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La inteligencia artificial como herramienta del corrector de textos

En tiempos IA y desarrolladores digitales de contenido, el corrector de textos puede ver en esta tecnología un interesante potenciador de su trabajo. A continuación, te presentamos algunos beneficios de la IA en el campo de la corrección.

Herramientas de corrección

Los desarrolladores de inteligencia artificial han implementado correctores gramaticales y ortográficos capaces de detectar errores que muchas veces pasan desapercibidos a ojos del corrector.

No estamos diciendo que la herramienta reemplace el criterio y experiencia del profesional de la corrección, sino que puede emplear estos sistemas para sumar valor a su trabajo.

De este modo, se asegura la efectiva transmisión de los mensajes en los contenidos que el corrector tiene a su cargo. Entre los más conocidos están Trinka, QuillBot, entre otros.

Diversidad de soluciones

Gracias a los modelos de aprendizaje automático de los programados desarrollados con IA, estos son capaces de detectar errores gramaticales y ortográficos e integrarlos a una base de datos que siguen reglas y patrones de acuerdo con un contexto determinado.

De esta manera, generan un catálogo con una serie de soluciones en las que el corrector de textos podrá seleccionar en base a sus requerimientos.

Categorización de sugerencias

Correctores digitales como Grammarly categorizan los errores encontrados en un texto, mostrando diversas alertas de acuerdo con la cantidad de erratas detectadas.

Agilización del proceso de corrección (más no suplantación)

Esto no quiere decir que el trabajo de corrección se deje al libre albedrío de la inteligencia artificial, sino que el corrector de textos puede apoyarse en estas herramientas para detectar de forma más rápida los posibles errores que afectan un escrito. Basta con copiar y pegar el texto en la herramienta para conseguirlo.

Luego, con la experiencia y conocimientos del corrector, se procederá a evaluar cada errata detectada.

Si deseas participar de nuestro curso IA para correctores da clic aquí.

La cocinita editorial. Analizamos «Lumen Christi», un cuento de Marco Fernández

No es lo mismo editar que corregir, y este espacio propone demostrarlo. Aquí, a partir de algunos textos cortos e inéditos de ficción y no ficción, nos ejercitaremos en la identificación de vicios retóricos y argumentativos dentro de cada párrafo. Todos están invitados a participar con sus publicaciones.

Por Carlos Chávarry Valiente

Resumamos lo que se va a encontrar aquí: un relato de ficción que, si bien tiene un inicio un tanto intrincado, se vuelve interesante conforme se desarrolla hasta llegar a un cierre certero. Esto último, el cierre, es lo que más justicia le hace al texto en sí, algo que explicaremos más adelante. Su autor, Marco André Fernández Risco, es comunicador, escritorha publicado Escala de grises, un libro de cuentos─ y exalumno de la Escuela de Edición de Lima. La versión original se puede encontrar aquí.

Lumen Christi

Las campanas de la iglesia repican inquietas. El resueno recorre los tejados en ruinas y desciende entre las callejuelas y la plaza dormida. Vencida la noche, se apodera del cielo un claroscuro; pronto alzarán vuelo las tórtolas, cantarán orgullosos los gallos galponeros y las campiñas recibirán el baño cálido del sol.

Junto con una ventisca, las campanadas penetran las entrañas de una de las tantas casas del pueblo de Orupe. Sobresaltada, Artidora abre los ojos. Le sostiene la mirada un cristo agonizante y de frio yeso que pende de una cruz, un poco más descascarado que ayer, pero con la divinidad intacta. Aparta el cobertor, se calza un par de chancletas, enciende una vela y la coloca sobre un pequeño altar. Junta sus manos y cierra los ojos. El viento se fortalece, como si alguien soplase a pulmón salido. La flama alumbra los pies del crucificado y provoca una penumbra tenue bajo los filos de unas estampitas.

Hilachas de agua se deslizan entre las grietas de sus mejillas. Se acomoda los rizos prietos, no hay mucho que embellecer en aquel rostro, en el cual caben todos los gestos, menos la sonrisa. Artidora sale del baño, hacia su habitación. Apoya la mano contra la pared; avanza, avanza, cada paso requiere su propio esfuerzo. Avanza, avanza, y la distancia entre ambos cuartos parece la de dos continentes.

La mañana ha tomado forma. Vientos recios mecen las copas de las palmeras que adornan la plaza. Se agitan las ropas de los tendederos y las ventanas se estrellan contra sus marcos. El canto de las pregoneras anuncia la salida de las primeras remesas de pan, los cuencos rebalsan de leche fresca y aparecen los primeros caminantes. Las campanadas de la iglesia resuenan otra vez. En el cuarto de Artidora, la llama de la vela es ya una lengua robusta. Nada que esté fuera de aquellos muros tiene sentido para ella. Es que el padre Humberto dice que solo un corazón silencioso y desentendido del mundo es capaz de escuchar al Señor. Pero, a veces se le olvida que creer en Dios supone también aceptar sus silencios.

El comentario

Es cierto que en un texto de ficción el autor puede permitirse enriquecer los detalles del contexto de los personajes todo lo que desee, y también es cierto que tiene licencia para alargar la introducción, pero en este caso específico ─y desde una apreciación muy subjetiva─ nos resulta demasiado extensa la enumeración de lugares. No es una regla en sí, pero muchas veces la descripción minuciosa ayuda a hablar de espacios inesperados o que cobrarán relevancia más adelante en el relato. Aquí, sin embargo, no parece cumplir esa función y, por el contrario, distrae de lo que debería ser un inicio poderoso que invite al lector a continuar. De hecho, cuesta identificar que se va a contar la historia de alguien llamada Artidora.

Para entender lo anterior, lo de cómo retratar lugares de manera puntual, utilizaremos un texto de no ficción ─queremos evitar comparaciones innecesarias─ de Martín Caparrós, quien tiene una frase bastante conocida con la que reseña un lugar tan árido y monótono como una metalúrgica: «Aquí, ahora, en este espacio enorme gris espeluznante hay rayos, fuego, truenos, materia líquida que debería ser sólida: el principio del mundo cuarenta y cuatro veces al día. Aquí, ahora, en este espacio de posguerra nuclear hay caños como ríos, las grúas dinosaurias, las llamas hechas chorro, sus chispas en torrente, cables, el humo negro, azul, azufre, gotas incandescentes en el aire, el polvo de la escoria, las escaleras, los conductos, los guinches como pájaros monstruosos, olor a hierro ardiendo, mugre, sirenas, estallidos, plataformas, calor en llamaradas, las ollas tremebundas donde se cuecen los metales». Uno lee esa descripción y prácticamente se puede ver la planta de fundición. Lo mejor es que el cronista argentino solo ha necesitado unas cuantas palabras para llevarnos a esa imagen.

Bloque 2

Artidora lleva varios días sin pronunciar palabra y contemplando únicamente la mirada moribunda de Cristo. Menea la cabeza y aprieta los dientes.

—Zambo so coudo, dice, casi en un susurro.

Un campanazo retumba en la habitación y ella se persigna tantas veces como puede. Le resulta imposible controlarse al pensar en su esposo Evaristo. El fuego de la vela continúa hinchándose, como si las plegarias y el recuerdo lo alimentasen. <<Zambo so coudo>>, piensa Artidora, tras concluir una salve por tercera vez. Es que su esposo no solo era un “so coudo”, sino “el cojudo”. Y, según ella, a los cojudos pertenece el reino de arriba.

Era un zambo de cabello blanco y rizoso, labios anchos, patilargo y de lomo encorvado. Un hombre hecho para el domingo, como solía decir el padre Humberto. Lo que nadie entiende es como un tipo de su talante tuvo tan mal ojo al momento de escoger una esposa. Pues, Artidora no solo tenía malgenio, sino que, además, era santera.

En un cuartucho, cerca de la plaza, Artidora recibía a los consumidos por el susto, el mal de ojo, o cualquier otra dolencia en el espíritu. Venían a buscarla de todos los rincones de La Milla: madres con niños llorones, solteras de pelo teñido, hombres sin trabajo que apestaban a mala suerte; avariciosos o bienechores, todos eran bienvenidos. Los que vivían cerca de aquel lugar aseguraban que la calle olía a flores rancias y que la santera acumulaba cuyes muertos en un corralón. A mitad de la noche, hacía una hoguera a las afueras del pueblo y quemaba los restos. Pese a todo, nunca se oyó decir que alguno de sus métodos fallase.

El comentario

En contraposición a los párrafos de inicio, con este bloque el autor ya entra de lleno a explicar la situación de los personajes principales, y lo hace de manera muy simple y precisa ─es decir, efectiva─. Se puede notar claramente la estructura que Marco André ha seguido: primero ─y con cierta dosis de humor─ explica los pensamientos de la protagonista Artidora, los que a su vez llevarán a la presentación del segundo personaje importante de la historia, Evaristo, para luego explicar el vínculo entre ambos y, en especial, el contraste que ellos representan ante los demás. En otras palabras, el autor concatena la información de una manera calculada pero nada forzada: todo en ese bloque fluye con naturalidad.

En este punto hacemos un pequeño salto dentro del texto ─la parte donde se explica cómo se enamoraron ambos personajes, y que también está narrada con propiedad─ para ir hacia lo que será el primer conflicto de la historia, el nudo que, a su vez, llevará a uno más grande.

Bloque 3

Una noche, mientras cenaban, Evaristo le pidió a su esposa que conversaran. Ella accedió de mala gana. Esperaba a un muchacho que aseguraba ser víctima de envidias y le había prometido una buena paga si lograba apartarle esa vibras. Evaristo siguió a Artidora hasta el cuartucho. Olía a hierbas, tierra húmeda y canela. Una bombilla pálida alumbraba el espacio y de las paredes colgaban santos y ángeles de rostros calmos y afeminados. Sobre un pequeño altar, dos cráneos eran velados. Artidora se sentó en un banquito y vertió un líquido amarillento con pétalos en una batea.

— Negita, quieo que tú me acompañe a misa, dijo Evaristo.

— ¿Qué tu tá loco?, mira, yo no te jodo con tu vaina de la glesia, no venga a moletame tú a mí, respondió Artidora y movió la batea para que se mezclasen las aguas.

—Pero, Doita, tienes que hablá con diosito pue, pa que sigas cuando a tus enfemitos y salves tu almita, dijo Evaristo e intentó acariciarle la mejilla. Ella lo apartó, dándole un manotazo.

—¿Y tú qué piensa? ¿Quel padecito ese va hace el milago? No seas buro, zambo so coudo. Acá la cosa es suelte, y lo que quiea la fotuna, no me venga con tonteas, dijo Artidora.

—Vamo pue negita, mira que no me guta que la gente hable mal de ti, pue, dijo Evaristo.

—Me impota tes pepinos ¿Qué haces caso tú, zambo coudo? Tú tas casao conmigo, no con la gente, respondió Artidora y tocaron la puerta.

¿Y si lo hubiese hecho tal como Evaristo decía? Artidora junta sus manos y agacha la cabeza. Solo necesita un milagrito. La flama baila al paso del viento que mece las cortinas y las estampas del altar. Las campanas otra vez. Artidora se levanta. Avanza, muy despacito, avanza hacia la ventana, segura de que algo sucede afuera.

Evaristo insistió. Ella lo amenazó con ponerle agua de raíces en su café, si no dejaba de hostigarla con eso de que fuese a la iglesia. Además, los domingos dormía hasta pasadas las ocho y las consultas de la semana la dejaban cansada. En cambio, Evaristo se vestía de gala ni bien amanecía. Un saco raído, una camisa amarillenta, que en algún tiempo debió ser pulcra y brillosa; un pantalón con tantas costuras como cicatrices tiene un acuchillado, y un par de zapatos de cuero opaco. Antes de salir, se acercaba a Artidora para darle un beso en la mejilla.

—Quita, quita, zambo fatidioso. Ande a baré la glesia con el cua, decía Artidora.

—Ahí te voa llamal, mi negita mocha, mocha, respondía Evaristo.

El comentario

Si seguimos la línea estructural del relato, notaremos que el autor introduce con equilibrio un diálogo ─quizá un poquito extenso─ para dar luces sobre el conflicto que servirá de telón de fondo de todo lo que se viene: la protagonista no solo se niega a ir a la iglesia a causa de sus creencias, sino que ─y aquí Marco André lo sugiere de manera muy sutil─ desprecia a su esposo por tenerlas y no obtener nada tangible ─rentable, un beneficio económico─ de ellas. Con este bloque, el autor muestra las motivaciones psicológicas y espirituales de Artidora y Evaristo sin necesidad de dar descripciones abstractas o subjetivas. Es decir, deja que los personajes se expliquen con sus propias palabras y reflexiones, algo que los lectores siempre agradecemos.

Otro detalle clave: el autor hace mención a la presencia de velas encendidas a lo largo del relato, y no dejará de señalarlas casi-como-quien-no-quiere-la-cosa, lo cual es muy importante porque, en algún punto, esas velas flameantes tendrán un efecto impredecible dentro de la historia. Ese recurso, que aquí está muy bien manejado al mantenerse constante en el texto sin ser demasiado ostentoso, también ayuda a que el lector visualice los ambientes donde se desenvuelven los personajes.

Por otro lado, si bien se entienden los intentos de realismo en el habla de los personajes, como autores también debemos ser cautelosos para no resultar machacantes y agotadores. En esa línea, es posible pulir el estilo que tiene Artidora y Evaristo para comunicarse y no insistir tanto con el recurso de recortar las palabras: este, al final de cuentas, no es más que un truco para que las frases suenen realistas, pero se requiere utilizarlo con precaución, pues de lo contrario hasta podría parecer que nos regocijamos en los estereotipos, lo que nos haría perder la autoridad necesaria como narradores ante el lector.

Bloque 4

Sin su compañero, Artidora terminó consumiéndose. No le quedaban fuerzas para responder a quienes la culpaban por la muerte de Evaristo, especialmente a los que aseguraban que Dios lo había premiado arrancándolo de su lado. Acudía a la iglesia todas las mañanas, pero al igual que ahora, no sabía cómo dirigirse ante los santos o a la más simple de las estampas. Cogió sus ahorros y compró la imagen del crucificado. Pensó que a Evaristo le hubiese gustado tener a su jefe en casa. A lo mejor, de ese modo aprendería a rezar y todo sería más fácil. Y, así continuó, hasta que la artritis devoró sus fuerzas.

Las campanas, repican, repican, repican.

¡Mochita, mochita! Sal, Doita, sal que tenemos que rezal a papalindo.

Y comprende que, mientras viva, tendrá que consolarse con esas campanadas, imaginando que es Evaristo quien la llama, ese hombre que solo buscaba salvarle el alma y enseñarle a conversar con Dios. Repican, repican, repican las campanas. Artidora junta las manos, “esponde, dioito”. Y, con esa sola esperanza, Artidora se persigna. Es un bonito día.

Sal, Doita, sal que tenemos que rezal a papalindo.

La flama de la vela ha consumido al crucificado, las estampitas, el altar y llega hasta la cama.

 El comentario

Aquí hacemos otro corte en la historia y nos vamos hasta el último bloque de párrafos. El recurso de apelar a frases sueltas de una sola línea ayuda muchísimo para graficar los picos que afloran en la conciencia de Artidora: no necesitamos saber todos sus pensamientos, solo aquellos que la torturan y la hacen arrepentirse de su forma de ser (y querer). De la misma manera, y luego de tener párrafos de varias líneas, el autor recurre a un cierre de una sola frase, corta y directa, lo que le da fuerza a la historia porque sugiere lo que sigue a continuación, y al mismo tiempo le otorga elegancia, porque ya no necesita narrar más de lo necesario.

Solo para terminar, una sugerencia que podría servir al autor es que intente recortar sus frases: sus historias ya son lo bastante potentes como para distraer al lector con párrafos largos. Mucho de lo que narra se podría escribir en corto, con economía de palabras. Esto le ayudaría a darle mayor énfasis a la composición de sus oraciones. Si Marco André Fernández hiciera este ejercicio, el texto original podría ahorrarse entre una página a página y media, aproximadamente.

Hasta aquí llegamos con el análisis del relato. Los invitamos a que ingresen al texto completo (el link está al inicio de esta página) para que puedan leer la versión original sin pausas.

No olviden que siempre pueden enviar sus publicaciones de ficción y no ficción para someter sus primeros párrafos a este breve ejercicio de edición. El correo de recepción de sus textos es noticias@cdeyc.com. Pueden enviarlos con sus nombres propios o seudónimos. Nuevamente, están todos invitados a participar, sea cual sea la edad y profesión.

Muchas gracias por la confianza. Revisa el ejercicio anterior: La cocinita editorial. Analizamos «Ceremonia», un cuento de Ana Akamine.

La cocinita editorial. Analizamos «Ceremonia», un cuento de Ana Akamine

No es lo mismo editar que corregir, y este espacio propone demostrarlo. Aquí, a partir de algunos textos cortos e inéditos de ficción y no ficción, nos ejercitaremos en la identificación de vicios retóricos y argumentativos dentro de cada párrafo. Todos están invitados a participar con sus publicaciones.

Por Carlos Chávarry Valiente

La poeta peruana de ascendencia japonesa Ana Akamine Yamashiro —ganadora del VI Concurso Nacional de Poesía de Mujeres Scriptura 2017, y autora de Los árboles una vez fueron hombres (Carpe Diem, 2018) — nos envía este texto de ficción breve pero intenso. La versión original se puede encontrar aquí.

Ceremonia

Mis cabellos arden bajo el sol y gotas de sudor desbordan mi frente, se deslizan por el rostro, [y el] cuello hasta hundirse en mi pecho. Exhalo bocanadas de aire caliente que entume[n] mi piel, se expanden por el cuerpo como aura[s] del infierno. Pero no soy la única, ya hay varios desfallecidos por el calor.

El sacerdote sigue hablando desde su cómodo lugar. Indigna la falta de empatía. Donde vea hay filas de hombre y mujeres sudorosos con blusas y camisas humedecidas. Angurrientos de agua, se estremecen gozosos cuando [el] viento enfría o con alivio una nube difumina la luz solar. Las ropas se pegan al torso, y marca[n] con perfección sus sinuosidades, formas y colores. Entonces pienso que no hay momento más honesto que éste: el de demostrar su propio cuerpo con todas las imperfecciones que él posee. Y es que, vulnerados por el verano, cedemos dócilmente a nuestra suerte.

Debe ser para ellos, que están sentados y bajo sombra, una especie [de] masturbación. Como no tienen poder sobre sus míseras vidas[,] hacen la[s] de otro[s], subalterno[as], miserable[s,] para sentirse superiores. Armando una ceremonia para autonombrarse VIP y sentir por un momento que son una clase privilegiada, para que al final también tomen su bus regreso a casa como todos nosotros.

El comentario

Empecemos con la forma y veamos el fondo del relato al final. No pretendemos fungir de correctores, pero si bien el verbo entumer —en la frase «exhalo bocanadas de aire caliente que entume mi piel» — no está expresamente prohibido por la RAE, suena extraño: si uno no recurre de inmediato al Diccionario Panhispánico de Dudas, puede creer que se trata de un error y creer que la palabra debió ser entumecer. Así como se recomienda que en lo posible nunca se inicie un texto con cifras —por la poca sensualidad que tienen los números para los lectores—, también se sugiere apostar por términos más sencillos cuando estamos en las primeras líneas de una historia.

Algo más: como parte del ejercicio, se ha considerado necesario agregar algunos conectores y signos de puntuación entre corchetes. En la versión original —que está en el enlace indicado al principio— no figuran esos añadidos.

En el tercer párrafo, la conexión entre la segunda y la tercera frase también puede confundir. De hecho, iniciar una línea con un gerundio — «Armando una ceremonia para…»— no suena bien. Esta práctica suele darse en la poesía, pero en prosa podría obstaculizar la lectura. Tampoco queda claro por qué se separaron esas oraciones cuando lo ideal sería que estén juntas. Si la razón por la que se aislaron es para que la frase resultante no fuera demasiado larga, es porque no se tiene confianza en la potencia de lo que se escribe. En última instancia, la oración todavía puede resumirse más.

Segundo bloque

Transpiro tanto que se puede decir que el sol no ha hecho más que mojarme. Mi blusa también está pegada a mi cuerpo, y se trasluce mi ropa interior. Los hombres no tienen ese problema, por el contrario, marca sus torsos enormes y bellos. Algo bueno al menos que admirar: la amplia espalda de Esteban, que delante de mí mueve la pierna ansioso. La primera vez que me fije en él fue cuando llevaba una licra. Sus piernas eran fuertes y marcadas. En ese entonces no sabía qué era lo que sentía, pero era bueno, íntimo y delator. Y mientras mis amigas pensaban que se veía horrible un hombre con licra, yo me ponía nerviosa. Cuando mostré mi admiración fui motivo de burla, “pero si se le notan todos los huevos”. A mí me parecía lo más bello del mundo.

Pasan algunas palomas en el cielo y las cuento. Miro de nuevo esa espalda recta, ancha, ansiosa. Luego bajo a ver sus piernas. Aquellas que son como dos robles que hipnotizan. Parecen increíble que pudieran doblarse. Están para ser cortadas con un hacha roja. Tas, tas, tas y cae a mis brazos amantes listo para la cópula. Tas, tas, tas y el amor es sólo un recuerdo, la excusa del sexo. ¿podrá él estar a la altura de mis entrañas? Cuantos hombres sólo han sido sexo mediocre, uno tras otro, sin mayor mérito que tener un pene.

Esteban…. para empezar, debo hablarle. Intercambiar saludos no es conversar. Pero me quedo muda. Mi nerviosismo advierte que se dará cuenta que sólo miro sus muslos, su miembro, sus pectorales. A veces se pone la camisa rosada y sus pezones despuntan. Me pregunto si le gustará que se los lama, si gemirá de placer o me pedirá suplicante que los muerda. Como me gustaría ver su torso ahora, con la camisa pegada al cuerpo ese pecho debe verse descomunal. Siento ya cosquilleos en mi vagina, como si ella también pudiera sudar por el terrible calor veraniego y reclamara sosiego que ahora no le puedo dar.

Creo que estoy divagando demasiado. Las cosas están perdiendo forma. Pareciera que las gotas de sudor están entrando a mis ojos, no estoy segura de nada. Mi cuerpo se afloja, todo se vuelve blanco y después negro.

El comentario

Con estos otros cuatro párrafos recién se ingresa a la esencia de la historia: las cavilaciones de una joven que se siente cohibida ante un hombre en un escenario donde hay muchas personas. Esto lleva a la pregunta: ¿por qué la autora tardó tres bloques ─los iniciales─ para indicar de qué trataría el relato? Bien dosificada la cantidad de palabras, el contexto se podía dar en un solo párrafo.

El tono en la prosa de estos cuatro párrafos también es un elemento importante porque cambia si se los compara con los iniciales: en cierto modo, se vuelve algo más agresivo. Esta energía resulta positiva para el relato porque manifiesta con minuciosidad las fantasías de la protagonista, es decir, el personaje principal expresa un sentido de urgencia para concretar algo que todavía no obtiene. Y entonces, en este punto, surge otra pregunta: ¿por qué no iniciar el cuento con ese mismo ímpetu, con esa fuerza?

Tercer bloque

Me he despertado echada sobre un sofá. He sido víctima del calor como otros. Sin embargo, continúan los VIP en sus asientos, regios, escuchándose a sí mismos halagarse entre ellos. Si no fuera porque es parte del trabajo participar en estos eventos… si pudiera cambiarme de trabajo… pero no. Ser pobre es triste, una tiene que aguantar estas mierdas.

Un hombre a mi costado, el técnico, me explica que la enfermería está llena. Escucho indiferente. Las puertas están abiertas, pero sólo entra aire caliente que aumenta el sopor y el fastidio. Para qué están abiertas entonces. Pido agua y se retira a buscarla. Sigo transpirando y mi cuerpo está pegajoso y sucio. La cabeza me sigue dando vueltas. Ha venido el joven con el agua. Apenas me deja sola, bebo ansiosa. Cierro las puertas, me quito mis ropas y quedo en trusa. Me pego a la pared para sentir en mi cuerpo el placer del frío contacto. Placer que dura unos segundos enseguida el sopor vuelve a invadir y recorrer toda mi piel. Jadeo. Sigo sudando copiosamente. Mejor es no moverse, así que me echo en el sofá. Pienso en Esteban, en el calor, en el sol, en una cerveza y me toco. Intento no hacer ruido.  Gimo apagadamente el enorme pene de Esteban dentro y fuera de mí, una y otra vez, una y otra vez, y otra vez, y otra vez, derramando su saliva en mi boca y como si fuera un pajarillo estrujado, aprisionándome en sus brazos mientras gimo y me muerdo los labios, moviéndome de un lado a otro desesperada. Arqueo mi cuerpo y es Esteban que arremete con fuerza. Por fin el cuerpo satisfecho queda laxo, con los ojos mirando al techo, gozosa, reflexiva. Sin interferencias sonoras en mi mente, y algo deshidratada, la razón se impone. Tengo que renunciar.

Después de unos minutos divagando, el bochorno parece soportable. De repente es mejor vestirse y abrir la puerta. El viento atiza mi rostro. El técnico esta frente a mí y me mira, le pido otro vaso con agua.

El comentario

Aquí finaliza la historia. Ante la imposibilidad de acercarse a la persona deseada, la mujer se inclina por la masturbación, un acto cuyos efectos se amplifican al saber que está en el ámbito de un evento religioso —y quizá multitudinario—. Solo al final también se entiende por qué el énfasis en el calor y la sudoración —tal vez el bochorno y la sensación de ahogamiento no provenían tanto del exterior como sí del interior de la protagonista—. Esta conclusión lleva a una tercera pregunta, que además es central para el análisis de fondo: ¿estamos ante una historia con un conflicto reconocible, un nudo identificable? A nuestro criterio, no lo parece.

Recordemos los elementos de la estructura aristotélica: inicio-nudo/conflicto-desenlace. Obviamente en este texto hay un inicio y un desenlace, pero se echa de menos la parte del conflicto: quizá se ha difuminado ante la vehemencia que demuestra la protagonista en sus reflexiones. Recordemos que una acumulación de hechos y pensamientos no necesariamente construye una historia. ¿El desmayo fue la razón por la que no se produjo el acercamiento al hombre deseado? ¿La mujer no se siente con la suficiente seguridad como para propiciar un encuentro ante Esteban? ¿Factores externos como el clima o la proximidad entre tantas personas imposibilitan la relación de dos individuos?

Quizá responder a esta última pregunta nos acercaría más al núcleo de la historia, pero sería injusto y reduccionista de nuestro lado pretender que allí acaba todo. En otras palabras, necesitamos saber más, y he allí el mérito de la autora —sembrar la necesidad en los lectores de querer conocer algo adicional sobre el relato y su nudo—, pero también su gran riesgo: crear algo que parece que no está terminado. Como escritores, habría que preguntarse si esa ambivalencia —o esa temeridad— vale la pena.

Este fue el último bloque a analizar. Los invitamos a que ingresen al texto completo para que puedan leer la versión original sin pausas.

No olviden que siempre pueden enviar sus publicaciones de ficción y no ficción para someter sus primeros párrafos a este breve ejercicio de edición. El correo de recepción de sus textos es noticias@cdeyc.com. Pueden enviarlos con sus nombres propios o seudónimos. Nuevamente, les recordamos que todos los autores —de cualquier edad y profesión— están invitados a participar.

Muchas gracias por la confianza.

Una reseña sobre «Estos ensayos no tienen principio ni fin. Textos para perder la orilla sobre la obra de Jorge Eduardo Eielson», de Pamela Medina

Cesar Augusto López, docente del Centro de Desarrollo Editorial y de Contenidos, nos presenta una interesante reseña sobre la obra de la escritora Pamela Medina, quien a través de cinco ensayos intenta profundizar en la obra del poeta Jorge Eduardo Eielson.

Por Cesar Augusto López

Sin temor a equivocarnos, con las vanguardias, la pretendida relación directamente proporcional entre lenguaje y realidad fue puesta en cuestión de mil maneras. En ese sentido, la idea de representación o mímesis, en el burdo sentido de la imitación de la realidad fue minado, hecho trizas, porque se reconoció que los artistas siempre realizan variaciones con el material de sus producciones. La palabra, la pintura, la piedra, la madera, entre otros, y sus distintas junturas, serían suspensiones selectivas en torno a la inasible realidad. El arte no repetiría a las cosas ni serviría a fines políticos, tal como Platón indicaba, con no poco desprecio, sino que por su libertad pondría en tela de juicio una diversidad de cuestiones entendidas como inconmovibles. La fundación del arte moderno se ciñe a la expresión del artista, a su independencia y a la liberación de su práctica.

Sobre la base general que acabamos de explicar, intentaremos atender y entender el conjunto de trabajos, sobre Eduardo Eielson, que desplegaría Pamela Medina en Estos ensayos no tienen principio ni fin (Ediciones MYL, 2022). Valga aclarar que, fuera de los cinco textos, se cuenta con una presentación, agradecimientos y la respectiva bibliografía. En primer lugar, es importante destacar la factura del libro con su clara aspiración a ser un libro objeto y, por ende, un hecho estético. Sin duda, hubo un trabajo arduo en la construcción del mismo y el mayor valor del mismo tiene que ver con lo osado de su presentación en un espacio acostumbrado al academicismo como dejaría entrever la autora (p. 12). En otras palabras, el libro se revelaría ante la imposición o anquilosamiento de la formalidad universitaria, en resumidas cuentas. Definitivamente, esto se consigue con la forma del libro y con creces. Quizá ese es el objetivo principal del conjunto, tal como se anuncia en un epígrafe, tomado de Maurice Blanchot, en el que se menciona la relación entre lealtad metódica y claridad en los objetivos del libro. En otros términos, lo disruptivo o subversivo del libro tenga que ver con su forma como principal punto de apoyo a su crítica contra las limitaciones de los academicistas.

En el aspecto más saltante, Estos ensayos no tienen principio ni fin cumple con su razón de ser. No obstante, el contenido del texto adolece de ciertos principios básicos para abordar la obra de Eielson, tal como se lo propone o como pretende seguir en una expansión de la lectura y no de la literatura (p. 11). Así, se abandona el arte literario por un fin en que la letra desbordaría sus límites hacia otros campos de comprensión. Si la forma del libro clásico es desbordada, la cuestión de la letra no consigue compaginarse con ese deseo, desde la discusión que propusimos al inicio de nuestra reseña. El peso de la representación, como premisa de reflexión, de una u otra forma, vencería. Pero citemos in extenso:

El problema de expandir la lectura, y no de expandir la literatura, es que, en la relación entre la obra de un autor y su estudioso, o entre el lenguaje y el metalenguaje, solo nos hemos fijado en cuarto que el creador desordena, pero no en los pasos que intentan recomponer ese desorden que antes era orden o de ese orden que antes era desorden […] dudo mucho que la compleja obra de Eielson sea solo un objeto de estudio o admiración. Es, en realidad, la forma de entender un problema, que afecta a nuestros modos de leer y comprender… (pp. 15-16)

Fuera de lo enrevesado que puede ser el pasaje citado —no es el único, ya que el texto está plagado de muchos de estos y bastante oscuros, sobre los que faltó, con certeza, trabajo de edición—, queremos enfatizar que Medina busca reconstruir un proceso creativo que, al parecer, no ha sido tomado en cuenta. Sus ensayos, según entendemos, atienden al meollo del caos previo al objeto estético «eielsoniano». Sin embargo, aquello que se desprendería de su propuesta no va más lejos o no nos descubre nada en torno a los productos artísticos, puesto que son formas de entender o atender problemas y afectarían nuestra cognición; nuestra percepción del mundo. El arte, hace mucho tiempo, anda desprendido del ánimo cientificista o de la contemplación griega; el arte es en sí mismo una dimensión crítica por la exploración de sus materias, los cuales, en su ordenamiento estético, pondrían, inevitablemente, en tela de juicio la realidad.

Lo que acabamos de decir, es que el texto aún depende de una mirada conservadora del arte, porque incluso emplea la palabra «estético» como bello (p. 24) y no como sentir. De aquí nuestra observación inicial y nuestra concordancia con Eielson, más que con su estudiosa. A partir de lo mencionado, es posible que el lector pueda sentir una clara tensión en el discurso y en el proceso argumentativo de los ensayos, pero esto no tiene que ver con la obra del artista estudiado, sino con los límites de fondo que son el punto de partida del contenido del libro. Tenemos expuesta una visión poco problemática del arte y un autor que problematiza el mismo, pero desde los campos estéticos que transita.

Por este motivo, bajo su condición de entendimiento, la autora piensa el poema como ecuación (p. 33), a sabiendas de que la existencia de esta última parte del reto de la resolución. No se plantean problemas matemáticos para no convertirse en retos de explicación, contrario al poema que no anda interesado en ello. Al fin y al cabo, la palabra poética «no crea ni ordena o media, al contrario, permuta, desarma, confunde y escamotea lo que representa» (p. 26).

Repetimos que ni siquiera representa, en consonancia con la premisa de esta reseña. Incluso, se afirma que la poesía sería un puente entre matemática y lenguaje (p. 40). Podemos estar de acuerdo, pero también sucede lo mismo con otras disciplinas estéticas e, incluso, no estéticas. Se matematiza la poesía en el ensayo, pero ¿no será que la matemática se poetiza en realidad como se podría hacer lo mismo con la economía o la química? Hasta donde puede llegar nuestro entendimiento, el poema trastoca realidades, más que lo inverso. Cuídese, lo que afirmamos, de que las ciencias no tengan un grado de poeticidad, una estética particular. Eso también es obvio, por la necesidad de la metáfora en su explicación de realidades complejas.

Otro de los asuntos que se abre a la problematización en el libro es el estatuto de lo ontológico y su localización en la poética de Eielson (p. 53). Este tema requiere una batería potente de explicaciones y justificaciones, las cuales no se presentan. Por ende, el proceso interpretativo acumula una gran cantidad de términos y usos que pueden confundir al lector por la velocidad y poca minucia con las que se presentan. Incluso existe una confusión conceptual cuando se menciona al demiurgo, artesano por excelencia, y se le coloca como inferior a un editor, el cual se presenta con el mismo estatuto de aquel que trabaja de cerca con su material para, casi inmediatamente, saltar hasta el poeta como programador. Medina explica así: “Difícilmente, el poeta demiurgo podría ver sus poemas como siluetas sobre el papel o sus versos teñirse de amarillo” (p. 54). Al parecer, se nos presenta un demiurgo poco dispuesto a la labor manual cuando es todo lo contrario, si revisamos un poco el Timeo. Pero podemos estar equivocados, el asunto de fondo es que la ensayista no coloca una referencia a su afirmación, lo cual nos permite discrepar con ella.

En el tercer ensayo, sobre la novelística del autor, o el ensayo cuatro, sobre la corporalidad o la propuesta final, sobre la ensayística eielsoniana, siempre se rodea el asunto ontológico no sin ciertas contradicciones básicas, ocasionadas por un punto de vista clásico contra una clara exploración de las formas, tanto en el libro como en su razón de ser, la creación de Jorge Eduardo Eielson. Esto implica que, para cuestionar rotundamente un estamento, entiéndase el intelectual o, peor aún, el intelectualista, es necesario demostrar un manejo solvente de sus limitaciones; unas que ya fueron apuntadas a inicios del siglo XX, pero que Medina parece no reconocer como verdadera fuente de su postura y que solo roza de vez en vez.

Bajo lo mencionado, las oscilaciones o lo indecible de los ensayos no sería producto de un desprendimiento y riesgo interpretativo, sino las tensiones que se generan por no cruzar bien a la otra orilla de lectura que se nos propone. Vaste indicar la consideración de que la matemática (!) corporalizaría a la poesía (p. 54). Idea muy polémica, pero que no sería sospechosa, si hubiera un buen punto de partida en contra de la tradición representativa (término que se repite mucho en el quinto movimiento del libro) y jugara como Eielson hacía con la palabra. De esta forma, no encontraríamos una conclusión final que brilla por ser evidente (p. 155), sino una que se encuentre a la altura de la conformación material, muy elogiable, del conjunto de ensayos que el lector, más que nosotros, sabrá juzgar.

La responsabilidad editorial en la era de la desinformación

La lucha contra la desinformación se ha convertido en una prioridad clave, dada la magnitud de sus efectos en la sociedad. La difusión de información errónea y falsa puede tener graves consecuencias, por lo que es imperativo abordar este problema desde múltiples frentes.

Por Dante Antonioli Delucchi

En este escenario, los editores emergen como actores fundamentales en defensa de la veracidad y la integridad del contenido, tanto en los medios tradicionales como en las plataformas digitales.

En primer lugar, los editores tienen la responsabilidad de establecer estándares de calidad y verificación de la información que se publica bajo su sello editorial. Esto implica implementar procesos rigurosos de revisión y edición para garantizar la precisión y la fiabilidad de los contenidos. Además, deben velar por el respeto a la propiedad intelectual y los derechos de autor, asegurándose de que se cumplan las normativas correspondientes y la obtención de los permisos necesarios para la reproducción o uso de obras protegidas.

El cuidado de la propiedad intelectual y el respeto por los derechos de autor son fundamentales en la labor editorial, ya que garantizan la protección de la creatividad y el trabajo de los autores. En un entorno donde la información se comparte con facilidad y rapidez, los editores deben ser especialmente diligentes en verificar la autoría de los contenidos y en obtener los permisos necesarios para su publicación. Esto no solo protege los intereses de los creadores, sino que también contribuye a mantener la integridad y credibilidad del contenido editorial.

En la era digital, donde la información se difunde rápidamente a través de las redes sociales y otras plataformas en línea, los editores también pueden colaborar con los autores y las plataformas para combatir la desinformación. Esto puede implicar la implementación de políticas de verificación de datos y la promoción de prácticas responsables entre colaboradores y contribuyentes.

Además, los editores pueden trabajar en conjunto con las plataformas en línea para desarrollar herramientas y algoritmos que identifiquen y mitiguen la difusión de información falsa. Esto puede incluir la promoción de algoritmos de clasificación de datos que prioricen fuentes confiables, así como la implementación de sistemas de denuncia de contenido falso o engañoso.

La inteligencia artificial

Por otro lado, el papel de los chats de inteligencia artificial (IA) en este contexto puede ser tanto desafiante como prometedor. Los chats de IA representan una herramienta innovadora que puede contribuir significativamente a la lucha contra la desinformación y la promoción de la veracidad en línea.

Asimismo, pueden desempeñar un papel importante en la verificación de hechos y la detección de información errónea. Estos sistemas pueden analizar grandes volúmenes de datos en tiempo real para identificar patrones de desinformación y verificar la veracidad de las afirmaciones. Además, pueden proporcionar a los editores y autores acceso instantáneo a información relevante y fuentes confiables para respaldar sus contenidos.

Además, los chats de IA pueden ser utilizados como herramientas educativas para promover la alfabetización mediática y ayudar a los usuarios a discernir entre información veraz y desinformación. Estos sistemas pueden proporcionar consejos y recursos sobre cómo identificar y evitar caer en trampas de desinformación, así como ofrecer explicaciones detalladas sobre conceptos relacionados con la verificación de datos y la ética en la comunicación digital.

Sin embargo, es importante tener en cuenta los desafíos y limitaciones asociados con el uso de chats de IA en este contexto. Estos sistemas pueden ser susceptibles a sesgos y errores, lo que podría comprometer su capacidad para proporcionar información precisa y imparcial. Además, la falta de supervisión humana adecuada podría dar lugar a la propagación inadvertida de desinformación a través de estos canales.

Así, los chats de IA tienen el potencial de desempeñar un papel significativo en la promoción de la veracidad y la integridad en línea en el contexto de la responsabilidad editorial en la era de la desinformación. Sin embargo, es crucial abordar cuidadosamente los desafíos asociados con su uso para garantizar que se utilicen éticamente, maximizar sus beneficios y mitigar sus riesgos.

De esta manera, el papel de los editores y las nuevas tecnologías, como los chats de IA, en la lucha contra la desinformación, es esencial para salvaguardar la integridad del contenido en el entorno digital. La promoción de la veracidad y el respeto por el derecho de autor, así como la colaboración entre diferentes actores, son pilares fundamentales en esta tarea. Solo a través de un enfoque conjunto y un compromiso ético podemos enfrentar con éxito los desafíos que plantea la desinformación en la sociedad contemporánea, garantizando un flujo de información más confiable y veraz para todos.

El amor en los tiempos de la Escuela

Luis Espinoza y Andrea Doria se conocieron hace algunos años en la Escuela de Edición de Lima. Hoy, comprometidos y junto a su pequeña Emilia, compartieron con nosotros una tarde en la que recordaron los momentos más felices que pasaron en la EEL. Por el Día de San Valentín, les dejamos esta entrevista que sella una bella historia de amor que nació en las aulas de la Escuela.

Por Marco Fernández

Ustedes se conocieron en la Escuela de Edición de Lima ¿Cómo se dio ese primer encuentro?

Luis Espinoza: ¿Quieres su versión o la mía? [risas]. Yo fui tu profesor.

Andrea Doria: No, mentira, no fue mi profesor. El curso final era el de proyectos, lo dictaba otro docente llamado Erick. No sé qué ocurrió, pero lo llamaron a Luis no para enseñar, sino para evaluar proyectos.

Luis Espinoza: Erick me invitó para evaluar los proyectos.

Andrea Doria: Así es. No era el profesor, simplemente fue a comentar los proyectos.

Luis Espinoza: Era profesor…

Andrea Doria: Pero no nuestro [risas].

De todas maneras, quieres decir que fuiste su profesor.

AD: Quiere la historia del profesor y la alumna, pero no le va a ligar. Ahí nos vimos, fueron como dos o tres veces.

LE: Cuatro fines de semanas. Yo me quedaba después de mi clase media hora más para evaluar los proyectos.

AD: Después vino fin de año, se dio el intercambio de libros de la Escuela y ojitos van y ojitos vienen.

LE: Alguien se despidió con un medio piquito.

Entonces, si fue en el truequetón de la Escuela, podría decirse que los unió los libros.

AD: Claro, no me tocó ni su libro, ni mi libro le tocó a él, pero había ojitos ahí. En verdad, yo le había echado el ojo desde antes, pero ahí fue cuando empezó todo. Lo agregué a Facebook y empezamos a conversar. No había Instagram en aquel entonces. Luego pasamos a mensajearnos por WhatsApp.

Si bien se conocieron en la EEL, donde nació el amor, ¿compartían muchas cosas en común, como la pasión editorial?

LE: Curiosamente, no. Yo era profesor de marketing editorial; si bien me gustan los libros, mi pasión es vender. No es que yo sea un lector ávido, más bien ella es la lectora ávida que tiene cincuenta mil libros en la casa. Yo tengo los libros tipo coffee table, como mis libritos de Tarantino, de Zelda, de videojuegos con portadas hermosas. He retomado el tema de la lectura, más que todo digital, pero Andrea es la apasionada por los libros.

AD: En verdad, cuando comenzamos más unían las películas que los libros.

LE: Nos unían bastantes cosas. De hecho, sí los libros, porque a mí me gustan mucho las novelas de terror, soy muy fanático de Edgar Allan Poe, Lovecraft y Stephen King. Justamente en ese tiempo estaba leyendo el último libro de Pablo de Santis de aquel entonces, El enigma de París, que ganó el Premio Planeta. Siempre comentábamos acerca de ese libro y sobre cómo escribía De Santis, por lo que, si bien hemos tenido ganchos literarios, más fue el tema de la música, la comida, series de televisión y películas lo que nos llevó a congeniar.

De algún modo comparten cosas en común, ¿alguna vez han trabajado juntos un proyecto?

AD: Una hija [risas]. La verdad, ninguno.

LE: En algún momento quisimos lanzar una editorial para niños, pero llegó la pandemia y todo se estancó.

AD: Nunca fue una idea de nosotros juntarnos para hacer algo. Yo tenía un trabajo, él tenía el suyo. Nos unían otras cosas. Nos conocimos en la Escuela y ese fue el punto de partida.

Digamos que fue el destino, entonces.

LE: En verdad, fue bastante suerte.

AD: Si no nos conocíamos ahí, no nos hubiéramos conocido en ningún otro lado.

LE: Yo llego a los libros porque conseguí un trabajo como jefe de marketing en una editorial. Ahí empieza mi afición por la edición, no es que yo lo haya buscado estar ahí, sino que se dio la oportunidad. En la Escuela conocí a Andrea y a todas las personas involucradas. Antes de eso no tenía ninguna experiencia editorial, no sabía cómo se hacían los libros, no sabía que Garamond era la fuente más recurrente para la impresión. Esas cosas las aprendí en el día a día. Si no hubiera sido por el trabajo en la Escuela, por esa oportunidad de enseñar, no habría tenido otro momento para conocer a Andrea.

AD: No teníamos amigos en común, ninguno. Si no hubiera sido por la Escuela, nunca nos hubiéramos conocido.

Andrea acaba de decir algo muy importante: «si no hubiera sido por la Escuela, nunca nos hubiéramos conocido». En cierta forma, es su evento canon.

AD: ¡Sí! Es más, inscribirme en la Escuela también fue una cuestión de suerte. Yo estaba en la playa y de pronto vi una publicidad en Facebook de que se iban a abrir cursos. No es que yo estuviera buscando estudiar eso, simplemente lo vi, me pareció interesante y me metí.

LE: En mi caso, una de las personas que estaba en la editorial era parte de la Escuela y me dijo que tenía un proyecto y que necesitaba a una persona que se encargara de las actividades de marketing. Acepté y me empapé del tema, porque si bien tenía una estrategia para ver temas de revistas y de editoriales, tuve que aprender cómo se hacen los libros, cómo se comercializan o cómo es la rentabilidad. Fue una experiencia muy bonita aprender la parte comercial del sector editorial, qué hace a un libro rentable, qué hace a un libro más atractivo para la compra, cómo puedo lograr que más gente visualice el contenido en una portada realmente genial. Gracias a ello he tenido la oportunidad de trabajar en varios proyectos muy buenos. Uno de los pocos que vieron la luz fue Libertad y prejuicio, de Yesenia Alves, que trata acerca de los prejuicios contra la comunidad LGTB acá en Perú. Me gustó bastante porque fue un proyecto que salió de la Escuela y se vio materializado. Fue bastante bonito que la autora me hiciese llegar el libro con una dedicatoria bonita por las enseñanzas de la Escuela.

Nunca imaginaron terminar juntos y con una hija.

LE: Todo fue tema de suerte. Yo llego a Comunica porque un amigo es amigo de un amigo y es amigo de otro amigo. Tuve que estudiar en la universidad que estudié para conocer a ese amigo para llegar a ese trabajo, sin el cual nunca hubiera llegado a la Escuela de Edición de Lima.

AD: Por eso te decía que, si no fuera por la Escuela, esto no hubiera sucedido.

Luis, dile algo bonito a Andrea.

LE: Qué tan cursi quieres que sea [risas]. Lo mejor que me pudo pasar en la Escuela fue Andrea. Fue una aventura muy bonita y mira, quedó materializada en nuestra hija.

Ahora tú, Andrea.

AD: Mi proyecto, por más bueno que fue, no salió, pero de ahí llegó el mejor proyecto de vida de ambos, lo cual agradezco infinitamente.

La Escuela los unió, que la Escuela los bendiga para siempre.

AD: ¡Así es! Una vez pasamos por el local antiguo de Miraflores (en Mariano Odicio) pero la casa estaba abandonada.

LE: Nos dio pena, pero ahí nos acordamos de que algún día tendremos que pedir esa casa para hacer la recepción de nuestro matrimonio, porque ahí fue donde nos conocimos. ¡Sería algo paja!

Amistades que trascienden las aulas (y el tiempo)

Ricardo Meinhold, Gloria Cabrejos y Cinthya Carbonell y André del Águila, exalumnos de la Escuela de Edición de Lima, junto a Juan Miguel Marthans, director de la EEL, se juntaron en el marco del Día de la Amistad para recordar los mejores momentos que pasaron en la institución, donde forjaron un vínculo que se mantiene hasta hoy.

¿Cuál es el recuerdo más importante que tienen respecto a su amistad forjada en la Escuela de Edición de Lima?

Ricardo Meinhold: Con Gloria, editar la revista que trabajamos junto a un grupo de amigos «letraheridos» de la Escuela. Con Cinthya, su buen gusto recomendando libros y actividades culturales.

Gloria Cabrejos: Recuerdo mucho el tiempo en el que nos reuníamos para realizar el proceso editorial completo de dos de las revistas de la Escuela —Una revista de libros y Beppo— las cuales eran trabajadas íntegramente por alumnos y profesores. Fueron reuniones de trabajo voluntario extremadamente divertidas y gratificantes, en las que todos aprendíamos de todos, pues como equipo teníamos que dividirnos las tareas para lograr el objetivo: publicar una revista con contenido de calidad.

Cinthya Carbonell: Para mí es la participación en Corcho Libro. Ahí los escuché, los conocí más y aprendí de ellos y de todos los demás integrantes.

André del Águila: Las parrilladas en el primer local de la EEL, en Mariano Odicio. Todos congregados alrededor de un fuego diminuto, pero que era la excusa perfecta para conocer gente y charlar por horas sobre libros.

Juan Miguel Marthans: La Escuela de Edición de Lima lleva casi nueve años operando y una pandemia de por medio. Por lo que muchas cosas han pasado. Antes de la pandemia hubo proyectos que buscaban que los alumnos y profesores se acercaran entre ellos. Un proyecto que nació ahí por el 2016 fue Corcho Libro, el cual mutó de un ser un club de lectura a ser un grupo de buenos amigos lectores. Hasta hoy nos reunimos y hacemos actividades, conversamos de libros e intercambiamos lecturas. Esperamos que pronto se puedan plantear ideas que generen nuevos espacios como Corcho Libro.

¿Podríamos decir que el amor por los libros y la labor editorial también fue un aliciente para fortalecer su amistad?

RM: Desde luego. Compartir gustos o visones relacionadas con la cultura —palabreja tan maltratada— era un lujo no muy común en estos tiempos de TikTok e influencers.

GC: Por supuesto. Si bien nuestras carreras son distintas, el punto en común de nuestra amistad gira alrededor de nuestro amor por los libros, por la lectura y por la escritura. Debido a nuestra pasión por los libros, la Escuela creó un club de lectura al que llamamos Corcho Libro. Lo bonito de este club no solo era que todos los que participábamos escogíamos un mismo libro para leer, sino que también nos reuníamos —y lo hacemos hasta la fecha— para intercambiar puntos de vista. Fue interesante también habernos reunido con algunos escritores peruanos como Carlos Schwalb y Antonio Gálvez Ronceros para hablar sobre sus obras. 

CC: Sí, todas las personas de la EEL que conocí durante estos siete años aman los libros y hablan con gran entusiasmo de los contenidos, los autores, las novedades literarias y las ferias.

AA: Definitivamente. Encontrar gente con intereses similares a los tuyos que pese a tener un trabajo diario de ocho hora a más y con labores completamente disímiles, llegaban a la Escuela y compartían su verdadera pasión. Creo que es uno de los aspectos que más destaco. La EEL fue un oasis para muchos de nosotros.

JMM: El amor por el trabajo editorial es un punto en común muy fuerte dentro de la Escuela. Y no solo es amor por los libros sino también pasión, tanto para leerlos como hacerlos. Así que ¿qué puede ser más fuerte que una pasión para cultivar buenas amistades?

¿Se mantienen en contacto después de tanto tiempo y haber compartido aulas juntos?

RM: Como las buenas amistades —hemos pasado en poco tiempo vivencias tan intensas— nuestra amistad perdura a pesar de los largos intervalos.

GC: Siempre. Cada vez que podemos nos reunimos. Cabe mencionar que una reunión infaltable una vez al año es nuestro clásico intercambio de regalos que, para nosotros, siempre es un intercambio de buenos libros.

CC: Sí, nos comunicamos a través de Corcho Libro y por mensajes. 

AA: Sí. Con algunos hemos viajado juntos. Tratamos de reunirnos cada vez que podemos y procurando que coincida la mayoría. Llevamos más de siete años haciéndolo.

JMM: Hasta el día de hoy nos reunimos. Quizá no con la frecuencia de antes, pero eso hace que cada reunión sea sumamente especial. Al final, Corcho Libro terminó siendo un grupo de grandes amigos.

Para ustedes ¿cuál es el significado de la amistad?

RM: Si la amistad es el reflejo de nuestras personalidades, de nuestras diferentes formas de ver la vida, ellas representan mi mejor reflejo.

GC: Para mí, la amistad es pensar en una persona con cariño y aunque no la vea con regularidad siempre será un placer encontrármela nuevamente, tomarnos un café y conversar largo y tendido. Pienso que la amistad se mide en función al tiempo de calidad que pasamos con personas con las que estamos a gusto y con las que podemos conversar de todo y de nada a la vez.

CC: La honestidad, la lealtad y la empatía. 

AA: Compañeros de aventuras y pasiones. Una mano que siempre estará tendida para cuando la necesites.

JMM: La amistad… complicado encontrar un significado exacto, pero sí se puede hacer un listado de cualidades en torno a ella como la pasión, el cariño, el respeto, la honestidad y la solidaridad. Ya sobre eso se pueden construir cosas extraordinarias y descubrir personas que consideres verdaderos amigos.

La relevancia de la correcta escritura dentro de la empresa

Muchos tienen la idea que la actividad empresarial no guarda relación con la correcta redacción, pues en el día a día dentro de la empresa se le da importancia a los resultados medibles como producción, utilidad, proyecciones, ingresos, egresos, etcétera. Pero no olvidemos que la comunicación escrita es la vía principal por la cual transita toda la información de la empresa.

En una empresa se entrecruzan decenas de personalidades, costumbres, destrezas, entre otras características propias de los grupos de trabajo. Por tanto, la necesidad de entablar un proceso comunicativo eficiente y dinámico resulta primordial. Si no, ¿de qué modo podrían tomarse decisiones al más alto nivel?, ¿cómo coordinarían los encargados de las diversas áreas, si no se maneja un lenguaje en común?, ¿de qué manera se conformarían equipos de trabajo que persigan los objetivos de la empresa?

El puente comunicativo más utilizado es la vía escrita. Si reparamos en ello, la escritura está presente en el quehacer diario: cuando enviamos un mensaje en WhatsApp, cuando elaboramos un reporte, al «postear» un estado en redes sociales, cuando escribimos un correo electrónico. Y en una empresa se generan cientos de comunicaciones de este tipo al día.

Por eso, es relevante que los mensajes escritos sean precisos y coherentes. No basta solo con tener habilidades blandas o una capacidad organizativa óptima, ya que carecer de destreza en redacción podría generar un desfase tanto en la comunicación interna como externa.

Ventajas

La construcción de mensajes parte desde la concepción de la idea hasta la emisión del mismo y su recibimiento por parte de un receptor. En este caso, quienes fungen de receptores son los trabajadores de la empresa —en la parte interna— y el público —por el lado externo.

En el caso de la comunicación interna, una buena redacción de documentos —boletines informativos y comunicados— mejorará y consolidará la imagen frente a un equipo de trabajo, mediante la transmisión de ideas y directrices claras con un lenguaje acorde al lector.

Asimismo, la comunicación escrita empresarial puede facilitar el trabajo de un área específica. Si se tienen puntos concretos, bien estructurados y directos, lo único que le queda al receptor es ejecutar lo ordenado por el emisor. De este modo, se incide también en la mejora de los resultados, ya que los trabajadores comprenden lo que deben hacer para conseguir los objetivos que se busca en beneficio de la empresa.

De cara al público, una correcta redacción puede incrementar la persuasión para direccionar a las personas hacia los intereses de la empresa. Un folleto bien redactado, atractivo y con los mensajes pertinentes puede cerrar una venta, atraer a más clientes a los locales de la empresa, generar interés por los productos que se ofrecen, entre otros beneficios.

¿Cómo generar una buena comunicación escrita?

En primer lugar, debemos tener un esquema preconcebido de lo que se quiere decir y si es en pocas palabras, mejor. Menos es más y en casos de comunicación esto se agradece mucho. En tanto, la organización de ideas, construcción de párrafos breves, la aplicación de las reglas de ortografía y gramática, así como la integración de un lenguaje sencillo y sin abundantes detalles, son puntos a tomar en cuenta para la construcción de mensajes eficaces.

¡Haz de la redacción escrita tu mejor herramienta!

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Oswaldo Toscano: «Mucha gente cree que corregir textos es solo subsanar faltas de ortografía. Esa es una visión muy limitada del oficio del corrector»

Educador y corrector de textos egresado del Curso Integral de Corrección de Estilo, Oswaldo Toscano nos cuenta su experiencia en el CICE y cómo influyeron los conocimientos adquiridos en su quehacer profesional.

¿Cómo nació tu interés por el oficio de la corrección de textos?

Fue una casualidad. Hace muchos años que hago opinión en varios medios. Algunas personas me pedían que les ayude a corregir textos, documentos, hasta tesis. Allí nació mi interés por ir un poco más allá y encontré la propuesta de la Escuela de Edición de Lima. Fue una gran formación. Comprendí muchos de los aspectos clave del oficio. Sobre todo, la calidad humana de los profesores me generó una grata experiencia. 

¿Consideras que todo docente debe ser capaz de corregir sus propios textos?

Absolutamente. Aunque parezca que los textos escritos han sido suplantados por las imágenes, la verdad es que el contenido textual adquiere cada vez más importancia. Sobre todo, ahora que las nuevas tecnologías se introducen poco a poco en las aulas y en los procesos de aprendizaje-enseñanza. El problema radica en que mucha gente cree que corregir textos es solo subsanar faltas de ortografía. Esa es una visión muy limitada del oficio del corrector.

Cuéntanos un poco acerca de tu experiencia en el Curso Integral de Corrección de Estilo.

Tengo una grata experiencia. Lo que más recuerdo es la calidad humana de sus profesores. El respeto al alumno. Luego he tenido otras experiencias en otras instituciones donde el aspecto humano era menos importante que el económico. Además, todos los profesores del Curso, tenían un nivel de profesionalismo altísimo. 

¿Fue una ventaja llevar el curso a distancia?

Claro, porque yo no vivo en Lima. Entonces se facilitó tomar el programa. 

¿Cuál crees que es la principal fortaleza del CICE?

Como lo dije antes, sus profesores, su director y el equipo que da soporte a los alumnos. 

Eres docente de profesión, ¿cómo influyó lo aprendido en el CICE en tu vida profesional?

Mucho. Me hizo más consciente de la importancia de hacer textos claros, que transmitan las ideas de una forma eficiente. Además, me llevó a descubrir una nueva actividad profesional. A partir del curso, también corrijo tesis de pregrado o maestría y ofrezco servicios de contenido para blogs. 

Sabemos que también eres docente en la Escuela de Edición de Lima. Coméntanos un poco más sobre esta experiencia.

Los ejecutivos de la EEL me dieron la oportunidad de abrir un curso en modalidad virtual, acerca de la escritura para blogs. Es una actividad bastante específica, que, sin duda, va a convertirse en una necesidad para muchas organizaciones. Actualmente, un blog es el eje central de las estrategias de web marketing. Es el medio a través del cual se conecta con la comunidad. Considero que el curso Blogging, del cual soy docente, va a crecer a la par de la consciencia que se desarrolle sobre la necesidad de diferenciarse en la web.

¿Cómo redactar textos jurídicos eficientes y comprensibles?

En el rubro legal, pocas veces se toman en cuenta los conocimientos básicos de redacción. No basta solo conocer la terminología jurídica, sino que debe ser comprensible, incluso para quienes no están familiarizados con dichos términos.

La clave es la formación como redactores. Es importante tener en cuenta las normas fundamentales que rigen nuestro idioma, a nivel gramatical, ortográfico, sintáctico y morfológico. El profesional en leyes debe manejar adecuadamente el idioma y ser capaz de hacer entendibles sus textos hacia los demás.

Si bien el manejo del lenguaje jurídico es importante en este ámbito, lo debe ser también el dominio de técnicas y estrategias de redacción que faciliten la comprensión de documentos legales. Entonces, ¿cómo logramos que un texto jurídico sea eficaz y entendible? Aquí te dejamos algunas recomendaciones:

  • Enfrentar la hoja en blanco con una idea preconcebida de lo que se quiere comunicar.
  • Un esquema de ideas es efectivo en estos casos.
  • No olvides que toda redacción jurídica expresa un suceso o pensamiento respecto a las conductas y normas que regulan la vida del hombre en la sociedad.
  • Una vez redactado el texto, revisa las posibles erratas gramaticales, de puntuación o sintácticas. Esto cohesionará el escrito, fomentando la comprensión por parte del lector.
  • Utiliza todas las herramientas del rubro legal. Olvídate del verso y el ritmo literario. Cohesión y precisión deben ser tus objetivos.
  • Fortalece tu escrito con una argumentación sólida y coherente, de modo que la calidad del documento quede asegurada por el lado de la redacción y del contenido.

Si deseas perfeccionar tus técnicas de redacción y conocer más acerca de este tema, te invitamos a ser parte de nuestro Taller de Redacción de Textos Jurídicos. En él encontrarás soluciones que harán de este camino —a veces un tanto enrevesado—, una ruta donde la palabra escrita fluirá de forma sencilla y eficiente.

Las clases empiezan el lunes 13 de noviembre, de 7:00 a 10:00 p.m. Separa tu vacante escribiéndonos al siguiente enlace: wa.link/gb8ory. También puedes escribir a comercial@escueladeediciondelima.com y a comercial@cdeyc.com