dedican a la edición de libros de medicina— posee un conjunto de herramientas y un modo propio de aproximación a los materiales. Esas sapiencias van acompañadas de la colaboración y la participación de equipos. En el caso del libro y los materiales educativos, se encuentran mediados por lo didáctico, debido a que están previstos para ser elaborados en situaciones de enseñanza-aprendizaje. Si bien la mirada didáctica es indispensable, no quiere decir que el editor debe estar formado necesariamente en ciencias de la educación o que tenga una capacitación específica en didáctica. Es bueno que conozca este instrumental, pero además debe estar reunido y formar parte de un equipo de profesionales provenientes del mundo de la didáctica. Lo mismo ocurre con los contenidos, pues, de ser algo muy específico los editores solo podrían editar aquello en lo que están formados. En mi caso, provengo del campo de las ciencias sociales, pero con las herramientas editoriales puedo abordar materiales de diferente tipo.

El material educativo como tal, o los libros del sector, tiende a relacionarse casi siempre con la escuela, sea por los cursos de matemáticas, lenguaje, entre otros. Pero, digamos que el concepto va más allá.

Totalmente y esa es parte de la complejidad que tiene la edición de materiales destinados al sector educativo. Claro que hay otro tipo de complejidades o especificidades que tienen que ver más con un tema comercial, pero lo cierto es que los materiales educativos están cruzados por un triángulo en el que convergen la mirada disciplinar, es decir la del contenido específico, la mirada didáctica y la mirada propiamente editorial. En el caso de la didáctica, uno de los grandes desafíos que tiene que ver con la escuela en toda su extensión (desde la educación básica hasta la superior), es lo que se conoce como trasposición didáctica, lo cual significa procesar un contenido científico específico para un destinario que no es científico, pero que debe tomar contacto con dicho contexto. Este proceso de trasposición lo aportó el francés Yves Chevallard, didáctico de la matemática, quien después lo aplicó un poco más allá de la edición específica para textos matemáticos. Esto es válido para cualquier disciplina.

Sabemos que el editor habla a través de su catálogo. En el caso del sector educativo, ¿cómo se compone el catálogo de un emprendedor editorial de este tipo? Recordemos que la editorial es el catálogo.

Es muy cierto lo que decís. Parafraseándote un poco a vos, yo siempre digo que el catálogo es el documento de identidad del editor. Uno mira su catálogo y puede darse cuenta cómo piensa o hacia dónde va su propuesta. Considero que en el mundo de la edición escolar los catálogos también deben tener esa impronta, pero convengamos en algo, entrando un poco a esta especialidad de la edición. Existe algo que es como una aduana, una gran barrera llamada currícula. Los editores de materiales para la escuela están sobre determinados por una dimensión muy importante que tiene que ver con los contenidos prescriptos específicamente por la autoridad educativa, para su enseñanza en cualquiera de los niveles. Es decir, uno sabe perfectamente que está previsto en un primer grado de la enseñanza primaria para que un chico salga leyendo y escribiendo. Para eso hay una didáctica específica y un procesamiento editorial de materiales.

En tal sentido, hablamos ya de una generación de contenidos y la aplicación de herramientas en la edición de textos y materiales educativos. ¿Cuáles son esos mecanismos que maneja el editor de este rubro?

El editor de materiales educativos debe conocer, en primer lugar, los contenidos curriculares de la materia que va a editar. Salgámonos un poquito del libro de texto propiamente dicho y entremos un minuto en la literatura, por ejemplo. Es muy importante conocer los modos en los que se enseña hoy literatura y cuáles son las corrientes más actualizadas en la enseñanza de esta materia, pensando en si hay un editor que está desarrollando un catálogo de literatura específicamente prescrita para la escuela. Hay una literatura que está determinada por las necesidades curriculares y las necesidades del lector en la situación del aula. Entonces, estamos frente a un conocimiento que el propio editor adquirió a lo largo del tiempo, en el caso que no esté formado en literatura o en la didáctica de la misma. También se da el caso de la incorporación de figuras y otros tantos elementos, de ahí que la edición para la escuela es muy compleja desde el punto de vista intelectual y material, pues requiere de las destrezas de conocedores específicos de estas cuestiones. Por otro lado, a la hora de tomar decisiones sobre qué textos son los más adecuados curricularmente y en función del nivel evolutivo de los alumnos, existe una dimensión didáctica a tener en cuenta. No sería lógico que un estudiante que recién está empezando a leer se aventure a repasar una obra de teatro de García Lorca, que está exigida en la currícula de cuarto año de secundaria.

Por lo general se asocia también al material educativo con la literatura infantil y juvenil. ¿Por qué se da este encasillamiento? Digamos que el concepto es mucho más amplio.

En el mundo editorial, en general, hay géneros y formatos específicos. Los manuales de cátedra en la universidad son un tipo de género editorial. En el mundo de la escuela, justamente por las exigencias y la situación del aula, así como por las exigencias curriculares, se han impuesto a lo largo del tiempo determinados géneros que son específicos del mundo de la escuela. El libro de texto, o a veces llamado manual, es un ejemplo, y la literatura prescrita para la escuela también. Ahora, para adentrarnos un poquito en el mundo digital y no quedarnos solamente en el formato analógico, las plataformas, que son un complemento muy importante para el trabajo del docente en el aula, también requieren de una mirada editorial y un editor podría empezar a pensarlas como un nuevo género editorial en el marco de la edición digital. Pensar en una secuencia didáctica, pensar en una forma de subida de contenidos, incluyendo materiales audiovisuales, también exige un tipo de género editorial propio de la escuela.

Y ahí la didáctica es la que determina las necesidades justamente de este lector tan complejo del que no hablamos todavía, es decir, del lector específico de libros y materiales educativos. Cuando un editor piensa en la edición de una novela, por defecto está pensando también en el lector, es decir, no hay mediación. En el caso del sector educativo hay que pensar que el consumidor del producto no lo elige directamente. Esta es la complejidad en la figura del lector y de la edición escolar. El que elige es un lector interviniente, por llamarlo de alguna manera, que es el docente. Si el libro que eligió representa mejor su modo de trabajo o considera que coadyuvará al cumplimiento de sus objetivos, se genera recién la elección del texto que recibirá el lector final. Esto tiene consecuencias o efectos en el modo de comercialización del producto. Pero eso lo hablaremos en extenso en el curso que daré en la Escuela de Edición de Lima (del que nos ocuparemos más adelante).

La tecnología, ¿representa una gran oportunidad para el editor de libros y materiales educativos, así como un complemento a su labor? En tiempos de inteligencia artificial quizá no sea posible soslayar esta tecnología inmersa ya en el tema de la generación de contenidos.

Opino que debería tomarse como un complemento. En realidad, todo esto un verdadero working progress. En general, la introducción de nuevas tecnologías no ha servido para desplazar, complementar o transformar los modos habituales de procesamiento de contenidos, sino que generó una gran interrogante: si los docentes están lo suficientemente capacitados como para darse cuenta de cuanto hay de positivo o negativo con este tipo de incorporaciones a su propia práctica. A la escuela se le acusa casi siempre de ser un espacio conservador y resistente a estos cambios. Eso a veces es bueno y en ocasiones no. Lo cierto es que una vez más la responsabilidad recae en manos de los docentes. Asimismo, también es necesario hacer una distinción entre la escuela secundaria y la primaria, que son dos sub universos bastante diferentes, para saber si la inteligencia artificial, a futuro, golpeará mucho más rápido a la edición de materiales para adolescentes o generará cambios radicales en los productos para niños.

Respecto al curso de Edición de Libros y Materiales Educativos que dictarás en la Escuela de Edición de Lima, ¿por qué los profesionales del sector educativo y de otros ámbitos deberían llevarlo? Uno puede ser docente, pero no necesariamente tener la mirada editorial para elaborar productos de este tipo.

Hay varias razones. La primera es porque al interior del campo editorial hay muchas más instancias de formación universitaria o preuniversitaria. Lo cierto es que la edición es una especie de profesión a la que uno ingresa por la ventana y se aprende el oficio precisamente haciéndolo. Esto implica cierta formación desde el punto de vista profesional. Soy un gran defensor de la necesidad profesional de la práctica editorial y me adhiero totalmente a lo que se dice respecto a que es difícil que un editor sea bueno si no es curioso, inquieto o si no está actualizado. En lo que suelo llamar razones editoriales específicas, hay cosas que tienen que ver con el saber específico del editor que no tienen ni los didáctico ni cualquier otro profesional.

La segunda cuestión tiene que ver con lo que veníamos hablando anteriormente respecto a que más allá de las herramientas universales de la práctica editorial, el mundo de la edición escolar tiene diversas cuestiones específicas, como los criterios profesionales, con los cuales los editores armamos determinados catálogos o colecciones, teniendo en cuenta la perspectiva didáctica. Es importante que como profesionales de la educación conozcamos estos aspectos. Me ha pasado que a veces genera sorpresa cuando uno explica todo el conjunto de elementos o la serie de decisiones que hay detrás ya no solamente de un catálogo, sino inclusive hasta de un solo libro, respecto a cómo se definen las etapas de producción o la elección de la tipografía —porque no es lo mismo hablar de tipografía que de un cuerpo tipográfico—.

Por ejemplo, no es lo mismo pensar en un material para un chico que está aprendiendo a leer y a escribir, a uno que ya maneja ambas actividades. He ahí una diferencia fundamental y una decisión netamente editorial.  Un amigo me dijo una vez que si edité un libro de texto podía editar cualquier cosa. Por eso me parece importante que se ceda un espacio para la formación. En este caso, el curso consta de ocho clases en las que partiremos de lo general a lo particular, no sin antes advertir que hay cosas que son universales y generales en el trabajo editorial, pero llegado el caso surgen saberes y prácticas específicas en función de este género tan singular. Editores y docentes son los destinarios principales de este curso, con esa doble mirada de la que hablamos, pero también para todos aquellos profesionales apasionados por la enseñanza y la labor editorial. Imagino un espacio en este curso en el que se produzca un encuentro entre esas dos miradas: la del aula, desde la experiencia del vínculo cotidiano con los alumnos, y la de los editores, respecto a la medida en que se tiene en cuenta el libro y las dimensiones profesionales de cada uno.

Alejandra Bravo: «Lo que se requiere es que los escritos jurídicos sean accesibles para el receptor»

Docente de la Escuela de Edición de Lima redactora del Poder Judicial, Alejandra Bravo comparte en la siguiente entrevista los perfiles, desafíos y lineamientos que rigen el trabajo del redactor de textos jurídicos.

Cuando hablamos de textos jurídicos solemos pensar en escritos conformados por un lenguaje denso y muy especializado. En tal sentido, ¿el desafío de un redactor de este tipo de textos es trasladar esto a palabras sencillas?

Claro, ese es justamente el trabajo de un profesional del sector jurídico. No solamente los abogados escriben dentro de ese contexto, sino también profesionales provenientes de otras especialidades. Por tanto, es necesario que tengan la destreza de simplificar los textos, ya que muchas veces son muy densos y oscuros, incluso en algunos casos no cumplen su función comunicativa. Al no conseguirse este objetivo, esa densidad genera un agotamiento en la lectura. Por eso hay que tener sumo cuidado al redactar este tipo de textos, evitando generar esa densidad característica de estos escritos. Lamentablemente, los abogados se han hecho famosos por construir sus mensajes en base a párrafos farragosos y oraciones muy extensas y subordinadas.

En ese sentido, Alejandra, ¿cuál crees que es la principal destreza del redactor de textos jurídicos?

Lo principal es manejar el lenguaje jurídico. Muchas veces los abogados no lo dominan, debido a diversos factores. En la trayectoria académica de estos profesionales no se les enseña propiamente a redactar en dicho ámbito, sino que se imparten conceptos generales en cuanto a redacción. Ellos necesitan un método de redacción especializado. Esa destreza del uso del lenguaje jurídico, tanto en la arista gramatical como ortográfica, les ayudará mucho al momento de redactar sus textos, consiguiendo la concisión y claridad que necesita.

¿Cuáles son los productos que se derivan de este tipo de redacción?

El redactor de este tipo de textos proviene de distintas especialidades. Por ello, los productos pueden ser diversos, como una sentencia o una resolución. También hay abogados del ámbito administrativo que redactan documentos como oficios, informes o memorándums. Lo que se requiere es que los escritos jurídicos sean accesibles para el receptor, pues muchas veces abogados o distintos profesionales del derecho no piensan en la recepción de estos textos. Se puede manejar un lenguaje jurídico entre colegas, pero es diferente escribir para el público en general, que desconoce de latinismos, tecnicismos y otros elementos del campo legal.

Algunos podrían pensar que la sencillez rivaliza con la elegancia que caracteriza a los textos jurídicos.

Por el contrario, yo pienso que realza la elegancia. El hecho de que haya más cantidad de contenido no implica calidad. De hecho, en este tipo de escritos se debe priorizar la calidad del texto más que la cantidad. Al escribir de manera precisa y concisa le damos un plus a esa elegancia, porque al escribir textos muy extensos —como las clásicas citas del ámbito jurídico, que son extensas y abarcan más de un párrafo— corremos el riesgo de reducir la calidad. La sencillez se expresa también en textos claros y accesibles, pues la mayoría de los escritos del ámbito jurídico están direccionados a ciudadanos que no están familiarizados con este lenguaje.

Se habla de aplicaciones de técnicas y métodos para redactar textos jurídicos. ¿Cuáles son, por mencionar algunas?

Debemos considerar, en principio, que el lenguaje jurídico es básicamente argumentativo, por tanto, se deben aplicar técnicas argumentativas, previo conocimiento del lenguaje del ámbito legal. Si es que uno emplea párrafos muy extensos, oraciones largas o abusa de gerundios y latinismos, probablemente confeccionará un texto que no sea idóneo. Las técnicas también se aprenden llevando cursos especializados y, lamentablemente, los abogados muchas veces menosprecian estas capacitaciones, debido a que creen conocer la materia. A mí me ha sucedido que muchos abogados tienen consultas, pese a que provienen del campo de las letras, por eso considero que es indispensable que se capaciten constantemente y se mantengan actualizados en cuanto a las normas lingüísticas que cambian cada cierto tiempo.

Sabemos, Alejandra, que vas a dictar un curso de Redacción de Textos Jurídicos en la Escuela de Edición de Lima. ¿Qué encontrará el estudiante en esta asignatura?

Tengo el placer de dictar una vez más el curso de Redacción de Textos Jurídicos. Los participantes aprenderán a dominar las reglas ortográficas y qué vicios del lenguaje no deben cometer, ya que muchas veces se observa en este tipo de redacción el uso de los gerundios, las subordinadas, la voz pasiva, entre otros. Asimismo, veremos algunas actualizaciones de la norma, como el uso de los pronombres, el empleo de tildes y otras tantas. En este curso también analizaremos los vicios principales del ámbito jurídico, a través de casos prácticos. Es una gran oportunidad para los profesionales, así como también para los especialistas del ámbito legal, ya que se requiere que estén capacitados sobre el correcto uso del lenguaje jurídico.

La claridad textual

En el siguiente artículo, Luis Miguel Espejo, docente de la Escuela de Edición de Lima, define una serie de conceptos respecto a la claridad y otros aspectos que deben revestir a un texto, en favor de los lectores.

Por Luis Miguel Espejo

Tratamiento del léxico y la expresión

Todos sufrimos al leer textos defectuosos por una serie variada de motivos. En ocasiones, algunos de estos motivos pueden ser solucionados de un modo sencillo, pero siempre que hayamos detectado dónde está la raíz del problema. Para redactar textos aceptables y efectivos, debemos concentrarnos en la búsqueda de la claridad. Sin embargo, la experiencia nos muestra que a veces estamos obligados a releer un párrafo, una idea o un artículo completo (y ciertamente no porque sean hermosos o de factura superior). ¿Por qué ocurre esto? ¿A qué debemos prestarle atención cuando planificamos, redactamos o corregimos nuestros textos? Veremos estas y otras cuestiones relacionadas en las siguientes líneas, y pondremos especial atención a la expresión escrita sencilla y un léxico adecuado.

La comunicación escrita puede ser efectiva o defectuosa, según cómo hayamos planificado nuestro texto. Por supuesto, esto no nos exonera de caer en ciertos vicios del lenguaje (involuntarios). Ambigüedades, arcaísmos, cosismos, cacofonías, barbarismos, muletillas y pleonasmos se encuentran entre los más populares, pero esto aún no nos debe preocupar.

Al comunicarnos por medios escritos, estamos obligados a hacer un checklist esencial que siempre recuerdo a mis estudiantes en la EEL: (i) ¿qué quiero decir?, (ii) ¿a quién se lo quiero decir?, (iii) ¿por dónde me va a leer? Con esta información básica es mucho más sencillo definir el texto completo, pues definiendo el tema, el lector ideal y el medio por donde leerá nuestras ideas, la elección del formato y el tratamiento del contenido nos facilitará enormemente la redacción.

También conviene recordar el propósito de la redacción: que nuestros lectores nos comprendan a la primera lectura. Para lograrlo, necesitamos apostar por la claridad, la mejor garantía de cumplir con este propósito. Una redacción clara es muestra de generosidad, de consideración… es una manera de decirles a los lectores: «Estimados, he estado pensando en ustedes y por eso he planificado, escrito y editado estas palabras; para que no sea necesario que las relean». Un texto «desconsiderado», en cambio, obliga a desentrañar el sentido de las palabras y, a veces, deja a los lectores en una oscuridad cavernaria, insalvable.

La revisión del texto

Para mejorar un texto poco claro debemos revisar el léxico. Sí. Es casi el nivel más básico de la escritura, pero muchos de los vicios en la redacción se resuelven en este nivel: las palabras adecuadas garantizan la comprensión inmediata y, al contrario, las palabras comodín, «gaseosas», indefinidas o los rodeos o circunloquios solo aportan confusión o, en el peor de los casos, sugieren la inseguridad de los autores y de sus contenidos. Si en lugar de «Tenemos que hacer muchas cosas urgentes» dijéramos «Debemos entregar estos archivos antes de la una», ningún lector tendrá dudas. Tenemos suficientes palabras en nuestra lengua para decir exactamente lo que queremos decir; no hay excusa. Así dejaremos de recurrir a los conocidos «el tema de», «la cosa que», la fórmula «poder + V», «lo que es…», y un largo etcétera de combinaciones que a la larga no dicen nada.

Los lugares comunes, por su parte, también operan como muletillas que le dejan al lector una sensación de clichés trillados, que han perdido su sentido a punta de tanta repetición. Frases como «a lo largo y ancho del país», «se hizo un silencio sepulcral» o refranes populares pueden parecer recursos muy usados, pero en el fondo delatan que los autores carecen de creatividad o sinceridad. ¿Cómo evitarlos? Con una revisión cuidadosa y con lecturas habituales de calidad estaremos mejor preparados para pulir algunas secciones que caigan en estas frases hechas.

Recomendaciones finales

Un lenguaje directo debería evitar, pues, rodeos, pleonasmos, ambigüedades y eufemismos (excepto cuando el decoro así lo exija). En suma, evitar —si se me permite— las evasiones. De este modo, descubriremos que muchos textos necesitaban menos palabras para decir casi lo mismo.

Por último, así como debemos alejarnos de la expresión simplona o facilista de palabras «baúl», conviene también estar prevenidos contra el lenguaje excesivamente afectado y la expresión huachafa. Vamos por partes: el exceso y el defecto van en contra de la claridad en la redacción. Hemos visto que se pueden evitar vicios derivados de un léxico pobre, pero también podríamos pecar por un léxico o una expresión demasiado ornamental, llena de fórmulas grandilocuentes que recuerdan a las fachadas barrocas del siglo XVII. Los términos rebuscados como «occiso», «insulso», «onomástico» o «sempiterno» quizás puedan sorprender a lectores desprevenidos, pero lo que consiguen estos textos es atarantar al lector y obligarle a hacer una pausa en su lectura, que debería ser fluida. No se trata de llamar la atención sobre lo que nosotros queremos, sino de poner por delante lo que necesitan los lectores. Recordemos que la idea es ser generosos con los lectores, y la generosidad va en sentido opuesto a la mezquindad y al ego.

Todos ganamos con este cuidado en la expresión clara: redactores, lectores, correctores, editores… Debemos estar atentos a (o más bien “vacunados contra”) estos vicios que reproducimos por aparentar un estilo culto que no siempre dominamos, y que los lectores casi nunca piden ni agradecen. Procuremos la expresión directa, amable y considerada que está al alcance de todos.