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El derecho de autor de los creadores digitales de contenidos

El conocimiento y la comprensión de los derechos de autor de los creadores es esencial para proteger y promover la integridad de sus obras en un entorno digital. Dante Antonioli Delucchi, docente de la Escuela de Edición de Lima, presenta en el siguiente artículo algunos puntos importantes sobre el tema.

Por Dante Antonioli Delucchi

En la actualidad, la mayoría de nuestras actividades creativas se mueven en entornos digitales. En cada rincón de la internet, encontramos desde videos virales hasta obras de arte manipuladas digitalmente. Sin embargo, en este vasto océano de expresión creativa, los derechos de autor de los creadores digitales parecen estar en un terreno desconocido. Su difusión y conocimiento es fundamental, no solo para preservar la integridad de las obras y protegerlas, sino también para promover un entorno en línea más justo y respetuoso.

La falta de conocimiento sobre los derechos de autor entre los creadores digitales es preocupante. Muchos desconocen los principios básicos que rigen la propiedad intelectual y la manera de salvaguardar sus obras en un mundo digitalizado. Este vacío de información no solo deja a las creaciones vulnerables a la infracción y al uso no autorizado, sino que también dificulta el reconocimiento y la valoración del trabajo creativo.

Los derechos de autor en internet protegen el contenido creado por los autores originales, según lo establecido en las leyes de propiedad intelectual de cada país. Estos derechos abarcan los, relacionados con la compensación económica por el uso de las obras (derechos patrimoniales) y el reconocimiento de la autoría o las decisiones sobre la distribución (derechos morales). Es esencial entender que los derechos de autor surgen automáticamente al crear una obra original, sin necesidad de registro. Por lo tanto, el uso de contenido en internet sin considerar su autoría y las condiciones de uso puede constituir un delito contra la propiedad intelectual, según la mayoría de los código penales.

¿Es importante conocer este tema de derechos?

La educación en derechos de autor ayuda a los creadores digitales a comprender la importancia de proteger su propiedad intelectual. Por ejemplo, muchos creadores suben su contenido a plataformas en línea sin tener en cuenta los términos de uso y las licencias, lo que puede permitir su reproducción indiscriminada y la explotación (monetización) de un contenido por parte de terceros, sin siquiera saberlo. En este sentido, una mayor conciencia sobre cómo registrar y proteger legalmente su contenido puede ayudar a los creadores a salvaguardar sus creaciones y a asegurar que reciban el reconocimiento y la compensación adecuados por su trabajo.

La falta de educación en derechos de autor también puede tener un impacto económico negativo en los creadores digitales. La piratería y la violación de derechos de autor son prácticas generalizadas en línea, lo que significa que los creadores pueden perder ingresos significativos debido a la distribución no autorizada de su contenido. Un estudio reciente encontró que la piratería de contenido digital causa pérdidas de más de cien mil millones de dólares a la industria del entretenimiento cada año. La educación en derechos de autor puede ayudar a los creadores a comprender cómo monetizar su contenido de manera legal y ética, evitando así pérdidas financieras y fomentando un ecosistema digital más sostenible.

La educación en derechos de autor abarca una serie de aspectos cruciales. En primer lugar, es fundamental que los creadores digitales comprendan los diferentes tipos de derechos de autor y cómo se aplican a sus obras. Desde imágenes y videos hasta música y textos, cada forma de expresión tiene sus propias reglas y consideraciones legales. Además, es esencial conocer las opciones de licencias disponibles que permiten a los creadores otorgar ciertos derechos a su audiencia mientras mantienen el control sobre el uso de sus obras.

Más allá de la comprensión teórica, la educación en derechos de autor también implica el desarrollo de habilidades prácticas para proteger y hacer valer estos derechos. Esto incluye aprender cómo registrar obras para una protección legal más sólida, cómo detectar y enfrentar la infracción de derechos de autor y cómo negociar acuerdos de licencia justos en el ámbito digital.

Una serie de beneficios

Los beneficios de una mayor educación en derechos de autor son abundantes. No solo protege las creaciones individuales de los creadores digitales, sino que también fomenta un ambiente en línea más respetuoso y colaborativo. Cuando los usuarios comprenden y respetan los derechos de autor, se promueve una cultura de reconocimiento y valoración del trabajo creativo, lo que a su vez estimula la innovación y la producción de contenido de alta calidad.

Además de proteger su propiedad intelectual y sus ingresos, la educación en derechos de autor puede ayudar a los creadores digitales a diversificar sus fuentes de ingresos. Por ejemplo, muchos creadores no están al tanto de las diferentes formas en que pueden monetizar su contenido en línea, como a través de la publicidad, las suscripciones, el patrocinio y la venta de productos digitales. Al comprender cómo funcionan los derechos de autor y las licencias, los creadores pueden aprovechar al máximo estas oportunidades y maximizar sus ganancias en línea.

Para lograr una mejora significativa en la educación en derechos de autor, es necesario un esfuerzo conjunto de diversas partes interesadas. Las instituciones educativas deben integrar el tema en sus programas de estudio, los gobiernos deben promover campañas de concienciación y las plataformas digitales deben implementar políticas y herramientas que faciliten el cumplimiento de los derechos de autor.

En última instancia, la educación en derechos de autor no solo protege su creatividad, su propiedad intelectual y sus ingresos, sino que también fortalece los cimientos de una cultura digital más ética y sostenible. A medida que la creación de contenido digital continúa expandiéndose, es crucial que los creadores comprendan sus derechos y responsabilidades para poder prosperar y hacer valer su creatividad en línea.

Una reseña sobre el poemario «Demolición de las aves» de Erika Aquino

Cesar Augusto López, docente de la Escuela de Edición de Lima, nos presenta una interesante reseña sobre la más reciente obra de la autora piurana Erika Aquino.

Cuando caen las aves, cae también el universo todo.

Demolición de las aves es el segundo poemario de la piurana Erika Aquino. Cuenta con treinta poemas caracterizados por presentar sus títulos hacia el final de cada pieza. Esta no es una disposición común, pero puede responder al título del conjunto. Después del fin de las aves, la caída es inevitable. Para aproximarnos a la presentación de la poética de Aquino, nos parece necesario meditar sobre la ascendencia de lo teológico en su escritura y cómo la mirada femenina construye una continuidad y crítica de sus formas, aún presentes en la escritura y con su expansión poética.

¿Qué quedaría después de las aves? Al parecer la caída e incluso la perdición o como menciona la voz poética sobre estos animales: «tropiezan estrepitosamente» (p.10). Lo que sucede después de la caída es imprecación, inasibilidad y devenir. El poemario es un canto dedicado a un tipo de final que no se tematiza, como se esperaría de modo clásico, sino que atiende a una suma de precipitaciones en la que aparecen más de una veintena de seres vivos entres animales, insectos y plantas.

La experiencia de la abolición del vuelo se aúna o hermana a la visión femenina que cuenta con su cuerpo, pero también el reclamo, ya sin la divinidad como garante: «¿Por qué no hundiste mi cabeza en el vientre materno/ y me ahogaste con su agua estancada?» (p.11). Sin duda, la presencia del doliente Job es inevitable en sus versos del diez al trece del capítulo tres del libro bíblico dedicado a su historia: «Porque no me cerró las puertas del seno materno ni ocultó a mis ojos tanta miseria. ¿Por qué no me morí al nacer? ¿Por qué no expiré al salir del vientre materno? ¿Por qué me recibieron dos rodillas y dos pechos me dieron de mamar? Ahora yacería tranquilo, estaría dormido y así descansaría…». El parecido es innegable, pero el devenir femenino no se ciñe a la mirada de lo humano-masculino, sino que, a través del cuerpo, amplía la experiencia junto con toda la creación, quizá como San Pablo mencionaba en su carta a los Romanos: «Sabemos que la creación entera, hasta el presente, gime y sufre dolores de parto» (8, 22).

¿Cuál sería la poética que se nos presenta en Demolición de las aves? A cuenta de riesgo, consideramos que, fuera de un posible nihilismo en los poemas, es la caída misma la que se encuentra presente en los poemas; el reconocimiento de su inevitabilidad en el que la memoria juega un papel preponderante como en la imagen del cuidado de la leche y la relación con la madre en el poema «La teoría de las cuerdas es una vibración en las hornillas». La caída también se encuentra en la culpa, un tópico clásico de la poesía que enlaza a Aquino con Vallejo, incluso. La conciencia de la caída es siempre más de una sola percepción, ya que la voz poética nos dice que «Rasgarse es la forma milenaria/ de resistir la culpa de ese otro/ que nos devuelve nuestra propia mirada» (p. 19). Hasta en la experiencia cinematográfica es posible percibir una huella de aquella ausencia de armonía que atraviesa la poética del libro; la belleza del fracaso, tal vez.

Imposible no reconocer la presencia clara de lo erótico y lo orgásmico como algo más que solo una marca solitaria o culposa, sino como un registro del pasado que se actualiza junto a animales, insectos y prostitutas: «Desmembrada así/ castigué a dios en una esquina/ y aprendí a acariciar con mi boca» (p. 27). Lo sagrado es tomado por asalto desde la particularidad de la perspectiva poética. No es una rebeldía o crítica mecánica, sino que todo está sujeto a una invasión de muchas presencias como en el poema «El Bing bang asfixiándose por las gaviotas» (p. 29).

No es, pues, lo teórico aquello que se enfrenta a lo divino o a lo cósmico, sino lo sensible y su constante relación con el recuerdo de diversas intensidades. Por ende, es un recorrido que también acoge a un demiurgo derrotado con el que se puede establecer una conexión emocional y, acaso, problemática en torno a una relación fracasada con todo, incluso con la divinidad cuando se menciona que «dios impreca su creación demente/ Acá el mismo dedo/ escribe las imprecaciones de dios» (p. 31).

Creemos, así, que la demolición de las aves podría ser el derrumbamiento de lo trascendente, aquello que va más allá de uno y por lo que se pugna en el mito cristiano. El más allá de la propuesta de Aquino puede ser un más acá en el que la derrota podría ser un paso hacia una especie renovación, aunque no se puede percibir tal realidad en el poemario. Esta es solo una observación o casi sugerencia de quien escribe la reseña, pero que nada tenga que ver con los versos del conjunto presentado en esta ocasión.

Es posible encontrar el desdoblamiento de un nuevo orden en el libro, siempre a partir de la dispersión o derrumbamiento de la inocencia, de lo equilibrado, de los primeros momentos, de la propia luminosidad. No es un nacimiento feliz, muy por el contrario, es la divergencia de un mundo que ya no contaría con el garante teológico y, por ese motivo, tocaría reconocer las sensaciones, darles su lugar, aunque sea por oposición después de que se nos comparte lo siguiente: «Afligir la advertencia del dedo/ en la decimocuarta estación/ en la que un hombre me levanta la falda/ y hunde su cruz en el sepulcro» (p. 49).

A pesar del aliento modernista o vallejiano del verso citado, se nos confiesa un hecho específico de violencia en un contexto de cierto carácter de expiación, pero para el que queda solo la muerte como prenda. No se nos conduce hacia el odio, sino al reconocimiento del fin y un nuevo régimen claro en el poema «Manifiesto de una piedra», en el que se nos dice «Soy la guardiana del arrecife/ y también la otra Eva» (p. 51). Se desdoblaría, así, la visión de una sola narración mítica, sino que se recurre a la actualidad de Lilith y su presencia como toda una exterioridad a la versión oficial de la primera historia.

Insistimos que en Demolición de las aves no se nos presenta una visión lastimera o de víctima, sino que se reconoce el desmoronamiento causado por la incapacidad de retomar el vuelo (¿una ficción no tan precisa o insuficiente para la muy mortal contemporaneidad?). Se emprende así una evaluación total cuando se nos propone que el acabose fuera «como si los siglos me golpearan estrepitosamente/ y odiara el devenir del mundo» (p. 55). Aquella experiencia de la caída no es grata y consta a lo largo del poemario esa situación tensa de una sucesión infinita de finales en cada una de las piezas poéticas.

No es en vano el título del libro que invita al lector a preguntarse, creo que, en primer lugar, ¿por qué acabar con los pájaros? Creemos haber esbozado alguna respuesta en nuestra reseña, pero hay más por descubrir en el libro, el cual recomendamos, por reconocer su valor y muchos de sus despliegues sugerentes. Solo el lector podrá decidir su respuesta a esa destrucción que el libro invoca y por el cual no hay pierde, si nos adentramos en él, además de agradecer a Aquino por ser coherente en acompañarnos, sin mordazas o razonamientos exagerados, con una poética, también, de la crisis.

Arlene Fritzen: «Escribir bien y cuidar el estilo es esencial para cualquier profesional»

Traductora egresada del Curso Integral de Corrección de Estilo, Arlene Fritzen nos cuenta su experiencia en el CICE respecto a los docentes, la plataforma educativa, así como el intercambio cultural con estudiantes de distintos países.

¿Cómo nació tu interés por la corrección de estilo? Sabemos que eres traductora de profesión.

La corrección de estilo siempre ha formado parte de mi labor profesional. A menudo recibo textos académicos para traducir el resumen al español y/o al inglés, e incluso me piden que revise el texto de la tesis o del artículo. Además de portugués, corrijo textos en español e inglés. Por su parte, la traducción requiere una corrección de estilo tanto paralela como final. Desde este punto de vista, el traductor es también su propio corrector de estilo.

¿La virtualidad fue una ventaja para potenciar tu crecimiento profesional?

Por supuesto, porque de lo contrario no podría hacer un curso en otro país, a menos que fuera a vivir allí.

Cuéntanos tu experiencia respecto a llevar un curso a distancia (el Curso Integral de Corrección de Estilo) a través de nuestra plataforma interactiva.

La experiencia fue positiva porque la plataforma interactiva es práctica y fácil de usar.

¿Cuál consideras es la característica principal del CICE?

El alcance del programa de contenidos que va desde la morfología, la ortografía, la puntuación, sistemas de citación, entre otros, hasta las herramientas de tecnología para la corrección.

¿Qué opinas sobre la metodología de trabajo empleada en el curso?

La metodología me pareció objetiva y adecuada para cada una de las asignaturas por la experiencia docente de los profesores.

Coméntanos un poco sobre la experiencia de llevar un curso con participantes de otros países.

Los intercambios con estudiantes de otros países son interesantes y enriquecedores por la oportunidad de compartir conocimientos y experiencias.

¿Es necesario conocer los principales fundamentos de la corrección, aún si el alumno proviene de un campo ajeno al rubro editorial?

Sí, es sumamente necesario porque escribir bien y cuidar el estilo es esencial para cualquier profesional.

¿Podríamos decir que las destrezas adquiridas en el Curso Integral de Corrección de Estilo complementaron tu labor como traductora?

Estoy segura de que todo lo que he aprendido en el CICE complementa y contribuye a perfeccionar mi labor como traductora, especialmente en el uso del español.

Escritura eficaz: beneficios y el comentario de tres grandes autores

Muchas veces nos preguntamos por qué es necesario escribir bien y aprender una gran cantidad de normas. Por ello, conozcamos la importancia de la buena escritura, así como los enfoques de reconocidos autores del campo lingüístico respecto a este tema.

Cuestión de imagen

Una persona que domina los fundamentos básicos de la escritura refleja su personalidad y actitud. Asimismo, un profesional que respeta las normas de ortografía no solo demuestra el orden lógico de sus ideas, sino que también inspira seguridad y confianza.

Sobre ello, Estrella Montolío, catedrática de Lengua Española en la Universidad de Barcelona, refiere lo siguiente en una entrevista ofrecida al diario El País: «[…] Nuestra escritura nos representa, así que es nuestra imagen. No podemos pensar: “Yo escribo cualquier cosa y ya está”. La persona que te lea va a hacerse una imagen de ti a partir de tu texto».

Mayores oportunidades profesionales

Los profesionales que cuidan la calidad de sus textos, aunque pase desapercibido muchas veces, están elaborando la mejor carta de presentación. No solo ello, sino que la buena escritura es la llave que abre la puerta hacia mejores oportunidades laborales. De hecho, escribir bien es una de las habilidades indispensables en cualquier campo de la vida laboral.

Desafíos constantes ante un mundo en constante cambio

En tiempos de inmediatez, muchas veces no caemos en cuenta de la responsabilidad que supone escribir, desde un corto y sencillo mensaje de texto, pasando por un post en redes sociales, hasta un informe profesional.

Sobre este punto, es muy importante tomarlo en cuenta, debido a que muchas personas, profesionales incluso, conciben la escritura de las redes sociales como una «tierra sin ley», en la que pueden obviarse los hábitos convencionales de la escritura.

Respecto a ello, José Martínez de Sousa, lexicográfico español, en una entrevista con la revista Prosofagia, señala lo siguiente sobre la inserción de la buena escritura en las redes sociales: «Mientras podamos acercarnos a ellas (las redes) con el convencimiento previo de que la que allí vamos a encontrar no es la ortografía estándar, no veo yo mucho peligro, porque son medios distintos. En el momento en que rechacemos esas grafías o bien en el momento en que esas grafías se desborden de su medio actual y “contaminen” el entorno considerado “puro” advertiremos que algo falla».

Por su parte, Estrella Montolío menciona: «Desde que han llegado las nuevas tecnologías, cuya base es fundamentalmente la escritura —el correo electrónico, Facebook, WhatsApp, etcétera—, la escritura se ha convertido en una habilidad mucho más transversal de lo que era hace 25 años. Antes había un porcentaje importante de profesiones en las que la escritura estaba prácticamente ausente. Ahora, en la sociedad de la información y el conocimiento, son muy pocos los profesionales que no tienen que escribir nunca».

Pero, ¿qué es escribir bien?

Componer una oración musicalmente atractiva, revestida con términos y palabras cultas, ¿es sinónimo de buena escritura? El debate sobre ello es amplio. Desde el punto de vista de Daniel Cassany, escritor, lingüista, filólogo y educador, escribir bien va más allá de la estética: «A simple vista sería escribir con las normas de gramática vigentes, pero es un objetivo muy pobre. Más que decir correctamente, deberíamos preguntarnos qué es escribir adecuadamente, o escribir para ser eficaces, para convencer, para gustar, para, de algún modo, informar de manera clara las cuestiones relevantes».

Por otro lado, Estrella Montolío refiere: «Escribir bien no tiene que ver con hacer frases poéticas. Escribir bien quiere decir elaborar documentos, textos, que cumplan los objetivos comunicativos para los que han sido diseñados. Si yo lo que quiero es hacer un wasap divertido, he escrito bien si el destinatario del wasap se ríe. Si lo que quiero es presentar un currículum vitae persuasivo, entonces ese CV ha cumplido su objetivo».

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¿Por qué es importante una buena redacción SEO?

Uno de los puntos clave de las estrategias de marketing digital es el manejo de contenidos a través de la redacción SEO. En el siguiente artículo, detallaremos por qué es necesario adaptar los escritos para web a esta técnica de escritura.

La redacción SEO consiste en generar contenidos pertinentes para los motores de búsqueda de la internet, mediante el empleo de palabras clave y el desarrollo de una estructura eficaz que permita al usuario interactuar de manera óptima con el texto.

Hoy en día, es necesario elaborar una estrategia de redacción de contenidos SEO, ya que esto trae consigo diversos beneficios para la empresa. A continuación, te detallamos algunos:

Tráfico optimizado

La redacción SEO, bien empleada, atraerá un mayor tráfico a tu web, consiguiendo posicionarla entre los primeros lugares en los resultados de búsqueda. Un contenido optimizado con estrategias SEO aumenta la visibilidad del sitio. Lo interesante es que todo se consigue de forma orgánica.

Conversiones potenciales

No solo es importante generar interacción entre el cliente y el contenido. De hecho, un contenido potenciado con técnicas SEO ayuda a incrementar la confianza de los usuarios, lo cual podría traducirse en una eventual venta de un producto o servicio.

Contenidos diversos

La redacción SEO puede aplicarse en múltiples tipos de contenido web, desde un artículo para un blog, hasta contenidos descargables como libros electrónicos. Cada uno de ellos cubre una necesidad específica.

En el caso de los artículos, por ejemplo, se utilizan para generar interés en los usuarios, así como para acompañarlos en la toma de decisión acerca de un proceso de compra. Si cubres sus objeciones, dudas e intereses, habrás conseguido un potencial comprador.

Motores a la expectativa

Una buena redacción SEO activa los radares de Google frente a un contenido fresco y dinámico. Y es que los motores de búsqueda detectan en cuestión de segundos un escrito que asegura una experiencia óptima al usuario.

Los redactores SEO deben producir sus contenidos pensando en la experiencia que vivirá el usuario frente a ellos, así como la autoridad y credibilidad que el texto debe inspirar en los lectores. De este modo, los primeros lugares en el explorador estarán asegurados.

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Inteligencia artificial y correctores: un desafío (y una oportunidad)

Juan Carlos Almeyda, docente del curso IA para correctores de la Escuela de Edición de Lima, nos presenta en este artículo algunos planteamientos respecto a la inteligencia artificial y el desafío que representa para los correctores integrar esta tecnología en su labor.

Cuando nos referimos a la integración de la inteligencia artificial (IA) en el ámbito de la corrección de estilo y la edición de textos, es habitual que esta se piense en términos de sustitución de los seres humanos en la asignación de tareas. En ese contexto catastrofista, es coherente la lectura que se le dio al difundido estudio «GPTs are GPTs», que supuestamente aseguraba la extinción de los empleos cognitivos no rutinarios.

No era así. Es más, aunque no profundicemos en esta investigación sobre el impacto generalizado que tendrían modelos como ChatGPT en el mercado laboral, sí es menester destacar la hipótesis de los evaluadores acerca de que los trabajos centrados en la ciencia y el pensamiento crítico tienen menos riesgo antes estos modelos de IA, en comparación con los relacionados a la programación y la escritura. Resaltamos esa última idea porque dicha afirmación parece contraponer estos dos grandes campos. ¿Acaso los trabajos vinculados al lenguaje, la redacción y la escritura nunca implican el ejercicio del pensamiento crítico?

La corrección, de acuerdo con Juan Luis Blanco, es el proceso de detección y eliminación de las interferencias que impiden o dificultan que el texto alcance su máxima eficacia comunicativa. En ese sentido, para que el texto logre su propósito, además de las competencias lingüísticas formales —el manejo de la gramática y la ortografía—, el corrector debe comprender el entorno comunicativo, las intenciones del autor, las expectativas del lector ideal, el género, registro o formato de la publicación, el funcionamiento del proceso editorial… Es decir, implica que el corrector haga uso de su criterio o juicio para distinguir lo relevante de lo que no lo es, en un contexto determinado, para lo cual el pensamiento crítico es ineludible. En este punto, cabe recordar que las palabras «criterio» y «crítica» comparten la misma raíz, el verbo griego krineín, que significa «juzgar»; es decir, desde sus orígenes estos conceptos estaban vinculados.

Si en la corrección de estilo debemos rechazar la visión del corrector «como un ser antipático, cerrado y autoritario» —en palabras de Nuria Gómez—, también es necesario tomar distancia del «tecnopesimismo» que asume que toda utilización de herramientas de IA supone sustitución laboral. En efecto, el uso de estas nuevas tecnologías, siguiendo a Carlos Scolari, debería entenderse en tanto «integración crítica» y no como «exclusión acrítica», lo que derivaría en una escritura caligráfica, manual, artesanal. Ahora bien, esto tampoco debe implicar la «integración acrítica» de la IA, propia de los tecnoptimistas, puesto que, en el campo de la edición y corrección de textos, la intervención humana es imprescindible.

La presencia del corrector, al interactuar con modelos conversacionales como ChatGPT, Copilot, Gemini o Claude, debe manifestarse tanto en la producción de textos de entrada o prompts, como en la interpretación de los textos de salida o respuestas del sistema. Por un lado, existen técnicas para que los algoritmos respondan de manera más eficiente y el usuario consiga aquello que está buscando específicamente; esto es lo que se conoce como «ingeniería de prompts».

Por el otro, los productos de los chatbots deben pasar por los procesos de evaluación —respecto a la construcción de los argumentos— y verificación —en cuanto al contraste de datos factuales—, como indica Lluís Codina, antes de ser tomados como las versiones finales de nuestros textos. Asimismo, en la actualidad, nadie más que el corrector humano será capaz de interpretar con minuciosidad matices y subtextos; detectar y corregir contenidos que puedan ser culturalmente sensibles o inapropiados; o personalizar el texto y adaptarlo al propósito comunicativo específico.

En la medida en que el criterio humano sea indispensable para trabajar con modelos de IA, podemos referirnos a la integración crítica de estas tecnologías. Sin embargo, esta no es la única forma para considerar esta relación entre la inteligencia artificial y el ámbito de corrección de estilo. ChatGPT y otros asistentes conversacionales similares están teniendo efectos en la edición, la búsqueda de fuentes académicas, la redacción académica, la escritura creativa.

En fin, sus consecuencias se irán apreciando en la misma concepción de escritura y lenguaje. Jorge Carrión, en su libro Los campos electromagnéticos, propone la idea de escritura artificial o automatizada, en tanto intervención cultural colectiva que implica una liberación racional. Al contrario, el historiador Yuval Noah Harari ve con sospecha cómo la inteligencia artificial ha adquirido capacidades de generación de textos, «hackeando» el sistema operativo de nuestra civilización. Por su parte, el filósofo Éric Sadin, en La inteligencia artificial o el desafío del siglo, cuestiona el valor de verdad oracular que se le otorga a las respuestas que ofrecen los nuevos sistemas de IA.

Los correctores, como celadores del lenguaje y garantía de que este cumpla eficazmente su propósito comunicativo, también debemos prestar atención a estas reflexiones. Asimismo, tenemos que ser conscientes de los cambios en nuestro contexto. En la actualidad, por ejemplo, vivimos una exagerada profusión de libros creados con IA y publicados en plataformas digitales de venta sin explicar su origen verdadero. De otro lado, en el Perú se ha establecido un sistema paralelo de compra-venta de artículos y tesis académicas de escaso valor científico-humanístico, pero útil para los fines extracadémicos de quienes los solicitan.

El empleo de herramientas de IA en un sistema perverso como el descrito podría ponernos en una situación aún más complicada que en la que estamos. Por ello, una vez más, los correctores de estilo debemos obrar con criterio y responsabilidad ética. La inteligencia artificial implica una revolución tecnosocial y, por lo tanto, requiere de los trabajadores de la edición el conocimiento de estas tecnologías y el pensamiento crítico para saber cómo utilizarlas.

La inteligencia artificial como herramienta del corrector de textos

En tiempos IA y desarrolladores digitales de contenido, el corrector de textos puede ver en esta tecnología un interesante potenciador de su trabajo. A continuación, te presentamos algunos beneficios de la IA en el campo de la corrección.

Herramientas de corrección

Los desarrolladores de inteligencia artificial han implementado correctores gramaticales y ortográficos capaces de detectar errores que muchas veces pasan desapercibidos a ojos del corrector.

No estamos diciendo que la herramienta reemplace el criterio y experiencia del profesional de la corrección, sino que puede emplear estos sistemas para sumar valor a su trabajo.

De este modo, se asegura la efectiva transmisión de los mensajes en los contenidos que el corrector tiene a su cargo. Entre los más conocidos están Trinka, QuillBot, entre otros.

Diversidad de soluciones

Gracias a los modelos de aprendizaje automático de los programados desarrollados con IA, estos son capaces de detectar errores gramaticales y ortográficos e integrarlos a una base de datos que siguen reglas y patrones de acuerdo con un contexto determinado.

De esta manera, generan un catálogo con una serie de soluciones en las que el corrector de textos podrá seleccionar en base a sus requerimientos.

Categorización de sugerencias

Correctores digitales como Grammarly categorizan los errores encontrados en un texto, mostrando diversas alertas de acuerdo con la cantidad de erratas detectadas.

Agilización del proceso de corrección (más no suplantación)

Esto no quiere decir que el trabajo de corrección se deje al libre albedrío de la inteligencia artificial, sino que el corrector de textos puede apoyarse en estas herramientas para detectar de forma más rápida los posibles errores que afectan un escrito. Basta con copiar y pegar el texto en la herramienta para conseguirlo.

Luego, con la experiencia y conocimientos del corrector, se procederá a evaluar cada errata detectada.

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La cocinita editorial. Analizamos «Lumen Christi», un cuento de Marco Fernández

No es lo mismo editar que corregir, y este espacio propone demostrarlo. Aquí, a partir de algunos textos cortos e inéditos de ficción y no ficción, nos ejercitaremos en la identificación de vicios retóricos y argumentativos dentro de cada párrafo. Todos están invitados a participar con sus publicaciones.

Por Carlos Chávarry Valiente

Resumamos lo que se va a encontrar aquí: un relato de ficción que, si bien tiene un inicio un tanto intrincado, se vuelve interesante conforme se desarrolla hasta llegar a un cierre certero. Esto último, el cierre, es lo que más justicia le hace al texto en sí, algo que explicaremos más adelante. Su autor, Marco André Fernández Risco, es comunicador, escritorha publicado Escala de grises, un libro de cuentos─ y exalumno de la Escuela de Edición de Lima. La versión original se puede encontrar aquí.

Lumen Christi

Las campanas de la iglesia repican inquietas. El resueno recorre los tejados en ruinas y desciende entre las callejuelas y la plaza dormida. Vencida la noche, se apodera del cielo un claroscuro; pronto alzarán vuelo las tórtolas, cantarán orgullosos los gallos galponeros y las campiñas recibirán el baño cálido del sol.

Junto con una ventisca, las campanadas penetran las entrañas de una de las tantas casas del pueblo de Orupe. Sobresaltada, Artidora abre los ojos. Le sostiene la mirada un cristo agonizante y de frio yeso que pende de una cruz, un poco más descascarado que ayer, pero con la divinidad intacta. Aparta el cobertor, se calza un par de chancletas, enciende una vela y la coloca sobre un pequeño altar. Junta sus manos y cierra los ojos. El viento se fortalece, como si alguien soplase a pulmón salido. La flama alumbra los pies del crucificado y provoca una penumbra tenue bajo los filos de unas estampitas.

Hilachas de agua se deslizan entre las grietas de sus mejillas. Se acomoda los rizos prietos, no hay mucho que embellecer en aquel rostro, en el cual caben todos los gestos, menos la sonrisa. Artidora sale del baño, hacia su habitación. Apoya la mano contra la pared; avanza, avanza, cada paso requiere su propio esfuerzo. Avanza, avanza, y la distancia entre ambos cuartos parece la de dos continentes.

La mañana ha tomado forma. Vientos recios mecen las copas de las palmeras que adornan la plaza. Se agitan las ropas de los tendederos y las ventanas se estrellan contra sus marcos. El canto de las pregoneras anuncia la salida de las primeras remesas de pan, los cuencos rebalsan de leche fresca y aparecen los primeros caminantes. Las campanadas de la iglesia resuenan otra vez. En el cuarto de Artidora, la llama de la vela es ya una lengua robusta. Nada que esté fuera de aquellos muros tiene sentido para ella. Es que el padre Humberto dice que solo un corazón silencioso y desentendido del mundo es capaz de escuchar al Señor. Pero, a veces se le olvida que creer en Dios supone también aceptar sus silencios.

El comentario

Es cierto que en un texto de ficción el autor puede permitirse enriquecer los detalles del contexto de los personajes todo lo que desee, y también es cierto que tiene licencia para alargar la introducción, pero en este caso específico ─y desde una apreciación muy subjetiva─ nos resulta demasiado extensa la enumeración de lugares. No es una regla en sí, pero muchas veces la descripción minuciosa ayuda a hablar de espacios inesperados o que cobrarán relevancia más adelante en el relato. Aquí, sin embargo, no parece cumplir esa función y, por el contrario, distrae de lo que debería ser un inicio poderoso que invite al lector a continuar. De hecho, cuesta identificar que se va a contar la historia de alguien llamada Artidora.

Para entender lo anterior, lo de cómo retratar lugares de manera puntual, utilizaremos un texto de no ficción ─queremos evitar comparaciones innecesarias─ de Martín Caparrós, quien tiene una frase bastante conocida con la que reseña un lugar tan árido y monótono como una metalúrgica: «Aquí, ahora, en este espacio enorme gris espeluznante hay rayos, fuego, truenos, materia líquida que debería ser sólida: el principio del mundo cuarenta y cuatro veces al día. Aquí, ahora, en este espacio de posguerra nuclear hay caños como ríos, las grúas dinosaurias, las llamas hechas chorro, sus chispas en torrente, cables, el humo negro, azul, azufre, gotas incandescentes en el aire, el polvo de la escoria, las escaleras, los conductos, los guinches como pájaros monstruosos, olor a hierro ardiendo, mugre, sirenas, estallidos, plataformas, calor en llamaradas, las ollas tremebundas donde se cuecen los metales». Uno lee esa descripción y prácticamente se puede ver la planta de fundición. Lo mejor es que el cronista argentino solo ha necesitado unas cuantas palabras para llevarnos a esa imagen.

Bloque 2

Artidora lleva varios días sin pronunciar palabra y contemplando únicamente la mirada moribunda de Cristo. Menea la cabeza y aprieta los dientes.

—Zambo so coudo, dice, casi en un susurro.

Un campanazo retumba en la habitación y ella se persigna tantas veces como puede. Le resulta imposible controlarse al pensar en su esposo Evaristo. El fuego de la vela continúa hinchándose, como si las plegarias y el recuerdo lo alimentasen. <<Zambo so coudo>>, piensa Artidora, tras concluir una salve por tercera vez. Es que su esposo no solo era un “so coudo”, sino “el cojudo”. Y, según ella, a los cojudos pertenece el reino de arriba.

Era un zambo de cabello blanco y rizoso, labios anchos, patilargo y de lomo encorvado. Un hombre hecho para el domingo, como solía decir el padre Humberto. Lo que nadie entiende es como un tipo de su talante tuvo tan mal ojo al momento de escoger una esposa. Pues, Artidora no solo tenía malgenio, sino que, además, era santera.

En un cuartucho, cerca de la plaza, Artidora recibía a los consumidos por el susto, el mal de ojo, o cualquier otra dolencia en el espíritu. Venían a buscarla de todos los rincones de La Milla: madres con niños llorones, solteras de pelo teñido, hombres sin trabajo que apestaban a mala suerte; avariciosos o bienechores, todos eran bienvenidos. Los que vivían cerca de aquel lugar aseguraban que la calle olía a flores rancias y que la santera acumulaba cuyes muertos en un corralón. A mitad de la noche, hacía una hoguera a las afueras del pueblo y quemaba los restos. Pese a todo, nunca se oyó decir que alguno de sus métodos fallase.

El comentario

En contraposición a los párrafos de inicio, con este bloque el autor ya entra de lleno a explicar la situación de los personajes principales, y lo hace de manera muy simple y precisa ─es decir, efectiva─. Se puede notar claramente la estructura que Marco André ha seguido: primero ─y con cierta dosis de humor─ explica los pensamientos de la protagonista Artidora, los que a su vez llevarán a la presentación del segundo personaje importante de la historia, Evaristo, para luego explicar el vínculo entre ambos y, en especial, el contraste que ellos representan ante los demás. En otras palabras, el autor concatena la información de una manera calculada pero nada forzada: todo en ese bloque fluye con naturalidad.

En este punto hacemos un pequeño salto dentro del texto ─la parte donde se explica cómo se enamoraron ambos personajes, y que también está narrada con propiedad─ para ir hacia lo que será el primer conflicto de la historia, el nudo que, a su vez, llevará a uno más grande.

Bloque 3

Una noche, mientras cenaban, Evaristo le pidió a su esposa que conversaran. Ella accedió de mala gana. Esperaba a un muchacho que aseguraba ser víctima de envidias y le había prometido una buena paga si lograba apartarle esa vibras. Evaristo siguió a Artidora hasta el cuartucho. Olía a hierbas, tierra húmeda y canela. Una bombilla pálida alumbraba el espacio y de las paredes colgaban santos y ángeles de rostros calmos y afeminados. Sobre un pequeño altar, dos cráneos eran velados. Artidora se sentó en un banquito y vertió un líquido amarillento con pétalos en una batea.

— Negita, quieo que tú me acompañe a misa, dijo Evaristo.

— ¿Qué tu tá loco?, mira, yo no te jodo con tu vaina de la glesia, no venga a moletame tú a mí, respondió Artidora y movió la batea para que se mezclasen las aguas.

—Pero, Doita, tienes que hablá con diosito pue, pa que sigas cuando a tus enfemitos y salves tu almita, dijo Evaristo e intentó acariciarle la mejilla. Ella lo apartó, dándole un manotazo.

—¿Y tú qué piensa? ¿Quel padecito ese va hace el milago? No seas buro, zambo so coudo. Acá la cosa es suelte, y lo que quiea la fotuna, no me venga con tonteas, dijo Artidora.

—Vamo pue negita, mira que no me guta que la gente hable mal de ti, pue, dijo Evaristo.

—Me impota tes pepinos ¿Qué haces caso tú, zambo coudo? Tú tas casao conmigo, no con la gente, respondió Artidora y tocaron la puerta.

¿Y si lo hubiese hecho tal como Evaristo decía? Artidora junta sus manos y agacha la cabeza. Solo necesita un milagrito. La flama baila al paso del viento que mece las cortinas y las estampas del altar. Las campanas otra vez. Artidora se levanta. Avanza, muy despacito, avanza hacia la ventana, segura de que algo sucede afuera.

Evaristo insistió. Ella lo amenazó con ponerle agua de raíces en su café, si no dejaba de hostigarla con eso de que fuese a la iglesia. Además, los domingos dormía hasta pasadas las ocho y las consultas de la semana la dejaban cansada. En cambio, Evaristo se vestía de gala ni bien amanecía. Un saco raído, una camisa amarillenta, que en algún tiempo debió ser pulcra y brillosa; un pantalón con tantas costuras como cicatrices tiene un acuchillado, y un par de zapatos de cuero opaco. Antes de salir, se acercaba a Artidora para darle un beso en la mejilla.

—Quita, quita, zambo fatidioso. Ande a baré la glesia con el cua, decía Artidora.

—Ahí te voa llamal, mi negita mocha, mocha, respondía Evaristo.

El comentario

Si seguimos la línea estructural del relato, notaremos que el autor introduce con equilibrio un diálogo ─quizá un poquito extenso─ para dar luces sobre el conflicto que servirá de telón de fondo de todo lo que se viene: la protagonista no solo se niega a ir a la iglesia a causa de sus creencias, sino que ─y aquí Marco André lo sugiere de manera muy sutil─ desprecia a su esposo por tenerlas y no obtener nada tangible ─rentable, un beneficio económico─ de ellas. Con este bloque, el autor muestra las motivaciones psicológicas y espirituales de Artidora y Evaristo sin necesidad de dar descripciones abstractas o subjetivas. Es decir, deja que los personajes se expliquen con sus propias palabras y reflexiones, algo que los lectores siempre agradecemos.

Otro detalle clave: el autor hace mención a la presencia de velas encendidas a lo largo del relato, y no dejará de señalarlas casi-como-quien-no-quiere-la-cosa, lo cual es muy importante porque, en algún punto, esas velas flameantes tendrán un efecto impredecible dentro de la historia. Ese recurso, que aquí está muy bien manejado al mantenerse constante en el texto sin ser demasiado ostentoso, también ayuda a que el lector visualice los ambientes donde se desenvuelven los personajes.

Por otro lado, si bien se entienden los intentos de realismo en el habla de los personajes, como autores también debemos ser cautelosos para no resultar machacantes y agotadores. En esa línea, es posible pulir el estilo que tiene Artidora y Evaristo para comunicarse y no insistir tanto con el recurso de recortar las palabras: este, al final de cuentas, no es más que un truco para que las frases suenen realistas, pero se requiere utilizarlo con precaución, pues de lo contrario hasta podría parecer que nos regocijamos en los estereotipos, lo que nos haría perder la autoridad necesaria como narradores ante el lector.

Bloque 4

Sin su compañero, Artidora terminó consumiéndose. No le quedaban fuerzas para responder a quienes la culpaban por la muerte de Evaristo, especialmente a los que aseguraban que Dios lo había premiado arrancándolo de su lado. Acudía a la iglesia todas las mañanas, pero al igual que ahora, no sabía cómo dirigirse ante los santos o a la más simple de las estampas. Cogió sus ahorros y compró la imagen del crucificado. Pensó que a Evaristo le hubiese gustado tener a su jefe en casa. A lo mejor, de ese modo aprendería a rezar y todo sería más fácil. Y, así continuó, hasta que la artritis devoró sus fuerzas.

Las campanas, repican, repican, repican.

¡Mochita, mochita! Sal, Doita, sal que tenemos que rezal a papalindo.

Y comprende que, mientras viva, tendrá que consolarse con esas campanadas, imaginando que es Evaristo quien la llama, ese hombre que solo buscaba salvarle el alma y enseñarle a conversar con Dios. Repican, repican, repican las campanas. Artidora junta las manos, “esponde, dioito”. Y, con esa sola esperanza, Artidora se persigna. Es un bonito día.

Sal, Doita, sal que tenemos que rezal a papalindo.

La flama de la vela ha consumido al crucificado, las estampitas, el altar y llega hasta la cama.

 El comentario

Aquí hacemos otro corte en la historia y nos vamos hasta el último bloque de párrafos. El recurso de apelar a frases sueltas de una sola línea ayuda muchísimo para graficar los picos que afloran en la conciencia de Artidora: no necesitamos saber todos sus pensamientos, solo aquellos que la torturan y la hacen arrepentirse de su forma de ser (y querer). De la misma manera, y luego de tener párrafos de varias líneas, el autor recurre a un cierre de una sola frase, corta y directa, lo que le da fuerza a la historia porque sugiere lo que sigue a continuación, y al mismo tiempo le otorga elegancia, porque ya no necesita narrar más de lo necesario.

Solo para terminar, una sugerencia que podría servir al autor es que intente recortar sus frases: sus historias ya son lo bastante potentes como para distraer al lector con párrafos largos. Mucho de lo que narra se podría escribir en corto, con economía de palabras. Esto le ayudaría a darle mayor énfasis a la composición de sus oraciones. Si Marco André Fernández hiciera este ejercicio, el texto original podría ahorrarse entre una página a página y media, aproximadamente.

Hasta aquí llegamos con el análisis del relato. Los invitamos a que ingresen al texto completo (el link está al inicio de esta página) para que puedan leer la versión original sin pausas.

No olviden que siempre pueden enviar sus publicaciones de ficción y no ficción para someter sus primeros párrafos a este breve ejercicio de edición. El correo de recepción de sus textos es [email protected]. Pueden enviarlos con sus nombres propios o seudónimos. Nuevamente, están todos invitados a participar, sea cual sea la edad y profesión.

Muchas gracias por la confianza. Revisa el ejercicio anterior: La cocinita editorial. Analizamos «Ceremonia», un cuento de Ana Akamine.

La cocinita editorial. Analizamos «Ceremonia», un cuento de Ana Akamine

No es lo mismo editar que corregir, y este espacio propone demostrarlo. Aquí, a partir de algunos textos cortos e inéditos de ficción y no ficción, nos ejercitaremos en la identificación de vicios retóricos y argumentativos dentro de cada párrafo. Todos están invitados a participar con sus publicaciones.

Por Carlos Chávarry Valiente

La poeta peruana de ascendencia japonesa Ana Akamine Yamashiro —ganadora del VI Concurso Nacional de Poesía de Mujeres Scriptura 2017, y autora de Los árboles una vez fueron hombres (Carpe Diem, 2018) — nos envía este texto de ficción breve pero intenso. La versión original se puede encontrar aquí.

Ceremonia

Mis cabellos arden bajo el sol y gotas de sudor desbordan mi frente, se deslizan por el rostro, [y el] cuello hasta hundirse en mi pecho. Exhalo bocanadas de aire caliente que entume[n] mi piel, se expanden por el cuerpo como aura[s] del infierno. Pero no soy la única, ya hay varios desfallecidos por el calor.

El sacerdote sigue hablando desde su cómodo lugar. Indigna la falta de empatía. Donde vea hay filas de hombre y mujeres sudorosos con blusas y camisas humedecidas. Angurrientos de agua, se estremecen gozosos cuando [el] viento enfría o con alivio una nube difumina la luz solar. Las ropas se pegan al torso, y marca[n] con perfección sus sinuosidades, formas y colores. Entonces pienso que no hay momento más honesto que éste: el de demostrar su propio cuerpo con todas las imperfecciones que él posee. Y es que, vulnerados por el verano, cedemos dócilmente a nuestra suerte.

Debe ser para ellos, que están sentados y bajo sombra, una especie [de] masturbación. Como no tienen poder sobre sus míseras vidas[,] hacen la[s] de otro[s], subalterno[as], miserable[s,] para sentirse superiores. Armando una ceremonia para autonombrarse VIP y sentir por un momento que son una clase privilegiada, para que al final también tomen su bus regreso a casa como todos nosotros.

El comentario

Empecemos con la forma y veamos el fondo del relato al final. No pretendemos fungir de correctores, pero si bien el verbo entumer —en la frase «exhalo bocanadas de aire caliente que entume mi piel» — no está expresamente prohibido por la RAE, suena extraño: si uno no recurre de inmediato al Diccionario Panhispánico de Dudas, puede creer que se trata de un error y creer que la palabra debió ser entumecer. Así como se recomienda que en lo posible nunca se inicie un texto con cifras —por la poca sensualidad que tienen los números para los lectores—, también se sugiere apostar por términos más sencillos cuando estamos en las primeras líneas de una historia.

Algo más: como parte del ejercicio, se ha considerado necesario agregar algunos conectores y signos de puntuación entre corchetes. En la versión original —que está en el enlace indicado al principio— no figuran esos añadidos.

En el tercer párrafo, la conexión entre la segunda y la tercera frase también puede confundir. De hecho, iniciar una línea con un gerundio — «Armando una ceremonia para…»— no suena bien. Esta práctica suele darse en la poesía, pero en prosa podría obstaculizar la lectura. Tampoco queda claro por qué se separaron esas oraciones cuando lo ideal sería que estén juntas. Si la razón por la que se aislaron es para que la frase resultante no fuera demasiado larga, es porque no se tiene confianza en la potencia de lo que se escribe. En última instancia, la oración todavía puede resumirse más.

Segundo bloque

Transpiro tanto que se puede decir que el sol no ha hecho más que mojarme. Mi blusa también está pegada a mi cuerpo, y se trasluce mi ropa interior. Los hombres no tienen ese problema, por el contrario, marca sus torsos enormes y bellos. Algo bueno al menos que admirar: la amplia espalda de Esteban, que delante de mí mueve la pierna ansioso. La primera vez que me fije en él fue cuando llevaba una licra. Sus piernas eran fuertes y marcadas. En ese entonces no sabía qué era lo que sentía, pero era bueno, íntimo y delator. Y mientras mis amigas pensaban que se veía horrible un hombre con licra, yo me ponía nerviosa. Cuando mostré mi admiración fui motivo de burla, “pero si se le notan todos los huevos”. A mí me parecía lo más bello del mundo.

Pasan algunas palomas en el cielo y las cuento. Miro de nuevo esa espalda recta, ancha, ansiosa. Luego bajo a ver sus piernas. Aquellas que son como dos robles que hipnotizan. Parecen increíble que pudieran doblarse. Están para ser cortadas con un hacha roja. Tas, tas, tas y cae a mis brazos amantes listo para la cópula. Tas, tas, tas y el amor es sólo un recuerdo, la excusa del sexo. ¿podrá él estar a la altura de mis entrañas? Cuantos hombres sólo han sido sexo mediocre, uno tras otro, sin mayor mérito que tener un pene.

Esteban…. para empezar, debo hablarle. Intercambiar saludos no es conversar. Pero me quedo muda. Mi nerviosismo advierte que se dará cuenta que sólo miro sus muslos, su miembro, sus pectorales. A veces se pone la camisa rosada y sus pezones despuntan. Me pregunto si le gustará que se los lama, si gemirá de placer o me pedirá suplicante que los muerda. Como me gustaría ver su torso ahora, con la camisa pegada al cuerpo ese pecho debe verse descomunal. Siento ya cosquilleos en mi vagina, como si ella también pudiera sudar por el terrible calor veraniego y reclamara sosiego que ahora no le puedo dar.

Creo que estoy divagando demasiado. Las cosas están perdiendo forma. Pareciera que las gotas de sudor están entrando a mis ojos, no estoy segura de nada. Mi cuerpo se afloja, todo se vuelve blanco y después negro.

El comentario

Con estos otros cuatro párrafos recién se ingresa a la esencia de la historia: las cavilaciones de una joven que se siente cohibida ante un hombre en un escenario donde hay muchas personas. Esto lleva a la pregunta: ¿por qué la autora tardó tres bloques ─los iniciales─ para indicar de qué trataría el relato? Bien dosificada la cantidad de palabras, el contexto se podía dar en un solo párrafo.

El tono en la prosa de estos cuatro párrafos también es un elemento importante porque cambia si se los compara con los iniciales: en cierto modo, se vuelve algo más agresivo. Esta energía resulta positiva para el relato porque manifiesta con minuciosidad las fantasías de la protagonista, es decir, el personaje principal expresa un sentido de urgencia para concretar algo que todavía no obtiene. Y entonces, en este punto, surge otra pregunta: ¿por qué no iniciar el cuento con ese mismo ímpetu, con esa fuerza?

Tercer bloque

Me he despertado echada sobre un sofá. He sido víctima del calor como otros. Sin embargo, continúan los VIP en sus asientos, regios, escuchándose a sí mismos halagarse entre ellos. Si no fuera porque es parte del trabajo participar en estos eventos… si pudiera cambiarme de trabajo… pero no. Ser pobre es triste, una tiene que aguantar estas mierdas.

Un hombre a mi costado, el técnico, me explica que la enfermería está llena. Escucho indiferente. Las puertas están abiertas, pero sólo entra aire caliente que aumenta el sopor y el fastidio. Para qué están abiertas entonces. Pido agua y se retira a buscarla. Sigo transpirando y mi cuerpo está pegajoso y sucio. La cabeza me sigue dando vueltas. Ha venido el joven con el agua. Apenas me deja sola, bebo ansiosa. Cierro las puertas, me quito mis ropas y quedo en trusa. Me pego a la pared para sentir en mi cuerpo el placer del frío contacto. Placer que dura unos segundos enseguida el sopor vuelve a invadir y recorrer toda mi piel. Jadeo. Sigo sudando copiosamente. Mejor es no moverse, así que me echo en el sofá. Pienso en Esteban, en el calor, en el sol, en una cerveza y me toco. Intento no hacer ruido.  Gimo apagadamente el enorme pene de Esteban dentro y fuera de mí, una y otra vez, una y otra vez, y otra vez, y otra vez, derramando su saliva en mi boca y como si fuera un pajarillo estrujado, aprisionándome en sus brazos mientras gimo y me muerdo los labios, moviéndome de un lado a otro desesperada. Arqueo mi cuerpo y es Esteban que arremete con fuerza. Por fin el cuerpo satisfecho queda laxo, con los ojos mirando al techo, gozosa, reflexiva. Sin interferencias sonoras en mi mente, y algo deshidratada, la razón se impone. Tengo que renunciar.

Después de unos minutos divagando, el bochorno parece soportable. De repente es mejor vestirse y abrir la puerta. El viento atiza mi rostro. El técnico esta frente a mí y me mira, le pido otro vaso con agua.

El comentario

Aquí finaliza la historia. Ante la imposibilidad de acercarse a la persona deseada, la mujer se inclina por la masturbación, un acto cuyos efectos se amplifican al saber que está en el ámbito de un evento religioso —y quizá multitudinario—. Solo al final también se entiende por qué el énfasis en el calor y la sudoración —tal vez el bochorno y la sensación de ahogamiento no provenían tanto del exterior como sí del interior de la protagonista—. Esta conclusión lleva a una tercera pregunta, que además es central para el análisis de fondo: ¿estamos ante una historia con un conflicto reconocible, un nudo identificable? A nuestro criterio, no lo parece.

Recordemos los elementos de la estructura aristotélica: inicio-nudo/conflicto-desenlace. Obviamente en este texto hay un inicio y un desenlace, pero se echa de menos la parte del conflicto: quizá se ha difuminado ante la vehemencia que demuestra la protagonista en sus reflexiones. Recordemos que una acumulación de hechos y pensamientos no necesariamente construye una historia. ¿El desmayo fue la razón por la que no se produjo el acercamiento al hombre deseado? ¿La mujer no se siente con la suficiente seguridad como para propiciar un encuentro ante Esteban? ¿Factores externos como el clima o la proximidad entre tantas personas imposibilitan la relación de dos individuos?

Quizá responder a esta última pregunta nos acercaría más al núcleo de la historia, pero sería injusto y reduccionista de nuestro lado pretender que allí acaba todo. En otras palabras, necesitamos saber más, y he allí el mérito de la autora —sembrar la necesidad en los lectores de querer conocer algo adicional sobre el relato y su nudo—, pero también su gran riesgo: crear algo que parece que no está terminado. Como escritores, habría que preguntarse si esa ambivalencia —o esa temeridad— vale la pena.

Este fue el último bloque a analizar. Los invitamos a que ingresen al texto completo para que puedan leer la versión original sin pausas.

No olviden que siempre pueden enviar sus publicaciones de ficción y no ficción para someter sus primeros párrafos a este breve ejercicio de edición. El correo de recepción de sus textos es [email protected]. Pueden enviarlos con sus nombres propios o seudónimos. Nuevamente, les recordamos que todos los autores —de cualquier edad y profesión— están invitados a participar.

Muchas gracias por la confianza.

Una reseña sobre «Estos ensayos no tienen principio ni fin. Textos para perder la orilla sobre la obra de Jorge Eduardo Eielson», de Pamela Medina

Cesar Augusto López, docente del Centro de Desarrollo Editorial y de Contenidos, nos presenta una interesante reseña sobre la obra de la escritora Pamela Medina, quien a través de cinco ensayos intenta profundizar en la obra del poeta Jorge Eduardo Eielson.

Por Cesar Augusto López

Sin temor a equivocarnos, con las vanguardias, la pretendida relación directamente proporcional entre lenguaje y realidad fue puesta en cuestión de mil maneras. En ese sentido, la idea de representación o mímesis, en el burdo sentido de la imitación de la realidad fue minado, hecho trizas, porque se reconoció que los artistas siempre realizan variaciones con el material de sus producciones. La palabra, la pintura, la piedra, la madera, entre otros, y sus distintas junturas, serían suspensiones selectivas en torno a la inasible realidad. El arte no repetiría a las cosas ni serviría a fines políticos, tal como Platón indicaba, con no poco desprecio, sino que por su libertad pondría en tela de juicio una diversidad de cuestiones entendidas como inconmovibles. La fundación del arte moderno se ciñe a la expresión del artista, a su independencia y a la liberación de su práctica.

Sobre la base general que acabamos de explicar, intentaremos atender y entender el conjunto de trabajos, sobre Eduardo Eielson, que desplegaría Pamela Medina en Estos ensayos no tienen principio ni fin (Ediciones MYL, 2022). Valga aclarar que, fuera de los cinco textos, se cuenta con una presentación, agradecimientos y la respectiva bibliografía. En primer lugar, es importante destacar la factura del libro con su clara aspiración a ser un libro objeto y, por ende, un hecho estético. Sin duda, hubo un trabajo arduo en la construcción del mismo y el mayor valor del mismo tiene que ver con lo osado de su presentación en un espacio acostumbrado al academicismo como dejaría entrever la autora (p. 12). En otras palabras, el libro se revelaría ante la imposición o anquilosamiento de la formalidad universitaria, en resumidas cuentas. Definitivamente, esto se consigue con la forma del libro y con creces. Quizá ese es el objetivo principal del conjunto, tal como se anuncia en un epígrafe, tomado de Maurice Blanchot, en el que se menciona la relación entre lealtad metódica y claridad en los objetivos del libro. En otros términos, lo disruptivo o subversivo del libro tenga que ver con su forma como principal punto de apoyo a su crítica contra las limitaciones de los academicistas.

En el aspecto más saltante, Estos ensayos no tienen principio ni fin cumple con su razón de ser. No obstante, el contenido del texto adolece de ciertos principios básicos para abordar la obra de Eielson, tal como se lo propone o como pretende seguir en una expansión de la lectura y no de la literatura (p. 11). Así, se abandona el arte literario por un fin en que la letra desbordaría sus límites hacia otros campos de comprensión. Si la forma del libro clásico es desbordada, la cuestión de la letra no consigue compaginarse con ese deseo, desde la discusión que propusimos al inicio de nuestra reseña. El peso de la representación, como premisa de reflexión, de una u otra forma, vencería. Pero citemos in extenso:

El problema de expandir la lectura, y no de expandir la literatura, es que, en la relación entre la obra de un autor y su estudioso, o entre el lenguaje y el metalenguaje, solo nos hemos fijado en cuarto que el creador desordena, pero no en los pasos que intentan recomponer ese desorden que antes era orden o de ese orden que antes era desorden […] dudo mucho que la compleja obra de Eielson sea solo un objeto de estudio o admiración. Es, en realidad, la forma de entender un problema, que afecta a nuestros modos de leer y comprender… (pp. 15-16)

Fuera de lo enrevesado que puede ser el pasaje citado —no es el único, ya que el texto está plagado de muchos de estos y bastante oscuros, sobre los que faltó, con certeza, trabajo de edición—, queremos enfatizar que Medina busca reconstruir un proceso creativo que, al parecer, no ha sido tomado en cuenta. Sus ensayos, según entendemos, atienden al meollo del caos previo al objeto estético «eielsoniano». Sin embargo, aquello que se desprendería de su propuesta no va más lejos o no nos descubre nada en torno a los productos artísticos, puesto que son formas de entender o atender problemas y afectarían nuestra cognición; nuestra percepción del mundo. El arte, hace mucho tiempo, anda desprendido del ánimo cientificista o de la contemplación griega; el arte es en sí mismo una dimensión crítica por la exploración de sus materias, los cuales, en su ordenamiento estético, pondrían, inevitablemente, en tela de juicio la realidad.

Lo que acabamos de decir, es que el texto aún depende de una mirada conservadora del arte, porque incluso emplea la palabra «estético» como bello (p. 24) y no como sentir. De aquí nuestra observación inicial y nuestra concordancia con Eielson, más que con su estudiosa. A partir de lo mencionado, es posible que el lector pueda sentir una clara tensión en el discurso y en el proceso argumentativo de los ensayos, pero esto no tiene que ver con la obra del artista estudiado, sino con los límites de fondo que son el punto de partida del contenido del libro. Tenemos expuesta una visión poco problemática del arte y un autor que problematiza el mismo, pero desde los campos estéticos que transita.

Por este motivo, bajo su condición de entendimiento, la autora piensa el poema como ecuación (p. 33), a sabiendas de que la existencia de esta última parte del reto de la resolución. No se plantean problemas matemáticos para no convertirse en retos de explicación, contrario al poema que no anda interesado en ello. Al fin y al cabo, la palabra poética «no crea ni ordena o media, al contrario, permuta, desarma, confunde y escamotea lo que representa» (p. 26).

Repetimos que ni siquiera representa, en consonancia con la premisa de esta reseña. Incluso, se afirma que la poesía sería un puente entre matemática y lenguaje (p. 40). Podemos estar de acuerdo, pero también sucede lo mismo con otras disciplinas estéticas e, incluso, no estéticas. Se matematiza la poesía en el ensayo, pero ¿no será que la matemática se poetiza en realidad como se podría hacer lo mismo con la economía o la química? Hasta donde puede llegar nuestro entendimiento, el poema trastoca realidades, más que lo inverso. Cuídese, lo que afirmamos, de que las ciencias no tengan un grado de poeticidad, una estética particular. Eso también es obvio, por la necesidad de la metáfora en su explicación de realidades complejas.

Otro de los asuntos que se abre a la problematización en el libro es el estatuto de lo ontológico y su localización en la poética de Eielson (p. 53). Este tema requiere una batería potente de explicaciones y justificaciones, las cuales no se presentan. Por ende, el proceso interpretativo acumula una gran cantidad de términos y usos que pueden confundir al lector por la velocidad y poca minucia con las que se presentan. Incluso existe una confusión conceptual cuando se menciona al demiurgo, artesano por excelencia, y se le coloca como inferior a un editor, el cual se presenta con el mismo estatuto de aquel que trabaja de cerca con su material para, casi inmediatamente, saltar hasta el poeta como programador. Medina explica así: “Difícilmente, el poeta demiurgo podría ver sus poemas como siluetas sobre el papel o sus versos teñirse de amarillo” (p. 54). Al parecer, se nos presenta un demiurgo poco dispuesto a la labor manual cuando es todo lo contrario, si revisamos un poco el Timeo. Pero podemos estar equivocados, el asunto de fondo es que la ensayista no coloca una referencia a su afirmación, lo cual nos permite discrepar con ella.

En el tercer ensayo, sobre la novelística del autor, o el ensayo cuatro, sobre la corporalidad o la propuesta final, sobre la ensayística eielsoniana, siempre se rodea el asunto ontológico no sin ciertas contradicciones básicas, ocasionadas por un punto de vista clásico contra una clara exploración de las formas, tanto en el libro como en su razón de ser, la creación de Jorge Eduardo Eielson. Esto implica que, para cuestionar rotundamente un estamento, entiéndase el intelectual o, peor aún, el intelectualista, es necesario demostrar un manejo solvente de sus limitaciones; unas que ya fueron apuntadas a inicios del siglo XX, pero que Medina parece no reconocer como verdadera fuente de su postura y que solo roza de vez en vez.

Bajo lo mencionado, las oscilaciones o lo indecible de los ensayos no sería producto de un desprendimiento y riesgo interpretativo, sino las tensiones que se generan por no cruzar bien a la otra orilla de lectura que se nos propone. Vaste indicar la consideración de que la matemática (!) corporalizaría a la poesía (p. 54). Idea muy polémica, pero que no sería sospechosa, si hubiera un buen punto de partida en contra de la tradición representativa (término que se repite mucho en el quinto movimiento del libro) y jugara como Eielson hacía con la palabra. De esta forma, no encontraríamos una conclusión final que brilla por ser evidente (p. 155), sino una que se encuentre a la altura de la conformación material, muy elogiable, del conjunto de ensayos que el lector, más que nosotros, sabrá juzgar.