Diego Barros, sociólogo de la Universidad de Buenos Aires y docente del curso Edición de Libros y Materiales Educativos de la Escuela de Edición de Lima, define algunos conceptos básicos acerca de la edición de productos del sector educativo, así como la complejidad implícita que eso supone.
Por Diego Barros
Fue tal vez Oscar Wilde quien mejor definió el rol del editor al sentenciar que «… no es más que un intermediario útil». Con la sagacidad y la ironía que siempre lo caracterizó, el escritor no hizo sino ir al hueso de la incumbencia más decisiva del oficio editorial: la de la intermediación. En efecto, ubicado exactamente en el medio entre el autor y lector, el editor se define, tal como lo hace el historiador del libro y la lectura Roger Chartier, «…por su papel como coordinador de todas las selecciones que llevan a un texto a convertirse en libro, y al libro en mercancía intelectual, y a esta mercancía intelectual en un objeto difundido, recibido y leído».
En tanto práctica intelectual, la edición logró consolidarse en las últimas décadas como un campo teórico y metodológico propio dentro de las ciencias humanas, aunque siempre bajo una mirada pluridisciplinar. Si bien dicha consolidación del saber editorial lo habilitó para aplicar su «caja de herramientas» más allá de los productos de que se trate, no puede dejar de reconocerse que cada uno de ellos tiene también sus propias especificidades.
Este es el caso de la edición de libros y materiales destinados a la escuela, en la que entre otras características propias se encuentra el particular lugar que ocupan los procesos de intermediación. De allí que los libros de texto, los de literatura infantil y juvenil de prescripción escolar y las plataformas digitales educativas —la llamada edición escolar—sea uno de los segmentos más complejos del variado universo de productos editoriales.
Una complejidad bien compleja
En primer lugar, la edición escolar impone una complejidad única y tiene que ver con el hecho de que sus productos deben pasar por el tamiz de la currícula que impone la autoridad educativa. Como ningún otro producto del variado universo editorial, sus contenidos —científicos o literarios— deben atravesar por una doble “aduana”. Por un lado, deben responder a los lineamientos curriculares pero, además, sus contenidos —especialmente los científicos— deben ser intervenidos didácticamente —porque serán utilizados en situaciones de enseñanza-aprendizaje— y también procesados o adaptados a las diferentes edades de los lectores a lo largo de la vida escolar.
Sean los libros cuya finalidad es la de enseñar a leer y a escribir o los de materias como Matemática, Física o Química propias de la escuela secundaria; sea la necesidad de cubrir —también según las edades— la variedad de los géneros propios de la literatura, todo catálogo de materiales destinados a su uso en las aulas plantea exigencias específicas que los editores deben atender.
En segundo lugar y por lo dicho anteriormente, todos los productos editoriales escolares demandan un atento cuidado de sus aspectos visuales y materiales. Así, por ejemplo, la enseñanza de las ciencias exige que la edición intervenga no solo sobre los textos sino que también opere con la amplísima gama de recursos visuales indispensable para ello (ilustraciones, cartografía, fotografías, documentos, gráficos, cuadros, tablas, etc.).
Por su parte, la literatura infantil reclama siempre la convocatoria a ilustradores, lo cual le exige al editor cuidar los aspectos visuales tanto como los textuales. En ambos casos, la incorporación de estos recursos gráficos debe contemplar un envase, o maqueta, que los contenga funcional y estéticamente y, a su vez, una cuidada plasmación material final de los productos, sea física o digital.
Pero la complejidad que convierte a la edición para la escuela en una de las más exigentes —también desde el punto de vista de su inversión económica—, reside en la particularidad única de su lector, como se sabe, razón última tanto de autores como de editores. También aquí, cualquiera de los géneros editoriales destinados a la escuela plantea a sus editores la particularidad de pergeñar un producto e intervenir editorialmente en él teniendo delante de sí la paradoja de que el lector final de sus productos no será quien lo elija.
En efecto, en todos los productos de la edición escolar existe un lector final (el alumno) pero, también, el que podría denominarse como “lector interviniente”. Se está haciendo referencia aquí al docente —individual, grupal o institucionalmente considerado según los casos—, que es quien selecciona el material que considera más adecuado para el trabajo con sus alumnos, los lectores finales.
Sea por expresar el indispensable encuentro entre contenido científico adaptado editorialmente con perspectivas didácticas; sea por la demanda que pesan sobre sus piezas desde el punto visual y material o, finalmente, por la complejidad en la figura de sus lectores, la edición escolar reúne característica que le son bien propias.
Conocer sus implicancias puede resultar de gran utilidad tanto para los autores como para los usuarios. Pero analizar y tener presente la significación de sus «razones editoriales», resulta decisivo para quienes deben ponerlas en práctica: los editores.
Sociólogo de la Universidad de Buenos Aires y formador de editores como coordinador del curso Gestión de la Producción Editorial en la Fundación Gutenberg, Diego Barros comenta en la siguiente entrevista acerca de la formación del editor de materiales educativos, así como algunos puntos que tocará en el curso que dictará en la Escuela de Edición de Lima.
En cuanto a la edición de materiales educativos ¿cuál es el perfil del profesional de este rubro editorial?
En el mundo de la edición se requiere la experiencia propia del saber editorial con muchos componentes y herramientas generales. Normalmente, un editor es alguien que tiene una experiencia previa en alguna especialidad y, salvo que se dedique a editar un material específico —por ejemplo, los médicos que en algunos casos se dedican a la edición de libros de medicina— posee un conjunto de herramientas y un modo propio de aproximación a los materiales. Esas sapiencias van acompañadas de la colaboración y la participación de equipos. En el caso del libro y los materiales educativos, se encuentran mediados por lo didáctico, debido a que están previstos para ser elaborados en situaciones de enseñanza-aprendizaje. Si bien la mirada didáctica es indispensable, no quiere decir que el editor debe estar formado necesariamente en ciencias de la educación o que tenga una capacitación específica en didáctica. Es bueno que conozca este instrumental, pero además debe estar reunido y formar parte de un equipo de profesionales provenientes del mundo de la didáctica. Lo mismo ocurre con los contenidos, pues, de ser algo muy específico los editores solo podrían editar aquello en lo que están formados. En mi caso, provengo del campo de las ciencias sociales, pero con las herramientas editoriales puedo abordar materiales de diferente tipo.
El material educativo como tal, o los libros del sector, tiende a relacionarse casi siempre con la escuela, sea por los cursos de matemáticas, lenguaje, entre otros. Pero, digamos que el concepto va más allá.
Totalmente y esa es parte de la complejidad que tiene la edición de materiales destinados al sector educativo. Claro que hay otro tipo de complejidades o especificidades que tienen que ver más con un tema comercial, pero lo cierto es que los materiales educativos están cruzados por un triángulo en el que convergen la mirada disciplinar, es decir la del contenido específico, la mirada didáctica y la mirada propiamente editorial. En el caso de la didáctica, uno de los grandes desafíos que tiene que ver con la escuela en toda su extensión (desde la educación básica hasta la superior), es lo que se conoce como trasposición didáctica, lo cual significa procesar un contenido científico específico para un destinario que no es científico, pero que debe tomar contacto con dicho contexto. Este proceso de trasposición lo aportó el francés Yves Chevallard, didáctico de la matemática, quien después lo aplicó un poco más allá de la edición específica para textos matemáticos. Esto es válido para cualquier disciplina.
Sabemos que el editor habla a través de su catálogo. En el caso del sector educativo, ¿cómo se compone el catálogo de un emprendedor editorial de este tipo? Recordemos que la editorial es el catálogo.
Es muy cierto lo que decís. Parafraseándote un poco a vos, yo siempre digo que el catálogo es el documento de identidad del editor. Uno mira su catálogo y puede darse cuenta cómo piensa o hacia dónde va su propuesta. Considero que en el mundo de la edición escolar los catálogos también deben tener esa impronta, pero convengamos en algo, entrando un poco a esta especialidad de la edición. Existe algo que es como una aduana, una gran barrera llamada currícula. Los editores de materiales para la escuela están sobre determinados por una dimensión muy importante que tiene que ver con los contenidos prescriptos específicamente por la autoridad educativa, para su enseñanza en cualquiera de los niveles. Es decir, uno sabe perfectamente que está previsto en un primer grado de la enseñanza primaria para que un chico salga leyendo y escribiendo. Para eso hay una didáctica específica y un procesamiento editorial de materiales.
En tal sentido, hablamos ya de una generación de contenidos y la aplicación de herramientas en la edición de textos y materiales educativos. ¿Cuáles son esos mecanismos que maneja el editor de este rubro?
El editor de materiales educativos debe conocer, en primer lugar, los contenidos curriculares de la materia que va a editar. Salgámonos un poquito del libro de texto propiamente dicho y entremos un minuto en la literatura, por ejemplo. Es muy importante conocer los modos en los que se enseña hoy literatura y cuáles son las corrientes más actualizadas en la enseñanza de esta materia, pensando en si hay un editor que está desarrollando un catálogo de literatura específicamente prescrita para la escuela. Hay una literatura que está determinada por las necesidades curriculares y las necesidades del lector en la situación del aula. Entonces, estamos frente a un conocimiento que el propio editor adquirió a lo largo del tiempo, en el caso que no esté formado en literatura o en la didáctica de la misma. También se da el caso de la incorporación de figuras y otros tantos elementos, de ahí que la edición para la escuela es muy compleja desde el punto de vista intelectual y material, pues requiere de las destrezas de conocedores específicos de estas cuestiones. Por otro lado, a la hora de tomar decisiones sobre qué textos son los más adecuados curricularmente y en función del nivel evolutivo de los alumnos, existe una dimensión didáctica a tener en cuenta. No sería lógico que un estudiante que recién está empezando a leer se aventure a repasar una obra de teatro de García Lorca, que está exigida en la currícula de cuarto año de secundaria.
Por lo general se asocia también al material educativo con la literatura infantil y juvenil. ¿Por qué se da este encasillamiento? Digamos que el concepto es mucho más amplio.
En el mundo editorial, en general, hay géneros y formatos específicos. Los manuales de cátedra en la universidad son un tipo de género editorial. En el mundo de la escuela, justamente por las exigencias y la situación del aula, así como por las exigencias curriculares, se han impuesto a lo largo del tiempo determinados géneros que son específicos del mundo de la escuela. El libro de texto, o a veces llamado manual, es un ejemplo, y la literatura prescrita para la escuela también. Ahora, para adentrarnos un poquito en el mundo digital y no quedarnos solamente en el formato analógico, las plataformas, que son un complemento muy importante para el trabajo del docente en el aula, también requieren de una mirada editorial y un editor podría empezar a pensarlas como un nuevo género editorial en el marco de la edición digital. Pensar en una secuencia didáctica, pensar en una forma de subida de contenidos, incluyendo materiales audiovisuales, también exige un tipo de género editorial propio de la escuela.
Y ahí la didáctica es la que determina las necesidades justamente de este lector tan complejo del que no hablamos todavía, es decir, del lector específico de libros y materiales educativos. Cuando un editor piensa en la edición de una novela, por defecto está pensando también en el lector, es decir, no hay mediación. En el caso del sector educativo hay que pensar que el consumidor del producto no lo elige directamente. Esta es la complejidad en la figura del lector y de la edición escolar. El que elige es un lector interviniente, por llamarlo de alguna manera, que es el docente. Si el libro que eligió representa mejor su modo de trabajo o considera que coadyuvará al cumplimiento de sus objetivos, se genera recién la elección del texto que recibirá el lector final. Esto tiene consecuencias o efectos en el modo de comercialización del producto. Pero eso lo hablaremos en extenso en el curso que daré en la Escuela de Edición de Lima (del que nos ocuparemos más adelante).
La tecnología, ¿representa una gran oportunidad para el editor de libros y materiales educativos, así como un complemento a su labor? En tiempos de inteligencia artificial quizá no sea posible soslayar esta tecnología inmersa ya en el tema de la generación de contenidos.
Opino que debería tomarse como un complemento. En realidad, todo esto un verdadero working progress. En general, la introducción de nuevas tecnologías no ha servido para desplazar, complementar o transformar los modos habituales de procesamiento de contenidos, sino que generó una gran interrogante: si los docentes están lo suficientemente capacitados como para darse cuenta de cuanto hay de positivo o negativo con este tipo de incorporaciones a su propia práctica. A la escuela se le acusa casi siempre de ser un espacio conservador y resistente a estos cambios. Eso a veces es bueno y en ocasiones no. Lo cierto es que una vez más la responsabilidad recae en manos de los docentes. Asimismo, también es necesario hacer una distinción entre la escuela secundaria y la primaria, que son dos sub universos bastante diferentes, para saber si la inteligencia artificial, a futuro, golpeará mucho más rápido a la edición de materiales para adolescentes o generará cambios radicales en los productos para niños.
Respecto al curso de Edición de Libros y Materiales Educativos que dictarás en la Escuela de Edición de Lima, ¿por qué los profesionales del sector educativo y de otros ámbitos deberían llevarlo? Uno puede ser docente, pero no necesariamente tener la mirada editorial para elaborar productos de este tipo.
Hay varias razones. La primera es porque al interior del campo editorial hay muchas más instancias de formación universitaria o preuniversitaria. Lo cierto es que la edición es una especie de profesión a la que uno ingresa por la ventana y se aprende el oficio precisamente haciéndolo. Esto implica cierta formación desde el punto de vista profesional. Soy un gran defensor de la necesidad profesional de la práctica editorial y me adhiero totalmente a lo que se dice respecto a que es difícil que un editor sea bueno si no es curioso, inquieto o si no está actualizado. En lo que suelo llamar razones editoriales específicas, hay cosas que tienen que ver con el saber específico del editor que no tienen ni los didáctico ni cualquier otro profesional.
La segunda cuestión tiene que ver con lo que veníamos hablando anteriormente respecto a que más allá de las herramientas universales de la práctica editorial, el mundo de la edición escolar tiene diversas cuestiones específicas, como los criterios profesionales, con los cuales los editores armamos determinados catálogos o colecciones, teniendo en cuenta la perspectiva didáctica. Es importante que como profesionales de la educación conozcamos estos aspectos. Me ha pasado que a veces genera sorpresa cuando uno explica todo el conjunto de elementos o la serie de decisiones que hay detrás ya no solamente de un catálogo, sino inclusive hasta de un solo libro, respecto a cómo se definen las etapas de producción o la elección de la tipografía —porque no es lo mismo hablar de tipografía que de un cuerpo tipográfico—.
Por ejemplo, no es lo mismo pensar en un material para un chico que está aprendiendo a leer y a escribir, a uno que ya maneja ambas actividades. He ahí una diferencia fundamental y una decisión netamente editorial. Un amigo me dijo una vez que si edité un libro de texto podía editar cualquier cosa. Por eso me parece importante que se ceda un espacio para la formación. En este caso, el curso consta de ocho clases en las que partiremos de lo general a lo particular, no sin antes advertir que hay cosas que son universales y generales en el trabajo editorial, pero llegado el caso surgen saberes y prácticas específicas en función de este género tan singular. Editores y docentes son los destinarios principales de este curso, con esa doble mirada de la que hablamos, pero también para todos aquellos profesionales apasionados por la enseñanza y la labor editorial. Imagino un espacio en este curso en el que se produzca un encuentro entre esas dos miradas: la del aula, desde la experiencia del vínculo cotidiano con los alumnos, y la de los editores, respecto a la medida en que se tiene en cuenta el libro y las dimensiones profesionales de cada uno.
Docente de la Escuela de Edición de Lima redactora del Poder Judicial, Alejandra Bravo comparte en la siguiente entrevista los perfiles, desafíos y lineamientos que rigen el trabajo del redactor de textos jurídicos.
Cuando hablamos de textos jurídicos solemos pensar en escritos conformados por un lenguaje denso y muy especializado. En tal sentido, ¿el desafío de un redactor de este tipo de textos es trasladar esto a palabras sencillas?
Claro, ese es justamente el trabajo de un profesional del sector jurídico. No solamente los abogados escriben dentro de ese contexto, sino también profesionales provenientes de otras especialidades. Por tanto, es necesario que tengan la destreza de simplificar los textos, ya que muchas veces son muy densos y oscuros, incluso en algunos casos no cumplen su función comunicativa. Al no conseguirse este objetivo, esa densidad genera un agotamiento en la lectura. Por eso hay que tener sumo cuidado al redactar este tipo de textos, evitando generar esa densidad característica de estos escritos. Lamentablemente, los abogados se han hecho famosos por construir sus mensajes en base a párrafos farragosos y oraciones muy extensas y subordinadas.
En ese sentido, Alejandra, ¿cuál crees que es la principal destreza del redactor de textos jurídicos?
Lo principal es manejar el lenguaje jurídico. Muchas veces los abogados no lo dominan, debido a diversos factores. En la trayectoria académica de estos profesionales no se les enseña propiamente a redactar en dicho ámbito, sino que se imparten conceptos generales en cuanto a redacción. Ellos necesitan un método de redacción especializado. Esa destreza del uso del lenguaje jurídico, tanto en la arista gramatical como ortográfica, les ayudará mucho al momento de redactar sus textos, consiguiendo la concisión y claridad que necesita.
¿Cuáles son los productos que se derivan de este tipo de redacción?
El redactor de este tipo de textos proviene de distintas especialidades. Por ello, los productos pueden ser diversos, como una sentencia o una resolución. También hay abogados del ámbito administrativo que redactan documentos como oficios, informes o memorándums. Lo que se requiere es que los escritos jurídicos sean accesibles para el receptor, pues muchas veces abogados o distintos profesionales del derecho no piensan en la recepción de estos textos. Se puede manejar un lenguaje jurídico entre colegas, pero es diferente escribir para el público en general, que desconoce de latinismos, tecnicismos y otros elementos del campo legal.
Algunos podrían pensar que la sencillez rivaliza con la elegancia que caracteriza a los textos jurídicos.
Por el contrario, yo pienso que realza la elegancia. El hecho de que haya más cantidad de contenido no implica calidad. De hecho, en este tipo de escritos se debe priorizar la calidad del texto más que la cantidad. Al escribir de manera precisa y concisa le damos un plus a esa elegancia, porque al escribir textos muy extensos —como las clásicas citas del ámbito jurídico, que son extensas y abarcan más de un párrafo— corremos el riesgo de reducir la calidad. La sencillez se expresa también en textos claros y accesibles, pues la mayoría de los escritos del ámbito jurídico están direccionados a ciudadanos que no están familiarizados con este lenguaje.
Se habla de aplicaciones de técnicas y métodos para redactar textos jurídicos. ¿Cuáles son, por mencionar algunas?
Debemos considerar, en principio, que el lenguaje jurídico es básicamente argumentativo, por tanto, se deben aplicar técnicas argumentativas, previo conocimiento del lenguaje del ámbito legal. Si es que uno emplea párrafos muy extensos, oraciones largas o abusa de gerundios y latinismos, probablemente confeccionará un texto que no sea idóneo. Las técnicas también se aprenden llevando cursos especializados y, lamentablemente, los abogados muchas veces menosprecian estas capacitaciones, debido a que creen conocer la materia. A mí me ha sucedido que muchos abogados tienen consultas, pese a que provienen del campo de las letras, por eso considero que es indispensable que se capaciten constantemente y se mantengan actualizados en cuanto a las normas lingüísticas que cambian cada cierto tiempo.
Sabemos, Alejandra, que vas a dictar un curso de Redacción de Textos Jurídicos en la Escuela de Edición de Lima. ¿Qué encontrará el estudiante en esta asignatura?
Tengo el placer de dictar una vez más el curso de Redacción de Textos Jurídicos. Los participantes aprenderán a dominar las reglas ortográficas y qué vicios del lenguaje no deben cometer, ya que muchas veces se observa en este tipo de redacción el uso de los gerundios, las subordinadas, la voz pasiva, entre otros. Asimismo, veremos algunas actualizaciones de la norma, como el uso de los pronombres, el empleo de tildes y otras tantas. En este curso también analizaremos los vicios principales del ámbito jurídico, a través de casos prácticos. Es una gran oportunidad para los profesionales, así como también para los especialistas del ámbito legal, ya que se requiere que estén capacitados sobre el correcto uso del lenguaje jurídico.
En el siguiente artículo, Luis Miguel Espejo, docente de la Escuela de Edición de Lima, define una serie de conceptos respecto a la claridad y otros aspectos que deben revestir a un texto, en favor de los lectores.
Por Luis Miguel Espejo
Tratamiento del léxico y la expresión
Todos sufrimos al leer textos defectuosos por una serie variada de motivos. En ocasiones, algunos de estos motivos pueden ser solucionados de un modo sencillo, pero siempre que hayamos detectado dónde está la raíz del problema. Para redactar textos aceptables y efectivos, debemos concentrarnos en la búsqueda de la claridad. Sin embargo, la experiencia nos muestra que a veces estamos obligados a releer un párrafo, una idea o un artículo completo (y ciertamente no porque sean hermosos o de factura superior). ¿Por qué ocurre esto? ¿A qué debemos prestarle atención cuando planificamos, redactamos o corregimos nuestros textos? Veremos estas y otras cuestiones relacionadas en las siguientes líneas, y pondremos especial atención a la expresión escrita sencilla y un léxico adecuado.
La comunicación escrita puede ser efectiva o defectuosa, según cómo hayamos planificado nuestro texto. Por supuesto, esto no nos exonera de caer en ciertos vicios del lenguaje (involuntarios). Ambigüedades, arcaísmos, cosismos, cacofonías, barbarismos, muletillas y pleonasmos se encuentran entre los más populares, pero esto aún no nos debe preocupar.
Al comunicarnos por medios escritos, estamos obligados a hacer un checklist esencial que siempre recuerdo a mis estudiantes en la EEL: (i) ¿qué quiero decir?, (ii) ¿a quién se lo quiero decir?, (iii) ¿por dónde me va a leer? Con esta información básica es mucho más sencillo definir el texto completo, pues definiendo el tema, el lector ideal y el medio por donde leerá nuestras ideas, la elección del formato y el tratamiento del contenido nos facilitará enormemente la redacción.
También conviene recordar el propósito de la redacción: que nuestros lectores nos comprendan a la primera lectura. Para lograrlo, necesitamos apostar por la claridad, la mejor garantía de cumplir con este propósito. Una redacción clara es muestra de generosidad, de consideración… es una manera de decirles a los lectores: «Estimados, he estado pensando en ustedes y por eso he planificado, escrito y editado estas palabras; para que no sea necesario que las relean». Un texto «desconsiderado», en cambio, obliga a desentrañar el sentido de las palabras y, a veces, deja a los lectores en una oscuridad cavernaria, insalvable.
La revisión del texto
Para mejorar un texto poco claro debemos revisar el léxico. Sí. Es casi el nivel más básico de la escritura, pero muchos de los vicios en la redacción se resuelven en este nivel: las palabras adecuadas garantizan la comprensión inmediata y, al contrario, las palabras comodín, «gaseosas», indefinidas o los rodeos o circunloquios solo aportan confusión o, en el peor de los casos, sugieren la inseguridad de los autores y de sus contenidos. Si en lugar de «Tenemos que hacer muchas cosas urgentes» dijéramos «Debemos entregar estos archivos antes de la una», ningún lector tendrá dudas. Tenemos suficientes palabras en nuestra lengua para decir exactamente lo que queremos decir; no hay excusa. Así dejaremos de recurrir a los conocidos «el tema de», «la cosa que», la fórmula «poder + V», «lo que es…», y un largo etcétera de combinaciones que a la larga no dicen nada.
Los lugares comunes, por su parte, también operan como muletillas que le dejan al lector una sensación de clichés trillados, que han perdido su sentido a punta de tanta repetición. Frases como «a lo largo y ancho del país», «se hizo un silencio sepulcral» o refranes populares pueden parecer recursos muy usados, pero en el fondo delatan que los autores carecen de creatividad o sinceridad. ¿Cómo evitarlos? Con una revisión cuidadosa y con lecturas habituales de calidad estaremos mejor preparados para pulir algunas secciones que caigan en estas frases hechas.
Recomendaciones finales
Un lenguaje directo debería evitar, pues, rodeos, pleonasmos, ambigüedades y eufemismos (excepto cuando el decoro así lo exija). En suma, evitar —si se me permite— las evasiones. De este modo, descubriremos que muchos textos necesitaban menos palabras para decir casi lo mismo.
Por último, así como debemos alejarnos de la expresión simplona o facilista de palabras «baúl», conviene también estar prevenidos contra el lenguaje excesivamente afectado y la expresión huachafa. Vamos por partes: el exceso y el defecto van en contra de la claridad en la redacción. Hemos visto que se pueden evitar vicios derivados de un léxico pobre, pero también podríamos pecar por un léxico o una expresión demasiado ornamental, llena de fórmulas grandilocuentes que recuerdan a las fachadas barrocas del siglo XVII. Los términos rebuscados como «occiso», «insulso», «onomástico» o «sempiterno» quizás puedan sorprender a lectores desprevenidos, pero lo que consiguen estos textos es atarantar al lector y obligarle a hacer una pausa en su lectura, que debería ser fluida. No se trata de llamar la atención sobre lo que nosotros queremos, sino de poner por delante lo que necesitan los lectores. Recordemos que la idea es ser generosos con los lectores, y la generosidad va en sentido opuesto a la mezquindad y al ego.
Todos ganamos con este cuidado en la expresión clara: redactores, lectores, correctores, editores… Debemos estar atentos a (o más bien “vacunados contra”) estos vicios que reproducimos por aparentar un estilo culto que no siempre dominamos, y que los lectores casi nunca piden ni agradecen. Procuremos la expresión directa, amable y considerada que está al alcance de todos.
El conocimiento y la comprensión de los derechos de autor de los creadores es esencial para proteger y promover la integridad de sus obras en un entorno digital.Dante Antonioli Delucchi, docente de la Escuela de Edición de Lima, presenta en el siguiente artículo algunos puntos importantes sobre el tema.
Por Dante Antonioli Delucchi
En la actualidad, la mayoría de nuestras actividades creativas se mueven en entornos digitales. En cada rincón de la internet, encontramos desde videos virales hasta obras de arte manipuladas digitalmente. Sin embargo, en este vasto océano de expresión creativa, los derechos de autor de los creadores digitales parecen estar en un terreno desconocido. Su difusión y conocimiento es fundamental, no solo para preservar la integridad de las obras y protegerlas, sino también para promover un entorno en línea más justo y respetuoso.
La falta de conocimiento sobre los derechos de autor entre los creadores digitales es preocupante. Muchos desconocen los principios básicos que rigen la propiedad intelectual y la manera de salvaguardar sus obras en un mundo digitalizado. Este vacío de información no solo deja a las creaciones vulnerables a la infracción y al uso no autorizado, sino que también dificulta el reconocimiento y la valoración del trabajo creativo.
Los derechos de autor en internet protegen el contenido creado por los autores originales, según lo establecido en las leyes de propiedad intelectual de cada país. Estos derechos abarcan los, relacionados con la compensación económica por el uso de las obras (derechos patrimoniales) y el reconocimiento de la autoría o las decisiones sobre la distribución (derechos morales). Es esencial entender que los derechos de autor surgen automáticamente al crear una obra original, sin necesidad de registro. Por lo tanto, el uso de contenido en internet sin considerar su autoría y las condiciones de uso puede constituir un delito contra la propiedad intelectual, según la mayoría de los código penales.
¿Es importante conocer este tema de derechos?
La educación en derechos de autor ayuda a los creadores digitales a comprender la importancia de proteger su propiedad intelectual. Por ejemplo, muchos creadores suben su contenido a plataformas en línea sin tener en cuenta los términos de uso y las licencias, lo que puede permitir su reproducción indiscriminada y la explotación (monetización) de un contenido por parte de terceros, sin siquiera saberlo. En este sentido, una mayor conciencia sobre cómo registrar y proteger legalmente su contenido puede ayudar a los creadores a salvaguardar sus creaciones y a asegurar que reciban el reconocimiento y la compensación adecuados por su trabajo.
La falta de educación en derechos de autor también puede tener un impacto económico negativo en los creadores digitales. La piratería y la violación de derechos de autor son prácticas generalizadas en línea, lo que significa que los creadores pueden perder ingresos significativos debido a la distribución no autorizada de su contenido. Un estudio reciente encontró que la piratería de contenido digital causa pérdidas de más de cien mil millones de dólares a la industria del entretenimiento cada año. La educación en derechos de autor puede ayudar a los creadores a comprender cómo monetizar su contenido de manera legal y ética, evitando así pérdidas financieras y fomentando un ecosistema digital más sostenible.
La educación en derechos de autor abarca una serie de aspectos cruciales. En primer lugar, es fundamental que los creadores digitales comprendan los diferentes tipos de derechos de autor y cómo se aplican a sus obras. Desde imágenes y videos hasta música y textos, cada forma de expresión tiene sus propias reglas y consideraciones legales. Además, es esencial conocer las opciones de licencias disponibles que permiten a los creadores otorgar ciertos derechos a su audiencia mientras mantienen el control sobre el uso de sus obras.
Más allá de la comprensión teórica, la educación en derechos de autor también implica el desarrollo de habilidades prácticas para proteger y hacer valer estos derechos. Esto incluye aprender cómo registrar obras para una protección legal más sólida, cómo detectar y enfrentar la infracción de derechos de autor y cómo negociar acuerdos de licencia justos en el ámbito digital.
Una serie de beneficios
Los beneficios de una mayor educación en derechos de autor son abundantes. No solo protege las creaciones individuales de los creadores digitales, sino que también fomenta un ambiente en línea más respetuoso y colaborativo. Cuando los usuarios comprenden y respetan los derechos de autor, se promueve una cultura de reconocimiento y valoración del trabajo creativo, lo que a su vez estimula la innovación y la producción de contenido de alta calidad.
Además de proteger su propiedad intelectual y sus ingresos, la educación en derechos de autor puede ayudar a los creadores digitales a diversificar sus fuentes de ingresos. Por ejemplo, muchos creadores no están al tanto de las diferentes formas en que pueden monetizar su contenido en línea, como a través de la publicidad, las suscripciones, el patrocinio y la venta de productos digitales. Al comprender cómo funcionan los derechos de autor y las licencias, los creadores pueden aprovechar al máximo estas oportunidades y maximizar sus ganancias en línea.
Para lograr una mejora significativa en la educación en derechos de autor, es necesario un esfuerzo conjunto de diversas partes interesadas. Las instituciones educativas deben integrar el tema en sus programas de estudio, los gobiernos deben promover campañas de concienciación y las plataformas digitales deben implementar políticas y herramientas que faciliten el cumplimiento de los derechos de autor.
En última instancia, la educación en derechos de autor no solo protege su creatividad, su propiedad intelectual y sus ingresos, sino que también fortalece los cimientos de una cultura digital más ética y sostenible. A medida que la creación de contenido digital continúa expandiéndose, es crucial que los creadores comprendan sus derechos y responsabilidades para poder prosperar y hacer valer su creatividad en línea.
Cesar Augusto López, docente de la Escuela de Edición de Lima, nos presenta una interesante reseña sobre la más reciente obra de la autora piurana Erika Aquino.
Cuando caen las aves, cae también el universo todo.
Demolición de las aves es el segundo poemario de la piurana Erika Aquino. Cuenta con treinta poemas caracterizados por presentar sus títulos hacia el final de cada pieza. Esta no es una disposición común, pero puede responder al título del conjunto. Después del fin de las aves, la caída es inevitable. Para aproximarnos a la presentación de la poética de Aquino, nos parece necesario meditar sobre la ascendencia de lo teológico en su escritura y cómo la mirada femenina construye una continuidad y crítica de sus formas, aún presentes en la escritura y con su expansión poética.
¿Qué quedaría después de las aves? Al parecer la caída e incluso la perdición o como menciona la voz poética sobre estos animales: «tropiezan estrepitosamente» (p.10). Lo que sucede después de la caída es imprecación, inasibilidad y devenir. El poemario es un canto dedicado a un tipo de final que no se tematiza, como se esperaría de modo clásico, sino que atiende a una suma de precipitaciones en la que aparecen más de una veintena de seres vivos entres animales, insectos y plantas.
La experiencia de la abolición del vuelo se aúna o hermana a la visión femenina que cuenta con su cuerpo, pero también el reclamo, ya sin la divinidad como garante: «¿Por qué no hundiste mi cabeza en el vientre materno/ y me ahogaste con su agua estancada?» (p.11). Sin duda, la presencia del doliente Job es inevitable en sus versos del diez al trece del capítulo tres del libro bíblico dedicado a su historia: «Porque no me cerró las puertas del seno materno ni ocultó a mis ojos tanta miseria. ¿Por qué no me morí al nacer? ¿Por qué no expiré al salir del vientre materno? ¿Por qué me recibieron dos rodillas y dos pechos me dieron de mamar? Ahora yacería tranquilo, estaría dormido y así descansaría…». El parecido es innegable, pero el devenir femenino no se ciñe a la mirada de lo humano-masculino, sino que, a través del cuerpo, amplía la experiencia junto con toda la creación, quizá como San Pablo mencionaba en su carta a los Romanos: «Sabemos que la creación entera, hasta el presente, gime y sufre dolores de parto» (8, 22).
¿Cuál sería la poética que se nos presenta en Demolición de las aves? A cuenta de riesgo, consideramos que, fuera de un posible nihilismo en los poemas, es la caída misma la que se encuentra presente en los poemas; el reconocimiento de su inevitabilidad en el que la memoria juega un papel preponderante como en la imagen del cuidado de la leche y la relación con la madre en el poema «La teoría de las cuerdas es una vibración en las hornillas». La caída también se encuentra en la culpa, un tópico clásico de la poesía que enlaza a Aquino con Vallejo, incluso. La conciencia de la caída es siempre más de una sola percepción, ya que la voz poética nos dice que «Rasgarse es la forma milenaria/ de resistir la culpa de ese otro/ que nos devuelve nuestra propia mirada» (p. 19). Hasta en la experiencia cinematográfica es posible percibir una huella de aquella ausencia de armonía que atraviesa la poética del libro; la belleza del fracaso, tal vez.
Imposible no reconocer la presencia clara de lo erótico y lo orgásmico como algo más que solo una marca solitaria o culposa, sino como un registro del pasado que se actualiza junto a animales, insectos y prostitutas: «Desmembrada así/ castigué a dios en una esquina/ y aprendí a acariciar con mi boca» (p. 27). Lo sagrado es tomado por asalto desde la particularidad de la perspectiva poética. No es una rebeldía o crítica mecánica, sino que todo está sujeto a una invasión de muchas presencias como en el poema «El Bing bang asfixiándose por las gaviotas» (p. 29).
No es, pues, lo teórico aquello que se enfrenta a lo divino o a lo cósmico, sino lo sensible y su constante relación con el recuerdo de diversas intensidades. Por ende, es un recorrido que también acoge a un demiurgo derrotado con el que se puede establecer una conexión emocional y, acaso, problemática en torno a una relación fracasada con todo, incluso con la divinidad cuando se menciona que «dios impreca su creación demente/ Acá el mismo dedo/ escribe las imprecaciones de dios» (p. 31).
Creemos, así, que la demolición de las aves podría ser el derrumbamiento de lo trascendente, aquello que va más allá de uno y por lo que se pugna en el mito cristiano. El más allá de la propuesta de Aquino puede ser un más acá en el que la derrota podría ser un paso hacia una especie renovación, aunque no se puede percibir tal realidad en el poemario. Esta es solo una observación o casi sugerencia de quien escribe la reseña, pero que nada tenga que ver con los versos del conjunto presentado en esta ocasión.
Es posible encontrar el desdoblamiento de un nuevo orden en el libro, siempre a partir de la dispersión o derrumbamiento de la inocencia, de lo equilibrado, de los primeros momentos, de la propia luminosidad. No es un nacimiento feliz, muy por el contrario, es la divergencia de un mundo que ya no contaría con el garante teológico y, por ese motivo, tocaría reconocer las sensaciones, darles su lugar, aunque sea por oposición después de que se nos comparte lo siguiente: «Afligir la advertencia del dedo/ en la decimocuarta estación/ en la que un hombre me levanta la falda/ y hunde su cruz en el sepulcro» (p. 49).
A pesar del aliento modernista o vallejiano del verso citado, se nos confiesa un hecho específico de violencia en un contexto de cierto carácter de expiación, pero para el que queda solo la muerte como prenda. No se nos conduce hacia el odio, sino al reconocimiento del fin y un nuevo régimen claro en el poema «Manifiesto de una piedra», en el que se nos dice «Soy la guardiana del arrecife/ y también la otra Eva» (p. 51). Se desdoblaría, así, la visión de una sola narración mítica, sino que se recurre a la actualidad de Lilith y su presencia como toda una exterioridad a la versión oficial de la primera historia.
Insistimos que en Demolición de las aves no se nos presenta una visión lastimera o de víctima, sino que se reconoce el desmoronamiento causado por la incapacidad de retomar el vuelo (¿una ficción no tan precisa o insuficiente para la muy mortal contemporaneidad?). Se emprende así una evaluación total cuando se nos propone que el acabose fuera «como si los siglos me golpearan estrepitosamente/ y odiara el devenir del mundo» (p. 55). Aquella experiencia de la caída no es grata y consta a lo largo del poemario esa situación tensa de una sucesión infinita de finales en cada una de las piezas poéticas.
No es en vano el título del libro que invita al lector a preguntarse, creo que, en primer lugar, ¿por qué acabar con los pájaros? Creemos haber esbozado alguna respuesta en nuestra reseña, pero hay más por descubrir en el libro, el cual recomendamos, por reconocer su valor y muchos de sus despliegues sugerentes. Solo el lector podrá decidir su respuesta a esa destrucción que el libro invoca y por el cual no hay pierde, si nos adentramos en él, además de agradecer a Aquino por ser coherente en acompañarnos, sin mordazas o razonamientos exagerados, con una poética, también, de la crisis.
Traductora egresada del Curso Integral de Corrección de Estilo, Arlene Fritzen nos cuenta su experiencia en el CICErespecto a los docentes, la plataforma educativa, así como el intercambio cultural con estudiantes de distintos países.
¿Cómo nació tu interés por la corrección de estilo? Sabemos que eres traductora de profesión.
La corrección de estilo siempre ha formado parte de mi labor profesional. A menudo recibo textos académicos para traducir el resumen al español y/o al inglés, e incluso me piden que revise el texto de la tesis o del artículo. Además de portugués, corrijo textos en español e inglés. Por su parte, la traducción requiere una corrección de estilo tanto paralela como final. Desde este punto de vista, el traductor es también su propio corrector de estilo.
¿La virtualidad fue una ventaja para potenciar tu crecimiento profesional?
Por supuesto, porque de lo contrario no podría hacer un curso en otro país, a menos que fuera a vivir allí.
Cuéntanos tu experiencia respecto a llevar un curso a distancia (el Curso Integral de Corrección de Estilo) a través de nuestra plataforma interactiva.
La experiencia fue positiva porque la plataforma interactiva es práctica y fácil de usar.
¿Cuál consideras es la característica principal del CICE?
El alcance del programa de contenidos que va desde la morfología, la ortografía, la puntuación, sistemas de citación, entre otros, hasta las herramientas de tecnología para la corrección.
¿Qué opinas sobre la metodología de trabajo empleada en el curso?
La metodología me pareció objetiva y adecuada para cada una de las asignaturas por la experiencia docente de los profesores.
Coméntanos un poco sobre la experiencia de llevar un curso con participantes de otros países.
Los intercambios con estudiantes de otros países son interesantes y enriquecedores por la oportunidad de compartir conocimientos y experiencias.
¿Es necesario conocer los principales fundamentos de la corrección, aún si el alumno proviene de un campo ajeno al rubro editorial?
Sí, es sumamente necesario porque escribir bien y cuidar el estilo es esencial para cualquier profesional.
¿Podríamos decir que las destrezas adquiridas en el Curso Integral de Corrección de Estilo complementaron tu labor como traductora?
Estoy segura de que todo lo que he aprendido en el CICE complementa y contribuye a perfeccionar mi labor como traductora, especialmente en el uso del español.
Muchas veces nos preguntamos por qué es necesario escribir bien y aprender una gran cantidad de normas. Por ello, conozcamos la importancia de la buena escritura, así como los enfoques de reconocidos autores del campo lingüístico respecto a este tema.
Cuestión de imagen
Una persona que domina los fundamentos básicos de la escritura refleja su personalidad y actitud. Asimismo, un profesional que respeta las normas de ortografía no solo demuestra el orden lógico de sus ideas, sino que también inspira seguridad y confianza.
Sobre ello, Estrella Montolío, catedrática de Lengua Española en la Universidad de Barcelona, refiere lo siguiente en una entrevista ofrecida al diario El País: «[…] Nuestra escritura nos representa, así que es nuestra imagen. No podemos pensar: “Yo escribo cualquier cosa y ya está”. La persona que te lea va a hacerse una imagen de ti a partir de tu texto».
Mayores oportunidades profesionales
Los profesionales que cuidan la calidad de sus textos, aunque pase desapercibido muchas veces, están elaborando la mejor carta de presentación. No solo ello, sino que la buena escritura es la llave que abre la puerta hacia mejores oportunidades laborales. De hecho, escribir bien es una de las habilidades indispensables en cualquier campo de la vida laboral.
Desafíos constantes ante un mundo en constante cambio
En tiempos de inmediatez, muchas veces no caemos en cuenta de la responsabilidad que supone escribir, desde un corto y sencillo mensaje de texto, pasando por un post en redes sociales, hasta un informe profesional.
Sobre este punto, es muy importante tomarlo en cuenta, debido a que muchas personas, profesionales incluso, conciben la escritura de las redes sociales como una «tierra sin ley», en la que pueden obviarse los hábitos convencionales de la escritura.
Respecto a ello, José Martínez de Sousa, lexicográfico español, en una entrevista con la revista Prosofagia, señala lo siguiente sobre la inserción de la buena escritura en las redes sociales: «Mientras podamos acercarnos a ellas (las redes) con el convencimiento previo de que la que allí vamos a encontrar no es la ortografía estándar, no veo yo mucho peligro, porque son medios distintos. En el momento en que rechacemos esas grafías o bien en el momento en que esas grafías se desborden de su medio actual y “contaminen” el entorno considerado “puro” advertiremos que algo falla».
Por su parte, Estrella Montolío menciona: «Desde que han llegado las nuevas tecnologías, cuya base es fundamentalmente la escritura —el correo electrónico, Facebook, WhatsApp, etcétera—, la escritura se ha convertido en una habilidad mucho más transversal de lo que era hace 25 años. Antes había un porcentaje importante de profesiones en las que la escritura estaba prácticamente ausente. Ahora, en la sociedad de la información y el conocimiento, son muy pocos los profesionales que no tienen que escribir nunca».
Pero, ¿qué es escribir bien?
Componer una oración musicalmente atractiva, revestida con términos y palabras cultas, ¿es sinónimo de buena escritura? El debate sobre ello es amplio. Desde el punto de vista de Daniel Cassany, escritor, lingüista, filólogo y educador, escribir bien va más allá de la estética: «A simple vista sería escribir con las normas de gramática vigentes, pero es un objetivo muy pobre. Más que decir correctamente, deberíamos preguntarnos qué es escribir adecuadamente, o escribir para ser eficaces, para convencer, para gustar, para, de algún modo, informar de manera clara las cuestiones relevantes».
Por otro lado, Estrella Montolío refiere: «Escribir bien no tiene que ver con hacer frases poéticas. Escribir bien quiere decir elaborar documentos, textos, que cumplan los objetivos comunicativos para los que han sido diseñados. Si yo lo que quiero es hacer un wasap divertido, he escrito bien si el destinatario del wasap se ríe. Si lo que quiero es presentar un currículum vitae persuasivo, entonces ese CV ha cumplido su objetivo».
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Uno de los puntos clave de las estrategias de marketing digital es el manejo de contenidos a través de la redacción SEO. En el siguiente artículo, detallaremos por qué es necesario adaptar los escritos para web a esta técnica de escritura.
La redacción SEO consiste en generar contenidos pertinentes para los motores de búsqueda de la internet, mediante el empleo de palabras clave y el desarrollo de una estructura eficaz que permita al usuario interactuar de manera óptima con el texto.
Hoy en día, es necesario elaborar una estrategia de redacción de contenidos SEO, ya que esto trae consigo diversos beneficios para la empresa. A continuación, te detallamos algunos:
Tráfico optimizado
La redacción SEO, bien empleada, atraerá un mayor tráfico a tu web, consiguiendo posicionarla entre los primeros lugares en los resultados de búsqueda. Un contenido optimizado con estrategias SEO aumenta la visibilidad del sitio. Lo interesante es que todo se consigue de forma orgánica.
Conversiones potenciales
No solo es importante generar interacción entre el cliente y el contenido. De hecho, un contenido potenciado con técnicas SEO ayuda a incrementar la confianza de los usuarios, lo cual podría traducirse en una eventual venta de un producto o servicio.
Contenidos diversos
La redacción SEO puede aplicarse en múltiples tipos de contenido web, desde un artículo para un blog, hasta contenidos descargables como libros electrónicos. Cada uno de ellos cubre una necesidad específica.
En el caso de los artículos, por ejemplo, se utilizan para generar interés en los usuarios, así como para acompañarlos en la toma de decisión acerca de un proceso de compra. Si cubres sus objeciones, dudas e intereses, habrás conseguido un potencial comprador.
Motores a la expectativa
Una buena redacción SEO activa los radares de Google frente a un contenido fresco y dinámico. Y es que los motores de búsqueda detectan en cuestión de segundos un escrito que asegura una experiencia óptima al usuario.
Los redactores SEO deben producir sus contenidos pensando en la experiencia que vivirá el usuario frente a ellos, así como la autoridad y credibilidad que el texto debe inspirar en los lectores. De este modo, los primeros lugares en el explorador estarán asegurados.
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Juan Carlos Almeyda, docente del curso IA para correctores de la Escuela de Edición de Lima, nos presenta en este artículo algunos planteamientos respecto a la inteligencia artificial y el desafío que representa para los correctores integrar esta tecnología en su labor.
Cuando nos referimos a la integración de la inteligencia artificial (IA) en el ámbito de la corrección de estilo y la edición de textos, es habitual que esta se piense en términos de sustitución de los seres humanos en la asignación de tareas. En ese contexto catastrofista, es coherente la lectura que se le dio al difundido estudio «GPTs are GPTs», que supuestamente aseguraba la extinción de los empleos cognitivos no rutinarios.
No era así. Es más, aunque no profundicemos en esta investigación sobre el impacto generalizado que tendrían modelos como ChatGPT en el mercado laboral, sí es menester destacar la hipótesis de los evaluadores acerca de que los trabajos centrados en la ciencia y el pensamiento crítico tienen menos riesgo antes estos modelos de IA, en comparación con los relacionados a la programación y la escritura. Resaltamos esa última idea porque dicha afirmación parece contraponer estos dos grandes campos. ¿Acaso los trabajos vinculados al lenguaje, la redacción y la escritura nunca implican el ejercicio del pensamiento crítico?
La corrección, de acuerdo con Juan Luis Blanco, es el proceso de detección y eliminación de las interferencias que impiden o dificultan que el texto alcance su máxima eficacia comunicativa. En ese sentido, para que el texto logre su propósito, además de las competencias lingüísticas formales —el manejo de la gramática y la ortografía—, el corrector debe comprender el entorno comunicativo, las intenciones del autor, las expectativas del lector ideal, el género, registro o formato de la publicación, el funcionamiento del proceso editorial… Es decir, implica que el corrector haga uso de su criterio o juicio para distinguir lo relevante de lo que no lo es, en un contexto determinado, para lo cual el pensamiento crítico es ineludible. En este punto, cabe recordar que las palabras «criterio» y «crítica» comparten la misma raíz, el verbo griego krineín, que significa «juzgar»; es decir, desde sus orígenes estos conceptos estaban vinculados.
Si en la corrección de estilo debemos rechazar la visión del corrector «como un ser antipático, cerrado y autoritario» —en palabras de Nuria Gómez—, también es necesario tomar distancia del «tecnopesimismo» que asume que toda utilización de herramientas de IA supone sustitución laboral. En efecto, el uso de estas nuevas tecnologías, siguiendo a Carlos Scolari, debería entenderse en tanto «integración crítica» y no como «exclusión acrítica», lo que derivaría en una escritura caligráfica, manual, artesanal. Ahora bien, esto tampoco debe implicar la «integración acrítica» de la IA, propia de los tecnoptimistas, puesto que, en el campo de la edición y corrección de textos, la intervención humana es imprescindible.
La presencia del corrector, al interactuar con modelos conversacionales como ChatGPT, Copilot, Gemini o Claude, debe manifestarse tanto en la producción de textos de entrada o prompts, como en la interpretación de los textos de salida o respuestas del sistema. Por un lado, existen técnicas para que los algoritmos respondan de manera más eficiente y el usuario consiga aquello que está buscando específicamente; esto es lo que se conoce como «ingeniería de prompts».
Por el otro, los productos de los chatbots deben pasar por los procesos de evaluación —respecto a la construcción de los argumentos— y verificación —en cuanto al contraste de datos factuales—, como indica Lluís Codina, antes de ser tomados como las versiones finales de nuestros textos. Asimismo, en la actualidad, nadie más que el corrector humano será capaz de interpretar con minuciosidad matices y subtextos; detectar y corregir contenidos que puedan ser culturalmente sensibles o inapropiados; o personalizar el texto y adaptarlo al propósito comunicativo específico.
En la medida en que el criterio humano sea indispensable para trabajar con modelos de IA, podemos referirnos a la integración crítica de estas tecnologías. Sin embargo, esta no es la única forma para considerar esta relación entre la inteligencia artificial y el ámbito de corrección de estilo. ChatGPT y otros asistentes conversacionales similares están teniendo efectos en la edición, la búsqueda de fuentes académicas, la redacción académica, la escritura creativa.
En fin, sus consecuencias se irán apreciando en la misma concepción de escritura y lenguaje. Jorge Carrión, en su libro Los campos electromagnéticos, propone la idea de escritura artificial o automatizada, en tanto intervención cultural colectiva que implica una liberación racional. Al contrario, el historiador Yuval Noah Harari ve con sospecha cómo la inteligencia artificial ha adquirido capacidades de generación de textos, «hackeando» el sistema operativo de nuestra civilización. Por su parte, el filósofo Éric Sadin, en La inteligencia artificial o el desafío del siglo, cuestiona el valor de verdad oracular que se le otorga a las respuestas que ofrecen los nuevos sistemas de IA.
Los correctores, como celadores del lenguaje y garantía de que este cumpla eficazmente su propósito comunicativo, también debemos prestar atención a estas reflexiones. Asimismo, tenemos que ser conscientes de los cambios en nuestro contexto. En la actualidad, por ejemplo, vivimos una exagerada profusión de libros creados con IA y publicados en plataformas digitales de venta sin explicar su origen verdadero. De otro lado, en el Perú se ha establecido un sistema paralelo de compra-venta de artículos y tesis académicas de escaso valor científico-humanístico, pero útil para los fines extracadémicos de quienes los solicitan.
El empleo de herramientas de IA en un sistema perverso como el descrito podría ponernos en una situación aún más complicada que en la que estamos. Por ello, una vez más, los correctores de estilo debemos obrar con criterio y responsabilidad ética. La inteligencia artificial implica una revolución tecnosocial y, por lo tanto, requiere de los trabajadores de la edición el conocimiento de estas tecnologías y el pensamiento crítico para saber cómo utilizarlas.