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Lecturas recomendadas para reflexionar sobre la corrección

La lectura es un hábito inherente a la labor del corrector de estilo. Sin embargo, no solo basta con ello: debemos saber qué leer. Katherine Pajuelo Lara, docente de la Escuela de Edición de Lima y del Centro de Desarrollo Editorial y de Contenidos, nos deja dos recomendaciones bibliográficas al respecto.

«El verbo leer no soporta el imperativo» (tampoco el verbo amar), con estas palabras comienza Daniel Pennac su hermoso librito Como una novela (Anagrama, 2017). De hecho, en su lista de derechos del lector, el primero es el derecho a no leer. El autor reflexiona sobre cómo se aborda la lectura en las escuelas y sí, pues, convengamos que leer a la fuerza es un acto contrario al placer.

En el caso de los correctores, el imperativo se aplica: tenemos que leer y, además, entender el texto que vamos a corregir. Pero también hay que leer (imperativo encubierto) textos que nos acompañen en el continuo aprendizaje y también que nos entrenen. Mencionaré, por ahora, un libro de aprendizaje y otro de entrenamiento.

El aprendizaje del escritor – Jorge Luis Borges

En El aprendizaje del escritor (Penguin Random House, 2015, trad. Julián E. Ezquerra), se reúnen tres seminarios (sobre ficción, poesía y traducción) que el autor dictó en la Universidad de Columbia, en 1971, para los estudiantes y los profesores del programa de escritura.

En el seminario sobre poesía, Borges señala que luego de escribir, abandona el texto por una semana o diez días. Esto puede aplicarse perfectamente a los trabajos de corrección (¿o solo le dan una leída?). Aunque difícilmente la realidad les permita abandonar un trabajo por ese tiempo, intenten «dejarlo» descansar (y, de paso, descansan ustedes de él). Vayan por un café, a mirar por la ventana, asalten la refri (típico). Sabemos que es necesario otro par de ojos para revisar un texto, pero sabemos también que, en la vida real, es poco probable: un solo corrector para todas las etapas. Con mayor razón, abandonen el texto por un tiempo; al retomarlo, el milagro sucederá: lo verán con otros ojos.

En el capítulo dedicado a la traducción, Borges dice que «ejecuta de oído» (p. 141), que no tiene reglas fijas de ninguna especie; esto me da pie a plantear las siguientes preguntas: ¿cómo lo corregimos?, ¿estamos preparados para intervenir un Borges?, ¿nos sentiremos «dignos»?

Norman di Giovanni, traductor de Borges sostiene que «el peor problema de la traducción es traducir algo que está mal escrito en el original» (p. 141). Se tenía que decir y se dijo. Correctores, ¿no les resulta familiar? Dicho esto, si le ponemos tildes, comas y puntos, ¿un texto mal escrito automáticamente estará bien escrito? Los signos de puntuación dan sentido a un texto, nadie lo duda, pero el trabajo grueso está cuando ni el corrector, con toda la experiencia que pueda tener, comprende el sentido de un texto que cae en sus manos. ¿Lo salvará la gramática, la ortografía o su experiencia lectora? Quizá los tres, a modo de nudo borromeo.

Borges decía que le gustaba que le corrigieran y afirmaba también que para romper las reglas, había que conocerlas antes. ¿Qué opinan? Creo que es el punto de partida a la hora de hablar de estilo. Seguro habrán recibido en algún momento ese encargo de corrección con la sutil advertencia: «No me vayas a cambiar el estilo». Cuál, ¿la no aplicación de las normas? Un libro de gran utilidad que nos lleva a la reflexión.

Monólogo desde las tinieblas – Antonio Gálvez Ronceros

Un verdadero reto para los correctores. Monólogo desde las tinieblas, de Antonio Gálvez Ronceros (Peisa, 2014), compila veintitrés relatos en los que se reproduce el habla de los trabajadores negros de distintos poblados de Chincha (Ica, Perú). En sus relatos, narrador y personajes nos revelan sus alegrías, sus amarguras, sus desdichas y su negativa a la desdicha.

En «Una yegua parada en dos patas», Palmerinda celebra su cumpleaños y un grupo de hombres empieza a discutir airadamente. Ella, «con esa voz tan inmesa que parecía de buro», los enfrenta: «¡Ningún jetón me va a vení a tumbá mi cumpleaño! Sepan, carajo, que aquí no sia venío a pelease. Aquí sia venío a bailase, a comese y a bebese» (p. 80). Tarea para la casa: qué se corrige, qué no, dónde fue a parar lo correcto, qué es entonces lo incorrecto.

En «El encuentro», el niño Raulitio escuchó que, por su color, los negros eran como gallinazos y que se convertirían en uno cuando murieran. Angustiado, se preguntó: «¿Entonce yo soy gainazo?». Y le contó a su tata que sintió «mucho ñiedo poque los gainazos son animale petosos, que comen caine pordrida y petosa». Y se miró el cuerpo y se dijo: «No, seguro que ya soy, y no me doy cuenta poque toy chiquito» (p. 75).

Gálvez Ronceros elimina el dígrafo ‘ll’ en «gainazos», pero conserva la ‘y’ en «toy» (‘estoy’). Entonces podríamos decir que prima la fonética, pues como «toi» y «toy» se pronuncian de la misma manera, el autor adopta lo más parecido a lo convencional. Entramos de lleno a esa rama de la lingüística que estudia los sonidos, la fonética, y advertimos así que el autor materializa la oralidad. Escribe como hablan, sí; pero entonces, ¿qué sucede con eso de que el código hablado es uno y el escrito, otro? Fíjense en la puntuación: las comas de vocativos están, los signos dobles están, todo está en su lugar.

Estemos preparados para distintos tipos de textos. Podrán decirme que no corrigen literatura, que no es su área, pero les dará nuevas perspectivas, nuevas herramientas… nuevas dudas.

¿Dos castellanos?

Luis Miguel Espejo, docente de la Escuela de Edición de Lima, hace una revisión minuciosa sobre las diferencias y coincidencias entre el lenguaje oral y escrito, puntos importantes para quienes gustan de la escritura y la buena redacción.

En los cursos que dicto en la Escuela de Edición de Lima, especialmente los relativos a la redacción, siempre hay un espacio reservado a las diferencias y coincidencias entre el castellano oral y el escrito —para efecto de estas notas, usaré la forma «castellano» en lugar de «español», aunque son enteramente intercambiables y no afectan las observaciones y descripciones de esta lengua—. Entender esta doble naturaleza de nuestra lengua es esencial para procesar la escritura, sobre todo la académica.

En esta nota me gustaría revisar las diferentes dimensiones en las cuales se distingue un castellano que usamos para hablar y otro que usamos para escribir, así como las «zonas grises» que inevitablemente ocurren entre ambos.

Empecemos por el aprendizaje de una lengua. En condiciones normales, aprendemos la gramática de una lengua en el entorno más cercano y sin necesidad de ayuda especializada. Basta con una o dos personas para que cualquier bebé adquiera todos los elementos necesarios (léxico, sintaxis, fonología) que le permiten comunicarse con otros, pensar independientemente, imaginar, soñar, mentir.

En cambio, para leer y escribir sí necesitamos de especialistas (profesores) y de algún sistema organizado de aprendizaje (desde la motricidad gruesa hasta las destrezas más finas de producción de trazos). La escritura es, en el fondo, un código artificial; por eso existen alfabetos o logogramas que no siempre guardan concordancia con los sonidos o palabras que representan. En síntesis, son dos enfoques de aprendizaje independientes.

En términos físicos, es útil fijarnos en nuestros sentidos, porque los canales de transmisión son muy distintos. Para escribir y leer necesitamos del sentido de la vista, por ende, necesitamos de la luz. Sin luz —tanto de una lámpara como del sol o de una pantalla— los mensajes escritos no podrían ser decodificados. Por su parte, la comunicación oral necesita de nuestro sentido del oído y de nuestro aparato fonador; por tanto, necesita del aire. La capacidad de producir y decodificar sonidos depende de que exista este medio, pues así hemos sido diseñados. De este modo, sonidos y lecturas transitan por medios muy distintos y dependen de sentidos independientes.

Ahora, si se trata de socializar, queda claro que la lengua hablada es el método propicio y natural para conocer, descifrar e interactuar plenamente con otros. Somos seres sociales que coordinan y planifican gracias al lenguaje hablado. Además, la voz no solo transmite sonidos, sino un ejército de acompañantes sutiles que hemos aprendido a descifrar, como el tono, volumen, timbre de voz, los gestos, miradas, lenguaje corporal, distancias… La escritura, en cambio, fue ideada para conservar información; por eso puede ser planificada y revisada antes de ser emitida o publicada.

Finalmente, tenemos la dimensión temporal de las comunicaciones. La oralidad, en cualquier lengua natural, se ocupa y se produce en el presente, esa delgada línea que existe entre lo que ya ocurrió y lo que aún no ocurre. Dicho entre líneas, uno debe estar atento a la inmediatez de la información; de otra manera, el riesgo de «perder» contenidos es muy alto en casos de distracciones.

La atención es el requisito indispensable para la comunicación oral. Pero la escritura fue diseñada para perdurar, para tutearse con el pasado y para planificar el futuro. La escritura no debe ser producida ni consumida en la inmediatez de la comunicación oral (excepto, con ciertas limitaciones, en un chat): una persona puede escribir un texto que será leído en un momento posterior y no necesariamente por completo. En suma, la oralidad opera en el presente, mientras que la escritura se ocupa del pasado y el porvenir.

Aprender a distinguir estos rasgos es, sin duda, una gran ayuda para quienes se inician en la redacción y en la lectura atenta. Ambos formatos del castellano nos abren posibilidades distintas y demuestran la gran permeabilidad humana para elaborar comunicaciones a partir de características y normas diferentes.

Del aula a la cancha: un corrector de estilo formado en el CICE

Eduardo Berdejo Rojas, periodista y corrector de textos egresado del Curso Integral de Corrección de Estilo de la Escuela de Edición de Lima, comenta acerca de su formación en el trabajo de corrección, así como su experiencia en el curso. Aquí te dejamos esta interesante entrevista.

Durante los meses que duró el Curso Integral de Corrección de Estilo (CICE) ¿qué te pareció llevarlo a distancia?

El haber encontrado la posibilidad de llevar un curso a distancia en plena pandemia, profesionalmente me ayudó bastante. Una de las ventajas es que evitas algunos inconvenientes como el tráfico, el desgaste físico que implica trasladarse a un centro de estudios y la facilidad de interactuar con profesionales de otros países. Honestamente, yo era bastante reacio a los cursos a distancia, pero aprendí que es posible y llevarlo es mucho más sencillo que en la modalidad presencial. Si trabajo y estudio, es una ventaja tener a la mano un curso virtual.

Como me comentaste hace un momento: estuviste primero en Perú y luego te trasladaron a Colombia. Si el curso hubiese sido solo presencial, lo hubieras dejado…

Claro, por eso confirmo que un curso virtual es una gran ventaja. Yo empecé el Curso Integral de Corrección de Estilo en Perú y tuve que volver a Colombia faltando solo cuatro meses para que acabase. Si hubiese sido completamente presencial, lastimosamente habría tenido que dejarlo y perder mi inversión.

Respecto a la malla curricular del curso, ¿cuál es tu opinión al respecto?

Muy buena. Verán, a mí me gusta mucho leer y escribir, de hecho, soy periodista. Al llevar el curso, me di cuenta de muchos errores que cometía, por ejemplo, el mal uso de gerundios, el uso incorrecto de signos de puntuación o la concordancia. A veces uno piensa que basta evitar los errores ortográficos, que la frase suene bonita y listo. Sin embargo, esto va más allá. Profesionalmente me ha ayudado bastante llevar el curso.

¿De qué forma te ha servido el curso en el campo profesional? ¿Cómo te has desarrollado? Me comentabas que no eres corrector de estilo…

Cuando tomé el curso, yo estaba laborando como corrector. Sin embargo, sabía que me faltaba aprender aún más. A veces las personas a quienes les corregía sus textos me hacían preguntas y yo trataba de responderles con lo que encontraba en internet, pero me di cuenta de que me faltaba base teórica. Lo vi así: ¿por qué aquí va la cursiva? ¿Por qué en algunos textos se utiliza guion y en otros la raya? Detalles tan puntuales como estos. Primero me animé a seguir el taller de un mes y cuando hubo la oportunidad de seguir el Curso Integral de Corrección de Estilo lo tomé para perfeccionarme. Si algo puedo destacar es que me ayudó mucho a mejorar mi redacción (ahora que soy corresponsal es de vital importancia) a complicarle menos la vida al nuevo editor y a armar mejor mis ideas.

¿Qué planes tienes para más adelante?

Me gustaría publicar un libro de cuentos, ese es el siguiente paso. Cómo decía el profesor Jesús Huamán (docente del CICE) uno debe actualizarse constantemente, porque el lenguaje va cambiando. Por ello, si es que más adelante hay un curso de actualización, pienso tomarlo también para continuar mi formación, pues la corrección es toda una especialidad, todo un mundo.

Es todo un mundo, tienes razón. Cuando menos lo piensas, estás en la puerta del curso…

Claro. Cuando uno toma un curso se da cuenta lo mucho que le falta aprender sobre un tema. Entonces resulta necesaria la actualización permanente. La escritura es todo un mundo y el Curso Integral de Corrección de Estilo me hizo ver lo importante que es capacitarse. Por cierto, tengo mis separatas guardadas.

Lo bueno es que los profesores siempre están dispuestos a absolver cualquier duda, aún después de haber finalizado el Curso Integral de Corrección de Estilo.

Ah, ¿se puede hacer eso?

Claro, ¿no sabías? Siempre te dicen….

Yo pensé que acababa el curso y listo.

Si tienes sus correos y tienes alguna consulta, ellos están siempre dispuestos a apoyarte.

¡Qué bueno! Incluso recuerdo que a veces se comentaba el tema de que había iniciativas para impulsar la importancia que tienen los correctores en el sector editorial. Eso me parece excelente. Estoy feliz de haber llevado el curso.

Sobre el oficio y el perfil del corrector de textos

Un corrector necesita ser un lector compulsivo y analítico. Y es que, sin esta condición, difícilmente llevará a cabo su labor. Katherine Pajuelo Lara, correctora de textos, traductora y docente de la Escuela de Edición de Lima y del Centro de Desarrollo Editorial y de Contenidos, amplía el tema sobre el perfil y el oficio del corrector de textos en este interesante artículo.

El primer requisito de algunas instituciones (generalmente públicas) que buscan contratar un corrector de textos es ser egresado de lingüística, literatura o ciencias de la comunicación. Otras, más consideradas, suelen agregar al final: «o carreras afines». Aprovecho la ocasión para agradecer a esas instituciones, en nombre de todos aquellos que entramos en dicha categoría.

El perfil de cualquier carrera se fundamenta en la voluntad y en la responsabilidad que asume quien vaya a ejercerla. Conozco de primera mano a egresados de administración y de ingeniería que escucharon el llamado de las letras, y habitan hoy el mundo de la edición y la corrección de textos; asistentes ejecutivas que decidieron estudiar corrección y una bióloga que se ha sentido atraída por nuestro oficio. Ahora bien, tampoco hay que caer en el positivismo a ultranza: puedo tener toda la voluntad de ser enfermera, pero si cada vez que veo sangre me desmayo, mi sentido de la responsabilidad indicará que sería mejor dedicarme a otra cosa.

Cuando digo que cualquiera puede ser corrector, quiero decir que, si tienes las ganas y la decisión de asumir con responsabilidad la tarea, no importa de qué carrera vengas o si aún no la tienes. Lo importante es que te lo tomes en serio, que decidas estudiar y que el terreno firme donde construyas y desarrolles tu nueva carrera sea la lectura. ¿Cómo podría dedicarme a corregir un texto (solo para tener un ingresito extra) si no me comprometo con las letras? La lectura facilitará en gran medida tu proceso de convertirte en corrector.

Si de la nada empiezas a estudiar gramática, por ejemplo, y te enfrentas a un análisis sintáctico, es probable que te sientas perdido o frustrado, y te preguntes por qué te metiste en este lío si tan tranquilo estabas. Aquello que ves complejo en un análisis sintáctico (con esos nombres desconocidos para muchos: sintagmas, complementos, agentes, perífrasis, adjuntos…) puede resultarte más interesante si lo comparas con algo que leíste, porque será inevitable, créeme, que te preguntes: «¿Cómo analizaría esta oración interminable de El otoño del patriarca?».

¿De qué sirve analizar una oración?, pues de mucho. Cuando te dan a corregir un texto y hay una oración o un párrafo que no entiendes, empezarás a analizarlos automáticamente, ubicas el verbo, luego el sujeto, hay algo que no te cuadra, ¿por qué si el sujeto está en singular, el verbo está en plural?; ¿antes de porque va coma?, ¿por qué a veces sí y otras no?; ¿este relativo de qué o de quién me habla? Estudiar gramática te ayuda a comprender la parte lógica de la estructura verbal. Luego, hay que estudiar también ortografía, pero ¿por qué hacerlo si Word ya viene con un editor en la pestaña Revisar? Porque sí y punto: hay que estudiar. Pasar el corrector de Word no te hace corrector profesional, con eso no está ni la cuarta parte hecha.

Hay que ser minucioso y curioso, dudar, investigar, identificar mis referencias de primera mano. La duda mata, dicen, pero a los correctores nos fortalece. Gracias a ella aprendemos a buscar más rápido, dónde y cómo resolverla; sobre todo, gracias a la duda aprendemos. El trabajo del corrector pasa también por saber escuchar y mirar. ¿Esta expresión es adecuada para un texto escrito o es lo que se ha puesto de moda en el habla coloquial? ¿El gráfico o la tabla que aparece en un texto está relacionado con el tema que se trata? ¿Cómo se ve el texto? ¿Cómo están distribuidos sus párrafos? ¿Es coherente? ¿Qué hay de su cohesión?

Se puede hacer un listado con las virtudes de un corrector de textos (de hecho, es lo que aparece en las ofertas de trabajo) y pueden incluir «ser proactivo» y (¿cómo es?, ¡ah, claro!) «que sepa trabajar bajo presión». Sin embargo, me quedo con dos requisitos indispensables: ser lector (pero saber leer, no solo leer por placer) y saber escribir. Capacitarse en un centro de estudios es siempre una gran opción, hoy la oferta de estudios es amplia. Pero, sobre todo, por si no lo dije antes, el requisito principal es saber leer.

¿De qué hablamos cuando hablamos de corrección de estilo?

Al referirnos a la corrección de estilo, abarcamos una amplia gama de herramientas, conceptos y áreas de acción. Es necesario conocer estos aspectos del oficio para comprender cuál es la magnitud del trabajo que se realiza. Katherine Pajuelo, correctora de estilo, traductora y docente del Centro de Desarrollo Editorial y de Contenidos y la Escuela de Edición de Lima, responde a esta pregunta y nos comenta acerca de otros detalles propios del trabajo del corrector de textos así como el perfil que debe tener.

1 ¿A qué hacemos referencia al mencionar «corrección de estilo»?

Primero, es necesario definir los límites de la pregunta y asignarle un punto de partida: el texto escrito. Dicho esto, hacemos referencia a la «corrección de textos». Con esta respuesta terminaría el uso de la primera persona en plural y pasaría a la del singular, pues no soy la voz cantante de los correctores. Lo que viene ya es un tête à tête.

Al hablar de «corrección» doy por entendido que se va a trabajar sobre algo que está mal hecho. Al decir que está mal hecho pareciera que el otro lo hizo sin ganas o de manera descuidada (aunque hay casos, ojo). Sin embargo, también me topo con textos bien escritos y solo necesitan un retoque. El corrector, en efecto, corrige errores, sean estos ortográficos, ortotipográficos, sintácticos o gramaticales. Lo que hace después con el texto es pulirlo, darle forma y dejarlo listo para que pueda cumplir su función: ser inteligible. En principio, esa sería la función. Una de las preguntas de arranque que se le debe hacer al autor sería cuál es su intención con el texto y qué quiere que haga yo como corrector.

2 ¿Podría decirse que la corrección de estilo es exclusiva de un sector de profesionales provenientes del campo de las letras o la lingüística?

No. Nada de exclusividad. Puede ser corrector quien se lo proponga. Una de mis compañeras de aula en la Fundación Litterae trabajaba atendiendo al público en una relojería de la Av. Corrientes y muchas otras eran secretarias, es decir, no necesariamente habían cursado letras. Los lingüistas no tienen por qué dedicar su vida a la corrección de textos ni tampoco los literatos. El año pasado, un maestrista de literatura me dijo que él no necesitaba escribir bien, que para eso estaban los correctores. Lo dejo ahí. Con esto no estoy diciendo que los estudios lingüísticos no sean necesarios, claro que lo son. No en vano, en Litterae, nos hicieron llevar dos años de gramática, uno de normativa y otro de latín. Pero esto no implica que solo los de letras sean los futuros correctores, te puedes convertir en el camino. Hay que estudiar, eso sí. Y hay que comprometerse con las letras, además.

3. En tal sentido, ¿qué herramientas del trabajo de la corrección de estilo nos sirve para el quehacer profesional del día a día?

En un curso integral de corrección se adquieren las herramientas que serán esenciales en la práctica profesional. Esto no quiere decir que se termina el curso y, listo, nos convertimos en correctores. El aprendizaje, como en toda profesión, es constante. Reitero, uno mismo se va formando. Con el tiempo y las lecturas, irás viendo dónde poner el ojo, «cómo detectar mentiras», diría Paul Ekman, o cómo identificar los «copipegas» de un autor apurado. Por último, dudarás. El día que dejes de dudar será que estás totalmente equivocado (acéptenme la exageración).

4 ¿Cuál es el perfil del profesional de la corrección de estilo?

Para mí (hago énfasis en que es mi opinión y no hablo en nombre de la comunidad de correctores), el profesional que se dedique a la corrección de estilo está obligado a ser lector; no queda de otra. Primero, porque se va a dedicar a leer el trabajo de terceros. Segundo, porque, según el tipo de texto que aborde, será necesario ver cómo trabajaremos esa gramática, esa ortografía o ese ortotipo. Es probable que nos enfrentemos a textos donde lo «incorrecto» sea precisamente lo «correcto».

5. Sobre esta última acotación, respecto a lo «incorrecto» que termina siendo «correcto», ¿en qué casos se suscita?

Por ejemplo, en obras literarias donde los nombres propios se escriben con inicial minúscula, como en la nouvelle de Filonús Gonzáles (2023), Un delicado temblor. En otros donde no encontramos punto y coma, o que después de una coma empiecen con mayúscula, como en El hombre duplicado de Saramago; que tengan párrafos extensos donde varias voces, sin rayas de diálogo que las identifique, hablan entre sí o piensan ensimismadas, como en El otoño del patriarca de don Gabriel García Márquez. Quién podría corregir literatura, ¿un literato? Después de la respuesta de aquel maestrista que dijo «no importa cómo escriba, después contrato un corrector», dudo que la respuesta sea que un literato sea idóneo para ello. Ni me quiero imaginar lo que habrá sido corregir la traducción al español de Yo he de amar una piedra, de Lobo Antunes, los desafío.

6. Entonces, es un error pensar que solo basta con tener ciertos conocimientos afines al oficio.

No basta conocer la ortografía, gramática y ortotipo del idioma; el corrector, a partir de la lectura, reconoce el texto como una unidad cohesiva y coherente. Si no lee, ¿cómo podría darse cuenta de los diferentes estilos que traen consigo los autores de literatura, académicos o administrativos? ¿Cómo podría asesorar en cómo expresar mejor una idea, en cómo lucir mejor el texto, en qué decir primero y qué después? El perfil del corrector se forma más allá del curso de corrección que el interesado siga. A decir verdad, parte del compromiso de cada futuro corrector, y ese compromiso comienza con la lectura.

7. En su opinión, ¿cuál sería el objetivo principal de un corrector de estilo?

El objetivo principal es entregar un texto limpio e inteligible. Para llegar a dicho objetivo, sería conveniente cumplir con unos pocos ideales como entrevistarse con el autor y conocer qué quiere transmitir, a quién, cómo se lo quiere decir y qué quiere conseguir. Después estaría investigar sobre el tema que se va a corregir y pedir material de referencia si es necesario. Por último, tener material de consulta lingüística confiable en internet y en físico, pues no cambiamos un texto partiendo del «no me gusta» o porque «lo prefiero así». Debemos ser capaces de justificar nuestros cambios.

8 ¿Cuál es el proceso de la corrección de estilo? ¿Existe algún método o pauta a seguir?

No creo que haya un método definitivo, cada corrector tendrá el suyo. Depende también del tipo de texto que tengamos que corregir. Por ejemplo, si tenemos un documento ya maquetado y hay que darle una última revisión, observo primero qué característica general tiene el texto. Si estuviera diseñado en columnas y con palabras cortadas con guion al final del renglón, encendería la alerta máxima y dirigiría mi atención a los extremos laterales de cada columna. He visto cómo cortaron «peruano» a final de línea: en la línea superior quedó «peru-», en la inferior, «ano», y no es lo recomendable.

Considero que la corrección de estilo no es una receta de cocina, mejor dicho, podemos crear nuestra propia receta según los ingredientes que tengamos a la mano y los utensilios con los que contemos. Es decir, usaremos hornilla a gas, eléctrica, ¿fogón? El método dependerá definitivamente del texto que se trabaje, aquí tenemos para hablar largo y tendido.

9 ¿Es lo mismo «editar un texto» que «corregir un texto»?

Cuando corrijo, edito. Salvo que el autor o la casa editorial me indiquen lo contrario, mi trabajo trasciende lo ortográfico, ortotipográfico y gramatical. Creo que la corrección de textos es un trabajo integral. ¿Cómo podría preguntarle al cliente si solo quiere que le corrija ortografía o gramática? ¿Cómo podría preguntarle si también quiere incluir ortotipografía sin que se le queden los ojos en blanco? «Señor cliente, puede agrandar su combo con una revisada de ortotipo si gusta. Claro, tiene que pagar más». Imposible, es integral, es el todo. Por eso empecé diciendo que dependerá de las instrucciones previas.

No tengo una lista de servicios: si quieres este servicio, tanto; si quieres esto otro, tanto… No podría trabajar así, ¿cómo podría frenar a mi cerebro y decirle que no mire o no preste atención a algo que está mal o que podría ir mejor? Yo no puedo, no soy tan robótica; estaría bueno, pero no puedo, tampoco lo recomiendo.

10 ¿Qué libros recomendaría a quienes desean incursionar en la corrección de estilo?

En las primeras respuestas, mencionaba que uno de los deberes de todo corrector es leer, esto implica que saber leer también; ser crítico con la lectura, no quedarse en el «me gusta» o «no me gusta». Una vez un joven sabio me dijo: «Sobre si te gusta o no, lo podemos conversar en un bar, aquí lo que importa es que te alejes del texto y tengas una percepción crítica». Saber leer y saber escribir van de la mano. Y es que, en el universo de las letras (cuyos agentes principales son el autor, corrector, lector), los correctores quedamos en el medio, en un lugar que nos exige saber de ambos oficios.

Dicho esto, no voy a recomendar libros sobre corrección de estilo propiamente dicho, pero sí libros vinculados con la literatura que nos pueden orientar en nuestro oficio. Mencionaré apenas cinco, pero, en realidad, el que quiere incursionar en la corrección tiene que haber pasado ya por varios libros.

Capítulo 112 de Rayuela, de Julio Cortázar (luego tiren la piedrita al casillero 99); Mientras escribo, de Stephen King; De qué hablo cuando hablo de escribir, de Haruki Murakami; Como una novela, de Daniel Pennac; El infinito en un junco, de Irene Vallejo, lectura recomendada para los amantes de los libros o para los que quieran hacer votos de amor con ellos. ¡Nos vemos en la Escuela!

¿Cuál es el perfil del corrector de estilo?

Se suele pensar que la corrección de textos pasa por poseer conocimientos básicos sobre gramática y ortografía, así como un poco de destreza en lectura. Ha llegado el momento de derribar ciertos mitos.

Un corrector, en principio, es un profesional con un método de trabajo establecido y dueño de destrezas específicas que lo encaminan a una sola tarea: la perfección en un escrito.

El corrector es el responsable de mantener la uniformidad de las normas en un documento y preservar la concepción de la obra marcada por el autor y, de algún modo, por la editorial. Entonces, va más allá de colocar puntos, comas y tildes.

El perfil del corrector

Como todo trabajo, la corrección de textos exige un perfil para el profesional que se dedique a esta tarea. A continuación, te presentamos algunas.

1. Competencia gramatical

El corrector de textos debe conocer y manejar las normas gramaticales del español y aplicarlas con criterio y practicidad, de modo que faciliten la toma de decisiones ante cualquier eventualidad.

2. Competencia léxica y morfológica

Conocer la formación correcta de las palabras, así como los significados exactos de los términos, es una condición de vital importancia para el corrector.

Por otro lado, un corrector de textos debe tener un conocimiento básico del léxico de la materia sobre la cual trabaja. No se trata de ser especialistas en todo, sino de ser responsables.

3. Competencia ortográfica

Está bien conocer acerca de las normas de acentuación y todo lo que implican las normas básicas de ortografía. Sin embargo, el corrector va más allá de eso.

Mantenerse informado sobre las actualizaciones y disposiciones de la RAE también es parte del trabajo.

4. Competencia tipográfica

El corrector debe informarse respecto a los criterios que aplica el editor en cuanto a la composición de un texto, así como su interpretación tipográfica. Por ejemplo, el uso de negrita, cursiva, tamaño de letra, tipo de fuentes, distribución del texto, espacios, entre otros criterios.

5. Sentido común

Punto sencillo, pero pocas veces tomado en cuenta. El buen corrector mantiene una actitud dialogante con todos los miembros involucrados en el proyecto. Por otro lado, avoca su trabajo de acuerdo a las directrices dadas por el cliente y el criterio del editor.

De nada vale conocer a fondo normas y reglas, si no se posee el sentido necesario para analizar y trabajar sobre un documento.

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La corrección de textos en el sector editorial: ¿Cuál es su importancia? 

Dentro del proceso de edición, la corrección de textos es una fase clave que garantiza que los contenidos de una publicación estén escritos de manera adecuada. A continuación, te mostramos por qué es importante al momento de editar un texto.

Como bien se sabe, la corrección y edición de textos son términos diferentes. Mientras que la edición se centra en analizar y contemplar las modificaciones a la estructura y el contenido, la corrección tiene como objetivo revisar un texto desde un punto de vista gramatical, sintáctico y expresivo. En ese sentido, esta se ha convertido en una fase clave en los procesos editorial. Previamente a la maquetación, es el corrector el encargado de eliminar imprecisiones del vocabulario, aumentar la riqueza léxico y evitar los vicios en la expresión de los escritores. Por ello, es esencial resaltar la importancia de la corrección de textos en la industria editorial.

¿Por qué es necesaria una corrección de textos?

El corrector es un profesional de la edición que tiene como labor principal realizar un «pulido» del texto y utilizar de forma adecuada los recursos del mismo. En ese sentido, tiene que verificar que la estructura, el vocabulario y la redacción del texto encajen según al tipo de público al que va dirigido. Aunque la corrección es realmente una intervención lingüística para que una publicación sea entendible al lector, su complejidad radica al momento de delimitar lo que nos referimos a «que un texto se entienda».

La corrección de un texto depende de tres factores: el propósito con el que fue escrito, el público objetivo y el medio en el que aparecerá. Asimismo, se debe tener en cuenta la razón por la que se está corrigiendo. Sin embargo, hoy en día, la autopublicación ha llevado a que diversas publicaciones no sean sometidas a una revisión. Independientemente de la razón, se está dejando de lado una valiosa herramienta que hará que el libro sea valorado desde otra perspectiva o que añada profesionalismo.    

Redacción digital: Cinco consejos para llevar los contenidos digitales a otro nivel  

En los últimos años, la redacción digital se ha convertido en una herramienta esencial para la promoción de diferentes contenidos a través de la red. Para ello, es necesario aprovechar las ventajas que ofrece y saber aplicarlas al proyecto personal. A continuación, te presentamos cinco consejos para que dejes un impacto en el público.

La redacción digital es un tipo de escritura que permite la difusión exitosa de la información en Internet. Una adecuada redacción permite valorar de forma positiva un contenido y, por ende, dejar una huella en los lectores. Actualmente, esta es considerada una herramienta necesaria en el rubro del marketing o la promoción de una marca personal, con la que se puedan construir textos tanto informativos como persuasivos y atractivos. Para alcanzar este objetivo, es esencial ir familiarizándose con esta clase de escritura y conocer las principales ventajas que ofrece. Por ello, hemos realizado una lista con cinco consejos para que puedas aprovechar la redacción digital al máximo.

Personalización

Debido a la gran cantidad de información que es posible encontrar en internet, es que los textos deben estar dirigidos a un público segmentado. Por ello, el requisito principal para los contenidos digitales es que estén escritos de acuerdo a los intereses de un público objetivo. El estilo de escritura debe ser directo, amistoso y cercano; como si se trata de una conversación. De esta forma, se lograría una conexión con el lector.

Originalidad

Los usuarios están en contante evolución, al igual que las tendencias. Por ello, la redacción debe marcar una diferencia. Antes que calidad, el objetivo de un contenido digital es captar la atención del lector, por lo que para llevar a cabo una escritura creativa es necesario recurrir a diferentes fuentes de inspiración. Para ello, es posible hacer una lluvia de ideas y estar al pendiente de las tendencias en internet. En ese sentido, es esencial mantenerse informado a través de las diferentes redes sociales y los medios de comunicación de otros países.

Versatilidad

Los contenidos digitales deben crearse pensando a su adaptabilidad a los diversos formatos online, como los blogs, las infografías o los catálogos, al igual que a las diferentes plataformas y redes sociales. Para ello, se debe tener en cuenta el tipo de lenguaje, el público objetivo y las formas de interacción en cada una de los sitios web. Asimismo, hay que prestar atención a los modelos de contenido digital y sus necesidades comunicativas, por lo que el estilo de la redacción digital debe adecuarse.

Posicionamiento

Optimizar los contenidos es el primer paso para que estos se encuentren en los principales motores de búsqueda. Para lograrlo, se puede comenzar introduciendo palabras clave. Por ello, es recomendable adquirir conocimientos sobre el SEO para alcanzar un tráfico regular en la página web, por lo que es necesario un texto persuasivo y atractivo.

Valoración

Independientemente del objetivo final, se debe tener presente que el consumo de un contenido en particular contribuya de forma positiva en los lectores. En ese sentido, tras haber estado en el sitio web, estos deben estar informados o entretenidos. Para ello, es necesario tener en cuenta la practicidad y utilidad que ofrece la redacción digital. También, es esencial dedicar un tiempo a una promoción que sea coherente y de valor para el público, resaltando las ventajas del contenido que se está ofreciendo.