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«Historia de un cañoncito». Una tradición de Ricardo Palma

El 7 de febrero de 1833 nace Ricardo Palma, escritor costumbrista y tradicionalista, conocido a nivel internacional por ser autor de las célebres Tradiciones peruanas. Hoy lo recordamos con uno de sus relatos más conocidos.

Si hubiera escritor de vena que se encargara de recopilar todas las agudezas que del expresidente gran mariscal Castilla se refieren, digo que habríamos de deleitarnos con un libro sabrosísimo. Aconsejo a otro tal labor literaria, que yo me he jurado no meter mi hoz en la parte de historia que con los contemporáneos se relaciona. ¡Así estaré de escamado! Don Ramón Castilla fue hombre que hasta a la Academia de la Lengua le dio lección al pelo, y compruébolo con afirmar que desde más de veinte años antes de que esa ilustrada corporación pensase en reformar la ortografía, decretando que las palabras finalizadas en «ón» llevasen «ó»acentuada, el general Castilla ponía una vírgula tamaña sobre su Ramón. Ahí están infinitos autógrafos suyos corroborando lo que digo.

Si ha habido peruano que conociera bien su tierra y a los hombres de su tierra, ese indudablemente fue don Ramón. Para él, la empleomanía era la tentación irresistible y el móvil de todas las acciones en nosotros, los hijos de la patria nueva. Estaba don Ramón en su primera época de gobierno y era el día de su cumpleaños (31 de agosto de 1849). En palacio había lo que en tiempo de los virreyes se llamó besamano, y que en los días de la república y para diferenciar se llama lo mismo. Corporaciones y particulares acudieron al gran salón a felicitar al supremo mandatario. Acercose un joven a su excelencia y le obsequió en prenda de afecto un dije para el reloj. Era un microscópico cañoncito de oro, montado sobre una cureñita de filigrana de plata: un trabajo primoroso; en fin, una obra de hadas.

― ¡Eh! Gracias…, mil gracias por el cariño, contestó el presidente, cortando las frases de la manera peculiar suya y solo suya.
―Que lo pongan sobre la consola de mi gabinete, añadió, volviéndose a uno de sus edecanes.
El artífice se empeñaba en que su excelencia tomase en sus manos el dije,
para que examinara la delicadeza y gracia del trabajo; pero don Ramón se excusó
diciendo:

―¡Eh! No, no, está cargado, no juguemos con armas peligrosas. Y corrían los días, y el cañoncito permanecía sobre la consola, siendo objeto de conversación y de curiosidad para los amigos del presidente, quien no se cansaba de repetir:

―¡Eh! Caballeros, hacerse a un lado, no hay que tocarlo, el cañoncito apunta, no sé si la puntería es alta o baja. Está cargado. Un día de estos hará fuego, no hay que arriesgarse, retírense, no respondo de averías.

Y tales eran los aspavientos de don Ramón, que los palaciegos llegaron a persuadirse de que el cañoncito sería algo más peligroso que una bomba Orsini o un torpedo Withehead. Al cabo de un mes el cañoncito desapareció de la consola, para ocupar sitio entre los dijes que adornaban la cadena de reloj de su excelencia. Por la noche, dijo el presidente a sus tertulios:

―¡Eh! Señores, ya hizo fuego el cañoncito, puntería baja, poca pólvora, proyectil diminuto, ya no hay peligro, examínenlo.

¿Qué había pasado? Que el artífice aspiraba a una modesta plaza de inspector en el resguardo de la aduana del Callao, y que don Ramón acababa de acordarle el empleo.

Moraleja: los regalos que los chicos hacen a los grandes son, casi siempre, como el cañoncito de don Ramón. Traen entripado y puntería fija. Día menos, día más, ¡pum! lanzan el proyectil.

Un breve repaso sobre la Ley de Chandler

Uno de los recursos narrativos más recurrentes por guionistas, novelistas e incluso cuentistas es la intensificación del conflicto. ¿En qué consiste esta técnica?

Por Marco Fernández

Hace poco empecé a releer algunos cuentos de Stephen King, específicamente los de la colección Pesadillas y alucinaciones. Si me lo preguntan, considero que es su mejor producción cuentística. Quisiera detenerme en uno de mis cuentos favoritos: «El último caso de Umney».

Podría decirse que es una versión yanki de la novela «Niebla», de Miguel de Unamuno. En la historia, el detective Umney Clyde se entera de que es un personaje ficticio cuando su creador, Sam Landry, acude a su despacho para revelarle los secretos de su origen.  

Landry afirma que, a menos que ponga las cosas por escrito, no hay manera de que Umney sepa siquiera el año en que nació. Lo curioso es que al escritor no le importa temporizar sus historias. Pues, «podríamos llamarlo Tiempo Americano Chandler. Funcionó a las mil maravillas con la mayoría de mis lectores y facilitó mucho las cosas desde el punto de vista de la copia y la modificación, porque resulta imposible precisar con exactitud el paso del tiempo».

Este fragmento llamó mi atención, pues se trataría de una de las tantas adaptaciones de la famosa Ley de Chandler. En principio, el concepto del tiempo americano no existe como tal, pero, cualquiera que haya leído a Raymond Chandler puede afirmar que las descripciones de este autor bastan para contextualizar sus historias —Los Ángeles de los años 30, del detective Phillip Marlowe—. Este recurso puede beneficiar a un escritor diestro en describir personajes y ambientes.

Lo interesante es que la Ley de Chandler tiene otros usos dentro del proceso de escritura. Uno de ellos sirve para romper los bloqueos argumentales, mediante la introducción de un elemento sorpresa en forma de amenaza —un hombre con un arma, por ejemplo, o un nuevo villano al acecho—.

En ocasiones se equipara este recurso con el diabolus ex machina, en el cual la trama se complica a favor del villano. Sin embargo, el objetivo principal de la Ley de Chandler es continuar con el relato de manera funcional. El riesgo es que la historia se alargue de forma innecesaria. Por lo general, los guionistas utilizan esta técnica para generar los famosos capítulos de relleno en una serie —ejemplos sobran, probablemente recuerden unos cuantos— cosa que no siempre termina bien.

El peligro y la destrucción son elementos que, bien colocados, pueden enriquecer los conflictos de los personajes y atrapar el interés del lector. Complicar al héroe, fortalecer al villano, intercambiar roles mediante situaciones extremas es una buena apuesta para quienes gustan componer relatos de largo aliento.

Un escritor avispado sabrá en qué momento abrir su caja de herramientas —parafraseando a King— para emplear la más adecuada. Así no sobrarán páginas, el lector obtendrá una historia bien construida y uno, como autor, ganará la experiencia necesaria para enfrentarse a futuras lides literarias.  

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«Carta a un reportero». Un microcuento de Antón Chéjov

Un día como hoy, en 1860, nace uno de los más grandes cuentistas y dramaturgos rusos. Considerado como el maestro del relato corto, aquí te dejamos una microficción de Antón Chéjov.

Esta semana hubo seis incendios grandes y cuatro pequeños. Se suicidó un joven por el amor apasionado hacia una dama, y esa misma dama enloqueció al conocer su muerte. El portero Guskin se ahorcó porque había consumido en exceso. El día de ayer se hundió un bote con dos tripulantes y un niño pequeño… ¡Pobre niño! En los jardines públicos de La Arcadia, le agujerearon la espalda a cierto comerciante y casi le rompen la crisma. Atraparon a cuatro ladronzuelos bien vestidos, y un tren de mercancías naufragó. ¡Lo sé todo, estimado señor mío! ¡Qué circunstancias tan diferentes! ¡Cuánto dinero tiene usted ahora y no me da a mí ni un kopek! ¡Los buenos caballeros no hacen eso! Su sastre, Zmirlov.

Informó, El hombre sin bazo.

Gabriel Zaid: noventa años (y demasiados libros)

Ensayista, poeta y escritor mexicano, autor de uno de los títulos clásicos sobre la industria del libro, la figura de Gabriel Zaid, lejos de la obsolescencia, se refuerza mediante sus publicaciones que, al igual que su autor, se actualizan de acuerdo con los tiempos y coyunturas. A sus noventa años, la obra de Zaid no solo es de lectura obligatoria, sino también de urgente aplicación, como el caso de Los demasiados libros.

Por Marco Fernández

No es casualidad que la obra y trayectoria de Gabriel Zaid sea objeto de lecturas y relecturas —actividad tan deliciosa como necesaria—, en tiempos en los que el libro y la lectura son tomados como elementos sacros, reservados para un pequeño sector de «intelectuales». Si algo debemos agradecerle a Zaid como autor es que se haya mantenido alejado de la retórica y el sermón, para dar paso a lo fundamental de este asunto: leer.

Fernando García Ramírez, editor y director de Letras Libres, cuestiona en uno de sus artículos si Los demasiados libros, obra emblemática de Gabriel Zaid sobre la industria editorial, es o no un clásico. La sola pregunta podría acarrear una que otra carcajada o levantamiento de ceja.

Es probable que cualquiera asuma que un título se convierte en clásico únicamente por ser de lectura masiva, por antigüedad o porque de algún modo el autor es citado por otros respecto a su trabajo —lo que el crítico literario puneño Dorian Espezúa llamaría, en paráfrasis, «la razón de la existencia del autor».

Sin embargo, en el texto se añade otra connotación, «(…) ¿Un libro clásico no es algo fijo del que se desprenden inagotables lecturas? ¿Qué clase de libro clásico es este si no ha dejado de moverse, si en cada nueva edición se le agregan o se le suprimen artículos y ensayos, si el autor no deja de pulirlo y revisarlo, volviéndolo aún más sintético, más compacto, más preciso? Zaid lo modifica para buscar, como Lezama Lima, “su mejor definición”».

Y es que Los demasiados libros ha sido reescrito en cuatro ocasiones desde su publicación en 1972 —1996, 2003, 2010 y 2021—, por lo que García Ramírez, con total pertinencia, lo inserta dentro de la definición de Ítalo Calvino sobre los clásicos: «Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir». En el 2022, dicho libro cumplió medio siglo; hoy, a sus noventa años, Zaid encontró la versión definitiva (aunque probablemente momentánea) de un título que demuestra que su creador, aún con «demasiados» años encima, tiene cosas importantes —y necesarias— sobre las qué hablar.

Cabe mencionar que muchas de las obras de Gabriel Zaid surgieron gracias a su producción ensayística o conversaciones que configuraron la idea primigenia. En el caso de Los demasiados libros, está compuesto por diversos artículos, en especial los publicados en la revista Vuelta, fundada en 1976 por Octavio Paz. Muchos son los puntos de vista que Zaid ofrece respecto a la industria del libro, desde el acto de leer hasta la parte más austral de la cadena —manufactura, comercio, distribución, etcétera.

Y, ya que hablamos de clásicos, es importante recordar los tres tipos de libros que Zaid menciona en su obra: para el currículum —los que no fueron escritos para el público—; para el mercado —mediante los que se gana dinero educando, entreteniendo o informando al lector—; y los clásicos —dignos de la relectura y el análisis, junto con aquellos que siguen la tradición en la que fueron concebidos—. Pese a ello, Zaid refiere que hay muchísimos libros, pero pocos lectores. Ironizando sobre ello, afirma también que leer «es lo más costoso de la lectura», por la falta de tiempo y otros factores que la obstaculizan.

En esto se condice con lo que el escritor argentino Martín Kohan refiere sobre que «la lectura necesita más actos concretos y menos sermones». Incluso Zaid es contundente en decir que leer, en algunos casos, es «casi como una cacería en la que se muestran los trofeos», en la que el solo hecho de leer encumbra a quienes lo ponen en práctica.

En cierta ocasión me topé con un escritor barranquino que aseguraba ocupar por completo su tiempo en pintar cuadros y componer cuentos y novelas. Una noche, al visitarlo, conversábamos acerca de los autores que habíamos leído. Cuando le mencioné que estaba leyendo una novela de Enrique Vila-Matas —cualquiera con dos dedos de frente sabe el portento al cual me refiero— me dijo que estaba en un «nivel básico de lectura» y que «la literatura es muy alta como para perder el tiempo leyendo novelas de ese autor».

Zaid se refiere en su libro a este tipo de casos como «el imperativo categórico de leer y ser culto», lo cual en estos días es moneda corriente. ¿No abundan, como arena en la playa, youtubers y críticos de pantalla encumbrándose como referentes de la cultura y abanderados de la lectura, cuando apenas si comprenden a un autor o repiten de paporreta lo que se dice de ellos? ¿No hay quienes todavía creen que libros, ferias, recitales y festivales son verdaderos festines, cuando no pequeños feudos en los que ciertas personas se autoproclaman críticos, escritores, lectores y bibliófilos? Es interesante como estos conceptos, planteados hace cincuenta años, se actualizan en nuestros días. No es de extrañar, entonces, que Zaid haya tenido que ajustar el libro en los años mencionados.

Pero, Los demasiados libros no solo abarca la problemática del lector y la lectura. En cierto modo, Zaid celebra la diversidad bibliográfica y el alcance limitado de los mismos. Un tiraje corto hará que los libros lleguen a las manos correctas, salvándolos de la humedad, el olvido y los remates. Y es que muchas editoriales apuestan por tirajes abultados que, en lugar de contribuir al desarrollo del autor, terminan por generar un efecto adverso, haciendo que su obra se diluya en los almacenes y esquivando así a los lectores a los que debería llegar.

¿Es importante leer a Gabriel Zaid? ¿Es necesario releerlo, en todo caso? La respuesta inmediata es que sí, pues indudablemente encontramos espejos de la realidad entre sus páginas. La reescritura de Los demasiados libros no ha sido un ejercicio gratuito. Los beneficios del libro electrónico, las ventajas del libro frente a herramientas multimedia, la cultura y la esfera comercial, el costo de leer, la oferta y poca demanda de la poesía —tema en el que encontramos un pasaje secreto hacia Poetas y editores, artículo con el que acuñó aquello de «editar es un negocio difícil, y editar poesía un negocio imposible— son solo algunos de los tópicos agregados a lo largo de los años que ayudan a revitalizar a un autor que, en la actualidad, continúa maravillando a lectores provenientes de distintos géneros y a quienes estamos sumidos en la vorágine del libro y sus tempestades.

«Caperucita roja». Un cuento de Charles Perrault

El 12 de enero de 1628 nace el escritor francés Charles Perrault, reconocido mundialmente por haber adaptado literariamente clásicos del cuento infantil como Cenicienta, El gato con botas, entre otros. Aquí te dejamos la verdadera historia de Caperucita roja, uno de sus relatos más conocidos.

Traducción de Teodoro Baró

En tiempo del rey que rabió, vivía en una aldea una niña, la más linda de las aldeanas, tanto que loca de gozo estaba su madre y más aún su abuela, quien le había hecho una caperuza roja; y tan bien le estaba que por caperucita roja conocíanla todos. Un día su madre hizo tortas y le dijo:

—Irás á casa de la abuela a informarte de su salud, pues me han dicho que está enferma. Llévale una torta y este tarrito lleno de manteca.

Caperucita roja salió enseguida en dirección a la casa de su abuela, que vivía en otra aldea. Al pasar por un bosque encontró al compadre lobo que tuvo ganas de comérsela, pero a ello no se atrevió porque había algunos leñadores. Preguntole a dónde iba, y la pobre niña, que no sabía fuese peligroso detenerse para dar oídos al lobo, le dijo:

—Voy a ver a mi abuela y a llevarle esta torta con un tarrito de manteca que le envía mi madre.

—¿Vive muy lejos?, preguntó el lobo.

—Sí, contestole Caperucita roja— a la otra parte del molino que veis ahí; en la primera casa de la aldea.

—Pues entonces, añadió el lobo— yo también quiero visitarla. Iré a su casa por este camino y tú por aquel, a ver cual de los dos llega antes.

El lobo echó a correr tanto como pudo, tomando el camino más corto, y la niña fuese por el más largo entreteniéndose en coger avellanas, en correr detrás de las mariposas y en hacer ramilletes con las florecillas que hallaba a su paso.

Poco tardó el lobo en llegar a la casa de la abuela. Llamó: ¡pam!, ¡pam!

—¿Quién va?

— Soy vuestra nieta, Caperucita roja, dijo el lobo imitando la voz de la niña—. Os traigo una torta y un tarrito de manteca que mi madre os envía.

La buena de la abuela, que estaba en cama porque se sentía indispuesta, contestó gritando:

— Tira del cordel y se abrirá el cancel.

Así lo hizo el lobo y la puerta se abrió. Arrojose encima de la vieja y la devoró en un abrir y cerrar de ojos, pues hacía más de tres días que no había comido. Luego cerró la puerta y fue a acostarse en la cama de la abuela, esperando a Caperucita roja, la que algún tiempo después llamó a la puerta: ¡pam!, ¡pam!

— ¿Quién va?

Caperucita roja, que oyó la ronca voz del lobo, tuvo miedo al principio, pero creyendo que su abuela estaba constipada, contestó:

—Soy yo, vuestra nieta, Caperucita roja, que os trae una torta y un tarrito de manteca que os envía mi madre.

El lobo gritó, procurando endulzar la voz:

— Tira del cordel y se abrirá el cancel.

Caperucita roja tiró del cordel y la puerta se abrió. Al verla entrar, el lobo le dijo, ocultándose debajo de la manta:

— Deja la torta y el tarrito de manteca encima de la artesa y vente a acostar conmigo.

Caperucita roja lo hizo, se desnudó y se metió en la cama. Grande fue su sorpresa al aspecto de su abuela sin vestidos, y le dijo:

— Abuelita, tenéis los brazos muy largos.

— Así te abrazaré mejor, hija mía.

— Abuelita, tenéis las piernas muy largas.

— Así correré más, hija mía.

— Abuelita, tenéis las orejas muy grandes.

— Así te oiré mejor, hija mía.

— Abuelita, tenéis los ojos muy grandes.

— Así te veré mejor, hija mía.

— Abuelita, tenéis los dientes muy grandes.

— Así te comeré mejor, hija mía.

Y al decir estas palabras, el malvado lobo arrojose sobre Caperucita roja y se la comió.

Moraleja

La niña bonita,

la que no lo sea,

que a todas alcanza

esta moraleja,

mucho miedo, mucho,

al lobo tenga,

que a veces es joven

de buena presencia,

de palabras dulces,

de grandes promesas,

tan pronto olvidadas,

como fueron hechas.

Cinco libros para celebrar a Haruki Murakami

Autor de novelas, cuentos y ensayos que obtuvieron numerosos premios —siendo el Princesa de Asturias de las Letras el más reciente— y candidato al Premio Nobel de Literatura en múltiples ocasiones, hoy está de cumpleaños Haruki Murakami, uno de los escritores japoneses contemporáneos más importantes de la escena literaria. Si aún no lo has leído, aquí te dejamos cinco libros para aproximarse a su obra.

Hombres sin mujeres

Una buena forma de abordar el trabajo de un autor es a través de sus cuentos. En esta colección, Murakami nos presenta siete relatos que demuestran la complejidad de las relaciones sentimentales, así como las consecuencias del desamor. Por las páginas de este libro desfilan hombres solitarios y divorciados, desencuentros maritales, amores que viven a la sombra del pasado y el recuerdo, personas que se enamoran hasta convertir el sentimiento en una enfermedad. Una marca imborrable queda en cada una de las vidas de estos personajes, la misma que puede llevar al lector a compadecerse de ellos.

Tokio Blues (Norwegian Wood)

Una historia que aborda la pérdida y la sexualidad. Toru Watanabe, protagonista de la novela, evoca los recuerdos de su primer año en la universidad de la ciudad de Tokio, cuando entabló relaciones sentimentales con dos mujeres totalmente opuestas: la bella y arriesgada Naoki y la apacible y sociable Midori. El éxito de esta novela entre los jóvenes japoneses convirtió a Murakami en ídolo de juventudes.

Baila, baila, baila

El joven protagonista de esta novela, que transcurre en marzo de 1983, decide regresar a ciertos escenarios de su vida para ajustar cuentas con el pasado. De este modo, pretende alojarse en el Hotel Delfín de Sapporo, en el que años atrás pasó una semana con una misteriosa mujer que desapareció repentinamente. Sin embargo, el hotel ya no existe y en su lugar se levanta una construcción moderna que encierra a personajes irreales que parecen haber regresado para arreglar asuntos pendientes.

Kafka en la orilla

Considerada como una de las obras mayores de Murakami, los críticos del suplemento literario del New York Times la eligieron como la mejor novela del 2005. Consta de dos historias diferentes, pero que mantienen un vínculo irrompible. Los capítulos impares narran las peripecias de Kafka Tamura, un muchacho de quince años que abandona la casa de su padre, un escultor convencido de que su hijo repetirá el fatal destino de Edipo. Tras su huida a la ciudad de Takamatsu, la policía lo busca por ser sospechoso de un asesinato. Los capítulos pares cuentan la historia de Satoru Nakata, un anciano que quedó discapacitado por un extraño accidente en un bosque cuando era niño. Busca gatos perdidos y tiene la habilidad de hablar con ellos. Los destinos de ambos personajes encierran un misterioso secreto que el lector irá develando paulatinamente.  

De qué hablo cuando hablo de escribir

En este libro el autor comparte su experiencia como lector y escritor, así como una serie de reflexiones sobre la literatura, el proceso creativo y la influencia de grandes autores en su trabajo —Kafka, Chandler, Dostoievski, entre otros—. Asimismo, ofrece una serie de consejos a quienes han emprendido el camino de la literatura y el arte de contar historias. Uno de los ensayos más celebrados de Murakami que gustará a quienes disfrutan de la lectura y la escritura.

Hablemos de editores (en plural)

En un mundo en donde los cambios en el ámbito profesional se generan en un pestañeo, sea por factores tecnológicos u otros, es preciso entender que ninguna labor se mantiene estática. El campo editorial no es ajeno a este fenómeno.

Por Marco Fernández

En la película Genius (2016) encontramos que la labor del editor Maxwell Perkins (interpretado por Colin Firth) transcurre en una pequeña oficina de la editorial Charles Scribner’s Sons, en específico, detrás de un escritorio, con un manuscrito en una mano y un bolígrafo en la otra. De pronto, su rutina se ve alterada tras la llegada de Thomas Wolfe (Jude Law), con quien emprende una aventura editorial.

En esta visión romántica—la de un editor abocado a mejorar contenidos— vemos a Perkins encarnando al tradicional editor “de mesa”, que en cierta forma es la idealización del oficio. Si analizamos un poco más la labor de Perkins encontraremos que su labor no solo se limita a la revisión del manuscrito, sino que también tiene algo de gestor, ya que por algo le paga el anticipo a Wolfe y decide publicar su trabajo, al margen de su involucramiento con el contenido.  A diferencia del primer tipo de editor, quienes se dedican a la gestión editorial pasan, más que nada, por un acto decisor: qué se publica y qué no.

Claudio López Lamadrid

Según el editor español Claudio López Lamadrid (1960-2019) existiría también un tipo de editor dedicado a la contratación, es decir, a una labor más administrativa y comercial; en apariencia, podríamos pensar que, en este ensayo de clasificación de editores, cada uno realiza una labor divorciada de la otra. Nada más ajeno a lo que realmente se da. En palabras de López Lamadrid, «unos y otros tienen presente el contenido y la cuenta de resultados».

El contenido es el factor unificador de cada tarea. Por eso, sería descabellado pensar que la manufactura de un libro puede prescindir del toque de un editor. En tiempos de inteligencia artificial y avances tecnológicos, es tentador concebir esta idea. El asunto está en que los desafíos de la modernidad obligan al editor a asumir diversas tareas. Por ello es que un editor puede permanecer en mesa —trabajando directamente con correctores de estilo— o asumir un rol más gerencial y organizacional.

¿Publisher o editor?

En el habla inglesa, los términos publisher y editor son distintos, cosa que no ocurre en el español, pues se traduce como tal. Un editor puede ser un publisher, pero el segundo no necesariamente puede ser un editor, debido a que su campo de acción abarca tareas que sobrepasan la labor editorial—elaboración de presupuestos, generación de tendencias comerciales, desarrollo de estrategias y planes de marketing, entre otras—.

El castellano solo cuenta con la palabra editor. No olvidemos que el editor también es aquel que publica y apuesta sus recursos a un determinado autor. Puede acaparar diversas tareas, pero es el trabajo con contenidos y su posterior publicación lo que define su labor.

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A 180 años del nacimiento de Manuel González Prada

El 5 de enero de 1844 nace en Lima uno de los ensayistas y pensadores peruanos más importantes de la era contemporánea y de la política nacional, siendo fuente de inspiración de grandes figuras como José Carlos Mariátegui.

La vida de González Prada estuvo marcada por continuas batallas. Durante su niñez, experimentó las consecuencias del exilio, luego de que su padre fuera desterrado a Chile. Tras abandonar la carrera de Derecho en el Convictorio de San Carlos, abrazó el oficio de periodista y se enlistó para preparar la defensa de Lima, tras la invasión de las tropas chilenas a la capital, participando activamente en la batalla de Miraflores. Cuando los invasores tomaron Lima, decidido a reivindicar el espíritu patriótico, un joven y eufórico Manuel decide recluirse en su casa en señal de protesta, hasta el retiro de las fuerzas invasoras en 1883.

Este fue el punto de quiebre en cuando a su obra y pensamiento, puesto que después de la ocupación de Lima, González Prada retomó su labor periodística se dedicó a criticar los vicios de la sociedad limeña y los conflictos bélicos que, a su juicio, llevaron al Perú a perder la guerra. En 1885 es nombrado vicepresidente del Círculo Literario, el cual mantenía tensiones con el denominado Club Literario, dirigido por Ricardo Palma. De este modo, González Prada mostró un rechazo total a toda aquella manifestación literaria que no se viera comprometida con las luchas sociales y políticas.

Enemigo de ideas enquistadas en el pasado, respecto a la literatura y la política, emprendió una serie de discursos que empezaron a resonar en todo el territorio. Si bien el primero data de 1886, el más famoso de todos fue el leído en el teatro Politeama (1888) cuando, delante del presidente Andrés Avelino Cáceres, se pronunció una de las frases más demoledoras que se hayan dicho jamás: «¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!». Esta línea, aparentemente sencilla, llamaba a los peruanos a entablar una lucha frontal por el cambio en la sociedad, por la destrucción de la herencia colonial, contra las leyes y constituciones endebles que regían los destinos del Perú, así como contra toda voz que presagiase malos augurios para América Latina.

En el plano literario, es considerado como uno de los exponentes máximos del realismo y como poeta se le toma por innovador y precursor del modernismo americano. Su producción lírica más importante fue Minúsculas y éxoticas; como prosista, Pájinas libres y Horas de lucha son sus obras más destacadas y en la que se plasma la radicalización de su pensamiento anarquista, adquirido tras su viaje a Europa en 1891.

Su hijo, Alfredo González Prada, se encargó de compilar la obra inédita de su padre —luego de su fallecimiento en 1918 a causa de una falla cardiaca— compuesta por poemarios y ensayos, antes de suicidarse en la ciudad de Nueva York en 1943.

Los libros más comentados del 2023 en México

Continuando con nuestro recuento literario del año, te dejamos nuestra lista de los libros más leídos y comentados en México.

La figura del mundo —Juan Villoro

La destreza narrativa de uno de los escritores mexicanos más queridos se hace patente en esta singular novela. Y es que, alejándose del retrato biográfico, Villoro recurre al relato para reconstruir la vida de su padre, el pensador mexicano-catalán Luis Villoro. Lo sustancial de esta historia es que el narrador, desde el punto de vista del hijo, intenta seguir los pasos de un padre ausente y plasma en el relato los hechos que conoció de él, pero también algunos que se construyen a partir de la ficción.

Los divagantes – Guadalupe Nettel

En novelas como La hija única y El cuerpo en que nací, nos aproximamos a la prosa nostálgica y sólida de la autora, así como a sus tramas que apelan a la mujer, la familia, el amor y el desapego. En Los divagantes, vemos a Nettel en otro campo: el del cuento. El libro ofrece al lector ocho potentes relatos poblados de personajes que batallan contra sus propios miedos y con lo desconocido. Y es que acontecimientos inesperados han quebrado las vidas de estos seres, quienes no tienen más remedio que abandonar su espacio habitual y emprender un viaje a espacios extraños para sobrevivir.

Extrañas — Guillermo Arriaga

En esta nueva novela del ganador del Premio Alfaguara y del Premio Mazatlán de Literatura se narra la aventura de William Burton, un joven noble inglés quien conocerá a los genios de la época de 1781, de los cuales absorberá conocimientos, experiencias y destrezas. Un mundo bizarro y cruel se abre ante sus ojos y el joven Burton deberá demostrar si posee la valentía para convertirse en el hombre que desea ser.

Todo lo de cristalRafael Pérez Gay

La fuerza narrativa y la prosa cargada de emotividad se hace presente en esta novela de Rafael Pérez Gay, quien intenta rescatar al niño interior de los lectores a través de la literatura. El protagonista de esta historia recorre los lugares en los que vivió con su familia, casas y departamentos alquilados, mientras la vida se moviliza entre camiones de mudanza por las calles de la Ciudad de México de los años sesenta. La falta de dinero, las adversidades, el fútbol y la ley de la calle hacen de los recuerdos piezas tangibles que escapan de la mera evocación vaporosa de la memoria.

Voces en la sombraBeatriz Rivas

La escritora engancha dos historias que tienen en común las consecuencias de la entrega incondicional amor. Debatiéndose entre dos planos, la historia narra las peripecias de Anne Pingeot, quien un día decide indagar en la vida de Juliette Drouet, quien fue amante de Víctor Hugo por cincuenta años. Anne vive una situación similar, ya que está enamorada de François Mitterrand, expresidente de Francia, ambicioso y casado. El drama gira en torno a dos mujeres que permanecen en las sombras como las eternas amantes de dos hombres poderosos que nunca se divorciaron de sus esposas.

Los libros más comentados del 2023 en Perú

A pocos días de terminar el año, te presentamos los libros y autores peruanos más comentados durante el 2023.

Los genios — Jaime Bayly

La literatura hace todo posible, Bayly bien lo sabe. De este modo, mediante una exquisita técnica narrativa y licencias propias de la ficción, el autor explora el declive de la amistad entre Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, hecho que fue sellado con un certero golpe contra el escritor colombiano, «por lo que le hizo a Patricia». Precisamente, Bayly trata de imaginar el hecho a través de una historia trepidante que recoge no solos los egos, temperamentos y personalidades de ambos autores, sino también esa parte que todos quisiéramos creer: que ambos genios eran inseparables. La crítica y los medios especializados consideran que esta novela es uno de los proyectos literarios más ambiciosos del autor.

Le dedico mi silencio – Mario Vargas Llosa

Cuando Vargas Llosa anunció que esta sería su última novela, las rotativas se paralizaron. Y es que, tras varias décadas, el premio nobel ha decidido poner punto final a la ficción, para enfocarse en otras direcciones de su carrera literaria. Esta es la historia de Toño Azpilcueta, un hombre que sueña con utilizar a la música criolla como factor unificador de un país fracturado. El día en que Toño escucha el lamento de la guitarra de Lalo Molfino, confirma su pasión por la música peruana y se anima a averiguar más sobre este enigmático músico, quien podría ser la clave para solucionar los problemas de la identidad que los peruanos parecen haber perdido.

Cien cuyes — Gustavo Rodríguez

Esta novela ganó el Premio Alfaguara de novela 2023. A modo de tragicomedia, la historia recorre la vida de Eufrasia Vela, quien atravesará por un conflicto existencial a raíz de su trabajo como cuidadora de ancianos. Temas como la eutanasia, el amor filial, la vejez y la soledad de esta etapa de la vida, según la crítica, revelan la defensa del amor extremo por parte del autor, quien imprime ternura y calidez a sus personajes, quienes parecen compadecerse unos de otros. La figura de los cuyes como conejillos de indias, simbolizan a la moral, la cual es puesta en debate en esta novela.

El camarada Jorge y el dragón — Rafael Dumett

Obras como El espía del Inca (2021) colocaron a Dumett bajo los reflectores de la crítica. Con esta nueva novela, se perfila como una de las voces más destacadas de la literatura peruana contemporánea. Eudocio Ravines es un conspirador incómodo para los gobiernos, ya que se le acusa de haber fraguado tres golpes de estado en Perú. Por ello fue deportado cinco veces de la patria y, tras mantener una relación estrecha con Víctor Raúl Haya de la Torre y José Carlos Mariátegui, se convierte en agente propagandístico de la CIA. La novela narra los años de aprendizaje de Eudocio en Cajamarca, los cuales cimientan parte de la historia peruana del siglo pasado.

El mundo que vimos arder — Renato Cisneros

Un periodista peruano regresa a España, dispuesto a superar las consecuencias de su reciente divorcio. Décadas atrás, Matías Giurato Roeder atravesó por el mismo problema, con la diferencia de que viajó a Estados Unidos donde se topó con las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, la migración, entre otros hechos históricos. En una especie de línea frontal, ambas historias se complementan mediante la aventura épica y la experiencia del hombre de a pie, primando temas como el amor, la política y la guerra, en un mundo en el que Cisneros consigue que el lector tenga la sensación de estar ante un estallido inminente.

Bonus: Francisca, Princesa del Perú — Alonso Cueto

La prosa exquisita de Cueto regresa con una apasionada novela histórica que narra la vida de Francisca Pizarro Huaylas Yupanqui, descendiente de los incas e hija del conquistador Francisco Pizarro. Un relato cargado de devoción por el pasado, pasión, nobleza e intrigas políticas, en un naciente virreinato peruano que deja entrever las grietas que marcarían el futuro de una nación en constante conflicto.